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Alerta democrática en la 'era covid': cuatro informes ven un avance global de la tiranía

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Las líneas del autoritarismo avanzan empujadas por la pandemia, reforzando regímenes no democráticos y tensando a aquellos que sí lo son. Cuatro instituciones han medido el funcionamiento democrático global en 2020: el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (International IDEA), con sede central en Suecia; The Economist, la biblia liberal; Freedom House, con sede en Washington, valedor del ideal estadounidense de democracia liberal; y V-Dem, un proyecto de la Universidad de Gotemburgo. Los resultados permiten concluir que la pandemia ha hecho retroceder la democracia y avanzar la tiranía, agudizando un proceso que venía de atrás.

El 61% de los países aplicaron medidas contra el covid-19 “preocupantes” para la “democracia y los derechos humanos”, al ser “desproporcionadas, ilegales, indefinidas o innecesarias en relación con la amenaza sanitaria”, según el informe de International IDEA. La evolución “preocupante” afecta al 90% de los países que ya no son democráticos y al 43% que sí lo son. “La pandemia parece profundizar la autocratización”autocratización en un mundo que ya estaba “enfermo democráticamente", señala el informe.

La puntuación global del Índice de Democracia de The Economist cae en 2020 de 5,44 a 5,37, la más baja desde que empezó a publicarse, en 2006. Las caídas destacaron en las regiones mayoritariamente autoritarias del África Subsahariana, Oriente Medio y África del Norte, pero afectaron a todas las áreas del mundo, algo que no ocurría desde 2010. “116 de un total de 167 países (69,4%) registraron descensos”, añade el estudio. La UE perdió dos “democracias plenas”, Francia y Portugal, que pasan a ser “defectuosas”. El Salvador y Hong Kong pasan de "democracias defectuosas" a "regímenes híbridos". Argelia, Burkina Faso y Mali caen de "regímenes híbridos" a "autoritarios". The Economist deja un sombrío balance global: “Los ciudadanos experimentaron el mayor retroceso de las libertades individuales jamás emprendido por los gobiernos en tiempos de paz (y quizás incluso en tiempos de guerra)”.

Este retroceso hay que entenderlo en el marco de una respuesta a una pandemia. Es decir, en España sería aberrante una limitación de derechos como la sufrida desde marzo de 2020 sin una justificación sanitaria. Pero los cuatro informes citados hilan fino. No se limitan a citar las medidas de recorte de derechos, sino que analizan su idoneidad y proporcionalidad, así como el posible acompañamiento de las mismas de otras que atacan libertades, derogan derechos, reprimen la respuesta popular con fuerza excesiva o persiguen a minorías, opositores o medios...

El informe Freedom in the World, de Freedom House (FH), lleva un encabezado elocuente: “Democracia bajo asedio”. “Los defensores de la democracia sufrieron nuevas y cuantiosas pérdidas en su lucha contra los enemigos autoritarios, lo que inclinó la balanza internacional a favor de la tiranía”, afirma el informe. Los países en deterioro superaron a los que mejoran por el mayor margen desde que empezó la tendencia negativa, en 2006. Tres datos del año pandemia: 1) Casi el 75% de la población mundial vive en un país que sufrió un deterioro. 2) La proporción de países no libres es hoy la más alta de los últimos 15 años. 3) El número de países con una mejora neta de la puntuación para 2020 fue el más bajo desde 2005. “La larga recesión democrática se profundiza”, alerta FH, que muestra una especial preocupación por Estados Unidos, China, Rusia e India.

¿Por qué estos cuatro países? En el caso de EEUU, porque el último año de Donald Trump ha acelerado su descrédito como referente democrático, en especial por el papel del presidente en el asalto el “corazón simbólico” de su sistema, el Capitolio. China, a juicio de Freedom House, ha ganado peso e influencia internacional y, junto a Rusia, propaga la idea de la “inferioridad” de la democracia para afrontar grandes retos. El mayor énfasis está en India. Sus más de 1.300 millones de habitantes provocan que su descenso a la categoría de “parcialmente libre” haga que ahora menos de un 20% de la población viva en lo que Freedom House considera un “país libre”. Es la menor proporción desde 1995. “La caída de la India podría tener un impacto especialmente perjudicial en los estándares democráticos mundiales”, señala el informe, que detecta “un nuevo statu quo mundial en el que los actos de represión quedaron impunes y los defensores de la democracia, cada vez más aislados”. Es más, Freedom House identifica casos –India, Argelia, Guinea, Bielorrusia– en los que protestas reclamando reformas democráticas han sufrido en 2020 una reacción represiva y una aplicación de restricciones aún mayores. Y todo ello con “pocas repercusiones internacionales”, añade.

El informe Retroceso pandémico, de V-Dem, monitoriza la posible vulneración de normas democráticas en 144 países. La mayor concentración de violaciones se produjo en países de renta baja y media-baja del África Subsahariana, aunque la situación también fue grave en Europa del Este, Asia Central y América Latina, según el informe.

España: atención, no alerta

España no es motivo de especial inquietud para las instituciones de vigilancia. El Índice de Democracia la mantiene en el grupo de las 23 “democracias plenas”, en el puesto 22, una lista que lidera Noruega y en la que no están ni EEUU, ni Israel, ni Francia, ni Portugal, ni Italia, ni Bélgica... El informe de IDEA da a España el estatus de democracia de alta calidad, si bien hace una mención a las críticas suscitadas en la UE a una reforma del Poder Judicial impulsada por el Gobierno en octubre, que no llegó a culminar. FH, que sitúa a España en el puesto 46º de las democracias del mundo con 90 puntos sobre 100, afea a las autoridades del país haber “tratado de limitar el escrutinio público” de sus tomas de decisión. Es la única mención del informe. V-Dem incluye a España entre los países de bajo riesgo, aunque es la institución más dura. Coloca a España en el puesto 93 de 144 (siendo el 144 el mejor) y le atribuye vulneraciones “menores” en restricciones a los medios y abuso de la fuerza y más graves por la limitación temporal de sus medidas.

Ignacio Molina, investigador del Real Instituto Elcano, cree que las medidas que provoca la pandemia llevan a una “preocupación legítima”, aunque en España el debate suele guiarse –afirma– con intencionalidad partidista. No es la forma racional de abordarlo, señala. “Hasta ahora, las medidas se han ido retirando conforme se acababan las olas. Lo que tenderemos que ver y juzgar es si, cuando estemos vacunados, volvemos rápidamente a la normalidad”, añade Molina, profesor de Ciencia Política, que sí se mantiene alerta ante posibles “abusos” que puedan cometerse, como la entrada policial en domicilios sin existencia de delito flagrante ni orden judicial. José Luis Martí, coordinador del Global Democracy Proyect, afirma que hasta la fecha la respuesta en España a la pandemia ha sido “garantista”, en ocasiones con un celo que ha llevado a una renovación cada 15 días del estado de alarma. “El estado de alarma, por concepto, no es lo mejor democráticamente y se corre el riesgo de normalizarlo si transcurre demasiado tiempo. Pero hay mecanismos de control”, añade Martí. A su juicio, lo más determinante es el punto de partida. España, subraya, afronta un menor deterioro que países como Hungría y Polonia.

El filósofo Daniel Innerarity reclama un debate que no dé pábulo a acusaciones infundadas: “Es penosa la ligereza en denunciar derivas autoritarias cuando los gobiernos incrementan sus prerrogativas para frenar la pandemia. Confundir las restricciones temporales con un estado de excepción permanente es una irresponsabilidad intelectual”. El catedrático de Filosofía apela a una idea “republicana” de libertad que consiste no sólo en “ausencia de impedimentos para hacer lo que uno quiera”, sino la inexistencia de “dominación”. “Las autoridades harían bien en impedir que la conducta irresponsable de unos ponga en peligro la vida de otros, sin la cual no habría libertad posible. Existe una libertad para salir de casa, pero no para infectar”.

Europa: puntos negros

Al margen de la salida de la lista de “democracias plenas” de Francia y Portugal según The Economist, en la UE acaparan los focos dos países: Hungría y Polonia, ambos bajo gobiernos nacionalistas. V-Dem destaca que el estado de emergencia en Hungría le permite gobernar por decreto en asuntos que exceden la pandemia y expresa inquietud por la legislación que penaliza las “noticias falsas”. El Gobierno de Viktor Orbán retiró la ayuda financiera a los municipios dirigidos por los partidos de la oposición, recalca Freedom House, que destaca otro movimiento: las enmiendas constitucionales que transfieren activos públicos a manos de instituciones dirigidas por leales al partido gobernante, ha reducido el control del gasto público y ha prohibido de hecho la adopción de niños por parejas del mismo sexo. Las alertas sobre la deriva en Polonia llegan de FH y V-Dem, que también afirma que hay “discriminación” de los refugiados en Grecia.

Europa Occidental continúa siendo el gran reservorio democrático del mundo. Sus países ocupan 7 de los 10 primeros puestos de la lista de The Economist. Pero no toda Europa merece un juicio benévolo. Albania está entre los 43 países con medidas de emergencia sin límite de tiempo (V-Dem). Serbia y Bosnia-Herzegovina también son objeto de alerta. Bielorrusia es un punto negro en Europa Oriental: el régimen de Alexander Lukashenko ha respondido a las protestas durante la pandemia con una mayor restricción de libertades. Otro Estado en retroceso.

Asia: El deslizamiento indio

Otra potencia regional, la Turquía de Recep Tayyip Erdogan, se ha alejado aún más de la UE durante la pandemia, con medidas como la retirada del Convenio de Estambul –contra la violencia sufrida por las mujeres– y la represión al partido prokurdo. Freedom House destaca su apoyo a la ofensiva de Azerbaiyán contra Armenia, lanzada el verano pasado. Además de 6.500 muertos y decenas de miles de desplazados, el conflicto ha tenido, según Freedom House, un doble resultado pernicioso: ha reforzado el autoritarismo en Azerbaiyán y “amenaza con desestabilizar el gobierno de Armenia”, que ha sido “un raro punto brillante en una región repleta de líderes autoritarios”.

La alertas saltan por todo el continente asiático, con acoso y detenciones de informadores críticos, leyes de emergencia de formulación imprecisa y discriminación a los inmigrantes. La pandemia ha puesto de relieve la fragilidad de democracias “nuevas o en transición” como Malasia, Myanmar –donde se produjo triunfante golpe de Estado ya en 2021, sucedido por una feroz represión– y Sri Lanka. En este país, ha habido una discriminación contra las prácticas funerarias musulmanas, mientras en Malasia el Gobierno ha detenido a cientos de migrantes en campos de detención insalubres (V-Dem). Indonesia recurrió al ejército y a otras fuerzas de seguridad como actores clave en su respuesta a la pandemia, protagonizando restricciones a las libertades de expresión y asociación (FH). En Filipinas hubo instrucciones del presidente Rodrigo Duterte de “disparar a matar" a los que burlasen el encierro. En Arabia Saudí inmigrantes acabaron encerrados en centros de detención, porque se alegó que que, como grupo, propagaban el virus (V-Dem).

China e India no son sólo objeto de atención por su irradiación a otros países. Freedom House denuncia la “esterilización forzada a gran escala de las mujeres uigures”, así como la falta de un castigo coordinado a la misma, y el “dramático aumento del coste de la oposición al Partido Comunista en Hong Kong”. En cuanto a India, el Gobierno de Narendra Modi sigue “reprimiendo a los críticos”, con medidas que han provocado desplazamientos “peligrosos e imprevistos” de millones de trabajadores, y la utilización de los musulmanes como chivos expiatorios, señala FH, que añade: “En lugar de servir como contrapeso a la influencia autoritaria de China, Modi y su partido están conduciendo trágicamente a India hacia el autoritarismo”.

América: Eclipse de EEUU, deriva en Latinoamérica

No sólo las potencias orientales son objeto de censura. Estados Unidos, durante el último año de Trump, ha incurrido en violencia policial contra los manifestantes que defendían la “justicia racial”, destaca FH, que destaca el “eclipse” del liderazgo USA. No obstante, Latinoamérica es el área que concentra las preocupaciones en cuanto a deriva antidemocrática. La pandemia incrementa el riesgo de “afianzar o exacerbar aún más las preocupantes tendencias” existentes, señala un informe sobre la región de IDEA, que alerta del empeoramiento de “democracias de rango medio” como Argentina, Chile, Colombia, El Salvador y Ecuador. La democracia con más medidas a las que hacer seguimiento por su potencial recorrido antidemocrático es Brasil, seguida por México y Perú. En conjunto, el 65% de los países de América Latina y el Caribe adoptaron medidas frente a la pandemia “preocupantes para la democracia y los derechos humanos”.

Las instituciones supervisoras repasan la desinformación oficial en Brasil, la fuerza excesiva en El Salvador, la negación obstinada de la presencia del virus en Nicaragua, las medidas sin límite de tiempo en México... La pandemia, según María Victoria Murillo, directora del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Columbia, “ha debilitado dos mecanismos cruciales para la responsabilidad democrática” en la región, como son las elecciones y las protestas. “En los regímenes menos democráticos de la región, como Venezuela, los presidentes aprovecharon a menudo la crisis para aumentar el control social”, añade Murillo en un artículo específico.

África: balance sombrío

El diagnóstico es sombrío en África, cuyas democracias han sufrido en conjunto un “año nefasto”, con Malí y Togo como “grandes perdedoras” (The Economist). Un total de 31 países bajaron de categoría en el Índice de Democracia. Las puntuaciones más bajas otorgadas por V-Dem, miradas por zonas, son para el África Subsahariana, Oriente Medio y el Norte de África. Esta organización denuncia detenciones arbitrarias de personas Lgtbi en Uganda, así como “fuerza letal” de la policía, que también se ha producido según V-Dem en Zimbabue, Nigeria, Ruanda, Angola y Kenia. En este país la policía mató al menos a 21 personas por infracciones relacionadas con el covid-19, entre ellas el toque de queda o la obligación de llevar mascarilla, según V-Dem.

FH alerta de la “intensificación de las detenciones de activistas prodemocráticos” en Argelia, donde el presidente Abdelmadjid Tebboune ocupa un cargo al que accedió en unas elecciones “fuertemente controladas” tras la dimisión del antiguo líder, Abdelaziz Bouteflika. Un cambio del código penal para dar respuesta a la pandemia, que incluye la tipificación de la difusión de información falsa, ha dado cobertura a detenciones de activistas, según FH, que también lamenta el riesgo de perder los “avances democráticos” en Etiopía. Además, en África Occidental han proliferado actuaciones sin base científica de las autoridades, síntoma de debilitamiento democrático para V-Dem: promoción oficial de la hidroxicloroquina en Togo y Senegal y envíos a Liberia y Gambia de Covid-Organics, una bebida a base de hierbas de Madagascar anunciada como remedio.

Perspectivas: democracia "asediada, no derrotada"

¿Y el futuro? Roberto Foa, codirector del Centro por el Futuro de la Democracia, apunta hacia una conclusión similar a la defendida por Ignacio Molina y José Luis Martí, que mantienen un cierto optimismo para las democracias consolidadas como España. “El deterioro democrático” de los recortes de derechos y libertades, afirma Foa, dependerá “de la fuerza de la cultura democrática” en cada país. “Espero que en Europa Occidental y América del Norte, la mayoría, si no todas las medidas introducidas durante la durante la pandemia se reviertan. Sin embargo, el panorama será diferente en las democracias en desarrollo de África y Asia”, expone. Coincide Enrique Ayala, analista de la Fundación Alternativas: “Siempre hay que estar alerta ante un aumento de poder. Pero va a ser difícil que los gobiernos democráticos consoliden un poder que no tenían antes de la pandemia. Cosa diferente son los regímenes iliberales, donde los gobiernos pueden aprovechar para aumentar su control sobre el resto de instituciones”.

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FH, a nivel global, lanza un mensaje inquietante: “Las respuestas oficiales al covid-19 han sentado las bases para los excesos gubernamentales que podrían afectar a la democracia en los próximos años”. Y pone deberes a los demócratas: “Los enemigos de la libertad han impulsado la falsa narrativa de que la democracia está en declive porque es incapaz de atender las necesidades de la gente. En realidad, está en declive porque sus ejemplos más destacados no están haciendo lo suficiente para protegerla”.

La institución responsable del informe Freedom in the World recuerda que el mundo aún no se ha recuperado de la Gran Recesión, que provocó un “declive democrático”, y que además queda por encarar el cambio climático. No obstante, también destaca luces, como los avances democráticos en Malawi y Taiwán. The Economist subraya el ascenso a la condición de "democracias plenas" de Japón, Corea del Sur y Taiwán. Por último, International IDEA anota cómo la adhesión a principios democráticos en países como Islandia, Finlandia, Nueva Zelanda, Noruega, Corea del Sur, Chipre, Japón, Senegal y Sierra Leona ha permitido una mejor gestión de la pandemia.

“La democracia actual está asediada pero no derrotada”, concluye Freedom House.

Las líneas del autoritarismo avanzan empujadas por la pandemia, reforzando regímenes no democráticos y tensando a aquellos que sí lo son. Cuatro instituciones han medido el funcionamiento democrático global en 2020: el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (International IDEA), con sede central en Suecia; The Economist, la biblia liberal; Freedom House, con sede en Washington, valedor del ideal estadounidense de democracia liberal; y V-Dem, un proyecto de la Universidad de Gotemburgo. Los resultados permiten concluir que la pandemia ha hecho retroceder la democracia y avanzar la tiranía, agudizando un proceso que venía de atrás.

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