Ignacio Ellacuría, teólogo y filósofo de la liberación Juan José Tamayo
Violencia política contra las mujeres
Se ha dicho que estaban de viaje de fin de curso, que eran amigas en el patio del colegio, que posaban como groupies o que tenían una chupipandi. Las han acusado de irse de turismo con el dinero de todos los españoles y han criticado que en una visita oficial usasen –¡oh, sorpresa!– un avión oficial, por lo que han pedido la dimisión de la ministra. Irene Montero, acompañada de su jefa de gabinete, de la secretaria de Estado de Igualdad, Ángela Rodríguez, y de una asesora viajaron a Estados Unidos para reforzar la agenda feminista y abordar los derechos reproductivos de las mujeres. No parece descabellado si tenemos en cuenta que ese país vive una peligrosa ofensiva antiabortista.
La agenda que mantuvieron durante esos tres días fue pública en todo momento, y se informó a los medios de comunicación de cuál era el calendario programado, que incluyó reuniones con representantes de la Casa Blanca, del Estado de Nueva York o de la ONU. También mantuvieron, por cierto, un encuentro con la histórica feminista Gloria Steinem, que además fue premio Princesa de Asturias de la Comunicación en 2021. Ahí es nada.
¿Qué político –varón– tiene que soportar las burlas y humillaciones que recibe Irene Montero?
En los últimos tiempos, nos hemos acostumbrado a que, desde ciertos sectores de la política y los medios de comunicación, la falta de argumentos se supla con el insulto fácil y la desinformación. Pero díganme ¿qué político –varón– tiene que soportar las burlas y humillaciones que recibe Irene Montero? Sus declaraciones se viralizan manipuladas y es raro el día que en las redes sociales no hay una campaña de desprestigio contra ella. No es casual que ese continuo hostigamiento se dirija a la representante de la cartera de Igualdad, ya le pasó a Bibiana Aído, que estrenó ese cargo en nuestro país. Como a Montero, a ella tampoco se le perdonó que fuera joven, feminista y de izquierdas. Es un trinomio que el machismo no soporta y eso convierte a estas mujeres en el objetivo de sus ataques más rancios.
En el fondo, es una forma de aleccionarlas: se les deja claro que están ocupando un puesto que no les corresponde porque, o es un espacio que consideran innecesario y por ello lo ridiculizan, o porque defienden que siempre ha estado ocupado por hombres y así debería seguir estando. Se trata de echar por tierra sus logros profesionales, infantilizándolas, resaltando solo la anécdota o focalizándose en detalles personales, como su físico, su ropa o quien es su pareja. Al mandato de Aído pertenece la Ley de Plazos del Aborto, pero estoy convencida de que, con el paso de los años, habrá quien solo la recuerde por haber usado miembras en una de sus intervenciones. Me pregunto si, en el caso del viaje de Irene Montero, las críticas hubieran sido tan feroces si en vez de estar acompañada de tres mujeres, lo hubiera estado de tres hombres.
Según un estudio, el 82% de las parlamentarias de todo el mundo ha sufrido violencia psicológica. Es escandaloso y muy preocupante que 8 de cada 10 políticas hayan recibido comentarios sexistas o humillantes, amenazas y acoso mientras ocupaban sus cargos. Mujeres poderosas que tienen que pagar un precio altísimo, como contrapartida a estar en primera línea política. Cuando normalizamos o dejamos pasar estos comportamientos violentos, ¿qué mensaje le estamos trasladando a las jóvenes si cada vez que una mujer alcanza el poder se ve sometida a este calvario? La participación femenina en política es una cuestión de calidad democrática. Sin duda, tratar de expulsarlas de esta forma solo debilita al sistema.
Fue precisamente Gloria Steinem la que afirmó que quizá lo más revolucionario para una mujer sea iniciar un viaje por iniciativa propia y ser bien recibida cuando vuelva a casa. Creo que, si llevamos su afirmación al terreno laboral, las mujeres comenzamos ese camino hace tiempo. Lo que necesitamos ahora es que quien nos reciba lo haga creyendo que estamos en igualdad de condiciones.
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