Al Jazeera no se cierra

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Escribo estas líneas desde Doha, Qatar, donde nos hemos encontrado periodistas de todo el mundo en la Conferencia Internacional en Defensa de la Libertad de Expresión. El pasado 5 de junio, poco después de que Trump arrancase su gira internacional en Arabia Saudí, este país junto a Egipto, Bahréin, Libia, Yemen y Emiratos Árabes Unidos levantaron un bloqueo contra Qatar. Cerraron fronteras y aeropuertos, expulsaron diplomáticos, impusieron sanciones comerciales y presentaron una lista de exigencias entre las que se encontraba el cierre del canal de televisión Al Jazeera. La excusa es su supuesto apoyo a grupos como Hamas y los Hermanos Musulmanes. De fondo se juega la disputa por la hegemonía política y cultural en la región. Entre las exigencias de la monarquía saudí, es clave la de que Qatar rompa relaciones de colaboración con Turquía e Irán, algo que inquieta al resto de gobiernos del Golfo Pérsico.

No en vano, Al Jazeera, pese a tener su señal bloqueada en estos países, es líder de audiencia en todos ellos gracias a la recepción vía satélite. El motivo lo explicaba Hugh Miles, especialista en Oriente Medio, en The Guardian: “Antes de Al Jazeera, las cadenas de noticias árabes eran solo palabrería totalitaria. Se centraban en lo que el jeque, emir o presidente hizo ese día, algunas noticias sobre su heredero y una pieza rápida sobre lo afortunada que era la nación de tener esas autoridades. Al Jazeera acabó con eso dando voz a todo tipo de voces antes vetadas: Israel, Gadafi, rebeldes chechenos, talibanes (…) No es de extrañar que los enemigos conservadores de Qatar la quieran cerrar”.

Efectivamente, Al Jazeera acumula exclusivas históricas, como su entrevista a Osama Bin Laden después del 11-S o las coberturas del bombardeo de Irak en 1998 y la invasión de Afganistán en 2001, donde fue la única televisión internacional con corresponsalía activa. Por un lado, fuerzas militares occidentales la consideraron un objetivo (EEUU bombardeó por error sus oficinas en Bagdad y Kabul). Por otro, los regímenes árabes que hoy exigen su cierre la acusaron de apoyar activamente las rebeliones de la Primavera Árabe en 2010, un año antes de nuestra primavera indignada en España. A la llamada BBC árabe no le faltan enemigos.

Daoud Kuttab, de la Red de Medios Comunitarios Jordanos, subrayaba este rol modernizador de Al Jazeera al comienzo de su ponencia: “Acabo de dar una entrevista en vivo antes de entrar, esto sencillamente no existía antes de Al Jazeera, era imposible: las televisiones no se fiaban ni de los periodistas ni del entrevistado, todo pasaba por edición”. Tras los elogios, Kuttab no dudó en criticar igualmente algunos puntos de la línea editorial de la cadena, como las discrepancias entre sus canales en árabe y en inglés.

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Me sorprende este tono de la conferencia. Quizá por las malas experiencias acumuladas, esperaba un evento más encorsetado, de protocolo estricto, donde todo fueran loas y alabanzas y se corriera un tupido velo sobre las vergüenzas del régimen qatarí. Pero no hubo ese tabú. Ya en la conferencia inaugural, Kenneth Roth, de Human Rights Watch, las enumeró una por una, haciendo hincapié en la petición al emirato de que desbloquee la web en inglés Doha News, supuestamente inaccesible en Qatar (yo, sin embargo, puedo verla ahora mismo en todos mis dispositivos). El bloqueo se debería supuestamente a su información sobre el maltrato que reciben los trabajadores migrantes que preparan la Copa del Mundo 2022 en Doha. Pero lo cierto es que esto mismo ha sido denunciado por la propia Al Jazeera.

En todo caso, el debate ha sido muy rico, y el encuentro está sirviendo para conectar cientos de organizaciones de todo el mundo, como la Plataforma española en Defensa de la Libertad de Información (PDLI), agencias de naciones Unidas (ACNUDH, UNESCO), la Federación Internacional de Sindicatos de Periodistas (IFJ) y muchas de sus federaciones (nuestra FeSP entre ellas), medios comunitarios del mundo árabe, representantes de France Télévisions y de la Unión de Televisiones Públicas Europeas (EBU), el Instituto Internacional de Prensa (IPI), universidades de todo el mundo, etc. Las visiones y valoraciones varían enormemente, pero todos los presentes coincidían en un punto: Al Jazeera es un fenómeno único que enriquece el pluralismo en la comunicación internacional y debe ser protegido.

¿Sirven para algo este tipo de eventos? Parece que sí: los países promotores del bloqueo ya retrocedieron y eliminaron de sus exigencias el cierre de la cadena. El mundo árabe seguirá disponiendo de una televisión moderna con estándares de independencia y pluralismo muy por encima de la media regional, y el resto seguiremos teniendo acceso a una fuente de información alternativa a las grandes agencias occidentales. Al menos por el momento, Al Jazeera no se cierra.

Escribo estas líneas desde Doha, Qatar, donde nos hemos encontrado periodistas de todo el mundo en la Conferencia Internacional en Defensa de la Libertad de Expresión. El pasado 5 de junio, poco después de que Trump arrancase su gira internacional en Arabia Saudí, este país junto a Egipto, Bahréin, Libia, Yemen y Emiratos Árabes Unidos levantaron un bloqueo contra Qatar. Cerraron fronteras y aeropuertos, expulsaron diplomáticos, impusieron sanciones comerciales y presentaron una lista de exigencias entre las que se encontraba el cierre del canal de televisión Al Jazeera. La excusa es su supuesto apoyo a grupos como Hamas y los Hermanos Musulmanes. De fondo se juega la disputa por la hegemonía política y cultural en la región. Entre las exigencias de la monarquía saudí, es clave la de que Qatar rompa relaciones de colaboración con Turquía e Irán, algo que inquieta al resto de gobiernos del Golfo Pérsico.

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