Rusia, China, Occidente: ¿Apropiación de África?
Estos días, en la prensa nacional e internacional se presta atención a la última ocurrencia del sátrapa Putin, esta vez en el campo de la educación. Siguiendo los científicos argumentos de su principal asesor en este área, los estudiantes de Secundaria en toda la Federación Rusa habrán de atenerse a un único manual cuyo principal objetivo es distorsionar la historia y reescribirla en función de la “realidad” de las últimas décadas tal como las interpreta el sátrapa. El recientemente fallecido historiador e hispanista John Elliott decía que hay que estudiar historia porque “la ignorancia lleva al recelo y al odio”. Es pronto para elucubrar sobre a dónde llevará el estudio de la historia rusa, de la URSS y mundial de acuerdo a la visión que será vigente desde el próximo septiembre en las escuelas rusas. Tal vez el descalabro que podría tener lugar tras el posible fracaso de la “Operación militar especial” contra Ucrania (expresión incorporada al educativo manual) facilitaría el retorno al sentido común y la verdad histórica.
Pilar Bonet, de años gran conocedora de la realidad rusa, describe acertadamente la situación en su crónica de El País. Pasa no obstante por alto un detalle significativo referido a la invasión de Ucrania, que es resaltado por Tony Barber, editor del Financial Times. Escribe éste que los estudiantes aprenderán que “Ucrania es un Estado ultranacionalista. Cualquier disenso en Ucrania es severamente perseguido, la oposición está prohibida y todo lo norteamericano es declarado hostil”. Igualmente significativo es que el manual asegure que “los Estados Unidos se han convertido en el principal beneficiario del conflicto ucraniano. Están decididos a luchar hasta el último ucraniano”. Esperpéntica tesis, al igual que tantas otras sostenidas en el documento del Kremlin “Concepto de la Política Exterior de la Federación Rusa”, como la referida a la hegemonía occidental en el mundo o “la lucha de Rusia y Africa por un mundo más igualitariamente policéntrico y por la eliminación de la desigualdad social y económica”.
Es sabido que desde la invasión de Ucrania el aislamiento internacional de la Rusia de Putin es creciente. Invasión (“Operación militar especial”) que, según reiteradas manifestaciones de Putin, es parte de su operación para liquidar el orden mundial dominado por Occidente y liderado por Washington. Se trata, de acuerdo con el denominado Concepto de Política Exterior de Rusia, de poner fin a la hegemonía occidental, lo que comprende la cooperación entre Rusia y Africa para lograr “un mundo policéntrico más igualitario y la eliminación de la desigualdad social y económica”. Objetivo de Putin era que Africa se uniera a Rusia en el combate contra la supuesta hegemonía y neocolonialismo occidentales. Su ofensiva amistosa hacia Africa, con frecuentes apariciones de diversos dignatarios en el continente negro antes de la agresión a Ucrania, pretendía realzar su prestigio allí. Prestigio que Moscú había obtenido en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo mediante su decidido apoyo a las luchas de liberación de distintos pueblos africanos para obtener la independencia de las diversas metrópolis coloniales europeas. Hoy, Moscú pretende incorporar a África al marco geopolítico que quiere diseñar y le pide apoyo a su invasión de Ucrania. Hoy, su aislamiento diplomático es creciente y aspira a disminuirlo profundizando y ampliando los vínculos comerciales, políticos y de seguridad con los empresarios y élites políticas africanos. Mientras el rublo se derrumba, se halla en búsqueda de nuevos mercados y oportunidades comerciales para hacer frente a las sanciones occidentales.
Así las cosas, a principios de 2023, cuando se hizo evidente que su operación militar “especial” no conseguía doblegar a los ucranianos y que el apoyo occidental era sólido, Putin anunció la convocatoria de una magna conferencia África/Rusia en la que se reunirían con él los jefes de Estado africanos. En abril, el ministerio ruso de Asuntos Exteriores difundió a bombo y platillo que el evento tendría lugar en julio en San Petersburgo (ciudad de nacimiento del sátrapa) para “dar ímpetu a la cooperación estratégica global a largo plazo entre Rusia y África”. Y en efecto, el Foro Rusia/África ha tenido lugar en julio, pero con resultados no precisamente espectaculares para Putin.
De entrada, pinchazo en el número de participantes: 45 jefes de Estado o de Gobierno en el primer Foro Rusia/África celebrado en 2019 en la ciudad de Sochi, frente a solo 17 en San Petersburgo, algo provocado, según Putin, por las presiones occidentales. Algo debieron también que ver las presiones de Ucrania, cuyo ministro de Asuntos Exteriores llevó a cabo su tercera gira africana pocos días antes del cónclave peterburgués. Téngase en cuenta que la mayoría de los Gobiernos africanos ligan directamente la guerra de Ucrania a la situación económica de África. La inseguridad alimentaria global es enorme y en este contexto la invasión de Ucrania no ha podido ser realizada en un momento peor, lo que, increíblemente, supone una grave equivocación estratégica del Kremlin. Doble equivocación al haber cancelado, en coincidencia con el Foro, el acuerdo que permitía la salida de grano ucraniano con destino al exterior, especialmente a Africa. El malestar de los africanos ante ello se hizo patente nada más comenzar la reunión. Malestar agravado por el hecho de que las promesas comerciales y económicas prometidas por Putin en Sochi 2019 no solo no se habían cumplido sino que habían descendido a cantidades ridículas. Menos del 1% de la inversión directa extranjera en Africa proviene de Moscú y con las sanciones occidentales en curso no es fácil que pueda incrementar su actuación económica en el continente. En San Petersburgo quedó claro que el resentimiento de los descolonizados hacia sus antiguos colonizadores europeos no implicaba un alineamiento incondicional con Rusia, a pesar del favorecimiento de ésta a sus procesos de independencia en el siglo XX.
Es probable que en más de una ocasión durante los dos días que duró la reunión petersburguesa el sátrapa íntimamente se arrepintiera de haberla convocado. Los golpistas de Mali y República Centroafricana, que asumieron el poder hace un par de años con la complicidad moscovita, naturalmente agradecieron a Putin “su ayuda para oponerse a la hegemonía extranjera”, pero éste hubo de tragar manifestaciones de tono muy distinto, por ejemplo la de Mussa Faki Mahamat, ex presidente de Chad y actual presidente de la Comisión (órgano ejecutivo) de la Unión Africana: “Necesitamos extender el acuerdo del grano en beneficio de todos los pueblos del mundo y en particular de los africanos. Esta guerra tiene que terminar sobre la base de la justicia y la razón”.
No es descabellado pensar que, si Occidente (hasta hoy insuficientemente activo) no lo remedia, China se apropiará de Africa
El propio presidente de la Unión Africana, Azali Assumani: “Nuestros países no están dispuestos a cerrar los ojos al asunto Rusia/Ucrania porque con ambos nos sentimos comprometidos y estamos asistiendo a las consecuencias negativas en el mundo, pero especialmente en África”. Cyril Ramaphosa, presidente de Sudáfrica, merece una mención especial . Su país es uno de los actuales cinco integrantes de los BRICS y firmante del Estatuto de Roma del Tribunal Penal Internacional (TPI). La cumbre BRICS, a nivel de jefes de Estado, se celebra en Pretoria en este mes de agosto. Si Putin asistiera, Sudáfrica habría de detenerlo en cumplimiento de la orden dictada por el TPI. Ramaphosa ha convencido al sátrapa para que no le haga pasar un mal trago. Algo aun más significativo: en febrero pasado, Sudáfrica realizó, en sus aguas territoriales, maniobras conjuntas con buques de Rusia y China, algo concebido como aviso a Occidente. Por otro lado, Pretoria ha venido absteniéndose en la ONU en las resoluciones de condena de Rusia por su invasión de Ucrania. A pesar de ello, Ramaphosa le dijo directamente a Putin en San Petersburgo: “Tenemos derecho a hacer un llamamiento a favor de la paz. El conflicto tiene también efectos negativos para Africa. No estamos aquí para solicitar donativos para el continente africano “. ¿Lo ha digerido el sátrapa? No consta intervención directa alguna por su parte. Sí la de una portavoz del ministerio de Exteriores: “Los rusos están dando sus vidas en el frente para que los africanos y los pueblos del mundo puedan ser libres”.
A todo esto ¿qué decir de China? Para empezar, que, no estando afectada por las sanciones con las que Occidente penaliza a Rusia, puede responder rápida y eficazmente a las demandas de África. De ahí que el Afrobarómetro muestre que los países africanos prefieren a Pekín como principal socio comercial. Estados Unidos ocupa el segundo lugar y Rusia el tercero. El volumen comercial de China con África es de 282 mil millones de dólares, de 72 mil millones el norteamericano y solo de 18 mil millones el ruso. Desde luego, China se halla en la mejor posición para poder decir de ella que se está apropiando de África. Uno de cada tres importantes proyectos de infraestructuras es construido por compañías estatales chinas y uno de cada cinco financiados por bancos chinos. Pekín ha ocupado el lugar dejado por Occidente, que dudaba sobre la financiación de estos proyectos. Washington estima que la actuación china implica una “trampa de deuda” para África porque, afirma, “Pekín ofrece créditos para proyectos de infraestructuras caros y cuando un determinado país no puede cumplir con el préstamo, China toma el control de sus activos estratégicos”. Es cierto, en cualquier caso, que Pekín obtiene determinados beneficios “marginales”. Por ejemplo, algunos contratos de mantenimiento pueden extenderse hasta 99 años y determinados proyectos financiados implican la utilización exclusiva de trabajadores chinos, si bien algunos Gobiernos africanos reclaman cuotas para trabajadores locales. A pesar de todos los inconvenientes, en enero de 2023, diversos Estados de África se comprometieron con Pekín para la realización de varios proyectos importantes, entre ellos la construcción de un gran puerto en Lagos, el mayor de Africa occidental. Ese mismo mes se inauguró un ferrocarril en Nigeria a cargo de los chinos. Un muelle petrolero en el ugandés Lago Alberto, un Centro Cultural y de las Artes Africanas en la República Democrática del Congo…
Precisamente en enero de 2023 Washington celebró la cumbre Estados Unidos/África. En ella hizo algunas promesas, entre ellas conceder 55 mil millones de dólares a África en tres años y apoyar el ingreso de la Unión Africana en el G20. De paso, Janet Yellin, secretaria del Tesoro, tras un recorrido africano, acusó a Pekín de actuar como barrera en el proceso de reestructuración de la deuda de Zambia, el país africano más endeudado con China.
¿Se están apropiando Rusia y China de Africa en detrimento de Occidente, pero sobre todo en detrimento de la propia África? En una reciente visita de Xi Jinping a Moscú, éste le dijo a Putin: “Justamente ahora están teniendo lugar en el mundo cambios que no hemos visto en los últimos cien años. Y somos nosotros quienes estamos dirigiendo conjuntamente estos cambios”. No es verosímil sostener que en lo que se refiere a África, Rusia y China estén dirigiendo conjuntamente cambio alguno (tampoco lo es, en mi opinión, en lo que se refiere a la guerra de Ucrania). No es descabellado, sin embargo, pensar que, si Occidente (hasta hoy insuficientemente activo) no lo remedia, China se apropiará de Africa.
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Emilio Menéndez del Valle es embajador de España