El retroceso del revólver contra el feminismo Cristina Monge
Se llamaba Charo y deja cuatro huérfanos
El miércoles me despertó una llamada de un compañero fotógrafo. Siempre que nos llamamos de noche se ha muerto alguien. Con una mano contesto el móvil y con la otra abro el portátil. Un hombre dice que se quiere tirar de un viaducto, ese hombre ha confesado que acaba de matar a su pareja. Ahora soy yo la que llama a otras personas antes de que amanezca, otras personas a las que por unos segundos obligaré a pensar “quién se ha muerto”.
Se llamaba Charo y deja cuatro huérfanos. Tenía 40 años y tuvo 36 años y volvió a tener 40 años la mañana en que la mató un hombre que siempre tuvo 49. Él pudo dar el dato, fuente primaria, el de ella lo tuvieron que decir otras personas. La familia, la gente que la lloraba, aseguraba que tenía 40. Algunos que fueron a clase con ella echaban cuentas y tenían que ser 40. Con las horas fui escuchando retales alrededor del suceso. A veces lo más periodístico es callarse. No contar lo que no aporta, lo que no se puede confirmar. No matar a nadie en un titular antes de que esté muerto. No decir que alguien ha muerto cuando lo han matado.
A veces lo más periodístico es callarse. No contar lo que no aporta, lo que no se puede confirmar. No matar a nadie en un titular antes de que esté muerto. No decir que alguien ha muerto cuando lo han matado
Lacra. Siglo XXI. Condena. Repulsa. Minuto de silencio. Luto oficial. Charo es la víctima mortal número 39 de violencia de género en lo que va de año en España. Mientras escribo esta columna se investiga la confirmación oficial, en el mismo día, de la víctima número 40. Cuando vivía en Estados Unidos, solía poner el último informativo disponible de TVE para hacer la cena. Una vez alguien me dijo: ¿A tantas mujeres matan en tu país? No recuerdo qué había en la sartén, ni qué llevábamos puesto, ni si era invierno o verano, pero esa frase vuelve con nitidez siempre que hay un nuevo asesinato. Vuelve con una frecuencia atroz.
Un día, en otra casa, primavera en España, entraron gritos de la calle. Desde la ventana se podía ver lo que parecía una pelea entre un chico y una chica jóvenes. No, espera, él la está agrediendo. Alguien grita “Déjala en paz”, luego yo digo algo parecido, “¡que la sueltes!” “¡para ya!”, sigue un coro de voces que se oyen más lejanas y más cercanas y tan seguidas que no da tiempo a identificar de qué ventana provienen. Me voy para atrás a llamar a la Policía sin alejarme del mirador. Llegan rapidísimo. No sé qué pasa después.
Charo había denunciado por malos tratos a otras parejas anteriores. A Charo la mataron el miércoles 30 de agosto de 2023 antes del alba en Béjar (Salamanca), pero ¿cuánta vida le habían quitado ya para entonces? ¿Cuántas mujeres están muriendo en vida ahora mismo mientras atravesamos estas palabras? ¿Cuántas viven en el balcón de ‘Te doy mis ojos’? ¿Con cuántas compartimos podcast favorito, panadería, autobús, código postal, quizás puerta del cole? ¿Cuánta violencia machista estructural nos rodea?
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