El PP vasco seguirá en la irrelevancia en la política vasca. Su candidato, Javier de Andrés, y la dirección nacional del partido trataron de presentar el avance en escaños (de seis a siete) y en votos (del raquítico 6,77% de 2020 al paupérrimo 9,2 de este domingo) como el inicio de “una remontada” con el argumento de que han conseguido cambiar de tendencia después de 23 años consecutivos de retrocesos.
La lectura de Alberto Núñez Feijóo y de los suyos es que ha puesto fin a la caída libre en la que vivía el PP en Euskadi desde el techo electoral que cosecharon en 2001. Los 19 escaños de entonces se convirtieron en 15 en 2005, en 13 en 2009, en 10 en 2012, en 9 en 2016 y en 6 (cuatro propios y dos de Ciudadanos) en 2020. Ahora ha conseguido siete escaños, su segundo peor registro de toda la serie histórica en Euskadi.
El planteamiento de Génova pasaba por un triple objetivo: crecer en votos, aumentar escaños y ser decisivos. Los dos primeros los ha alcanzado, aunque haya sido por poco, pero el tercero, el más importante a juzgar por el discurso que Feijóo ha defendido en campaña, no.
Fiasco
Su equipo soñaba con movilizar a los votantes que consiguió en las generales de julio, un 27% más que en las generales de 2019, a sabiendas de que el voto dual hace imposibles las comparaciones. Y no lo ha conseguido. Los 96.366 vascos que este domingo eligieron la papeleta del PP son más que los que lo hicieron en 2020 (60.650), pero están lejos de los que apoyaron a Feijóo en las generales del año pasado (133.466).
Tampoco ha conseguido el PP acabar por primera vez con Vox en una contienda electoral. La extrema derecha ha logrado retener su único escaño por Araba mejorando muy levemente el porcentaje de votos de hace cuatro años hasta alcanzar un 2,03%.
Después de que en Galicia no lograran representación en el Parlamento gallego, en Génova confiaban en que se repitiera el mismo resultado y se quedaran con cero escaños, algo que llevaría a Vox a afrontar la campaña catalana en una situación de debilidad. Sin embargo, ese escenario no se ha producido.
Esperanza frustrada
Génova esperaba sacar tajada del desgaste del PNV y del PSOE para hacer valer sus escaños en una hipotética mayoría alternativa a EH Bildu. Pero, a pesar del retroceso de los nacionalistas vascos, el incremento de diputados del PSE ha permitido dar continuidad a la coalición y ha hecho inútil el incremento de un parlamentario del PP.
Con el 99,74% del voto escrutado, la candidatura del PP vasco que ha encabezado Javier de Andrés —exdelegado del Gobierno en el País Vasco y exdiputado general de Álava— ha conseguido siete escaños y 96.630 votos (9,21%). En julio de 2020, la coalición formada por PP y Ciudadanos cosechó 6 escaños y 60.550 votos (6,77%).
Son unos 35.000 votos más que hace cuatro años, pero están muy lejos de las 133.000 papeletas que el propio Feijóo obtuvo en las elecciones generales del 23 de julio del año pasado y que ahora aspiraba a movilizar.
El PSOE, mejora
El PP no solamente no ha conseguido ser relevante, sino que tampoco ha sumado los dos escaños que esperaba. Y, sobre todo, no ha conseguido evitar que el PSOE haya avanzado e incluso haya sumados dos escaños más a su cuenta particular.
La subida de los socialistas es una de las peores noticias para la dirección nacional del PP, después de meses de dura oposición a Pedro Sánchez, a quien acusan del “blanqueamiento” de Bildu y reprochan la ley de amnistía.
Feijóo pasará página lo antes posible para distanciarse del fiasco cosechado en Euskadi. Este mismo lunes presidirá una reunión del comité de dirección para analizar los resultados electorales de forma pormenorizada. Y concentrarse, desde ya, en la campaña catalana.
El líder del PP ha acabado realizando seis visitas al País Vasco en los 15 días de campaña oficiales, muy por debajo de su compromiso con las elecciones gallegas de febrero o las andaluzas de 2022.
El PP vasco seguirá en la irrelevancia en la política vasca. Su candidato, Javier de Andrés, y la dirección nacional del partido trataron de presentar el avance en escaños (de seis a siete) y en votos (del raquítico 6,77% de 2020 al paupérrimo 9,2 de este domingo) como el inicio de “una remontada” con el argumento de que han conseguido cambiar de tendencia después de 23 años consecutivos de retrocesos.