Guerra en Europa

'No a la guerra' casi 20 años después de Irak: pacifistas ortodoxos frente a partidarios de la legítima defensa

Protesta contra la guerra en Ucrania en las calles de Barcelona.

La batalla que libran los habitantes de Ucrania contra los invasores rusos ha abierto un intenso debate entre los partidarios de suministrar armas a los agredidos para defenderse de las tropas enviadas por Vladímir Putin y quienes se oponen a hacerlo porque, aseguran, sólo conseguirá alimentar una escalada militar que amenaza con derivar en una nueva guerra mundial. 

Los primeros, que afirman estar en contra de la guerra, pero invocan el derecho a la legítima defensa, son acusados por los segundos de haberse puesto al servicio de la OTAN. Los segundos, que rechazan el uso de armas para resolver los conflictos, son retratados por los primeros como buenistas o ingenuos, cuando no de quintacolumnistas de Putin.

Contra el envío de armas está Unidas Podemos y de forma destacada dos ministras del Gobierno de España: Ione Belarra e Irene Montero. Pero no sólo ellos. El general retirado José E. Ayala, que en la actualidad forma parte de la Fundación Alternativas, sostuvo esta semana en La Noche en 24 Horas (24 Horas) la misma tesis. Voces tan autorizadas como la del lingüística y ensayista Noam Chomsky sostienen la misma opinión: “Estados Unidos debe optar por la diplomacia de modo urgente” en lugar de la escalada militar, ya que esta última podría constituir una “sentencia de muerte para la especie, sin vencedores”, afirma 

A favor de enviar armas están los gobiernos de toda Europa, entre ellos el de España —con las salvedades ya citadas, pero incluyendo a la vicepresidenta Yolanda Díaz y los ministros Alberto Garzón y Joan Subirats— y la OTAN, además de Ucrania, que lleva una semana pidiendo auxilio militar y humanitario. Hace unos días, en un extenso artículo publicado por infoLibre, el periodista francés Edwy Plenel, presidente de Mediapart, socio editorial de este diario, defendió una respuesta “internacionalista”, no “una posición ilusoria de equilibrio con el pretexto del no alineamiento”. “Para que el pueblo ucraniano hoy, el pueblo ruso mañana, los demás pueblos de Europa Central y Oriental, puedan levantarse y decir lo que piensan y elegir libremente su destino, no hay otra urgencia que apoyar, defender y ayudar, incluso militarmente, a los que resisten a la agresión de este nuevo imperialismo ruso”, escribe Plenel.

La asociación Española de Profesores de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales (Aepdiri) terció en el debate con un comunicado en el que recordó que “la legítima defensa” es la única excepción a “la obligación de resolver las controversias por medios pacíficos” de acuerdo con las Carta de Naciones Unidas. 

infoLibre ha pedido opinión a cuatro expertos en la materia para tratar de añadir argumentos a un debate que, en muchos casos, ha derivado en una descalificación global de las posiciones contrarias. ¿Qué ha cambiado de Irak a Ucrania para que la izquierda se haya dividido en la respuesta a la guerra?

Santiago Alba Rico, filósofo, escritor y ensayista, cree que entre las movilizaciones de entonces y las de ahora “probablemente han cambiado” tanto el movimiento contra la guerra como la naturaleza del conflicto que se denunciaba entonces en comparación con el de ahora. “En 2003 España apoyaba al invasor y el movimiento contra la guerra —como hoy los manifestantes rusos— se oponía por tanto a la participación del propio gobierno en la agresión”. 

Hoy el movimiento contra la guerra comparte la posición con los que en otras ocasiones fueron agresores (EEUU, la UE, la OTAN) y eso genera mucho desconcierto en las filas de las izquierdas

Santiago Alba Rico — Filósofo, escritor y ensayista

Eso hacía “innecesario aclarar la consigna ‘no a la guerra’, pues incluía en sí misma una acusación a los que la habían emprendido de manera ilegal”. Hoy el movimiento contra la guerra“ comparte, en cambio, la posición con los que en otras ocasiones fueron agresores (EEUU, la UE, la OTAN) y eso genera “mucho desconcierto en las filas de las izquierdas”, asegura. 

Unos insisten en “la responsabilidad occidental y justifican a Putin, como dejándose llevar de una inercia histórica o de un reflejo pauloviano de otra época”. Otros apoyan “distintos grados de intervención” en Ucrania. “Creo que el movimiento contra la guerra está tan dividido como la propia izquierda (como se vio en Siria, por ejemplo) y esto debilita sus posibilidades de presión. No está preparado para un conflicto nuevo en el que el ‘enemigo’ no es ya su propio gobierno ni el imperialismo estadounidense”.

Javier de Lucas, catedrático de Filosofía del Derecho y miembro del Instituto de Derechos Humanos de la Universitat de València, cree que “por supuesto se trata de dos planteamientos que tienen muy poco que ver”. En el caso de Ucrania, afirma rotundo, “está clarísimo que aquí lo que ha habido es un acto de agresión de libro que es una violación de los principios del derecho internacional”. Y lo que la Unión Europea está pidiendo “es que reaccionemos a la agresión con medidas y contramedidas que no suponen responder con fuerza” sino replicar a un acto de agresión con actuaciones “que no excluyen la diplomacia”. 

Está clarísimo que aquí lo que ha habido es un acto de agresión de libro que es una violación de los principios del derecho internacional

Javier de Lucas — Catedrático de Filosofía del Derecho y miembro del Instituto de Derechos Humanos de la Universitat de València

De Lucas observa “dogmatismo” entre los que creen “que el ‘no a la guerra’ es un no absoluto” y rechazan ayudar a Ucrania a defenderse. Eso, en su opinión, es “una muy mala interpretación de los principios de derecho internacional de la Carta de Naciones Unidas” porque Ucrania es “un país objeto de un acto de agresión en el que se están además violando principios de derecho internacional humanitario y cometiendo crímenes de guerra. Cabría incluso pensar en crímenes contra la humanidad”. 

Cuando envías armas a un país invadido que se defiende, “lo que estás haciendo es ayudar a la legítima defensa”. Rechazarlo es un síntoma, en su opinión, de una “enfermedad infantil de la izquierda”.

La directora de CEIPAZ-Fundación Cultura de Paz, Manuela Mesa, también cree que la de Irak en su momento y la de Ucrania ahora “son dos situaciones completamente distintas. No son los mismos actores, ni las mismas lógicas. Oponerse a la guerra en Irak iba en contra de la posición del gobierno, que decidió participar en una guerra ilegal. En este caso oponerse a la invasión de Rusia en Ucrania significa defender el derecho internacional y trabajar por una desescalada de la situación. La legítima defensa está recogida en la Carta de Naciones Unidas”, recuerda.

Carlos Penedo, analista de Defensa y Seguridad, periodista y vicepresidente de IDAPS, defiende que en las últimas dos décadas “ha cambiado mucho todo, el escenario internacional, la naturaleza de los conflictos” y hasta “el armamento”. Y “probablemente también la sociedad española, de izquierdas y derechas, consciente más hoy de la importancia de la seguridad”. “Ha avanzado también el reconocimiento profesional a las Fuerzas Armadas” después de verlos “actuando en situaciones críticas recientes, como Filomena y el covid, además de las misiones internacionales de estabilización”.

En su opinión, lo que permanece en el tiempo entre Irak y Ucrania es “la posición mayoritaria antiviolencia de la sociedad española. Quizá el término ‘antimilitarista’ suene antiguo, pero antimilitarismo no significa estar en contra de lo militar, sino contra el predominio de lo militar en la política y sobre el Gobierno, de larga tradición en España hasta muy recientemente. Hoy no se declaran militaristas ni los propios militares”, sostiene.

Y “ha cambiado claramente”, añade, “la posición del Gobierno español ante un conflicto armado: en 2003 estaba en la coalición de apoyo a la invasión de Irak en una guerra inventada; hoy está en contra de otra invasión, la de Ucrania. Entonces el Gobierno español apoyaba al agresor y hoy a la víctima”.

También ha mudado la sociedad española, y especialmente la izquierda, afirma Penedo. “Se declara abiertamente europeísta en cuanto a seguridad. Una reciente encuesta de la Fundación Alternativas dejaba claro que confiamos en primer lugar en la Unión Europea para protegernos de las amenazas a nuestra seguridad, por encima de la OTAN e incluso de nuestras propias capacidades nacionales en solitario”.

La sociedad española se declara abiertamente europeísta en cuanto a seguridad. Confiamos en primer lugar en la UE para protegernos, por encima de la OTAN e incluso de nuestras propias capacidades nacionales

Carlos Penedo — Analista de Defensa y Seguridad, periodista y vicepresidente de IDAPS

Es es algo a lo que está contribuyendo de manera decisiva el conflicto en Ucrania: esta semana la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, decía en el Parlamento Europeo que la UE ha avanzado más en materia de seguridad y defensa común “en seis días que en las últimas dos décadas”, recuerda.

¿Tienen sentido, entonces, los discursos que apelan exclusivamente a la diplomacia y rechazan el envío de armas? Santiago Alba cree que sí. “Sentido lo tienen todo. Otra cosa es que tengan eficacia. Pero, ¿acaso sabemos qué es más eficaz y de qué manera en una situación como ésta?”, se pregunta. 

El problema de la violencia y la guerra es que “son demasiado —demasiado— eficaces. Hay que encontrar el modo de restar eficacia sin perder utilidad”. Y es ahí donde hay que mirar a los riesgos, que “en este caso son tan grandes —el horizonte de un enfrentamiento con armas atómicas— que hay que apelar sin parar a una negociación. ¿El envío de armas serviría para empujar a Putin a una mesa de negociación o a una escalada militar mayor? No lo sé. Conviene desde luego plantear la duda”.

Mesa insiste en este punto en que “es una obligación apelar a la diplomacia y la negociación y agotar todas las vías posibles”. Algo que, recuerda, ya está haciendo el gobierno ucraniano. “Es preciso apoyarlo y dar legitimidad a todos aquellos actores que puedan tener capacidad de desescalar el conflicto”. 

Las acciones de resistencia civil y no violencia son muy importantes, pero resulta difícil defenderlas mientras caen las bombas sobre las ciudades

Manuela Mesa — Directora de CEIPAZ-Fundación Cultura de Paz

En cuanto al envío de armas, en su opinión “es preciso valorar las consecuencias que va a tener” en el conflicto, en una situación tan asimétrica, como las consecuencias de no enviarlas y dejar [a los ucranianos] a su suerte”. 

“Las armas sirven para matar, generan un gran sufrimiento y destrucción”, recuerda. Pero “en la situación de Ucrania el tema resulta muy complejo, de ahí “que haya diversas visiones”. Porque “el gobierno ucraniano tiene derecho a defenderse y para ello pide armas”. 

“Algunos opinan que una posición de fuerza puede aumentar” la “capacidad negociadora” de Ucrania y dicen “que es importante combinar las acciones coercitivas, como las sanciones, con el envío de armas”. Otros, explica la directora de CEIPAZ, prefieren “las acciones de resistencia civil y no violencia y por lo tanto se oponen al envío de armas”. 

A su juicio es una cuestión de tiempos: “Si bien las acciones de resistencia civil y no violencia son muy importantes, resulta difícil defenderlas mientras caen las bombas sobre las ciudades”. Pero esas mismas acciones “serán muy importantes en otro momento de la guerra: no podemos olvidar que en Ucrania hay importante tensiones internas y una población armada dificultará construir la convivencia”, remarca.

Penedo, por su parte, apunta que “el instrumento militar jamás resuelve ningún conflicto. Como mucho permite ganar tiempo, pensando en una fuerza de interposición como la que tiene España en el sur de Líbano desde 2006”. Eso significa que “la resolución siempre será diplomática y política. Toda guerra es el fracaso de la negociación y la política, el triunfo de la irracionalidad y del lenguaje de la violencia”. Eso significa que “la salida del conflicto en Ucrania solo puede ser negociada”, pero eso es algo que en su opinión tardará aún en llegar.

¿Qué temen los que se oponen a enviar armas? El vicepresidente de IDAPS sospecha que tiene miedo de pasar de “país ayudante a parte beligerante”. A su juicio, “se puede discutir y defender o no la apelación a la diplomacia, apoyar o rechazar el envío de armas”. Pero hay que tener cuidado: “En las situaciones de conflicto como las que vivimos se reduce el espacio del contraste de opiniones, enseguida se forman frentes y se acusa al discrepante de traidor, se generaliza el brochazo y la división entre buenos y malos, sin espacio para el matiz o la argumentación”. Exactamente lo que está pasando en la izquierda. Conviene recordar que, en cualquier caso, el contraste de opiniones y el debate “es una fortaleza de nuestro país y nuestro sistema democrático, no una debilidad: en Rusia este debate público es imposible”.

¿Hay alternativa? Santiago Alba cita las propuestas que Itziar Ruiz-Giménez, defensora de los Derechos Humanos y de la acción no violenta, ha hecho y “que nadie ha contemplado”, Desde apoyar la resistencia no violenta de la población ucraniana y las protestas de la población rusa, a promover la deserción en ambos campos y acoger a los desertores como refugiados; impedir el acceso a España de cualquier ciudadano ruso implicado en el negocio armamentístico e intervenir sus cuentas y propiedades, instar a la prohibición internacional de todo tipo de armamento o salir de la OTAN”.

“Algunas son realizables y otras no”, explica, “pero cabe pensar, por ejemplo, que una resistencia no violenta en Ucrania, acompañada de manifestaciones en Rusia, sea más efectiva a la hora de forzar a Rusia a retirarse y negociar que la escalada militar” que la acción de las armas.

Penedo afirma que tanto el ‘no a la guerra’ de hoy como el de 2003 representan “un rechazo frontal a la fuerza militar para la resolución de conflictos internacionales”. En ese sentido “siempre es bueno recordar que la guerra está prohibida por Naciones Unidas desde 1948, salvo en caso de legítima defensa, individual o colectiva, ante una agresión armada”. Por eso el derecho de Ucrania a defenderse está amparado por la Carta de Naciones Unidas, recuerda en línea con el resto de voces expertas consultadas por infoLibre

Pero “también debiera ser compatible oponerse a la invasión de Ucrania y cuestionar cómo apoyamos” a ese país, argumenta. Discutir “si la OTAN es hoy el instrumento de seguridad de su nacimiento”, si “es el mejor para la seguridad de nuestro país o si es necesario un nuevo sistema de seguridad internacional que hoy no existe”.

El papel de la ONU

En el caso de Irak se invocó la falta de legitimidad de una guerra que no tenía el paraguas de la la ONU. Pero ahora tampoco hay una resolución que legitime el apoyo militar a Ucrania. “Chomsky ha comparado la invasión rusa de Ucrania con la de Polonia por parte de Hitler y la de Irak por parte de EEUU”, recuerda Santiago Alba. “En términos de derecho internacional no hay ninguna diferencia entre la acción de Putin y la de Bush. Quizás ahora comprendamos por fin hasta qué punto hace falta defender la ONU y reformarla”, apunta.

“Naciones Unidas ha condenado la invasión y la resolución de la Asamblea General condenando la invasión de Ucrania ha sido histórica, con un apoyo muy importante”, añade Manuela Mesa.

En relación con España, señala Penedo, “de la invasión de Irak se extrajeron lecciones valiosas, como la necesidad, ante una intervención armada, de contar con el mayor grado de legalidad y legitimidad”. De ahí nació, “con ciertas limitaciones”, la Ley Orgánica de la Defensa Nacional de 2005. Pero “hay que reconocer que ese espíritu de implicar a la sociedad española en las intervenciones militares de España en el exterior ha caído con el tiempo”.

Las limitaciones, explica, vienen, por ejemplo, de que las operaciones en el exterior de las Fuerzas Armadas españolas no requieren la autorización del Parlamento si se producen en el marco de la OTAN, como es este caso. En su opinión habría que reformar el papel del Congreso en este tipo de crisis y decisiones. “Nunca son bastantes los esfuerzos para reforzar la legalidad, legitimidad y el debate público sobre la participación de nuestro país en un conflicto armado”.

El papel jugado por la Unión Europea y la OTAN en los meses y años previos a la invasión rusa hace a ambas organizaciones “muy vulnerables a las críticas”, a juicio de Santiago Alba. Aunque da por supuesto “que los ucranianos, que reclaman las armas para defenderse, las recibirán con alivio, vengan de donde vengan”. 

En todo caso, “este es uno de los efectos subsidiarios no desdeñables de esta guerra”, destaca. “La invasión de Putin ha represtigiado la OTAN y ha unido a la UE. Sería muy bueno que la UE entendiera que su papel en la posguerra como garante de un nuevo marco de seguridad europea —que debe contar con Rusia— pasa por no confundir sus intereses con los de la OTAN, un instrumento de EEUU pensado para controlar desde lejos sus intereses en Europa y debilitar la UE”.

Manuela Mesa también distingue entre ambas organizaciones y rechaza que se puedan poner “al mismo nivel”. “La OTAN es una organización militar, muy cuestionada por algunos sectores y que había perdido relevancia en los últimos años. La Unión Europea ha centrado su acción en el ámbito económico, comercial y siempre ha tenido dificultades para definir una política exterior común, porque los gobiernos no han logrado mantener posiciones concertadas en los conflictos y porque el principio de unanimidad ha dinamitado muchas de las iniciativas que se han llevado a cabo”. 

En esta ocasión, en cambio, “su mayor fortaleza ha sido una posición común con respecto a la invasión” y haber “mostrado su potencial de acción en el caso de las personas refugiadas. La Unión Europea es la primera vez que va a utilizar fondos propios para facilitar armas y quiere jugar un papel como actor geopolítico. Y lo va hacer como respuesta a un ‘enemigo’. Habrá que valorar el impacto que esto va a tener en el proyecto europeo como referente normativo y ético”.

Javier de Lucas cree que hay cierta “rigidez conceptual”, cierto “dogmatismo”, en la izquierda que propone limitar la actuación de España al terreno diplomático. “Mientras Rusia no consiga sus objetivos, la negociación tiene poco recorrido. Salvo que China presione a Putin, pero eso no parece que de momento vaya a pasar”, asegura. 

En su opinión, “la Unión Europea está en el camino correcto desde el punto de vista de la legalidad internacional” porque al mismo tiempo que “está intentando mantener cauces de diplomacia”, no renuncia “a ayudar a un país agredido y que está siendo víctima de crímenes de guerra”. Y eso es actuar en el marco de la Carta de Naciones Unidas. La OTAN, añade, “habrá jugado con más o menos acierto” en los meses previos a la invasión, “pero no ha realizado un acto de agresión ni de lejos. Y Ucrania tampoco. Aquí no se puede ser equidistante”. 

Fundamentalismo ideológico

Por eso no acaba “de entender la rigidez dogmática de ese pacifismo que insiste en el ‘no a la guerra’ como si eso incluyera cualquier tipo de prohibición. Está claro que se inspira en la prohibición de la guerra por Naciones Unidas, pero esa prohibición no excluye la legítima defensa”.

¿Por qué una parte de la izquierda considera incompatible la diplomacia con el ejercicio del derecho a la autodefensa? Javier de Lucas cree, en primer lugar, que ahí entra en juego lo que él llama “fundamentalismo ideológico” y “apriorístico”, “más que filosófico”. “A mí me parece que el ‘no a la guerra’ de un pacifista consecuente” debe ser “un ‘sí al derecho’ y a la diplomacia”. 

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Y, en segundo lugar, también sospecha que hay algo de “antiamericanismo” y “antiOTAN”. Un sentimiento que, admite, “está justificado en el caso de EEUU”, que ha cometido numerosos actos de agresión en el pasado. Y también en el de la OTAN: la historia de los Balcanes “está muy cercana”, recuerda. 

Pero en Ucrania, insiste, se dan todos los elementos de la legítima defensa: “agresión unilateral, inmediatez” en la respuesta —“que es lo que faltó en la guerra contra el terrorismo que lanzó Bush”, subraya—, y “proporcionalidad”. 

Y además, concluye, “¿cuál es la alternativa? No tenemos recursos para parar esto desde el punto de vista de un Estado solo. ¿Cuál es la alternativa? ¿Sumarnos a la diplomacia de Macron?”

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