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Arantza Quiroga dimite y abre la segunda gran crisis en el PP vasco en menos de dos años

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No hay marcha atrás. Pese a que la secretaria general del PP lo intentó durante el día anterior. Arantza Quiroga dimitió este miércoles como presidenta del PP de Euskadi. Lo hizo tras casi una semana de silencio después de verse obligada a retirar una moción en el Parlamento vasco en la que rebajaba las exigencias respecto a la condena del terrorismo en el País Vasco. En una moción firmada por ella misma, reducía la "condena expresa" de la violencia, al "rechazo". Una moción que, según dijo en rueda de prensa, "volvería a presentar una y mil veces". No pasa inadvertido que el documento sentó como un puñetazo en Génova, en gran parte de PP vasco y en los colectivos de víctimas del terrorismo, referentes morales de los conservadores durante muchos años. 

Cuando Quiroga llegó a la presidencia del PP de Euskadi en marzo de 2014 lo hizo con el objetivo de unir a un partido que dudaba de su liderazgo, sobre todo el PP de Álava, liderado por Alfonso Alonso, ahora ministro de Sanidad, y con el de rediseñarlo, redefinirlo como alternativa al nacionalismo en un contexto en el que ETA había dejado de matar. Fue con este segundo objetivo con el que redactó la moción que ahora le cuesta el puesto.

Tras el Congreso regional de 2014, Quiroga llegó a pedir al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, que la respaldasen en esta nueva estrategia, que la dejasen hacer. "Se ha pasado de frenada", analizaba uno de sus compañeros de partido que, no obstante, lamenta que "Bildu intentase apropiarse de ella".

Quienes conocen cómo se ha desarrollado este proceso no sólo achacan esta crisis a la literalidad de la moción, sino a las formas. "Se saltó a Génova y, lo que es peor, se saltó a más de la mitad del PP vasco", señalan desde la dirección nacional del PP. Su complicidad con María Dolores de Cospedal –la secretaria general del PP la aupó a la presidencia– salvó el detalle importante de haber obviado a sus jefes de Madrid, pero poco pudo hacer contra el enfado de las víctimas del terrorismo y la indignación de sus compañeros alaveses, que se la tenían jurada desde que apartó a Iñaki Oyarzábal de la secretaría general.

No sólo ella sale tocada de esta crisis. Ella, Quiroga, es la que se marcha más tocada porque supone el fin de su carrera política. Pero la gestión por parte de Cospedal también ha dado mucho que hablar en el PP en los últimos días

El camino hacia la dimisión

Un día antes, el martes, la ausencia de noticias agitó todavía más a una formación regional en la que las aguas bajan revueltas desde que Quiroga asumió la presidencia del partido imponiendo a su equipo por encima de las direcciones provinciales. "Estamos dando una imagen lamentable. Nos quedan dos meses para las elecciones y en lugar de estar metidos de lleno en la precampaña estamos esperando a que la presidenta nos diga si tenemos que contar con ella o si tenemos que buscarle un recambio", se quejaba un dirigente conservador en conversación con infoLibre.

"Tenemos que dar la cara"

A la confusión creada contribuyeron de manera importante dos declaraciones contradictorias sobre el futuro de la presidenta regional del PP de Euskadi. La secretaria general del PP atendió a la prensa desde Bruselas a primera hora del martes. Se encontraba en el Parlamento Europeo para mantener un encuentro con los diputados españoles. Cargos del PP respiraron tranquilos cuando la escucharon decir que seguía viendo a Quiroga como presidenta. Menos entendieron que quitara hierro a sus cinco días desaparecida asegurando que estaba descansando.

"Los políticos tenemos una serie de responsabilidades y tenemos que dar la cara. No se pueden justificar determinadas actitudes", señala una diputada. Si alguien en el PP hubiera tenido que apostar tras escuchar a Cospedal, habría apostado sin duda por que se quedaba y por que la crisis podía empezar a darse por resuelta. Al menos, temporalmente, hasta después de las elecciones generales.

Pero las piezas empezaron a dejar de cuadrar cuando, tras una reunión de la cúpula del PP vasco en Vitoria, su secretaria general, Nerea Llanos, aseguró desconocer cuál iba a ser la decisión de su jefa. Pero, en todo caso, subrayó que la situación era "complicada" y, pese a ello, el partido "seguía funcionando". A quienes la escucharon les dio la impresión de que estaba preparando al partido para una nueva etapa.

A las 17.30 de la tarde, la secretaria general del PP presidió, en ausencia de Rajoy, la reunión del Comité de Dirección del partido. A diferencia de lo que había venido pasando en los últimos meses, no se convocó una rueda de prensa a su término, lo que desató las especulaciones respecto a que la crisis vasca no estaba resuelta.

"Es inexplicable"

Los dirigentes más críticos con la actuación de Quiroga han sido precisamente sus compañeros vascos. "Lo que no es explicable es que no tengamos contacto desde hace seis días. No se pueden poner paños calientes", señaló Borja Sémper, presidente del PP de Gipuzkoa, en una entrevista concedida a esRadio. Además, sostuvo que ésta no había sabido explicar bien su postura respecto a la polémica moción. Fue el ministro de Sanidad y presidente del PP de Álava, Alfonso Alonso, el que hace una semana, censuró de forma tajante la iniciativa que llevaba la firma de Quiroga. Lo hizo en una entrevista concedida a la cadena Cope.

“Quiero recordar la posición del PP nacional, se debe exigir la condena expresa del terrorismo de ETA. Bildu pretende blanquear su pasado y debemos ser la fuerza más exigente en el País Vasco. Nuestra posición es contundente y podemos llevar a la confusión. Espero que en ese debate del Parlamento se clarifique nuestra postura. Nuestra posición está clara. Bildu sigue siendo el defensor de ETA”, subrayó desautorizando a la presidenta del PP vasco.

El PP de Álava está distanciado de Quiroga desde marzo de 2014, cuando esta rechazó que Iñaki Oyarzábal fuese su número dos en el congreso regional. Fuentes de la dirección provincial aseguran que, no sólo Quiroga no consultó con Génova el texto de la moción, sino que tampoco lo conocían ni ellos ni la dirección de Gipuzkoa.

El contexto electoral

El PP vasco no garantiza la continuidad de Quiroga

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Poco han contribuido a la estabilidad del PP de Euskadi los resultados electorales. En pasado mayo, en el País Vasco, el PP sólo superó en Álava el 10% en porcentaje de voto. Los conservadores alaveses, presididos por el ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, lograron en 2011 un total de 82 concejales en el territorio, una cifra que ahora bajó a 46. No obstante, el porcentaje de voto desciende menos de un punto, del 25,34% al 24,63%. La ciudad de Vitoria es clave en este resultado. La candidatura encabezada por Javier Maroto mantiene el tipo sin perder ninguno de los 9 escaños que ya logró en 2011. En porcentaje pasa del 29,81% al 29,19%.

Tras los resultados en Álava, pero a mucha distancia, se ubicaron los de Bizkaia: 26 concejales menos que en 2011 (los 55 de entonces se quedaron ahora en 26) y el 7,92% de los votos. El panorama de Gipuzkoa fue aún más delicado. El peor para el PP vasco. De 26 concejales pasaron a 7 y el porcentaje de voto cayó del 9,65% al 4,94%. Paradójicamente, el presidente del PP de Gipuzkoa es Borja Sémper, uno de los dirigentes del PP al que muchos de su partido señalan como una de las caras del futuro del partido.

En las diputaciones forales, que tienen un gran poder en Euskadi, también es Álava la que mejor resistió. Perdió cuatro junteros si se compara con los 16 de hace cuatro años. La mitad se dejó por el camino en Bizkaia, de 8 a 4, y en Gipuzkoa perdió tres y sólo conserva uno.

No hay marcha atrás. Pese a que la secretaria general del PP lo intentó durante el día anterior. Arantza Quiroga dimitió este miércoles como presidenta del PP de Euskadi. Lo hizo tras casi una semana de silencio después de verse obligada a retirar una moción en el Parlamento vasco en la que rebajaba las exigencias respecto a la condena del terrorismo en el País Vasco. En una moción firmada por ella misma, reducía la "condena expresa" de la violencia, al "rechazo". Una moción que, según dijo en rueda de prensa, "volvería a presentar una y mil veces". No pasa inadvertido que el documento sentó como un puñetazo en Génova, en gran parte de PP vasco y en los colectivos de víctimas del terrorismo, referentes morales de los conservadores durante muchos años. 

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