El trumpismo de Ayuso: auge y ¿caída?

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Desde que la figura de Ayuso empezó su carrera política hasta su auge y triunfo electoral como presidenta de la comunidad de Madrid, la calificación de “trumpista” ha sido una constante: alumna aventajada de Trump en España, nueva lideresa populista de derechas… Lo cierto es que hemos observado por su parte la ejecución de campañas agresivas, confrontación ideológica con el adversario y polarización a cualquier precio (ETA, Cataluña, feminismo, comunismo), guerra mediática, descalificación del gobierno legítimo y las instituciones del Estado, marcos catastrofistas y, en el contenido, un neoliberalismo desacomplejado en lo económico, con modelo fiscal regresivo y capitalismo rentista, y conservador en lo moral, con guiños a la extrema derecha cristiana. Pero pienso que el verdadero carácter trumpista de Ayuso no ha hecho sino empezar. La mayor expresión del trumpismo de Ayuso no tendrá lugar en su auge, sino en su caída. 

Basta observar los indicios en la crisis por los actuales asuntos sin aclarar de su pareja, Alberto González Amador. Sociedades pantalla, delitos fiscales, comisiones, coche y pisos de lujo; como guinda, Quirón, el macrogrupo de la sanidad privada madrileña, el principal cliente de González Amador. Todo ello, obviamente, salpica al gobierno de la Comunidad de Madrid. ¿La respuesta de Ayuso? Hacerse la víctima. Igual que con Avalmadrid, igual que con su hermano, igual que con sus padres. El problema no son las circunstancias, al menos turbias, cuando no potencialmente ilegales o presuntamente corruptas que hay que explicar; el problema es que se le pidan explicaciones a ella. Ella no es la villana, sino la víctima, la perseguida. Esta semana, Ayuso directamente denunciaba una persecución “de todos los poderes del Estado”. Ayuso culpaba a Moncloa y a Pedro Sánchez, así como a Hacienda, a la que acusa de “desquiciada” y de deber incluso dinero a su pareja.  

¿La respuesta de Ayuso? Hacerse la víctima. Igual que con Avalmadrid, igual que con su hermano, igual que con sus padres. El problema no son las circunstancias, el problema es que se le pidan explicaciones a ella

Esto sí es trumpismo en estado puro. Esta mezcla de privilegio, abuso, impunidad, sentimiento de agravio y victimismo es trumpismo en estado puro. Y lo advertimos no cuando Ayuso gana, sino cuando pierde. El trumpismo es por definición reactivo: es la reacción resentida y agraviada de quien se creía con derecho a todo y por primera vez enfrenta el abismo de la posibilidad de ser cuestionado. Eso es lo que exhibe Ayuso. En primer lugar, el privilegio y la impunidad del que cree que tiene derecho a todo le permite extraer de los recursos públicos beneficio personal, familiar o privado. Cuando se le exige rendir cuentas, ella se presenta como la víctima. ¿Cómo es posible que la ejecutora de los hechos, la que sacó tajada de la situación, aparezca como víctima? Ello solo es posible si se presupone un sentimiento de impunidad, un creerse con derecho a ostentar la posición que ocupa y de que nadie le obligue a respetar los límites. Cogida en falta, lejos de reconocer la realidad, pasa al ataque. Los culpables son los demás. Empieza entonces la verdadera guerra de fake news, insultos, acusaciones y nubes de tinta. Esa es la estrategia de desgaste. Y, recordemos, la verdadera ofensa para Ayuso no fue el beneficio privado en el momento más crudo de la pandemia, no fue el desprestigio de las instituciones, no fue el abuso de la posición de poder: la verdadera ofensa es que se le pidan cuentas por todo ello. La ofendida es ella. La agraviada es ella. Pero no nos engañemos, este victimismo no nace de debilidad alguna, sino de una pura y descarnada voluntad de poder. La misma reacción la encontramos en Trump cuando era investigado. 

No sabemos si esta crisis hará caer o no a Ayuso. Dependerá también de cuanto quiera presionar Feijóo; gobernando Sánchez, parece verosímil que no demasiado. Pero lo que sí sabemos es que es en estos momentos de crisis donde el trumpismo de Ayuso encuentra su expresión más pura; y si, sea ahora o en otro momento, ocurre finalmente la caída de Ayuso, su trumpismo alcanzará ahí su éxtasis.

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Clara Ramas San Miguel es filósofa, política, profesora en la Universidad Complutense de Madrid y autora del ensayo 'Fetiche y mistificación capitalistas. La crítica de la economía política de Marx' (Editorial Siglo XXI). Acaba de traducir y publicar también una edición de 'El 18 Brumario de Luis Bonaparte, de Karl Marx' en la editorial Akal.

Desde que la figura de Ayuso empezó su carrera política hasta su auge y triunfo electoral como presidenta de la comunidad de Madrid, la calificación de “trumpista” ha sido una constante: alumna aventajada de Trump en España, nueva lideresa populista de derechas… Lo cierto es que hemos observado por su parte la ejecución de campañas agresivas, confrontación ideológica con el adversario y polarización a cualquier precio (ETA, Cataluña, feminismo, comunismo), guerra mediática, descalificación del gobierno legítimo y las instituciones del Estado, marcos catastrofistas y, en el contenido, un neoliberalismo desacomplejado en lo económico, con modelo fiscal regresivo y capitalismo rentista, y conservador en lo moral, con guiños a la extrema derecha cristiana. Pero pienso que el verdadero carácter trumpista de Ayuso no ha hecho sino empezar. La mayor expresión del trumpismo de Ayuso no tendrá lugar en su auge, sino en su caída. 

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