Perdona por vivir

España se ha convertido en un país donde la vivienda ya no es un derecho, sino un privilegio. Un mercado que ha dejado a miles de jóvenes atrapados en una paradoja cruel: trabajar para pagar un alquiler desorbitado o resignarse a vivir con sus padres hasta bien pasada la treintena y con alguna que otra entrada (capilar). Mientras tanto, el precio de la vivienda sigue subiendo, la emancipación se retrasa y la política ofrece parches que apenas raspan la superficie del problema. Perdona por querer un techo bajo el que vivir.

La trampa del alquiler eterno

La generación mejor formada de la historia se encuentra en una encrucijada sin salida. La edad media de emancipación en España ronda los 30 años, de las más altas de la Unión Europea. Y no es por falta de ganas, sino porque alquilar supone, en muchos casos, entregar la mayoría del sueldo mensual. Un contrato de alquiler es, en esencia, un ejercicio de supervivencia. Cada mes, el dinero se esfuma en un mercado que ha normalizado precios imposibles, mientras suben las rentas y las administraciones miran hacia otro lado.

En este tablero de juego amañado, los jóvenes no tienen margen de maniobra. Comprar una vivienda es una fantasía inalcanzable y alquilar a un precio razonable es un golpe de suerte. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Décadas de políticas erráticas han convertido la vivienda en un activo financiero más. Según el informe Sueños de Ladrillo, el 72% de los jóvenes señala al alquiler turístico como una de las causas del encarecimiento de la vivienda, mientras que el 57% culpa a la especulación inmobiliaria. Perdona por querer independencia sin hipotecar mi futuro.

¿Para qué esforzarse si el futuro es un horizonte lleno de puertas cerradas? La frustración se ha convertido en un estado permanente

¿Vivir o sobrevivir?

No tener acceso a una vivienda digna no solo condiciona la vida de las personas, sino que también erosiona la confianza en el sistema. ¿Para qué esforzarse si el futuro es un horizonte lleno de puertas cerradas? La frustración se ha convertido en un estado permanente. El 92% de los jóvenes siente que su opinion cuenta poco o nada a la hora de elaborar políticas públicas. ¿Cómo van a sentirse representados si ninguna medida consigue darles esperanzas de futuro? Según los úñtimos datos del CIS, al 38% de los menores de 24 años no les importaría vivir en un régimen “poco democrático” si eso le garantiza una supuesta “mejor calidad de vida”. ¿Cómo van a confiar en la democracia si esta les falla sistemáticamente? A lo mejor es que estamos pidiendo demasiado.

Las cifras lo dicen todo: solo el 7% de los jóvenes menores de 30 años logra alquilar de manera independiente, y apenas uno de cada diez tiene vivienda en propiedad. No es que los jóvenes no quieran independizarse, es que no pueden. Y cuando la política ofrece soluciones, estas llegan tarde, mal o sin impacto real. La Ley de Vivienda, por ejemplo, ha sido recibida con escepticismo, sin herramientas que garanticen su aplicación efectiva a nivel autonómico. Mientras tanto, el parque de vivienda pública sigue siendo una ficción. Perdona por querer vivir en vez de simplemente sobrevivir.

Pacto de Estado: ¿esta vez sí?

Cada vez que el debate sobre la vivienda se reaviva, una propuesta sobrevuela en el ambiente: un Pacto de Estado que lo arregle todo de una vez por todas. La teoría suena bien, pero la práctica es otra historia. Según el informe Sueños de Ladrillo, el 67% de los jóvenes considera imprescindible un acuerdo político para abordar la crisis habitacional. Sin embargo, la realidad choca con un muro de intereses enfrentados.

El problema de la vivienda no entiende de ideologías, pero la política insiste en convertirlo en un campo de batalla. ¿Cuántos años más pasarán antes de que la vivienda deje de ser un lujo inalcanzable? La falta de acuerdo no solo perpetúa la crisis, sino que también refuerza la percepción de que la política es incapaz de ofrecer soluciones reales. Perdona por pensar que el derecho a la vivienda significa algo más que un párrafo en la Constitución.

No es una opción, es una emergencia

La crisis de vivienda no puede esperar. El artículo 47 de la Constitución Española establece el derecho a una vivienda digna, pero ese derecho se ha convertido en ciencia ficción. 

Desde Talento para el Futuro, se han mantenido reuniones con los principales actores políticos en materia de vivienda. La conclusión es clara: todos reconocen la urgencia del problema, pero nadie se atreve a dar el primer paso. Si la política sigue jugando al corto plazo, las nuevas generaciones seguirán atrapadas en una precariedad sin salida.

Un Pacto de Estado por la Vivienda no es una promesa electoral más, es una necesidad ineludible. Porque sin vivienda, no hay estabilidad. Sin vivienda, no hay futuro. Sin vivienda, no hay democracia. Pero oye, perdona por vivir.

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Elsa Arnaiz es presidenta de Talento para el Futuro, profesora universitaria y asesora en organismos internacionales en materias de democracia, educación y juventud.

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