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Veinte años de lucha contra el calor: por qué es hora de reforzar ya el plan que nos protege de un clima extremo

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Verano del año 2003. El mapa europeo se tiñe de rojo. Sobre todo en Portugal, Francia y España. Las temperaturas rebasan los 40 grados e incluso superan los 46 en Córdoba. La entonces ministra de Sanidad, la conservadora Ana Pastor, lamenta la muerte de 141 personas por golpes de calor, una cifra que no pasa desapercibida. En Francia, en el mismo periodo, se notificaron casi 15.000. ¿Cómo podía haber tanta diferencia, si las temperaturas eran similares? El Instituto Nacional de Estadística (INE) vino a responder: porque hubo un error. La realidad es que las altas temperaturas registradas entonces dejaron cerca de 13.000 muertes a su paso. Tan sólo un año más tarde se puso en marcha el Plan nacional de actuaciones preventivas por altas temperaturas. Y nunca han vuelto a registrarse cifras tan altas. Pero aun así, y durante los últimos años, las cifras tampoco han sido buenas. 

Este martes era un hombre de 76 años. Vivía en Usera, uno de los distritos más pobres de la ciudad de Madrid. Hacía menos de 24 horas desde que otro varón, este de 44 años, fallecía mientras daba un paseo por el parque de la Cuña Verde, en La Latina. A ambos les había dado un golpe de calor similar al que este miércoles acabó con la vida de otra persona de 36 años en Dos Hermanas, Sevilla. Antes hubo muchos más. 

El Sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III realiza un seguimiento diario del exceso de muertes en nuestro país y, a partir de ella, hace una estimación de cuántas pueden atribuirse a los excesos de temperatura. Los últimos datos son tajantes. Sólo en lo que llevamos de agosto el organismo ha estimado 900 personas fallecidas. En julio, 765. Desde el 1 de junio, casi 1.600. Los datos no son cerrados, pero sí dibujan una realidad que se repite incesantemente cada verano: en el de 2023 —entre junio y septiembre— fallecieron más de 3.000 personas; en el de 2022, más de 4.700. Hace ya dos décadas desde que se puso en marcha aquel Plan que venía a corregir los errores del trágico 2003, ¿ha funcionado?

Más mayores, con más patologías (y más adaptados)

El ex director general de Sanidad José Martínez Olmos, actualmente profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública, no duda al responder: de no haberse puesto en marcha la herramienta, la situación ahora sería completamente diferente. "Si no fuera por el Plan de 2004, ahora tendríamos una cifras muchísimo peores", valora desde el otro lado del teléfono. Basa su argumento en dos razones fundamentales: las temperaturas, desde entonces, no han hecho si no aumentar; y la población, por su parte, cada vez está más envejecida y, por tanto, con más patologías —que empeoran, siempre, por las altas temperaturas. Es decir: lo previsible es que hubiera más defunciones por golpes de calor. ¿Y ha sido realmente así?

Miremos las cifras. Es el propio Ministerio de Sanidad el que cada año, tras el final del verano, realiza un balance de cómo ha funcionado el Plan contra el calor. En el último es claro: los dos veranos más cálidos desde 1961 continúan siendo, por este orden, los de 2022 y 2003, pero el del año pasado se situó justo por detrás. 2024 podría, no obstante, arrebatarle el bronce.

El mismo documento afirmó también lo siguiente: "En el verano de 2023 se han identificado 3.009 defunciones atribuibles al exceso de temperatura a nivel nacional", una cifra que lo convirtió también en el tercer verano con mayor cifra de excesos en la serie 2015-2023. En este caso, los dos primeros puestos se invierten: en primer lugar está 2003, con casi 13.000 muertes, y en segundo 2022, con 4.732 entre junio y septiembre, según los datos de MoMo.

¿Por qué pasa esto? ¿Tiene lógica que en 2003 hubiera muchos más fallecidos por calor si las temperaturas en 2022 fueron más elevadas? Según un estudio publicado este lunes en la revista Nature Medicine, sí. Y la razón está en que la población se está adaptando al calor rápidamente a medida que el cambio climático azota el continente.

Pero no sólo es eso. Aquí Martínez Olmos resalta de nuevo el Plan de 2004. "Si comparamos la población de ahora con la de hace 20 años, ahora somos más mayores y tenemos más pacientes crónicos. Que no haya cifras como las de 2003 es señal de que hemos mejorado", señala. En concreto, y según se extrae de los datos del INE, en enero de 2023 los mayores de 65 años suponían el 20,6% del total de la población, un porcentaje que en 2003 se situaba en el 17,2%, más de tres puntos por debajo.

El argumento del experto es compartido además por el epidemiólogo y exdirector de Acción Sanitaria en situaciones de crisis de la OMS Daniel López Acuña. "El Plan fue la reacción española a la gran canícula que sufrimos en 2003. Ha funcionado, pero hay que tener en cuenta de todos modos que las cosas no son estáticas", advierte.

Repensar, actualizar y renaturalizar

¿A qué se refiere? El periodo comprendido entre 2015 y 2022 ha sido el más caluroso de la historia. En esos siete años, la temperatura global se incrementó concretamente en 1,15ºC, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Se prevé, no obstante, que esos niveles se superen en los próximos años. Hay de hecho un 80% de probabilidades de que de aquí a 2028 se supere el umbral de 1,5ºC marcado por el Acuerdo de París, según el mismo organismo internacional.

Dicho de otro modo: cada vez hace y hará más calor, así que es lógico pensar que las muertes por golpes de calor serán, también, cada vez más frecuentes. "Golpes de calor ha habido siempre, pero ahora se notifican más y hay más. Si suben las temperaturas, las muertes por calor también lo hacen", asegura María José Campillo, delegada del sindicato CESM y médica de familia en Murcia.

"La tendencia a tener cada vez temperaturas más elevadas como resultado del cambio climático está directamente relacionada con un incremento en el número de defunciones por calor. Y esto no sólo en España, sino en todo el mundo", completa López Acuña. También hay datos de ello: entre 1990 y 2019 las olas de calor provocaron un aumento de 236 muertes por cada diez millones de habitantes en cada estación cálida del año, según un estudio publicado en PLOS Medicine.

Por eso, según el experto, "lo mejor que podemos hacer es concienciarnos de que esto irá in crescendo, para poder actuar en consecuencia". A juicio de Martínez Olmos es necesario ir actualizando y mejorando el Plan firmado en 2004. "Hay que evaluar y seguir preparándose", concreta. Este año por ejemplo el Ministerio de Sanidad introdujo la Zona Meteoalerta utilizada por la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) como nivel territorial para los avisos de calor extremo. En resumen: las alertas por calor ya no se limitan a 52 zonas, sino que se pueden activar en 182, y de forma mucho más precisa. Por ejemplo, más de 25,5 grados en A Mariña lucense ya es muy elevado, mientras que en la zona ourensana del Miño no hay peligro hasta que se superan los 37,5. La situación se actualiza de manera diaria, como informan desde el Ministerio de Sanidad.

López Acuña en cualquier caso reclama más. Y en este sentido pide más campañas. Más sensibilización. Raquel Ocaña, que es médica en el consultorio de Campohermoso de Humanes, en Madrid, también cree que eso es lo que funciona. "Este año estoy viendo golpes de calor, pero no creo que más que otros años, porque las recomendaciones funcionan. Si llegaran a todo el mundo, de hecho, todavía serían más efectivas", cuenta a infoLibre.

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Subraya sus palabras María de Prado, médica de urgencias en un hospital de Córdoba. "No deberíamos acostumbrarnos a que haya muertes por calor, lo que deberíamos hacer es evitarlas, y eso sólo se hace con hidratación, protegiéndonos y, sobre todo, cuidando a los más mayores y vulnerables", señala.

En ellos también sitúa el foco López Acuña, que insiste por ejemplo en la necesidad de que aclimatar las residencias de la tercera edad. Y, sobre todo, de renaturalizar las ciudades. Desde ya y a largo plazo. "El exceso de asfalto incrementa las temperaturas ambientales, por lo que hay que apostar por espacios verdes, conectando la salud ambiental y la humana", resalta.

Greenpeace, que instaló cámaras termográficas en distintos puntos de Madrid hace algunas semanas, llegó a registrar hasta 63,5ºC en la Plaza Mayor, 54,8ºC en la Puerta del Sol o 65ºC en Callao, unos valores muy superiores a los del Paseo del Prado, una zona plagada de árboles y fuentes: las temperaturas, ahí, se situaron en torno a los 27ºC. "Las medidas que hemos tomado hasta ahora han impedido que haya más mortalidad, pero eso no quiere decir que siga funcionando. No lancemos campanas al vuelo. El riesgo se incrementará y las medidas se tienen que intensificar", sentencia López Acuña.

Verano del año 2003. El mapa europeo se tiñe de rojo. Sobre todo en Portugal, Francia y España. Las temperaturas rebasan los 40 grados e incluso superan los 46 en Córdoba. La entonces ministra de Sanidad, la conservadora Ana Pastor, lamenta la muerte de 141 personas por golpes de calor, una cifra que no pasa desapercibida. En Francia, en el mismo periodo, se notificaron casi 15.000. ¿Cómo podía haber tanta diferencia, si las temperaturas eran similares? El Instituto Nacional de Estadística (INE) vino a responder: porque hubo un error. La realidad es que las altas temperaturas registradas entonces dejaron cerca de 13.000 muertes a su paso. Tan sólo un año más tarde se puso en marcha el Plan nacional de actuaciones preventivas por altas temperaturas. Y nunca han vuelto a registrarse cifras tan altas. Pero aun así, y durante los últimos años, las cifras tampoco han sido buenas. 

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