Luces Rojas

Negociando el TTIP: cuidado con los modelos

Lucas Duplá

El Trans-Atlantic Trade and Investment Partnership (TTIP) es un tratado que están negociando actualmente EEUU y la UE, y cuyo objetivo principal es facilitar y liberalizar el comercio y las inversiones entre EEUU y los países de la UE. El tratado se está negociando desde julio de 2013, la mayor parte del tiempo en secreto.

Dado que los aranceles que se imponen desde Europa a los productos estadounidenses (y viceversa) son bajísimos, las únicas barreras que quedan por eliminar son los distintos estándares de seguridad, certificaciones o regulaciones técnicas que hay a ambos lados del Atlántico.

Como suele pasar con los temas relevantes en Europa, el debate político sobre el TTIP está siendo casi inexistente. Y en la prensa tampoco es fácil encontrar información al respecto. Si finalmente el TTIP fuera aprobado por los estados miembros de la UE (para ello basta con que lo refrende el 55% de ellos, siempre que estos representen el 65% de la población), tendría que ser ratificado por sus respectivos parlamentos nacionales. Estos tendrán que aceptar o rechazar el tratado en bloque; es decir, que no podrán introducir enmiendas. Y no está previsto que sea ratificado por referéndums ciudadanos.

Peligros potenciales

¿Qué puede implicar liberalizar un poco más los intercambios comerciales entre EEUU y la UE? Por lo que hemos podido ir viendo, el TTIP podría introducir mecanismos de arbitraje supranacionales que obligaran a los gobiernos a compensar a las empresas privadas si aplicaran una regulación (legítima) que las perjudicara: también hemos sabido que está sobre la mesa de negociación la posibilidad de privatizar muchos servicios que en la actualidad son 100% públicos (agua, sanidad, transporte, educación).

Según varias fuentes, una vez que esas privatizaciones se llevaran a cabo, la irreversibilidad del tratado haría muy difícil revertirlas (no obstante, conviene leer la versión de la Comisión Europea, en la que se asegura que la privatización no se impondría en ningún caso).

Otros peligros que se señalan frecuentemente son la posibilidad de que en Europa se acepten alimentos modificados genéticamente, o que se generalice el frackingfracking, con las incertidumbres que conlleva. Otro riesgo importante es que, dado que EEUU sólo cumple con dos de los ocho estándares laborales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los trabajadores europeos podríamos perder derechos laborales al competir más directamente con los norteamericanos.

¿Y cuáles son los beneficios que se nos prometen a cambio de tantos riesgos potenciales? La Comisión Europea, basándose en varios estudios independientes que ha encargado, asegura que, en el mejor escenario posible, si se firmara el TTIP la economía europea crecería durante el periodo 2015-2025 un 0,5% más de lo previsto actualmente sin tratado. No un 0,5% más al año, sino un 0,5% al cabo de diez años. Si suponemos que esa riqueza adicional que se generaría gracias al TTIP se repartiera a partes iguales entre todos los europeos, cada europeo ganaría, en el mejor de los casos, unos 50 euros adicionales al año gracias al tratado. Claro que, dado que la masa salarial en porcentaje del PIB está estancada o cayendo desde hace más de un lustro en casi toda Europa (en eso consiste una “devaluación interna”), ese reparto equitativo es mucho suponer. Siendo realistas, lo probable es que el aumento de renta, de producirse, fuera a parar en su gran mayoría a incrementar el beneficio empresarial.

Modelos y “estudios independientes”

A la hora de evaluar los efectos de una política económica, es habitual que los economistas simulen sus efectos en un modelo econométrico, que no es otra cosa que una maqueta muy simplificada de la economía hecha a partir de una mezcla de teoría económica, matemáticas y estadística aplicada. Explicado de modo intuitivo, lo que busca el economista es algo similar a lo que busca un biólogo cuando hace un experimento en su laboratorio: si la política económica funciona en el modelo (porque al aplicarla crea empleo o crecimiento, por ejemplo), entonces la medida en cuestión es deseable.

Pero mientras en las ciencias experimentales podemos repetir el experimento las veces que haga falta y descartarlo si finalmente concluimos que no sirve, en economía eso no es posible: una vez que nuestro modelo avala la medida, sólo hay una forma de ratificar su eficacia: aplicándola, por lo que la incertidumbre respecto a sus efectos es máxima. Por ello, la calidad del modelo –de la maqueta– de la economía que utilizamos para evaluar una determinada medida a aplicar es algo de capital importancia.

¿Qué podemos decir de los modelos que utilizan las principales instituciones económicas del mundo, tales como el Banco Mundial, el FMI, la OCDE o la mayoría de gobiernos y bancos centrales occidentales? De entrada, que ninguno de ellos advirtió el peligro que suponía la enorme burbuja mundial de activos que caracterizó el periodo 2002-2007; ninguno predijo que se avecinaba la Gran Recesión ni la posterior crisis de deuda soberana de la eurozona.

Por si lo anterior fuera poco, una vez inmersos en el desastre económico actual los mismos modelos que fallaron anteriormente se han utilizado repetidamente para avalar y justificar, desde un punto de vista técnico, las políticas de austeridad que llevan fracasando en Europa los últimos 4 años (mención aparte merece el trabajo lleno de errores publicado por Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff en 2010, utilizado en repetidas ocasiones como justificación teórica por políticos europeos pro-austericidio).

Según los resultados de esos modelos, la austeridad, junto con la devaluación interna, debería haber propiciado un crecimiento vigoroso capaz de sacar del agujero negro a la economía europea. Vemos cada día que no es así. En general, durante las últimas décadas las predicciones de estos modelos han sido correctas sólo muy excepcionalmente (generalmente en tiempos especialmente tranquilos), por lo que ¿tiene sentido que nos creamos las predicciones de crecimiento que nos dicen que va a traer el TTIP y que, basándonos en ellas, entre en vigor un tratado que en muchos aspectos puede ser irreversible ?

Los cuatro estudios encargados por la Comisión Europea sobre los efectos de TTIP (el más conocido de ellos es el del CEPR o Center for European Policy Research) se basan en el mismo tipo de modelos: los modelos de Equilibrio General Dinámico-Estocástico (DSGE, por sus siglas en inglés), que son con diferencia los más utilizados por todas las instituciones económicas citadas. Pese a tan esotérico nombre, una característica fundamental de estos modelos es que, para poder ser tratados analíticamente, es preciso recurrir a tal cantidad de simplificaciones y supuestos irreales que, al final, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Por poner un ejemplo, en estos modelos hay pleno empleo siempre por construcción: debemos suponer que, bajo cualquier circunstancia, en el modelo los precios siempre subirán o bajarán lo suficiente como para que todo el mundo pueda trabajar. De modo que países como España, con nuestros cinco millones de parados, no tienen cabida en el mundo de este modelo. El economista jefe del FMI, Olivier Blanchard, en un alarde de humildad, ha reconocido este problema recientemente. Otros economistas importantes como Willem Buiter han señalado con detalle algunos de los problemas más graves de este tipo de modelos.

¿Y si probamos con otro modelo?

Una medida de la solidez de un resultado es comprobar si es posible obtenerlo desde varios puntos de partida distintos. Un grupo de investigación de la Universidad de Tufts, en EEUU, decidió simular los efectos de la implantación del TTIP utilizando el modelo de referencia que utiliza Naciones Unidas, el UN Global Policy Model o GPM.

Sin querer abundar en detalles técnicos, este modelo no presupone pleno empleo (y además no parte de algunos supuestos consustanciales al enfoque neoliberal que subyace a los modelos DSGE). Además, incorpora algunos supuestos keynesianos (por ejemplo, el de la demanda efectiva). Mientras que en los modelos DSGE los cambios en la distribución de la renta son irrelevantes (algo que no ocurre en el mundo real), bajo el enfoque del modelo de Naciones Unidas la distribución de la renta contribuye a determinar el nivel de actividad económica.

¿Qué predice este modelo que va a pasar en Europa si entra en vigor el TTIP? Las simulaciones del modelo GPM nos dicen que el TTIP provocará: i) una pérdida de exportaciones netas para las economías europeas; ii) un descenso moderado del PIB en todos los países europeos participantes; iii) una pérdida de unos 600.000 empleos en Europa (no así en EEUU, donde habría creación de empleo); y iv) una reducción de la masa salarial en porcentaje del PIB en Europa (es decir, que proporcionalmente las empresas tendrían más riqueza a costa de los trabajadores).

Los resultados que predice el GPM no son dramáticos cuantitativamente, pero sí son concluyentes. Y también lógicos: intuitivamente tiene todo el sentido del mundo que un tratado de libre comercio que, por una parte, otorga a las empresas completa libertad en dos mercados enormes y distintos y que, por otra, impide que los trabajadores de esos dos mercados negocien colectivamente sus condiciones laborales (forzándolos, de hecho, a competir a la baja), empeore el reparto de la riqueza.

Una experiencia histórica reciente puede resultar esclarecedora: cuando se estaba negociando el Tratado de Libre Comercio entre EEUU y México, varios sindicatos estadounidenses expresaron su temor a que la competencia con trabajadores mexicanos que tenían salarios ínfimos degradara sus condiciones laborales. La administración Clinton, apoyándose en modelos simplificados que daban el resultado deseado, les prometió a los estadounidenses que el TLC crearía centenares de miles de puestos de trabajo. La evidencia, como se describe en detalle en este estudio, es que el TLC ha destruido más de 600.000 empleos en EEUU.

Pese a todo lo anterior, también es cierto que el comercio entre distintos países ha producido en numerosas ocasiones grandes crecimientos económicos y mejoras sociales, por lo que no deberíamos adoptar conclusiones dogmáticas en ningún sentido.

Activistas cubren el Oso y el Madroño de Madrid en protesta contra el tratado con comercial UE-EEUU

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En cualquier caso, lo que está muy claro es que ahora mismo no tenemos herramientas que nos permitan predecir con precisión las consecuencias de introducir un cambio de esta magnitud y, por ello, es aún más importante que exista un debate lo más abierto y transparente posible al respecto. Si se decide firmar el TTIP, debería ser una versión del acuerdo en la que todos los actores sociales estén justamente representados y sus intereses sean respetados. Fiarnos ciegamente de estudios que sistemáticamente yerran, tanto en sus predicciones como en sus recomendaciones de política económica, es una receta segura para el fracaso. __________________________________

Lucas Duplá es analista financiero especializado en valoración de productos derivados. Licenciado en economía en la Universidad Complutense y Máster en finanzas cuantitativas por la Escuela de Finanzas Aplicadas (AFI).

  

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