Admitámoslo por un momento: tiene poco sentido ahora escarbar en la historia reciente del independentismo para comprender sus últimas pulsiones. Por supuesto, es una constatación preocupante. Pero no sirve de nada recordar que fue Artur Mas quien saboteó primero el Estatut procurando un pacto fiscal con Zapatero a espaldas del gobierno tripartito; que ERC hizo campaña en contra (reconociendo incluso la nulidad fáctica de la hasta ayer famosa “disposición adicional tercera”) y que TV3, como siempre y una vez más (¿la CUP ya ha olvidado Ciutat morta?) opera como la televisión privada que hoy lo rechaza (véase la página 4), mañana lo defiende y pasado mañana (hoy mismo) seguirá obteniendo la rentabilidad de haber sido un engranaje esquerro-convergente fiel, insultantemente fiel.
Traer a la memoria esto y mucho más sirve de bien poco. Porque “esto” no va de democracia. La batalla socio-política corre desbocada sobre un lecho de banderas donde la pasión lo es todo y a la razón no se la espera. Radio y televisión de tertulianos, por tertulianos y para tertulianos. Aquí y allá. Juan Pablo Silvestre, sábado 16 de septiembre, en Radio 3, Mundo Babel (¡Mundo Babel!), desliza con fanatismo indisimulado que independentismo y fascismo son idénticos e indiscernibles mientras paladea jocoso y obsceno la apócope de “nazi”: “na-ciooo-naaal” y “so-ciaaa-lissss-ta”. “¡Pero el PP lo es más!”, dirá un adversario tertuliano. “¡Y tu argumentario es el propio de Ciudadanos!”, claudica en nombre de “la lucha”, preocupado por a quién citaste y al margen de los hechos, un pensador valioso. Y así todo, sin equidistancias, sin tomar distancia, tomando partido sin criterio. Con mucha mentira y corrupción huidiza. Autoritarios ambos. Felip Puig y la escoba de los Mossos en plaza Cataluña, con la Guardia Urbana requisando ordenadores y Artur Mas asaltando en helicóptero la sede catalana de la soberanía popular. Toros franquistas y helicópteros que accidentan o no demasiado. Himnos, esvásticas, els segadors y la madre que parió a los herederos del franquismo, a los hijos de Fraga y de Cambó, a quienes siempre quisieron regresar al feudalismo. Al suyo. Con sus himnos, nuestro sudor y nuestra vida perra, catalana y castellana. Mentirosos. ¡Corruptos y mentirosos!
No sirve de nada la razón porque nadie va a escucharte. Ruido, descalificaciones y humo son la norma desde Tarradellas y Suárez. ¿Quién quiere escuchar ahora? La historia se retuerce mientras Orwell (¡Orwell!) homenajea en silencio a quienes no van a poder hablar. Fascistas reprimiendo en nombre de la libertad; soberbios e infamantes reclamando diálogo y solidaridad; acomplejados (sí, acomplejados) intentando hacérselo perdonar (sí, hacérselo perdonar). Y “la izquierda” que no critica. ¿Qué es la izquierda sin la crítica? El miedo al espantajo de “la pinza” los humilla, doblega y aniquila. ¿Anhelos de libertad del pueblo catalán? ¿Cataluña, colonia de una “España” que “nos roba”? ¿Cómo puede una “revolución” fundar tanta mentira? Pero, ¿desde cuándo llamar a las cosas por su nombre es ser fascista? ¡Al carajo el franquista redomado y el burgués oportunista! Habla, pueblo… Pero, ¿cómo?
Quienes queremos un referéndum pactado y vinculante podemos seguir esperando. Así es, algunos queremos que una lucha que es sólo política (y puestos ya en ese terreno que no es ni mucho menos el económico) rime con democracia y hasta con la vida concreta y real. ¿Qué es eso de no poder esperar más o de jugar a “pantallas” pasadas o reiniciadas? ¿Acaso han entendido el significado de “la lucha”? Si la “cosa” iba en serio, ¿por qué no declararon ya la independencia desde el balcón de la Generalitat? Si “esto” era un proyecto honesto, ¿por qué pusieron en marcha “estructuras de Estado” antes de haber preguntado? Porque ésta es, y siempre ha sido, única y exclusivamente (excluyentemente), su lucha.
La realidad social es histórica y por tanto ni es definitiva (conclusa) ni puede serlo. Pero el independentismo tampoco ha querido tomar nota de la diversidad, “interna catalana” o “externa” (lo cual viene muy bien para forjar un consenso y perpetuarlo). Por supuesto, los parámetros normativos, las legitimidades mediante las cuales se vive y se piensa jurídicamente una sociedad, van a depender, ahora y siempre, de la entidad y recorrido de las luchas sociales. Pero la izquierda independentista tiene que comprender que su lucha, como toda lucha, requiere tiempo, alianzas y capacidad. Desde que Artur Mas se sirviera de la coartada que le brindó la ANC para tapar su corrupción, el alma izquierdista de la CUP ha fallado del lado de los tiempos, las alianzas y el potencial transformador.
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Ahora ya sí: debemos dejar de admitir de una vez por todas que la historia, nuestra historia, atravesada de mil modos, no nos sirve. ¡Nada nace de la nada! Leo con gusto, pues, esta tribuna de Santiago Alba Rico, con quien coincido poco cuando se trata de populismos pero cuyo relato acerca de un país desmemoriado ayuda a comprender cómo tras el 15-M “Artur Mastijeras” pasó de verse “rodeado” a santificado. Votar no. Inteligente en sus razones y pasiones, Alba Rico. Romper el silencio. La admirada Cristina Fallarás acierta pero se equivoca un poco. Como todos, claro. ¿Hay silencio? Hemos sido silenciados. Radio y televisión de tertulianos… En catalán y en castellano. Aquí nadie nos ha preguntado y cuando hemos hablado nos han difamado. ¿Cuántos llevan hablando antes que nosotros pero nadie los ha escuchado? ¿El 80% de catalanes quiere votar? ¿Quién lo dice, una encuesta encargada al exasesor de Artur Mas? Aquí y allí han hablado en nuestro nombre; pero éste no es nuestro referéndum. Ni nuestra ley mordaza ni nuestra ley de seguridad ciudadana ni nuestra Ley de Transitoriedad, que es menos que la española pero igual de pro-corrupta. Éste no es nuestro Estado. Pero tampoco nuestro referéndum. ¿Lo diré más claro? Alba Rico justifica la pulsión de convergentes, arribistas y pseudorevolucionarios. De verdad, lo he comprendido bien, pero para que tenga razón también en esto faltan algunos hechos. Y frente a la Cataluña conservadora y oscura, la CUP no ha logrado nada, nada, absolutamente nada; por mucho parlamentarismo descamisado que hayan gastado. Nada de lucha, nada de economía ni de política social. (De ERC, ese PSOE catalán, mejor ni hablar).
Ni es mi referéndum ni soy del PSC. Pero habrá que coincidir con Iceta (el mismo que va a resucitar un PSC hundido por la cosa nacional gracias a la cosa nacional de Podem) cuando dice: no en mi nombre. No voy a daros mi nombre para que sigáis pretextando democracia. Vosotros, que corregisteis antidemocráticamente lo que no os dieron las urnas (y así hasta la vergonzante sesión del Parlament de hace unos días). Ni tenéis razón ni venceréis, porque no sois fascistas con poder ni con la complicidad de Europa, pero seguiréis convenciendo porque tenéis sobrada hegemonía en vuestra radio y televisión de tertulianos. ________________Javier García Garriga es doctorando en Filosofía política por la Universitat de Barcelona.
Javier García Garriga
Admitámoslo por un momento: tiene poco sentido ahora escarbar en la historia reciente del independentismo para comprender sus últimas pulsiones. Por supuesto, es una constatación preocupante. Pero no sirve de nada recordar que fue Artur Mas quien saboteó primero el Estatut procurando un pacto fiscal con Zapatero a espaldas del gobierno tripartito; que ERC hizo campaña en contra (reconociendo incluso la nulidad fáctica de la hasta ayer famosa “disposición adicional tercera”) y que TV3, como siempre y una vez más (¿la CUP ya ha olvidado Ciutat morta?) opera como la televisión privada que hoy lo rechaza (véase la página 4), mañana lo defiende y pasado mañana (hoy mismo) seguirá obteniendo la rentabilidad de haber sido un engranaje esquerro-convergente fiel, insultantemente fiel.