Alfonso Rueda es el candidato, pero el peso de la campaña electoral del PP en Galicia se lo ha echado Alberto Núñez Feijóo sobre los hombros. Una estrategia en línea con la decisión de poner la política nacional en el centro y evitar a toda costa hablar sobre Galicia. Y que viene a confirmar lo que es un secreto a voces: el 18 de febrero se juega tanto o más que si él mismo fuera el aspirante a la Presidencia de la Xunta.
A esa tarea, a hablar de política nacional para no tener que rendir cuentas de lo hecho, primero como vicepresidente y después como presidente, se ha apuntado el candidato oficial. Un día dice que hay que evitar que “el descontrol y barullo de España” lleguen a Galicia y pide el voto no para gobernar, sino para castigar a quienes buscan “dar en las narices” a Feijóo. “El Gobierno central quiere poner aquí una sucursal, por si acaso, por lo que pueda pasar. Para decir que le dio en las narices a Feijóo, que por fin nos dobló el pulso, para todo menos para trabajar por Galicia”, acusó.
Otro día se centra en la supuesta necesidad de impedir que en Galicia se repitan “los chantajes” y el “ruido” que hay actualmente en España, donde “unos pocos tienen hipotecados a los demás”.
“Lo que está pasando en España no quiero que pase en Galicia y que el resultado de las autonómicas pueda llevar a eso, por eso yo quiero esa mayoría”, explicó esta semana en un acto electoral en Ourense, en alusión a las negociaciones de la ley de amnistía.
La teoría del agravio es uno de los ejes de la campaña conservadora. Rueda dice que los independentistas catalanes “tienen hipotecados a los demás” y que la dependencia del Gobierno de sus votos “afecta muchísimo” a Galicia. Y, en la misma línea, Feijóo inicia su campaña compareciendo frente a un tramo de la autovía del Noroeste para acusar al Gobierno de abandono y asegurar que si fuese en Madrid o en Cataluña eso no ocurriría.
Debilidad
Rueda, consciente de su debilidad, se muestra cómodo con el protagonismo de su mentor e incluso con la contribución a la campaña de Mariano Rajoy, a pesar de las informaciones que en los últimos días apuntan a su responsabilidad en la utilización ilegal de operativos del Estado para perjudicar a los partidos independentistas.
La paradoja es que el candidato hable de “campaña sucia”, cuando fue él quien encabezó y jugó un papel protagonista en 2009 en la guerra sucia contra el entonces presidente socialista, Emilio Pérez Touriño, y el vicepresidente nacionalista Anxo Quintana. Y quien participó en manifestaciones vinculadas a la ultraderecha en las que denunciaba la supuesta imposición del gallego en las aulas.
Ahora, en cambio, se presenta como la víctima. Los rivales del PP “van a ir” a por ellos, anticipó en un acto en Lugo, incluso “con malas artes”. “Dirán que estamos pendientes de otras cosas. Quieren que nos callemos frente a todo lo que está pasando en Madrid, que miremos para otro lado. El PSOE va a decir amén a todo lo que haga Pedro Sánchez y el BNG no va a ser menos, porque también tiene que decir amén”, acusó para justificar que su discurso se haya poblado de referencias nacionales.
Nada más lejos de las intenciones de Rueda, al servicio de la estrategia de Feijóo, que distraerse del debate sobre la amnistía, de Cataluña e incluso de Bildu, a los que trata de relacionar con el BNG siempre que tiene oportunidad.
“Me presento a las elecciones por muchas cosas, pero la primera es que yo no quiero que pase en Galicia lo que está pasando en el Gobierno de España. Simplemente por eso, merecía la pena presentarse a las elecciones y ganarlas”, razonó. “Somos el rival a batir, van a ir a por nosotros”.
200 autobuses
Rueda, Feijóo y Rajoy coincidirán este sábado en la Plaza de Toros de Pontevedra, un foro al que el PP atribuye virtudes casi mágicas cada vez que se convocan elecciones en Galicia, aunque el milagro de la afluencia tenga más que ver con la movilización masiva de autobuses: más de 200 se desplazarán a la capital del Lérez para llenar las gradas con un número estimado de 10.000 seguidores.
En la estrategia de trasladar a Galicia la polarización con la que el PP trata de construir su alternativa en España, Feijóo no parece dispuesto a pararse en matices. Esta misma semana acusó al Gobierno de Pedro Sánchez de extender la forma de hacer política del procés catalán al conjunto del país y advirtió de que el Bloque Nacionalista Galego (BNG) pretende trasladar la misma “fractura” a Galicia.
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“Hace mucha más falta que la política nacional se parezca a la política gallega que llevar a Galicia todo lo que no le hace ningún bien a ningún español, piense lo que piense o sienta lo que sienta”, advirtió el líder del PP.
En su segundo acto de campaña en Galicia, una comida mitin en la localidad lucense de Monforte, un ayuntamiento en el que el PSOE ha consolidado una sólida mayoría, Feijóo insistió en la misma idea que planea repetir durante toda la campaña: “El 18 de febrero elegimos entre el modelo de Sánchez o el modelo de Galicia”.
El día de las elecciones, aseguró, los gallegos tienen que decir al resto de España “que aquí sabemos perfectamente lo que queremos” y votar para que no haya un presidente de la Xunta “sometido a las minorías”. Y hacerlo contra la amnistía, para demostrar que no están “dispuestos a que haya ciudadanos en otros territorios que puedan delinquir y no se les aplique la ley”.
Alfonso Rueda es el candidato, pero el peso de la campaña electoral del PP en Galicia se lo ha echado Alberto Núñez Feijóo sobre los hombros. Una estrategia en línea con la decisión de poner la política nacional en el centro y evitar a toda costa hablar sobre Galicia. Y que viene a confirmar lo que es un secreto a voces: el 18 de febrero se juega tanto o más que si él mismo fuera el aspirante a la Presidencia de la Xunta.