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El futuro de Cataluña

La bandera de los críticos con el sanchismo ya sólo ondea en Andalucía, Castilla-La Mancha y Aragón

Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, en acto del PSC en Barcelona.

Los procesos de primarias asociados a la celebración de los congresos territoriales que se pusieron en marcha después de que, el pasado mes de mayo, Pedro Sánchez consiguiese el apoyo del 50% de los militantes para volver a tomar el mando del PSOE, han concluido. Y el mapa del socialismo español mantiene viva la influencia de los barones más críticos con el secretario general y su estrategia territorial en Andalucía (Susana Díaz), Castilla-La Mancha (Emiliano García Page) y Aragón (Javier Lambán), pero ha cambiado la relación del fuerzas en otras seis comunidades. Y en todo el PSOE.

El aparato sanchista no ha conseguido desplazar ni a Page, que con un respaldo del 71% humilló a un adversario abandonado a su suerte por Ferraz, ni a Lambán, que revalidó su liderazgo con un 56% de los votos frente a una oponente improvisada, tras el imprevisto abandono de la diputada Susana Sumelzo. Con Susana Díaz, consciente de su fortaleza en Andalucía, ni siquiera lo intentó. Y ahora los tres se han convertido en los principales dirigentes con cargo orgánico e institucional (son presidentes de sus respectivas comunidades autónomas) con un discurso territorial diferente del de Pedro Sánchez, si bien en las últimas semanas, todavía escocidos por el fracaso de su batalla contra el secretario general, apenas han hecho declaraciones públicas contrarias al diálogo que la línea oficial del partido defiende para resolver la crisis catalana.

Eso sí, aunque sean sólo tres federaciones, están entre las más importantes y, sumadas, representan un tercio del PSOE: Andalucía tiene, por si sola, el 26% del partido en términos de militancia, Castilla-La Mancha el 7% y Aragón el 4,5%.

Claro que, si algo ha demostrado el proceso de primarias, es que la militancia socialista que respaldó por amplia mayoría el regreso de Sánchez a la secretaría general tiene criterio propio a la hora de decidir en cada territorio. Sánchez ganó en mayo en todas partes (salvo en las comunidades de sus rivales, Andalucía y Euskadi), pero sus candidatos no consiguieron rentabilizar el tirón del líder en Extremadura, Comunitat Valenciana, Aragón o Castilla-La Mancha, comunidades todas ellas en las que acabaron imponiéndose las candidaturas de los presidentes autonómicos.

El sanchismo, que antes de los congresos ya tenía de su lado al PSC y las federaciones de Castilla y León, Illes Balears, Navarra y Euskadi, ha conseguido alinear de su lado otras seis:otras seis Madrid (José Manuel Franco), Murcia (Diego Conesa), Asturias (Adrián Barbón), Canarias (Ángel Victor Torres), Cantabria (Pablo Zuloaga) y La Rioja (Francisco Ocón), además de Ceuta y Melilla.

La lista de comunidades situadas del lado sanchista se completa con Galicia (el favorito de Sánchez acabó derrotado, pero el vencedor, Gonzalo Caballero, no pierde ocasión de afirmar su identidad de criterio con el secretario general) y dos territorios inesperados: Extremadura (Sánchez ha sabido atraer a Fernández Vara a la dirección poniéndolo al frente del Consejo Territorial del partido) y Comunitat Valenciana (Puig ha aceptado los puentes tendidos por Sánchez y se ha convertido en uno de los defensores de su estrategia de diálogo para resolver la crisis catalana).

El nuevo mapa de poder orgánico en el PSOE divide el partido en dos mitades desiguales. De un lado, tres barones situados en el menguante sector crítico: Lambán, Page y sobre todo Susana Díaz. La presidenta andaluza, que hace apenas un año lideró la sublevación de la vieja guardia contra Sánchez utilizando precisamente el argumento de que no se podía llegar a acuerdos con los independentistas, conserva intacto su poder territorial, pero ha visto cómo se reducía sensiblemente la lista de su aliados con mando en plaza. Del otro lado, Sánchez tiene el apoyo incondicional de al menos doce federaciones (Cataluña, Madrid, Illes Balears, Castilla y León, Galicia, Navarra, Euskadi, Murcia, Asturias, Canarias, Cantabria y La Rioja). Y el respaldo de otras dos, Comunitat Valenciana y Extremadura, aunque no son pocas las voces que sitúan al secretario general extremeño, Guillermo Fernández Vara, a medio camino entre las dos facciones.

 Control orgánico

Así las cosas, y a falta de que se completen los congresos pendientes (Galicia, Madrid y Aragón), los sanchistas dan por hecho el control de dos órganos clave del partido: el Comité Federal, el mismo que hace un año utilizó la vieja guardia para forzar la dimisión de Pedro Sánchez, y el Consejo Territorial. En el primero se sientan los principales dirigentes del PSOE y una representación proporcional de cada federación. En el segundo tienen plaza los 17 barones.

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Ninguno de los dos órganos se ha reunido desde la celebración del congreso federal y Sánchez no tenia previsto convocarlos hasta que culminasen todos los congresos territoriales. La gravedad de la situación en Cataluña, sin embargo, le ha hecho reconsiderar el calendario y ya ha avisado a todos sus miembros de la posibilidad de convocar una reunión extraordinaria esta misma semana en función de cómo transcurran los acontecimientos, especialmente en el caso de que el president Carles Puigdemont decida este martes proclamar la independencia.

Pedro Sánchez y los suyos no se han hecho con todo el poder territorial, ni mucho menos, pero sí han cambiado sustancialmente la relación de fuerzas que dominaba el partido hace apenas un año. A sus adversarios, muy tocados después del fracaso de Susana Díaz en las primarias de mayo, les quedan Andalucía, Aragón y Castilla-La Mancha, una parte significativa del grupo parlamentario que abrazó la decisión de la vieja guardia de facilitar la investidura de Mariano Rajoy y la Presidencia de los federación municipios españoles, en manos de vigués Abel Caballero, enemigo acérrimo del actual secretario general.

Al margen de las tensiones puntuales que pueda provocar la situación en Cataluña, la actual dirección del PSOE cree que los críticos evitarán el enfrentamiento. El capital político que la militancia dio a Sánchez en las primarias debería alcanzarle para llegar, sin demasiados problemas, a las elecciones autonómicas y municipales de 2019. Lo que ocurra a partir de ahí dependerá de los resultados electorales.

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