La red social X y su propietario, el ya de por sí controvertido Elon Musk, continúan en el centro de todos los debates por su excesiva permisividad –o directamente promoción– de los discursos de odio, los mensajes ultras y las fake news. La suspensión de sus servicios en Brasil, acusada de incumplir la normativa nacional, ha reforzado las críticas sobre su gestión, los evidentes cambios en su algoritmo y sobre su impasividad frente a la delincuencia que se mueve aprovechando sus servicios. Lo último: una ola de hackeos, que han afectado, aunque no sólo, a varias reconocidas periodistas españolas. Entre ellas, la directora corporativa del diario Público, Ana Pardo de Vera.
"Me di cuenta ayer mismo, lunes. Compartí por la mañana mi artículo del día, hice varios retuits y me metí a una reunión. Al salir e intentar acceder con mi usuario, saltaba un mensaje de error". Su cuenta había desaparecido, ya no existía. Varias personas de su entorno le avisaron entonces de que su cuenta seguía en activo, dedicada a enviar contenidos extraños por privado a sus seguidores. Le habían suplantado la identidad. "Parece que se trataba de un intento de phishing para conseguir datos bancarios y personales de mis seguidores", denuncia la periodista, que inmediatamente se puso en contacto con diversos especialistas y con el propio departamento de asistencia de X. "La única solución que me ofrecieron es que me creara una nueva cuenta".
En realidad, el hackeo de su usuario se había producido días antes. Por cuestiones de trabajo, nos cuenta, "pincha" a diario sobre muchos links de diversa procedencia: periódicos, webs, iniciativas... "Estos últimos días incluso más, por todas las peticiones que me estaban llegando en favor de las mujeres de Afganistán". Sin embargo, y por irónico que parezca, no solo tiene la cuenta verificada, sino que paga al mes por un plus de seguridad. "Tengo que pasar varios trámites de acceso y, cada cierto tiempo, hacer comprobaciones de seguridad desde mi teléfono y mi correo", nos explica. Tras repasar cada uno de sus movimientos, la periodista está convencida de que el hacker se introdujo precisamente a través de un link falso de verificación de cuenta. "En mi caso, son comprobaciones tan frecuentes, que las hago en automático".
No es un caso aislado. Los últimos días, otras periodistas salían a denunciar el robo de sus cuentas, alertando a sus numerosos seguidores de posibles fraudes utilizando su identidad. Y nos habla de dos compañeras a las que les ha ocurrido lo mismo: la presentadora y corresponsal Almudena Ariza y la periodista deportiva Sandra Riquelme. "Los tres casos son muy similares. Ariza ha recuperado hoy mismo su cuenta, lo que me da cierta esperanza, pero Sandra y yo seguimos a la espera", nos confirma.
Efectivamente, la propia Ariza informaba este mediodía, ya desde su cuenta, de que había recuperado su usuario, aún en revisión. "No sé qué intención tenían los hackers, pero desde esta cuenta voy a seguir, como hasta ahora, haciendo periodismo", afirmaba contundente la periodista.
Para Pardo de Vera, estos ataques son la gota que colma el vaso de una red social con una preocupante deriva ultra desde que el magnate sudafricano la adquiriera en octubre de 2022. "X se ha vuelto exageradamente permisiva con todos los discursos del odio, fascistas, de ultraderecha, sexistas, racistas...". "Antes, a veces, ya era demasiado permisiva con ciertos contenidos, pero tenía equipos de asistencia en España que te atendían y actuaban rápido y de manera eficaz ante las denuncias. Ahora, estar en X es casi un ejercicio de defensa democrática contra las mentiras y el discurso de la ultraderecha", valora la periodista, que, cada vez que entra, "se pone su armadura" para hacer oídos sordos a todos los insultos y ataques que le dirigen.
El cambio en sus algoritmos es también más que evidente. "Hay cuentas –de ultraderecha, claro– que han crecido de la nada, alcanzando una promoción sin parangón en un tiempo récord. Por el contrario, cuentas y contenidos progresistas con una larga trayectoria se han quedado estancadas y no alcanzan la misma visibilidad ni tienen el mismo eco", analiza. "Hay una estrategia muy clara para fomentar el fascismo. X está premiando de manera evidente y muy peligrosa los bulos y el odio", sentencia tajante.
Y hay víctimas que se ven doblemente afectadas. "Lo que recibimos las mujeres no tiene nombre. Somos uno de los objetivos principales de la violencia que se está ejerciendo y promocionando en redes. También se está apoyando mucho el discurso racista e antiinmigración, en un contexto político que lo facilita". Lo demuestran los datos. En concreto, los cambios en la percepción ciudadana sobre la migración. De ser el noveno problema para la ciudadanía antes del verano se ha convertido en el cuarto y sigue en ascenso. "Lo han alentado muchos políticos y formaciones, de manera muy irresponsable, a través de las propias redes".
El contexto creciente de violencia ha animado asimismo la discusión sobre el anonimato en redes. "Existe un derecho al anonimato en Internet, siempre que no se utilice mal y se aproveche para delinquir". La periodista sugiere que la red social en cuestión obtenga los datos básicos de sus usuarios, para que puedan recuperarse cuando entre en juego una orden judicial. "De todas formas, ya existe un reglamento de servicios digitales de la UE por el que las redes tienen que controlar su contenido y revisar que no se produzcan delitos en sus entornos. Estamos hablando de delitos recogidos en el código penal, no de coartar la libertad de expresión", continua explicando. El principal obstáculo: las redes, empresas privadas, muchas de las cuales operan desde el extranjero, "se pasan la normativa europea por el forro".
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Ahora bien, la periodista es prudente a la hora de defender medidas extremas como la adoptada recientemente en Brasil. "Me parece un poco excesivo. Con decisiones así, un juez, por muy buenas intenciones que tenga y por muy progresista que sea, sienta jurisprudencia que los que van detrás pueden utilizar en otros sentidos y con otros propósitos, menoscabando ámbitos y derechos democráticos", advierte.
También hay una cierta responsabilidad o poder de decisión individual. "Podríamos dejar de usar todos X. Cambiarnos a otra plataforma. Los propios medios podríamos intentar desarrollar nuestras actividades en otros entornos menos tóxicos", se plantea. "Pero claro, hay un capital invertido de de muchos años de trabajo, de seguidores… Es difícil empezar de cero. X se ha convertido en una cloaca, pero tiene su parte de utilidad como periodista", matiza.
"Ahora mismo solo espero poder recuperar mi cuenta, al menos mis seguidores, para poder seguir desarrollando mi trabajo con normalidad. Como usuario particular, es un descanso poder desconectar de todo el ruido de X, pero como periodista me genera mucha impotencia esta desconexión", concluye con frustración.
La red social X y su propietario, el ya de por sí controvertido Elon Musk, continúan en el centro de todos los debates por su excesiva permisividad –o directamente promoción– de los discursos de odio, los mensajes ultras y las fake news. La suspensión de sus servicios en Brasil, acusada de incumplir la normativa nacional, ha reforzado las críticas sobre su gestión, los evidentes cambios en su algoritmo y sobre su impasividad frente a la delincuencia que se mueve aprovechando sus servicios. Lo último: una ola de hackeos, que han afectado, aunque no sólo, a varias reconocidas periodistas españolas. Entre ellas, la directora corporativa del diario Público, Ana Pardo de Vera.