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América Latina y el Caribe en el foco

Carlota Merchán

Conforme en esta parte del mundo nos adentramos en esta suerte de nueva (a)normalidad el número de contagios por covid-19 sigue creciendo y lo hace en regiones que están menos preparadas que nosotros para afrontar la emergencia sanitaria y la crisis social y económica que la acompañan.

En estos momentos, con más de dos millones de casos, la pandemia está causando estragos en América Latina y el Caribe, región que alberga a un elevado número de los denominados países de renta media que además de rangos de renta comparten circunstancias que los hacen particularmente vulnerables. 

El covid-19 pone en serio riesgo los avances en desarrollo de América Latina y el Caribe abocando a millones de personas a regresar a la pobreza y el hambre. Algunos expertos hablan de que podríamos estar ante la mayor crisis económica que haya sufrido la región. En las últimas décadas millones de personas salieron de la pobreza extrema en América Latina y el Caribe, mejorando indicadores de desarrollo, con modestia, pero se dieron pasos importantes en salud y educación, en el crecimiento de las clases medias, mejoras muy relevantes en el ámbito institucional. Pero todas estas mejoras se antojan frágiles ante la crisis actual.

La región resistió la crisis de 2008 pero a diferencia de entonces, América Latina y el Caribe registra unos niveles de crecimiento inferiores a los de esa época, al tiempo que la situación fiscal deja escaso margen a la aplicación de medidas contracíclicas de las que se beneficiaron en aquel momento. La economía sigue teniendo niveles de informalidad muy elevados, de más del 33% de media en la región, los bajos precios de las materias primas, pilar básico de la economía de la región, la salida de capitales o el descenso en las remesas dejan a América Latina en una situación comprometida para afrontar la crisis.

Los servicios públicos y de manera especial los de salud y protección social no disponen del sostén institucional y económico que permita dar cobertura a una población con altos niveles de desigualdad y riesgo de exclusión, cuyos ingresos en muy altos porcentajes proceden de la economía informal. Por ejemplo, la cobertura sanitaria apenas alcanza al 34% de la población.

En lo político, la situación también dista de ser parecida a la de 2008. En América del Sur quedan pendientes procesos electorales como el de Bolivia, la tensa situación de Venezuela y su peso como elemento de inestabilidad en la región, el Brasil de Bolsonaro y las consecuencias que tiene para Bolivia o Paraguay, el conflicto social no resuelto en Chile o Ecuador, por citar algunas cuestiones.

En el caso de Centroamérica, podemos decir que la crisis es permanente destacando la situación en Nicaragua, la previa y la que está resultando con la pandemia. Y Haití, no nos olvidemos de Haití. Y no podemos dejar de mencionar la vulnerabilidad de los derechos humanos y sus defensores o los efectos del cambio climático y la crisis ambiental en el conjunto de la región.

Pasados los momentos iniciales de la pandemia, la comunidad internacional ha entendido que la respuesta a la pandemia debe basarse en la cooperación y en proporcionar medidas de apoyo a los más vulnerables. No obstante, las principales medidas adoptadas por ejemplo en materia de deuda externa o apoyo a programas hasta el momento se han centrado en los países menos adelantados, la mayoría africanos, dejando a los países de renta media y a los latinoamericanos, particularmente, en una situación compleja.

Hace ya tiempo que América Latina ha dejado de ser destino prioritario de programas de ayuda al desarrollo a medida que sus países egresaban de países de renta baja para convertirse en países de renta media. Sin embargo, América Latina necesita de la cooperación internacional, pero nuevas modalidades de cooperación que apalanquen recursos, instrumentos, iniciativas acordes a la realidad heterogénea de la región. Son necesarias herramientas que permitan la consolidación de lo alcanzado y el progreso en las agendas de desarrollo sostenible en sus diferentes dimensiones la económica, la social y la ambiental.

Para ello es necesario apostar por un trabajo entre pares, facilitando alianzas multiactor, con instrumentos innovadores de intercambio de conocimiento, de tecnología, de experiencias, en instrumentos de acceso al crédito, facilitando entornos de encuentro para la cooperación cooperación técnica, triangular.

Cuestiones como la gobernanza, las políticas públicas, la sostenibilidad institucional de las mismas son esenciales para avanzar en resiliencia en una región altamente vulnerable a los shocks sean estos internos o externos.

América Latina y Caribe debe estar en el foco de la respuesta internacional a la pandemia y España puede y debe jugar un papel clave para que esto sea así, son muchos y muy fuertes los vínculos como para hacerlo. Tras años de un perfil bajo, España volvió a mirar a la región como socio político y económico preferente, lo que debe ser reforzado esta legislatura.

España y la Unión Europea deben renovar y reforzar la ayuda con América Latina y el Caribe hacia instrumentos y programas que consoliden políticas e instituciones públicas en lo social y en lo económico. Es la única manera de que efectivamente no se quede nadie atrás.

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Carlota Merchán es consultora en cooperación internacional y diputada en la Asamblea de MadridCarlota Merchán

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