El potencial de los hombres y la violencia sexual

Si en una conversación sobre literatura alguien se refiere a la importancia de la educación, al fomento de la lectura y a la necesidad de encontrar momentos para la reflexión, y dijera que si se actúa de ese modo habrá grandes avances sociales e individuales, y se insistiera diciendo que “todos los hombres son potencialmente premios Nobel”, nadie actuaría en contra del argumento ni lo criticaría diciendo que “sólo unos pocos hombres son reconocidos con el premio Nobel y que, por tanto, no se puede generalizar” y mucho menos comentarían que también hay mujeres que han ganado el Nobel, aunque sean una minoría.

Pues esa situación que se entiende muy bien resulta incomprensible para muchos cuando se dice que todos los hombres son potencialmente violadores”, como ha manifestado la politóloga y activista feminista Júlia Salander. Ante sus palabras, la gran mayoría de los hombres se han sentido atacados y acusados, en lugar de entender su significado y la responsabilidad que tenemos para cambiar las circunstancias. La situación no es nueva y siempre la utilizan en el mismo sentido cuando se trata de analizar conductas negativas protagonizadas mayoritariamente por hombres, como ocurre con la violencia en general y con la violencia contra las mujeres en particular.

Pero antes de continuar veamos la realidad de la violencia sexual. Los estudios académicos y los organismos internacionales recogen que prácticamente el 99% de las agresiones sexuales son cometidas por hombres, tal y como aparece en la reciente revisión de la Universidad de Melbourne (2024), publicada en Trauma, Violence and Abuse y realizada por Josefina Jiménez y Laura Tarzia, en la que se analiza la violencia sexual desde la perspectiva de los propios agresores (hombres), y encuentran cuatro grupos diferentes. El grupo mayoritario justifica la violencia sexual que han ejercido culpando a las mujeres víctimas por haberlos provocado, por considerarlas como simples “objetos sexuales” y unas “putas”, siendo estas las razones más frecuentes con gran diferencia respecto al resto. El segundo grupo justifica la agresión sexual como una especie de “pérdida de control”, y hablan de que ellos son unos “caballeros” y “buenos hombres”, pero que las circunstancias los llevaron a comportarse de ese modo, bien porque perdieron el control, porque estaban bajo los efectos de alguna sustancia o porque pasaban una mala racha. El tercer grupo directamente busca la justificación en la biología y responsabiliza a las “hormonas” o al “cerebro” de lo ocurrido. Y finalmente, el cuarto grupo, muy minoritario, no justifica lo sucedido y muestra un cierto arrepentimiento.

El 99% de los agresores son hombres que no muestran responsabilidad alguna y culpan a las mujeres o a las circunstancias de sus decisiones y conductas

De manera que la realidad en cuanto a la violencia sexual es clara: el 99% de los agresores son hombres que no muestran responsabilidad alguna y culpan a las mujeres o a las circunstancias de sus decisiones y conductas.

Ante esta realidad hay que preguntarse qué factores influyen para que venga definida por esos elementos, y para que ocurra en cualquier país del mundo y por hombres muy diferentes en cuanto a edad, estatus, grupo étnico, contextos… Y, claramente, es ahí donde se inserta la frase comentada por Júlia Salander, y una idea que ya antes había generado una reacción similar cuando el grupo activista chileno “Las tesis” realizó su performance El violador eres tú.

La frase “todos los hombres son potencialmente violadores” deja claro que no significa que “todos los hombres sean unos violadores o lo vayan a ser”. Es como si se dice que “cualquier hombre potencialmente puede morir la semana que viene”, en ningún caso va a suceder ni tampoco quiere decir que todos los hombres ya tienen en su organismo una causa que los pueda matar en una semana, pero tampoco significa que ningún hombre no pueda morir en siete días por factores de lo más diversos.

Por lo tanto, la frase centrada en la violencia sexual no supone que todos los hombres sean unos violadores ni que lo vayan a ser. No entenderlo ya es motivo de preocupación y revela que hay otras razones en la reacción que intentan evitar que se entienda su sentido.

El significado es tan obvio que muchos han utilizado como argumento contra la frase que solo son unos pocos hombres los que violan, algo que también se dice de la violencia en general, pero que evita afrontar la otra parte de la realidad, el hecho de que la inmensa mayoría de la violencia sexual y de la violencia en general sea protagonizada por hombres. El hecho de que sean unos pocos, pero que esos pocos sean prácticamente el 100% de todos los casos, es el que guarda las claves para entender la idea de “potencialidad”, idea que no tiene sentido si se dice que “todas las mujeres son potencialmente violadoras”, pues, aunque cabe como planteamiento teórico, no lo hace en los elementos prácticos.

El concepto de potencialidad no es algo teórico, sino que forma parte de la realidad histórica que ha creado la cultura de la violación a través de la presencia de una serie de mitos y estereotipos que minimizan la violencia sexual y que lo hace tanto a la hora de elaborar la agresión por parte de los violadores, como en la valoración que hace la sociedad sobre lo ocurrido.

La potencialidad de la violencia sexual en los hombres radica en un doble elemento, el individual y el social

El elemento individual está definido por la masculinidad que presenta el criterio y el deseo de los hombres por encima del la decisión y la conducta de las mujeres. Este elemento es el que vemos en los propios agresores condenados cuando culpan a las mujeres de la violencia que ellos ejercen o las presentan como objetos sexuales disponibles para ser usadas.

El elemento social de la potencialidad reside en las circunstancias creadas por la cultura androcéntrica para minimizar, dudar de la palabra de las víctimas y justificar el comportamiento de los agresores, dando recorrido social a todo lo que a nivel individual vive el hombre que decide violar, pues todo forma parte del mismo marco androcéntrico en el que la violencia sexual actúa como una conducta de poder, no sexual. El agresor busca satisfacer necesidades de poder a través del sexo, la sexualidad es solo el instrumento para conseguirlo.

El resultado es que la propia sociedad donde ocurren este tipo de conductas violentas muestra cierto grado de “comprensión” sobre la posición de los hombres, no sobre la de las mujeres que las sufren, que incluso son presentadas como perversas que buscan obtener algún tipo de recompensa o logro a través de la instrumentalización de la violencia sexual y de la denuncia. Es lo que el mismo Donald Trump y su equipo han dicho de Kamala Harris recientemente para explicar su ascenso en la política. Y también hemos visto la versión de culpabilizar directamente a la mujer víctima en el caso de Dani Alves, como antes ocurrió con todos los apoyos recibidos por “La Manada”, incluso tras la sentencia.

Lo que también sorprende es la falta de potencialidad de los hombres para entender la igualdad y la necesidad de implicarse y comprometerse en la erradicación de estas conductas y violencias tan masculinas

La potencialidad para que los hombres sean violadores siempre que lo decidan es la que hace que el propio Código Penal no reconociera la violación como un delito contra la libertad sexual hasta 1989, siendo considerado hasta esa fecha como un “delito contra la honestidad”, es decir, las mujeres no tenían libertad a la hora de mantener relaciones sexuales, sólo honor que salvaguardar. Por lo tanto, los violadores no violentaban su libertad, “solo las deshonraban”.

Esa misma potencialidad es la que todavía hoy hace que la mayoría de las agresiones sexuales no se denuncien, tal y como recoge la Macroencuesta de 2019, que indica que el 92% de las víctimas no denuncian, y que cuando denuncian solo un porcentaje bajo de los casos sea condenado. La misma potencialidad que ha tenido que cambiar la ley para que no prevaleciera la posición de muchos agresores a la hora de interpretar los hechos bajo el mito de que “cuando las mujeres dicen 'no' en realidad quieren decir 'sí'”, una idea surgida de la necesidad de salvaguardar su honra para que no parecieran muy “ligeras”, y sólo accedieran a mantener relaciones sexuales después de haber mostrado un cierto rechazo. Ahora la ley ha tenido que cambiar para no dejar duda alguna sobre el consentimiento bajo la referencia de que “sólo sí es sí”. Una potencialidad que también permite que haya un acuerdo entre las partes, es decir, entre la posición del violador y la de la víctima, para evitar el juicio por el miedo que la víctima tiene al proceso judicial, como ocurrió en Málaga y Murcia en el verano de 2022.

Y resulta tan “potente” esta potencialidad que, tal y como demostraron los trabajos de Sarah Edwards, de la Universidad del Estado de Minnesota, el 32% de los estudiantes hombres de la universidad estaría dispuesto a tener una relación sexual no consentida con la chica que decidieran si les garantizaran que nunca iban a ser descubiertos. Las consecuencias sobre sus compañeras de universidad violadas no les importaban, sólo satisfacer su deseo y poder.

Todo eso es lo que forma la potencialidad que incide en el plano individual y social para que los hombres que lo decidan lleven a cabo la violencia sexual, una conducta que ocurre según la Macroencuesta unas mil veces cada día. No es teoría ni algo hipotético, sucede a diario.

Y lo que también sorprende es la falta de potencialidad de los hombres para entender la igualdad y la necesidad de implicarse y comprometerse en la erradicación de estas conductas y violencias tan masculinas. Querer a los hombres es poner de manifiesto las consecuencias negativas de una masculinidad y de una cultura androcéntrica, no guardar silencio y sentirse ofendidos cuando se habla de la necesidad de desmontar la “potencialidad machista” en la violencia y en tantos otros temas.

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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue Delegado del Gobierno para la Violencia de Género.

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