Las santas, madres y reinas de la Navidad Cristina García Casado
Un mundo en llamas: ¿hay salida a la vista?
Nuestro mundo se ha convertido en un coloso en llamas, y no es una metáfora, sino la constatación de un hecho empíricamente confirmado. El Índice de Paz Global, del Institut of Ecomomics and Peace, arroja cifras escalofriantes sobre la violencia. Existen 56 conflictos en los que se encuentran involucrados 92 países. Se trata de la cifra más elevada desde la II Guerra Mundial. 108 países han incrementado su militarización. El comercio de armas es el más mortífero y uno de los negocios que más dinero mueve en el mundo. El Índice de Paz Global afirma que los conflictos en Ucrania y Gaza son los principales impulsores de la disminución global de la paz.
Los conflictos bélicos están provocando cientos de miles de muertos, hambrunas, situaciones de esclavitud, utilización de los cuerpos de las mujeres como arma de guerra y campo de batalla, violencia y violaciones contra las mujeres, las niñas y los niños —que, en los relatos bélicos, son invisibilizadas por otros delitos considerados más graves—, extracción y venta de órganos, destrucción de la naturaleza, abandonos y desplazamientos masivos con numerosos fallecimientos, reclutamiento de niños y niñas como soldados, violaciones de derechos humanos y de la naturaleza, represión política, dictaduras, feminicidios, infanticidios, secuestros, genocidios, destrucción de instalaciones sanitarias, lugares religiosos, escuelas, etc.
La paz y la justicia están ausentes en nuestro mundo, mientras que las guerras están presentes por doquier. Con este trasfondo nada halagüeño se ha celebrado recientemente el 43 Congreso de Teología, convocado por la Asociación de Teólogas y Teólogos Juan XXIII sobre Guerra y paz: ¿hay salida a la vista? Consideramos el tema de especial importancia en este momento histórico marcado, como acabo de indicar, por los numerosos conflictos internacionales, que están socavando la paz y la justicia, masacrando a poblaciones enteras, normalizando la guerra hasta el punto de considerarla un fenómeno con el que hay que convivir y ampliando las brechas de las desigualdades. La participación en el congreso, celebrado online, ha sido extraordinaria: más de 300 personas de varios países y continentes.
Hemos comprobado el alarmante crecimiento de narrativas belicistas que presentan la vía de la guerra como la única e inevitable opción. Cada vez hay más sectores de la población que ridiculizan la defensa de la paz, de los derechos humanos y del derecho internacional. Avanzan los discursos de odio, que se instalan en el imaginario colectivo y desembocan con frecuencia en prácticas violentas. Crece la impunidad, se normaliza la banalidad del mal y se convierten a las víctimas en simples números.
Hemos analizado las causas y las consecuencias de la conflictividad mundial, prestando especial atención a los efectos devastadores para las poblaciones más vulnerables y sometidas a la opresión colonial, constatando que los pueblos nunca ganan las guerras y siempre ponen los muertos.
Prestamos especial atención a Palestina, que desde hace más de siete décadas vive una situación de colonialismo israelí, una de cuyas bases es el sionismo religioso que sigue defendiendo que Israel es el pueblo elegido y que el territorio que ocupa es la tierra prometida que Dios entregó a los judíos y que cualquier cesión de dicha tierra a los palestinos supone un retraso en la realización del Reino de Dios. Desde el 7 de octubre de 2023, en que militantes de Hamás asesinaron a 1.150 personas y secuestraron a otras 250, el ejército israelí viene provocando un verdadero genocidio en la población gazatí y disfruta con el derramamiento de la sangre de personas inocentes, en su mayoría mujeres, niñas y niños. Mientras Israel viola impunemente el derecho internacional humanitario, el genocidio provocado por Netanyahu cuenta con el apoyo incondicional de Estados Unidos y la Unión Europea, la pasividad cómplice de la comunidad internacional y el silencio de buena parte de las religiones.
Ucrania vive en guerra desde hace más de dos años tras la invasión de Rusia, que le niega su independencia y soberanía transgrediendo así el derecho internacional. Estados Unidos y la Unión Europa rearman al régimen de Zelenski provocando un conflicto de larga duración con numerosas víctimas por ambos lados, sin ninguna propuesta de paz.
Hemos introducido la perspectiva ecofeminista para identificar la violencia contra las mujeres y la naturaleza, que son las dos últimas colonias del capitalismo. La mirada ecofeminista nos ha descubierto la existencia de otros lugares y formas de guerra que atentan despiadadamente contra las mentes y los cuerpos sufrientes de las mujeres, las niñas, los niños, las personas LGTBIQ+ y la naturaleza. Denunciamos el apartheid de género al que son sometidas las mujeres afganas oprimidas, silenciadas, invisibilizadas y tristemente olvidadas.
Denunciamos el apartheid de género al que son sometidas las mujeres afganas oprimidas, silenciadas, invisibilizadas y tristemente olvidadas
Pero la situación bélica que tan desastrosas consecuencias provoca no puede llevar al derrotismo y al fatalismo, como tampoco al silencio y a la inactividad. Tales actitudes son delito de silencio y de inacción. Por eso, hemos identificado y valorado positivamente referentes éticos, cuales son escenarios de resistencia pacífica frente a las lógicas coloniales, patriarcales y al genocidio, así como afectos de sororidad y redes de solidaridad y de cuidados.
El congreso se ha preguntado si hay salida a tan dramática situación y ha propuesto caminos de paz que eviten convertir el mundo en un coloso en llamas. ¿Cómo? A través de la reflexión moral, la construcción de una cultura de paz, la creación de una comunidad global intercultural, interreligiosa e interétnica, el establecimiento de relaciones internacionales justas y solidarias, la negociación, la eliminación de las brechas de desigualdad de todo tipo: étnicas, culturales, religiosas, económicas, sociales, de género, de identidad afectivo sexual, etc. Es necesario, igualmente, imaginar un futuro distópico.
Al tratarse de un congreso de teología cristiana, hemos rastreado los textos bíblicos caminos que nos han ayudado a construir el ideal de la paz en medio de los conflictos. Lo que ponen de manifiesto dichos textos es que paz y justicia deben ir de la mano. “La justicia y la paz se besan”, afirma el Salmo 85,11. El término que mejor expresa dicho ideal es el hebreo shalom, que subraya el carácter relacional, social, comunitario y ecológico de la paz. Shalom no debe entenderse solo como ausencia de guerra, sino como bienestar integral y calidad de vida para todos los seres humanos y la naturaleza.
Una de las características de este congreso ha sido la interdisciplinaridad. Por eso en la reflexión y el análisis han intervenido prestigiosos y prestigiosas especialistas en diferentes especialidades y disciplinas: Olga Rodríguez, investigadora y periodista de información internacional y en zonas de conflicto; Jesús Núñez, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción humanitaria; Ignacio Álvarez-Ossorio, catedrático de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Complutense de Madrid; Itziar Ruiz-Giménez, profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid; Leonardo Boff, teólogo brasileño de la liberación.
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Juan José Tamayo es teólogo de la liberación y autor de la trilogía 'Religión, razón y esperanza. El pensamiento de Ernst Bloch' (Tirant, 2015, 2ª ed.), 'Invitación a la utopía. Ensayo histórico para tiempos de crisis' (Trotta, Madrid, 2016, 1ª reimpresión) y '¿Ha muerto la utopía? ¿Triunfan las distopías?' (Biblioteca Nueva, 2020, 4ª ed.).
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