Las cofradías se financian cobrando por sillas en el espacio público para ver la Semana Santa de Sevilla

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Las procesiones de Semana Santa son, además de manifestaciones de religiosidad, representaciones públicas de la pasión y muerte de Jesucristo. Un espectáculo, digamos. ¿O no? Según el Consejo General de Hermandades y Cofradías de la Ciudad de Sevilla, que es el organizador de las procesiones, la cosa no tiene nada de espectáculo. En el artículo 4 del Reglamento de Uso de Sillas y Palcos, el Consejo establece: "Con independencia de la atracción que pueda tener para el público en general, el desfile de las cofradías no tendrá, en ningún caso, la consideración de espectáculo público, por cuanto que no se organiza con dicha finalidad, sino con el único y exclusivo propósito de realizar Estación de Penitencia a la Santa Iglesia Catedral, manifestación esencialmente religiosa". Dicho queda. Aquello del gentío viendo pasar las procesiones tiene su sentido, pero no en la zona noble, en la llamada "Carrera Oficial", allí donde el Consejo ubica y reparte sus sillas y sus palcos –espacios en las mejores zonas compuestos por seis sillas–, les pone precio y cobra a los abonados, financiando con el dinero obtenido a hermandes y cofradías gracias a este uso privativo del espacio público. Añade el reglamento antes citado, para que no queden dudas: "El interés a preservar prioritariamente habrá de ser el de las cofradías en el ejercicio de este acto de culto externo".

La Semana Santa es la vía fundamental de financiación de hermandades y cofradías de Sevilla. Es una regla de la Semana Santa que apenas causa extrañeza en la ciudad, por ser ya parte del paisaje acostumbrado. A lo largo de su desarrollo, el Ayuntamiento le cede al Consejo las principales calles del recorrido de las procesiones para que ubique allí emplazamientos desde los que ver pasar las procesiones y cobre por su uso. A cambio, debe pagar una tasa de ocupación de la vía pública.

Hay más de 40.000 sillas. El Consejo cobra por el sitio para ver el paso de las procesiones desde las distintas calles entre 72,38 euros, que vale una silla en la Plaza Virgen de los Reyes, hasta 158,33 euros en La Campana, todo en pleno centro. Los palcos de seis sillas llegan a superar los 800 euros en la Plaza San Francisco, según la tabla de tarifas de 2018. Sevilla es la ciudad más cara de Andalucía para ver las procesiones en zona VIP, según un estudio elaborado el pasado año por la asociación de consumidores Al-Andalus. El abono medio para un palco se sitúa en 694 euros y para una silla en 115. El incremento del coste medio desde 2010 a 2017 fue del 31%. Este año los precios han subido un 3%. No son lo que se conoce como tarifas populares. Los precios son establecidos por el Consejo unilateralmente, aunque traslada su decisión al Ayuntamiento para su "toma de conocimiento", explica un portavoz del Consistorio.

El Ayuntamiento establece en su ordenanza fiscal de aprovechamiento de uso privado del espacio público las tasas compensatorias que debe pagar el Consejo por silla. En la Plaza de San Francisco, lo más caro, son 3,35 euros. Lo más barato son 0,34 euros, en diversos puntos de la Carrera Oficial, que es el itinerario que deben cubrir las hermandades de camino a la Catedral. En la emblemática calle Sierpes, dependiendo del tramo, la tasa oscila entre los 2,10 y los 2,54 euros, cuando cada silla cuesta 125,45. La aprobación de la ordenanza en 2016 supuso un incremento aproximado del 9% de lo que las hermandades y cofradías aportan por ocupar la vía pública durante la Semana Santa. Se aprobó, no sin controversia política, con los votos favorables del PSOE, IU y Participa Sevilla y con el rechazo de PP y Ciudadanos.

200.000 personas

Las hermandades, herederas de los antiguos gremios, no son organizaciones con ánimo de lucro. Recaudan lo necesario para su funcionamiento, que se prodiga en actividades a lo largo de todo el año aunque por supuesto adquiere especial relevancia en Semana Santa. Al margen del sesgo que pueda introducir el factor religioso, son lo que hoy llamaríamos organizaciones transversales. No puede ser de otra manera, teniendo en cuenta que unas 200.000 personas forman parte de las mismas, según Juan José Morillas, portavoz del Consejo. De ellas, entre 50.000 y 60.000 participan directamente –no como meros observadores, sino realizando alguna función– en las procesiones de Semana Santa, afirma Morillas. El rasgo más extendido entre sus miembros es el apego a la tradición. Los sevillanos se honran de formar parte de las hermandades de las que formaron parte sus padres y sus abuelos y se esfuerzan por dar continuidad a la tradición introduciendo a su vez a sus hijos y nietos.

La Semana Santa está organizada en Sevilla de forma que privilegia inequívocamente a las hermandades y cofradías. Lo que hace que no exista una masa crítica que se oponga públicamente a este modelo es, en primer lugar, que las hermandades y cofradías están enormemente extendidas. En segundo lugar, que la Semana Santa es a pesar del uso privativo de la Carrera Oficial una fiesta popular de la que se puede disfrutar desde infinidad de calles, plazas, rincones y –con un poco de suerte o bastante dinero– balcones. Cada cual tiene su sitio preferido. La estampa de las sillas y los palcos, ese espacio en el que a veces da la impresión que se está tanto para ver como para ser visto, es algo totalmente asumido. En Semana Santa, tal es el orgullo con el que se vive, está extendida la idea de que cuanto menos se toquen las cosas, mejor. Los sevillanos a los que no les atrae o incluso les molesta la Semana Santa sencillamente hacen lo posible por pasar unos días fuera o buscar las zonas alejadas del paso de las procesiones. No obstante, dependiendo de dónde se viva, es difícil escapar de la Semana Santa y sus consecuencias sobre el tráfico y el ruido.

Las escasas quejas, más que en el modelo económico, suelen centrarse en los problemas de visibilidad de las procesiones y también en las dificultades de tránsito por ciertos puntos de las personas con problemas de movilidad, asunto sobre el que el Ayuntamiento viene actuando en los últimos años. Participa Sevilla, partido al que le corresponde un espacio por su condición de grupo municipal, ha sorteado los tres años que lleva en la vida municipal sus sillas entre personas con discapacidad.

Sillas en herencia

Menos atención reciben aspectos que, desde el punto de vista de la exigencia de transparencia, suscitan no pocos interrogantes. Uno de ellos es el mecanismo de adjudicación de las sillas y palcos, que corresponde al Consejo de Hermandades y Cofradías. Los procedimientos están reglados, al menos sobre el papel. Cualquiera puede intentar lograr un abono, pero en la práctica es casi imposible. "Este año ha habido más de 7.000 solicitudes, pero la cantidad de sillas que quedan libres para poder asignar a nuevos abonados es mínima mínima", explica Juan José Morillas, portavoz del Consejo. El que tiene una silla no la suelta. Además existe el derecho a dejar las sillas en herencia. "Al pasar de padres a hijos, ha habido casos en los que ha habido litigios", explica el portavoz, que atiende a infoLibre en un respiro de su continuo trasiego durante la semana grande del año. Se ha dado el caso –añade– en una persona ha aclarado en el testamento a quién correspondía su silla.

El Consejo intenta además poner coto a una irregularidad muy comentada en la ciudad: el alquiler de sillas a espaldas de la normativa, que lo prohíbe. En los portales de venta y alquiler de objetos aparecen como setas anuncios ofreciendo una silla en alguna de las calles de la Carrera Oficial. Alguna vez, intentando sortear la letra de la norma, se ha venido un bolígrafo ofreciendo, de regalo, una silla. Picardía pura. Esta práctica se ve favorecida por la dificultad de ejercer un control efectivo sobre la zona de sillas y palcos. Y forma parte del negociete surgido con motivo del extraordinario tirón turístico de la Semana Santa, que incluye alquileres de balcones con vistas privilegiadas a las procesiones, en lo que ha adquirido las dimensiones de un boom con la proliferación de plataformas tipo Airbnb.

35.000 euros por cofradía

Otro asunto de interés son los ingresos. A la espera de conocer los datos de esta edición, la Semana Santa pasada el Consejo ingresó 3.682.000 euros. Descontados todos los gastos de logística, montaje y mantenimiento –que corren a cargo de las hermandades y cofradías– y las tasas municipales, la cantidad total obtenida fue de 2,1 millones, según informó en junio del año pasado el tesorero del Consejo, Francisco Vélez, y recogió la prensa local. "Salvo el 10%, que se queda para el funcionamiento del propio Consejo, esta cantidad se reparte entre las hermandades en función de que tengan uno, dos o tres pasos. La inmensa mayoría tiene dos, y cada una recibe 35.000 euros, con lo que se subvencionan los costes de la cofradía", explica Juan José Morillas. Las hermandades también hacen aportaciones anuales a la Diócesis de Sevilla, como recogen las cuentas del obispado.

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El portavoz del Consejo afirma que se trata de "aportaciones vitales" para el funcionamiento de las cofradías. "Antes había lo que se llamaban cabildos de salida, en los que los hermanos decidían si salían o no en función de si tenían presupuesto", añade. Morillas incide en que el trabajo del Consejo durante la Semana Santa "genera múltiples beneficios a la ciudad, no sólo a las cofradías", lo que a su vez –a su juicio– da sentido a que el Ayuntamiento preste apoyo con la cesión de espacio público y los servicios de policía municipal, limpieza, bomberos... Nada distinto a lo que ocurre con cualquier otro gran acontecimiento de una ciudad. La consideración fiscal de los ingresos se acoge a todas las exenciones previstas de la Ley de Mecenazgo de 2002. A ello se suma que las aportaciones de los hermanos a las cofradías desgravan hasta un 75%, un beneficio compartido con las donaciones a ONG.

Lo que sí constituye un hecho llamativo es que el Consejo no tiene obligación de justificar ante el poder civil la cantidad ingresada por sillas y palcos, según el propio Consistorio. El Ayuntamiento afirma desconocer el dato. De lo que sí hace una estimación es de lo que recauda en concepto de tasa de ocupación, unos 50.000 euros con datos de 2012. IU ha mostrado su disconformidad con el hecho de que la tasa sea establecida sin informe técnico-técnico económico, lo que ha a juicio de la coalición es contrario a lo establecido en la Ley de Haciendas Locales. La respuesta de la Gerencia de Urbanismo a una pregunta de IU al respecto en junio de 2016 alegaba que en los desfiles procesionales "ha de tenerse en cuenta que la actividad que genera la ocupación [de la vía] pública es llevada a cabo por entidades sin ánimo de lucro, que entre sus diversos fines incluyen el asistencial". Y añadía: "No puede considerarse que estas entidades actúen 'en el mercado'".

A juicio de María Dolores González, portavoz de Sevilla Laica, la forma en que está organizada la semana santa combina "tradición" con "privilegio". "Lo que se produce es un uso privado del espacio público por parte de una confesión religiosa", afirma. Y establece dos prioridades para su organización. Por un lado, dice, debe haber "transparencia absoluta" en cuanto al dinero. "No estamos de acuerdo en que el Ayuntamiento subvencione por diferentes vías a las hermandades, no sólo mediante la cesión de espacios sino también con locales y otras ayudas, y no les pida cuentas", señala. Por otro lado, considera fundamental que se dé una "estricta separación" entre las esferas civil y religiosa durante la Semana Santa, algo que actualmente está a años luz de ocurrir.

Las procesiones de Semana Santa son, además de manifestaciones de religiosidad, representaciones públicas de la pasión y muerte de Jesucristo. Un espectáculo, digamos. ¿O no? Según el Consejo General de Hermandades y Cofradías de la Ciudad de Sevilla, que es el organizador de las procesiones, la cosa no tiene nada de espectáculo. En el artículo 4 del Reglamento de Uso de Sillas y Palcos, el Consejo establece: "Con independencia de la atracción que pueda tener para el público en general, el desfile de las cofradías no tendrá, en ningún caso, la consideración de espectáculo público, por cuanto que no se organiza con dicha finalidad, sino con el único y exclusivo propósito de realizar Estación de Penitencia a la Santa Iglesia Catedral, manifestación esencialmente religiosa". Dicho queda. Aquello del gentío viendo pasar las procesiones tiene su sentido, pero no en la zona noble, en la llamada "Carrera Oficial", allí donde el Consejo ubica y reparte sus sillas y sus palcos –espacios en las mejores zonas compuestos por seis sillas–, les pone precio y cobra a los abonados, financiando con el dinero obtenido a hermandes y cofradías gracias a este uso privativo del espacio público. Añade el reglamento antes citado, para que no queden dudas: "El interés a preservar prioritariamente habrá de ser el de las cofradías en el ejercicio de este acto de culto externo".

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