Distinguir medios de seudomedios es posible: el Gobierno busca el modo sin limitar la libertad de prensa

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¿Se pueden distinguir los medios, las organizaciones de noticias que hacen su trabajo de acuerdo a normas profesionales, cumpliendo estándares conocidos y respetando la buena praxis, de los seudomedios, aquellos que asumen la apariencia de los primeros, pero que no cumplen ningún código conocido ni sirven al derecho a la información de los ciudadanos?

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, planteó el debate hace poco más de un mes, cuando la desinformación que intenta cuestionar las actividades profesional de su esposa, Begoña Gómez, escaló a denuncia judicial. Su plan es abrir conversaciones y encarar este asunto el próximo otoño sin que afecte, asegura, a la libertad de prensa.

Pero la distinción entre medios y seudomedios no es nueva: hace años que la literatura académica intenta describir el comportamiento de los segundo y establecer criterios claros que permitan distinguirlos de los segundos. Dolors Palau, profesora de Periodismo en la Universitat de València, es una autoridad en la materia. Algunos de los trabajos más relevantes sobre esta cuestión publicados en los últimos años llevan su firma. Ella cree que sí es posible distinguir entre medios y seudomedios, no sólo desde la academia, sino también desde el punto de vista de los colegios de periodistas y las asociaciones de la prensa.

“Los propios profesionales tenemos unos estándares, sabemos diferenciar y sabemos distinguir qué es y qué no es periodismo”, aunque en el contexto actual, en el que conviven “muchas fuentes de contenidos informativos y no informativos, esto es cada vez más difícil”, admite.

Líneas básicas

Para hacer esa distinción hay que remitirse, explica Palau, a “las líneas básicas que hemos aprendido”. Cuando hablamos de medios, nos referimos a los que ofrecen “información que se trabaja, que viene de fuentes que, excepto en aquellos casos que está justificado, aparecen identificadas. Información sobre temas que son de interés público”. “Cuando se hace un periodismo de investigación, no se hace un periodismo de investigación selectivo, es decir, focalizando solo en unos determinados sectores, ámbitos, sectores políticos o sociales. Se hace de una forma que responda a ese interés público”.

En segundo lugar, hay que fijarse en quién está detrás de los medios. Si “detrás están una, dos personas, copiando” contenidos ajenos o hay una estructura “totalmente ficticia”, estaremos hablando de seudomedios que “lo que hacen es vampirizar contenidos” ajenos o “extraerlos de redes sociales o de otras webs que están en su ámbito ideológico, sea de España o sea también en algunos casos internacionales”

Estos elementos, prosigue la coautora de Injecting disinformation into public space: pseudo-media and reality-altering narratives, “ya nos están dando una base”. Si están “saltándose las más básicas normas deontológicas periodísticas, como no mezclar información con opinión y también, digamos, no envolver o no presentar esos contenidos bajo una óptica puramente ideológica, sin contrastes y sin otros puntos de vista”, es muy probable que estemos ante lo que llamamos seudomedios: organizaciones que tratan de hacerse pasar por medios.

Es una categoría en la que entra no sólo la crítica al Gobierno o a los partidos que forman parte de él, sino que defienden políticas contrarias a las personas LGTBI o discuten los derechos humanos, como ocurre a menudo en materia de migraciones. Pero la clave, subraya Palau, es “ir a la esencia”, a lo que entendemos por verdadero “trabajo periodístico”.

En busca de un estándar

El problema se agudiza, señala la profesora de la Universitat de València, porque los medios en general viven “un momento de baja credibilidad, de baja confianza” ciudadana. Eso facilita “que se puedan cuestionar estos contenidos que son legítimos y que se puedan confundir con mucha más facilidad por otros tipos de contenidos” que no lo son.

¿Sería posible establecer un estándar que facilite distinguir medios de seudomedios, no solo a los académicos, sino también a los ciudadanos, a las administraciones que deciden el destino de la publicidad institucional e incluso a las plataformas online que en estos momentos son el principal intermediario entre el público y la información?

“Es bastante complicado”, señala. “Lo que no puede es hacerse sin contar con la propia profesión”. Esto “siempre ha sido muy complejo ”, pero “creo que en este momento hay al menos una urgencia y una necesidad que al menos hace necesario sentarse a hablar”.

Hay claramente unos criterios que se podrían establecer en torno a qué es un buen trabajo periodístico, quién hace un periodismo de calidad

Ella sí cree “que hay claramente unos criterios que se podrían establecer“ en torno a “qué es un buen trabajo periodístico, quién hace un periodismo de calidad. Un periodismo de calidad necesita tiempo, necesita inversión, necesita profesionales que estén preparados y que tengan los recursos y el tiempo para poder hacerlo”. Es algo que, en su opinión, sí es posible establecer al menos a la hora de decir “a quién se le dedica publicidad o quién está reconocido para obtener ayudas públicas”.

“Estoy segura de que las empresas lo pueden hacer, porque tienen perfectamente todos los datos para demostrar que este dinero que se recibe está al servicio de elaborar una información y también con unas estructuras” que se corresponden con las de “una verdadera organización profesional”. No es los mismo, insiste, quien tiene a “dos personas a las que obliga a escribir 20 noticias que sigan una estructura clickbait” que quienes las ponen “a hacer contenidos que sean de relevancia social y con unas condiciones que estén alejadas de esa precariedad en la que muchas veces se trabaja”. 

“Yo creo que, por ejemplo, todos estos aspectos de producción, de presentación de contenidos, es decir, cómo se elaboran, cómo se presentan”, cómo se organizan en torno a una “voluntad de polarización”, permiten caracterizar perfectamente a los seudomedios. Se ve claramente, explica, en el uso de “elementos expresivos” y “la “utilización de un lenguaje muy bélico para promover el enfrentamiento o al menos reflejar que todo es un gran enfrentamiento” en vez de presentar los temas y los enfoques desde un punto de vista más matizado y menos polarizado.

Evitar la “batalla campal”

Hace falta, resume Dolors Palau, una puesta en común de la academia y de los representantes profesionales de los periodistas para “establecer cuáles son estas categorías. Sin entrar en los debates ideológicos, porque obviamente las líneas editoriales existen, han existido y van a existir”. Si “el debate empieza por una batalla campal, ya no va a ir a ninguna parte”.

Los esfuerzos por estandarizar en qué consiste el trabajo periodístico, algo imprescindible para distinguir entre medios y seudomedios, son cada vez más numerosos. El profesor de la Complutense Rafael Díaz Arias, por ejemplo, se ha distinguido en el esfuerzo es una referencia en ese empeño en materia de contenidos audiovisuales a través del Observatorio de la Calidad de la Información en Televisión (OCITV). 

Los ciudadanos, en cualquier caso, sí parecen saber distinguir. Según el último informe del Reuters Institute, nada influye más en la decisión acerca de “en qué medios confiar que la transparencia” y “los altos estándares” profesionales.

Los trabajos de la UE

La Unión Europea lleva trabajando y debatiendo sobre esta cuestión desde hace años. La mejor versión de ese esfuerzo es el Código (reforzado) de Buenas Prácticas de la UE en materia de Desinformación de 2022. Se trata de un documento que establece 44 compromisos y 128 medidas para combatir la desinformación, entre ellas, destaca la “demonetización” de contenido engañoso, garantizando que los proveedores de desinformación no se beneficien de ingresos publicitarios. 

El Código promueve la transparencia en la publicidad política, asegurando un etiquetado claro y bibliotecas de anuncios accesibles, aborda la integridad de los servicios, combatiendo el uso de cuentas falsas y otras tácticas de manipulación, y enfatiza la capacitación de usuarios y la investigación, facilitando acceso a datos y apoyando la verificación de hechos. En sus contenidos es fácil de reconocer los cimiento del Reglamento Europeo de Libertad de Medios aprobado este año y que el Gobierno ha tomado como punto de partida de su plan de regeneración democrática.

En España la iniciativa más reciente vio la luz esta semana de la mano de la Comisión de Arbitraje, Quejas y Deontología del Periodismo, que ha hecho suyo un dictamen del profesor Ángel Arrese, profesor de Marketing y Empresas de Comunicación de la Universidad de Navarra, que trata de “aclarar la naturaleza de los medios periodísticos”.

La FAPE mueve ficha

Según este documento, que expresa la posición de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) y ha sido presentado como “la base de un debate público que será convocado en septiembre, en el que participen todos los afectados e interesados en el desarrollo del periodismo profesional”, “un medio periodístico informativo es una marca de contenidos informativos de actualidad, elaborados por una redacción profesional, bajo la responsabilidad editorial de un director, que trabaja siguiendo los procesos, principios y estándares de actuación y códigos éticos periodísticos generalmente aceptados”.

En segundo lugar, señala el dictamen, un medio periodístico informativo divulga contenidos difundidos “con regularidad ”y dirigidos a un público amplio y gestionados por “una organización con personalidad jurídica, con propósito periodístico y titularidad y principales intereses económicos transparentes” y conocidos públicamente.

Por último, según este documento “un medio periodístico informativo es una organización que cuenta con mecanismos para salvaguardar la independencia editorial y que se acoge a la legislación nacional e internacional que le correspondan en materia de derecho a la información, libertad de expresión y otras normativas de salvaguarda de la actividad de los medios. En resumen, una organización que recopila ordena, jerarquiza y difunde información de interés público”.

En esta cuestión, sustancial a hora de distinguir medios de seudomediios, entraba el proyecto de ley del Secreto Profesional, que el Gobierno envió a la Cámara Baja el año pasado, pero que acabó decayendo con la convocatoria anticipada de elecciones. Aquella iniciativa trataba de establecer qué es un periodista (“Se entiende por ‘periodista’ a los y las profesionales que se dedican a comunicar información veraz a la ciudadanía por cualquier medio de comunicación, cuya principal misión sea hacer realidad el derecho a la información que tiene la sociedad”) y qué “se entiende por ‘medio de comunicación’: todos aquellos canales (prensa, radio, televisión, digital) que difunden informaciones verdaderas y están sustentados en una sociedad editora o persona física propietaria (pública o privada) comprometida con las buenas prácticas y códigos deontológicos que rigen el periodismo”.

Son, en todo caso, enunciados poco concretos en lo que se refiere a la buena praxis, que es el punto esencial, según la profesora Dolors Palau. Todo lo contrario de lo que propone el experto en redes sociales Marcelino Madrigal, que en mayo compartió a través de X una propuesta para “diferenciar un medio de un seudomedio en el entorno digital” estableciendo ocho “características objetivas que permitan la calificación de estas webs”. Son elementos muy concretos a los que, explica, se puede dar un peso determinado en una puntuación global para decidir quién se acerca más a un medio o a un seudomedio.

Serán medios (y no seudomedios) quienes, en opinión de Madrigal, sean transparentes sobre sus propietarios (sea un grupo de empresas, o una persona) de una forma clara, incluyendo CIF, sede y dirección; quienes “recopilan y presentan información de manera responsable (priorizando fuentes directas, contrastables y comprobables con imparcialidad y precisión esencial y quienes no publican repetidamente “contenido falso o engañoso”, manteniendo una “integridad informativa”. 

Entrarán en esta categoría también quienes diferencian “claramente lo que es una información y lo que es opinión” y eviten “titulares engañosos”, porque la “honestidad” y la “precisión son cruciales”, así como evitar el sensacionalismo. También quienes etiqueten claramente la publicidad y proporcionen los nombres de los autores del contenido, “con información de contacto o biográfica”, porque “credibilidad y autoridad son fundamentales”. Y también, por supuesto, quienes tengan “prácticas efectivas para corregir errores rápidamente” porque así se refuerza “la confianza”.

Loreto Corredoira, profesora de Derecho de la Información de la Complutense, aseguró en un artículo reciente publicado por el diario El Confidencial que “el análisis periodístico” permite “clasificar los medios en tres categorías: medios profesionales (sea su origen digital o no) o, simplemente, medios; seudomedios y panfletos”. Los medios, explica, cumplen mayoritariamente con “criterios de verificación, separación de información y opinión, actualización diaria, autoría conocida y dirección editorial responsable”. Los seudomedios, en cambio, “carecen de estas cualificaciones o calidad”. Y “los panfletos son escritos o piezas de carácter agresivo y controvertido, como lo eran las cuartillas que las avionetas tiraban sobre las ciudades para buscar un posicionamiento en los destinatarios“.

Criterios

Para categorizar medios, seudomedios y panfletos (de estos dos últimos afirma que en España hay 47 y 15, respectivamente, operativos desde 2020), “los criterios de análisis incluyeron la monitorización de varios meses de los sitios o portales y canales de vídeo, la verificación de información, la comprobación de la autoría de las noticias, así como la actualización de la información y la identificación del editor o director”.

Entre los contenidos y narrativas de desinformación en seudomedios y panfletos, explica Corredoira, destacan “la presencia de rumores, bulos intencionados, campañas falsas y propaganda maliciosa, también atendiendo a la tipología de los llamados FIMI —siglas en inglés para Manipulaciones e Interferencias de Información Extranjera—”.

No obstante, la profesora de la UCM alerta sobre las “respuestas regulatorias precipitadas”, porque seudomedios y panfletos también tienen “libertad de expresión”, aunque “no les protegen los principios de veracidad y el interés público que han destacado siempre los tribunales (…). La falsedad (en sus distintas facetas), al igual que la mentira o el error culpable, puede considerarse parte del derecho a la libertad ideológica y no se puede prohibir”.

Hay ideas que a mí me parecen un poco locas, porque proponen medir la objetividad. Eso me parece un terreno muy espinoso que trataría de evitar en este debate

El profesor de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid Miguel Álvarez Peralta recuerda que la distinción entre medios y seudomerdios ha dado pie a un “enorme debate en lo académico”, que está muy lejos de ser resuelto. “Hay muchas propuestas sólidas”, pero “no hay una que sea el referente”. Algunas ponen el foco en la contratación de las personas, el tipo de redacción. Otras se refieren a los “estándares organizativos en esa redacción”, en particular si existe un estatuto, si hay un código deontológico, si existe un consejo de redacción, la proporción de becarios, el pluralismo, la frecuencia con la que recogen diferentes voces en una información, la diversidad de columnistas….

“Hay ideas que a mí me parecen un poco locas”, advierte, porque se propone medir “la objetividad”. “Eso me parece un terreno muy espinoso que trataría de evitar en este debate”, porque está muy cerca “del Ministerio de la Verdad”. Hay observatorios de medios que lo han intentado, en otros países también, pero “es delicadísimo. porque ¿quién los elige a esos tribunales? ¿Con qué criterios operan?”, se pregunta. Es verdad que “hay criterios periodísticos”, reconoce, “pero yo trataría de atenerme a cosas más estructurales, prácticas periodísticas, pluralismo”.

Por ejemplo, elementos como haber sido condenado por mentir y si realmente y con qué honestidad se ha respetado el derecho de réplica o de rectificación, si se citan fuentes, su calidad o los esfuerzos para contrastar versiones. “Este tipo de cosas son medibles y son bastante objetivables”.

Precedentes

Peralta recuerda precedentes a la hora de condicionar la publicidad institucional que, de algún modo, abren el camino para una regulación más ambiciosa. Cita la Ley 38/2003 de Subvenciones que establece que, para recibir ayudas, los medios deben cumplir con ciertos requisitos de transparencia y rendición de cuentas. O el Pacto del Botànic, en la Comunitat Valenciana, que prohibió la concesión de publicidad institucional a los medios que publicasen anuncios de prostitución. ¿Por qué no ampliarlos a los que hayan sido condenados por mentir? ¿O a los que no se sometan a un código deontológico o no publiquen quiénes son sus dueños?, se pregunta.

Miguel del Fresno, profesor de la UNED y autor del trabajo Desórdenes informativos: sobreexpuestos e infrainformados en la era de la posverdad, tiende “a pensar que sí, que hay una diferencia entre los medios profesionales“ y los seudomedios que “básicamente” es que los primeros “se siguen atendiendo a las verdades fácticas”. En cambio, los seudomedios, y hay muchos que pasan por parecer medios profesionales o prensa, lo único que quieren es sesgar los hechos para que encajen en su imagen del mundo”, sea de izquierdas o de derechas. 

Lo que los seudomedios rompen es que con ellos los hechos fácticos empiezan a ser secundarios y dan prioridad a desinformar con una determinada intención y búsqueda de un beneficio

Lo que los seudomedios “rompen” es que con ellos “los hechos fácticos empiezan a ser secundarios” y dan prioridad a “desinformar con una interdeterminada intención y búsqueda de un beneficio”. Y pone un ejemplo: “Hay muchísimos seudomedios y seudocanales en YouTube que pasan por ser canales de información o de opinión cuando son simplemente bazofia pura y dura”.

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El fenomeno se ha disparado en YouTube, dice, porque “en realidad los primeros que están desinteresados en la desinformación, son las grandes plataformas: hacen dinero de eso. No hay mayor nihilista hoy en día que Google o Meta”.

Lo que no cree Del Fresno es que sea posible hacer una distinción que permita discriminar a unos de otros a la hora de acceder a la publicidad institucional o difundir sus contenidos en las plataformas. “No lo creo, porque al final alguien tiene que decidir. No existe un juez neutral universal. Al final nadie piensa de forma autónoma; siempre se piensa dentro de un grupo de referencia”. “No sé quién va a decidir qué es desinformación o no”.

El problema, en su opinión, es que los medios aún no han encontrado un modelo de negocio compatible con Internet. “La crisis de los medios tiene mucho que ver con la crisis de la información” porque “Internet está muy bien diseñada precisamente para que el negocio sea la desinformación“. 

¿Se pueden distinguir los medios, las organizaciones de noticias que hacen su trabajo de acuerdo a normas profesionales, cumpliendo estándares conocidos y respetando la buena praxis, de los seudomedios, aquellos que asumen la apariencia de los primeros, pero que no cumplen ningún código conocido ni sirven al derecho a la información de los ciudadanos?

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