El jueves pasado, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, asistió a un acto con víctimas del terrorismo en la Universidad de Navarra, en concreto, las III Jornadas Contar el Terror. A la salida, un grupo reducido de una treintena de estudiantes lo esperaba a la puerta de la Facultad de Comunicación para insultarlo al grito de corrupto, maricón e hijo de puta y, por supuesto, no faltó el típico cántico de la derecha ¡que te vote Txapote! Evidentemente, este escrache de odio impresionante contra un miembro del Gobierno central me parece intolerable, pero sobre todo más grave y preocupante es que se haya producido en un espacio de convivencia, de reflexión y de confrontación pacífica de ideas como se supone que es una universidad. La rectora, María Iraburu, emitió enseguida un comunicado en el que condenaba el comportamiento lamentable e injustificable de estos energúmenos, y la institución mantiene abierta una investigación para identificar a los implicados y abrirles los correspondientes expedientes disciplinarios.
Me gustaría saber, y entender, qué hace que unos chavales de veinte años o menos se atrevan a proferir unos insultos tan graves contra una de las personas más decentes del ejecutivo. Cuando se ataca al oponente y no a sus argumentos se comete la falacia lógica conocida como argumentum ad hominem: no se arremete contra los posicionamientos del adversario, sino contra la persona, y se cuestiona su integridad moral y su honestidad. En este caso, hasta donde yo sé, Grande-Marlaska no está ni investigado ni imputado en ninguna trama de corrupción. Es, además, un ministro independiente sin carné del PSOE con una carrera brillante en la lucha contra ETA, o sea que tampoco la mención a Txapote venía a cuento. Considerar a su madre una meretriz es de una pobreza moral y de una bajeza supinas. Y, finalmente, meterse con su orientación sexual, en el siglo XXI, es definirse por sí solos, porque solo habla de los que han pronunciado estos gritos homófobos que atentan contra la dignidad del juez y que son de una gravedad manifiesta en una democracia. La diversidad nos hace mejores, que dijo el presidente del Gobierno en un mensaje en la red social X. Si a todo esto sumamos que las ofensas tuvieron lugar en un entorno de respeto, un espacio clave para la formación de personas con pensamiento crítico, el templo de la sabiduría y la educación, quizás porque trabajo en la Universidad de Alicante que me dejan absolutamente perplejo y desconcertado, además de triste y muy apenado.
Sí, estoy atónito porque son universitarios con pelos donde ya todos sabemos y, en teoría, son adultos, y como docente habría que analizar qué tipo de educación han recibido estos descarados desde pequeños. ¿A cuántos de estos deslenguados burlones les han regañado al llegar a casa cuando los padres los han visto en la televisión mofarse del exmagistrado? O, en cambio, ¿les han dado la palmadita en la espalda y les han felicitado? Si fueran mis hijos, el rapapolvo sería estratosférico. Ahora bien, convendría saber también qué tipo de principios y valores se están transmitiendo en la elitista universidad católica vinculada al Opus Dei donde estudian. Si han llevado a cabo este acoso público para que hablemos de ellos, lo han conseguido. Pero la acción dice poco y bueno de esta minoría de jóvenes que entiende la tolerancia a su manera.
El 27 de febrero del 2008 publiqué un breve artículo de opinión en el mítico periódico universitario El Vicent de la UA titulado «Homofobia en la universidad» a raíz de unos comentarios claramente homófobos que aparecieron en unos carteles de la Coordinadora LGTB, acabada de crear, del campus alicantino. Y decía: «parece mentira que todavía en 2008 estemos así». Han pasado más de dieciséis años y medio y, tristemente, todavía estamos igual. Las ignominias contra Marlaska que todos hemos visto y escuchado por televisión las proclamaban criaturas de casa buena en una universidad, ya me da lo mismo católica que laica, privada que pública. Es un lugar al cual asiste, supuestamente, gente formada, respetuosa y con ideas propias del siglo en que vivimos. Si los futuros médicos, periodistas, profesores e ingenieros, por poner tan solo algunos ejemplos, piensan y actúan así, vamos muy mal. «Querrá decir que la universidad, y todos nosotros, como estudiantes o trabajadores, habremos fracasado», sentenciaba entonces. Continúo pensando exactamente lo mismo.
Promover unas actitudes corteses y deferentes con los derechos humanos es uno de los objetivos de la educación superior
Y todo esto coincide con el comienzo del juicio en A Coruña por la muerte vil y cobarde de Samuel Luiz el 21 de julio del 2021 a manos de los cinco acusados al grito, precisamente, de maricón, para los cuales la fiscalía pide penas de prisión que van de los 22 a los 29 años. Por desgracia, esta palabra peyorativa como insulto y ataque al colectivo LGTBI ha vuelto a tomar fuerza después de muchos años de lucha por desestigmatizarla. Durante el 2023, los delitos de odio por orientación sexual aumentaron un 13%, sobre todo los embates en la vía pública mediante agresiones verbales y físicas, y el perfil del agresor es el de un varón menor de 25 años. Cuatro de cada diez homosexuales han sufrido alguna vez vejaciones por su condición sexual. En España ha habido 57.000 agresiones homófobas en los últimos cinco años. Son datos de la Red Estatal de Observatorios contra la LGTBIfobia. Así, pues, como manifestó Pedro Sánchez, los discursos de odio no son inocuos. A pesar de que en el caso de la Universidad de Navarra eran una pandilla reducida de mocosos, la aversión se extiende como la pólvora y hay que evitar que hechos como este se repitan y se conviertan en habituales, dado que este tipo de humillaciones, lejos de disminuir, están cada vez más presentes en las calles.
Hace ya unos cuantos años que leí la autobiografía escrita por el mismo Grande-Marlaka, Ni pena ni miedo. Un juez, una vida y la lucha por ser quienes somos (2016), una obra llena de informaciones inéditas y reflexiones personales. Ahora es el momento de destacar dos muy brevemente. Por un lado, el bilbaíno ha sido siempre, y continúa siéndolo, un gran defensor de la libertad, un luchador ferviente contra el terrorismo desde la Audiencia Nacional, y conviene recordar que fue uno de los objetivos del comando Vizcaya de la banda terrorista ETA, unas amenazas por las que tuvo que convivir con escolta policial. Por otro lado, Marlaska fue una persona valiente que en 2006, en una entrevista a Rosa Montero en El País Semanal, hizo pública su homosexualidad y reconoció que se había casado con su chico, Gorka Arotz. Desde entonces se ha significado siempre como una de las caras más visibles del colectivo LGBTI, y asiste año tras año a la manifestación del Orgullo estatal. Injuriar a una persona que ha hecho tanto por los derechos de gays, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales con el calificativo despectivo de maricón es, además de una falta de consideración, mear fuera del tiesto. Pero no ofende quien quiere, sino quien puede. Al final del camino, espero una pequeña sonrisa o Espero que al mirarme a los ojos, veas sinceridad son algunos fragmentos de la extensa y personalizada dedicatoria del libro que Fernando hizo a mi exnovio el 27 de mayo de 2017 en la Feria del Libro de Madrid, y que acababa con un cariñoso Abrazos/Besos.
En conclusión, los hechos ocurridos en Pamplona forman parte de las cosas que no tendrían que suceder nunca, ni con un ministro ni con nadie, y hay que condenarlos severamente. El respeto y la cordura, que empiezan en uno mismo, son la base de la convivencia en esta sociedad cada vez más polarizada, en constante cambio y supuestamente también más tolerante, los pilares básicos de un Estado libre y democrático. Promover unas actitudes corteses y deferentes con los derechos humanos es uno de los objetivos de la educación superior, pero parece que estos zoquetes maleducados no entraron a clase cuando esto se explicó. También debieron de hacer novillos el día que enseñaron que una persona no puede ser vilipendiada por su orientación sexual. Por eso, tienen mucho que aprender todavía estos hijos de papá, primero y fundamental la moraleja de la fábula del escritor griego del siglo VII a. C. Esopo: antes de hablar mal de alguien, mírate tú primero al espejo.
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Òscar Banegas es filólogo y trabaja como técnico lingüístico en el Servicio de Lenguas de la Universidad de Alicante.
El jueves pasado, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, asistió a un acto con víctimas del terrorismo en la Universidad de Navarra, en concreto, las III Jornadas Contar el Terror. A la salida, un grupo reducido de una treintena de estudiantes lo esperaba a la puerta de la Facultad de Comunicación para insultarlo al grito de corrupto, maricón e hijo de puta y, por supuesto, no faltó el típico cántico de la derecha ¡que te vote Txapote! Evidentemente, este escrache de odio impresionante contra un miembro del Gobierno central me parece intolerable, pero sobre todo más grave y preocupante es que se haya producido en un espacio de convivencia, de reflexión y de confrontación pacífica de ideas como se supone que es una universidad. La rectora, María Iraburu, emitió enseguida un comunicado en el que condenaba el comportamiento lamentable e injustificable de estos energúmenos, y la institución mantiene abierta una investigación para identificar a los implicados y abrirles los correspondientes expedientes disciplinarios.