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El Gobierno tuvo atados los votos del PNV para la reforma laboral pero ERC frustró la vía alternativa a Cs

Aitor Esteban saluda a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, durante el pleno del Congreso de los Diputados.

Jueves por la mañana. A solo unas horas de la votación en el Congreso de la reforma laboral, una de las más importantes y ajustadas de la legislatura, el presidente del Gobierno levanta el teléfono. Llama a Andoni Ortuzar, presidente del PNV. Hasta altas horas de la madrugada los equipos negociadores del PSOE, del Ministerio de Trabajo y de los nacionalistas vascos han estado intercambiando documentos. Las posturas están tan cercanas que todas las partes entienden que se puede contar con el apoyo del PNV si se acaba concretando lo que llega incluso a apalabrarse: un compromiso por escrito para reformar el Estatuto de los Trabajadores y especificar que todos los convenios autonómicos prevalecen sobre los estatales si benefician a las condiciones de los trabajadores. 

Pocos minutos después de que lo hiciera Sánchez, Yolanda Díaz también telefonea al líder del PNV. La noche antes había llamado al president de la Generalitat, Pere Aragonès. La vicepresidenta segunda se empeña en un último intento tras constatar durante la tarde del miércoles que las vías de interlocución con Gabriel Rufián están rotas. Pero Aragonès le confirma que ERC está fuera y que va a votar en contra de la reforma laboral. En realidad, fue la constatación de una certeza que se tenía desde hace varios días en el Ministerio de Trabajo y que fue confirmada el día antes de la votación con la voladura de puentes entre la propia Yolanda Díaz y Gabriel Rufián. 

Puentes rotos con ERC

Según ha podido confirmar infoLibre, la Vicepresidenta segunda del Gobierno envió una comunicación oficial al portavoz de ERC para citarle en la sede del ministerio a una reunión a las 19.30 del miércoles. Sobre la mesa, Yolanda Díaz puso un folio con cinco medidas para dar respuesta a algunas de las demandas planteadas por los republicanos durante la negociación. Pero Gabriel Rufián nunca llegó a aparecer en la sede del Ministerio de Trabajo. 

La versión de los republicanos es que el documento enviado por Yolanda Díaz no suponía novedad alguna y que, además, la parte socialista del Ejecutivo no les ofrecía garantías de que lo ofrecido por Trabajo pudiera materializarse en forma de compromisos del conjunto del Gobierno. Es decir, que el PSOE no validaba los movimientos del Ministerio de Trabajo. Algo que desmienten rotundamente desde la Vicepresidencia segunda, donde señalan que el último documento con cinco medidas al que no contestó ERC estaba acordado y validado por todo el Gobierno y contaba incluso con el visto bueno del presidente. 

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Sin contar con ERC, el acuerdo apalabrado con el PNV no servía para cuadrar las cuentas de la reforma laboral en el Congreso. La entrada de los nacionalistas vascos en la ecuación (seis diputados) suponía automáticamente la salida de Ciudadanos (nueve diputados). Sin los independentistas catalanes el Gobierno no podía culminar la vía alternativa a los de Arrimadas, algo que se confirmó en las respectivas llamadas telefónicas de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz en la mañana del jueves.  

En realidad, el Gobierno de coalición puso a pleno rendimiento toda la maquinaria negociadora a mediodía del miércoles. Tras una reunión en las dependencias del Congreso entre el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, y Yolanda Díaz, ambas partes se conjuraron para reactivar la vía de la mayoría de la investidura ante los temores que suscitaban las fórmulas que ofrecía la geometría variable. El propio presidente del Gobierno dio su visto bueno a que se focalizaran todos los esfuerzos en los habituales socios del Ejecutivo. Tras tener cerrados desde hace días los apoyos de Ciudadanos y del PdCAT, en Moncloa, en Ferraz y en el Ministerio de Trabajo inquietaba que el castillo de naipes levantado al margen de la mayoría progresista del hemiciclo dependiera exclusivamente del voto de los dos diputados de UPN.

Con una oposición férrea y con discursos a menudo idénticos a los del PP o Vox, los representantes de la marca de la derecha en Navarra se habían desmarcado públicamente de la postura oficial de su partido, asegurando “no compartir” el apoyo a la reforma laboral. A pesar de ello, también públicamente se comprometieron a cumplir “con las directrices” de la dirección de UPN. Según ha podido saber infoLibre, tanto Sergio Sayas como Carlos García Adanero confirmaron personalmente a la dirección del PSOE que se mantenían en el 'sí' poco antes de la hora de votar. Y mintieron, confirmando que los temores de la coalición sobre la lealtad de la derecha navarra estaban más que fundados y que, para el Gobierno, la geometría variable en el Congreso es poco menos que una quimera albur de carambolas. 

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