Ángel Viñas: "No entraba en los planes de la República un acercamiento ideológico a la Unión Soviética"
Sostiene Ángel Viñas (Madrid, 1941) que escribir historia es "un tejer y destejer continuos". De ahí que este economista, diplomático e historiador se haya pasado media vida escrutando archivos y analizando al milímetro cada documento que cae en sus manos. "Papeles", como les llama, que le han servido de base para arrojar luz sobre el pasado a través de varias decenas de libros. Y que ahora le han llevado a alumbrar Oro, guerra, diplomacia. La República española en tiempos de Stalin (Crítica, 2022), una obra con la que pretende poner fin a "un pasado deformado por la derecha". "Es la destrucción de un relato en lo que se refiere al golpe de Estado de 1936 y a la supuesta sovietización de España", resume Viñas en conversación con infoLibre. Una "leyenda" que aún pervive.
El historiador construye un detallado análisis sobre las relaciones hispano-soviéticas en uno de los momentos más oscuros de la historia reciente de España. A lo largo de quinientas páginas, Viñas estudia al dedillo las relaciones diplomáticas, económicas y comerciales entre la Segunda República y la Unión Soviética. Y aborda, por supuesto, el papel jugado por la potencia oriental durante la Guerra Civil. Lo hace utilizando nueva evidencia primaria relevante de la época, tanto española como rusa, parte de ella nunca empleada aquí. Un análisis con una pregunta de fondo: ¿es cierto, como martilleó la propaganda franquista, que el golpe de Estado evitó una revolución comunista y que España se convirtiese en una suerte de satélite soviético?
"Eso es una chorrada", responde el historiador con contundencia. Para Viñas, ese "mito" se deshace como un azucarillo. Es cierto que en 1933 la República española reconoció de iure a la URSS. Y que el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países estaba, con una apertura de embajadas que tanto tiempo se había retrasado, a punto de caramelo para cuando se produjo el golpe de Estado. Pero ni fue un capricho del Frente Popular ni significaba que se estuviera poniendo a la República en manos soviéticas. "Se trataba de un acercamiento que estaba en línea con el de otros países occidentales", explica. Al fin y al cabo, señala el historiador, la Unión Soviética era entonces un "factor importante" en la política internacional y un mercado interesante.
No hubo peligro de sovietización porque a Stalin no le interesaba
Tanta relevancia tenía que, sostiene el Viñas, "todos los Gobiernos de la República" estuvieron a favor de un acercamiento con los soviéticos. A izquierda y a derecha. "En el bienio negro no se interrumpen las conversaciones", resalta. Es algo que demuestran algunas de las comunicaciones de aquella época. El 25 de mayo de 1934, por ejemplo, el Ministerio de Estado preparó una dirigida al entonces embajador en Berna (Suiza) en la que, tras explicar algunas gestiones hechas hasta el momento, concluía: "No desea el Gobierno hacer imposible, ni siquiera retardar, el intercambio de representantes diplomáticos y consulares entre ambos países, condicionándolo tan solo a la definición de sus funciones, prerrogativas y facultades".
Con todo esto, el historiador se muestra contundente al señalar que el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países no era, como han dicho algunos, el preludio de nada. "No entraba dentro de los planes del Gobierno de la República un acercamiento ideológico con la URSS. Lo que se pretendía era pasar a una situación de normalidad, igual que hacían todos los países occidentales, incluso Estados Unidos", asevera. Por eso, insiste: "No hubo ningún peligro de sovietización. ¿Y por qué? Porque a Stalin no le interesaba". En este sentido, destaca la entrevista que a comienzos de 1937 mantuvo el embajador de España en Moscú, Marcelino Pascua, con el propio Stalin, en la que este último recomendó al Gobierno republicano orientarse hacia los países capitalistas.
Una escalada en la contienda
Por aquel entonces, la Guerra Civil llevaba más de medio año desangrando el país. Viñas dedica un extenso capítulo a la contienda. Y, más específicamente, a la participación de potencias extranjeras en la misma. En este sentido, desmiente que fueran los soviéticos quienes hicieron escalar el conflicto. "Lo que hicieron fue responder a la intromisión alemana e italiana", apunta. En este sentido, recuerda que previamente los germanos habían ayudado a trasladar al Ejército golpista desde África a la Península. Y pone sobre la mesa los contratos italianos que el primero de julio, días antes del estallido del golpe, preveían ya el suministro de aviación. "Si no hay intervención alemana o italiana, no hubiera habido soviética", insiste.
Lo que hizo la URSS fue responder a la intromisión alemana e italiana
Los soviéticos, sin embargo, no empezaron a involucrarse con envío de armamento hasta el otoño de 1936. En este sentido, el Viñas pone al buque Komsomol como comienzo del apoyo directo a la República con material bélico. "Es en octubre cuando vienen a combatir los primeros soldados, que son carristas y artilleros", apunta. La intervención de Stalin dio aire al Gobierno democrático. Y en ella influyeron varios factores. El primero, que el resto de potencias occidentales dejasen caer a la República "como una patata caliente". Y luego, la necesidad de hacer ver a las democracias que el enemigo era el nazismo y que había que hacer frente común. "Los peores enemigos de la República fueron los británicos, completamente obsesionados con el comunismo", dice el historiador.
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Pero el respaldo soviético no se mantuvo durante toda la contienda. De hecho, cuenta Viñas, durante un año Stalin tuvo a la República "a palo seco". "Dejó a los españoles tirados. Y si lo hizo no creo que sea, precisamente, porque quisiera sovietizar a España", desliza el historiador. ¿A qué se debió la parálisis? Ahí, prefiere mantenerse cauto. Sin papeles, lo único que puede hacer son hipótesis: "Yo creo que es porque aún cree que puede convencer a las potencias occidentales de que el enemigo es la Alemania nazi". Sea como fuera, lo cierto es que los apoyos se congelaron entre noviembre de 1937 y 1938. Y cuando decide volver a prestar ayuda de forma "masiva", la República ya estaba en las últimas. Con la caída de Cataluña, el envío de material se convierte en misión imposible.
El oro y la propaganda
En la obra, además, le dedica un capítulo entero al famoso oro de Moscú, un asunto en el que comenzó a trabajar cuando Franco aún estaba vivo. En este sentido, el historiador es claro. Si se movilizaron las reservas del metal fue, precisamente, porque la República no disponía de divisas de cambio internacional –libras, dólares o francos– y las necesitaba para pagar suministros, ya fuera de armas como de productos para la industria, comercia o agricultura. "El Gobierno de la República, además, estaba harto de no poder hacer transferencias internacionales porque los banqueros occidentales se las bloqueaban", explica Viñas. ¿Y por qué enviarlo a la Unión Soviética? "¿Y por qué no? Tenían un aparato bancario, había una relación más o menos fluida y ya se habían hecho negocios con ellos durante los tiempos de paz", responde.
Los rusos dijeron que la República quedó a deber, pero eso no está demostrado
Pero, además, es que la Segunda República no tenía muchas más alternativas. Reino Unido no dejaba de poner problemas. Y Francia tampoco resultaba ser una opción demasiado atractiva: "Allí se mandó solo una parte, porque Negrín no se fiaba de la estabilidad del Frente Popular francés". Para Viñas, el asunto del oro parece estar ya más o menos aclarado. Solo queda, si eso, un gran hueco: "Los rusos dijeron que la República quedó a deber, pero eso no está demostrado". Y, a pesar de ello, sigue siendo un tema al que se recurre con frecuencia desde la derecha. Una leyenda negra a la que el aparato propagandista franquista dio buen uso en plena autarquía para denunciar un supuesto expolio y justificar las dificultades de reconstrucción económica.