Lo que no se ve detrás de los 11,5 millones de luces LED que iluminan Vigo
"¿Cuál es realmente el objetivo? ¿Estás buscando crear un ambiente navideño confortable? ¿Quizás los ciudadanos deberían caminar cómodamente por las calles? ¿O tal vez se trata de promover la sociabilidad en armonía? Creo que nada de esto entra dentro de los objetivos de la decoración luminosa navideña, ya que lo que se anuncia, se publica, se repite, al final lo que realmente importa son los datos: once millones y medio de luces LED este año, y ojo, con la amenaza de que el año que viene habrá más. Esto debería habernos hecho pensar”, subraya la doctora en Historia Mercedes Bangueses, que pertenece al Instituto de Estudios Vigueses.
Es innegable el éxito del proyecto municipal que promociona a Vigo como la ciudad "donde vive la Navidad". Como campaña de marketing a gran escala cumple con todos los requisitos, ya que ha conseguido un posicionamiento de marca en su público objetivo, visibilidad más allá de sus fronteras y la llegada de visitantes que reservan su viaje con antelación, e incluso vincular a Vigo como meme para cualquier referencia humorística a las decoraciones navideñas. Pero, ¿dónde está la identidad de Vigo en todo esto?
La Navidad en Vigo que impulsa el alcalde socialista Abel Caballero es una decoración que carece de vinculación con la ciudad. Todo lo que conforma este gran montaje que ocupa las calles del centro es perfectamente intercambiable y, de hecho, se sabe que lo es porque la empresa contratada, Ximénez, alterna sus decoraciones entre las distintas ciudades que lo contratan. Aunque el alumbrado festivo llega cada año a más calles, toda una parte de Vigo vive de espaldas a este fenómeno por decisión municipal. Hablamos de las parroquias del área periurbana, como Beade, Bembrive, Candeán, Coruxo, Lavadores, Valadares o Zamáns, que no deben pertenecer al público objetivo al que va dirigida la campaña de luces.
"Parece que quieren vender un tipo de ciudad o un modelo de ciudad", dice Xoán Carlos Abad, historiador y arqueólogo, presidente del Instituto de Estudios Vigueses, que también habla a título personal. No queda rastro de los símbolos que identifican a Vigo, como los caballos del conjunto escultórico de Juan José Oliveira, el hombre-pez de Francisco Leiro, los rederos de la obra monumental de Ramón Conde, el herrero de Guillermo Steinbrüggen, la Puerta Atlántica de Silverio Rivas o incluso el Dinoseto, que cayó en descrédito tras alzarse –también con el impulso municipal– como punto de referencia para que turistas y vecinos se hicieran selfies. Al no estar allí, las Islas Cíes ni siquiera aparecen en la ecuación de estas Navidades en Vigo.
"Podría ser la Navidad de cualquier centro comercial de cualquier parte del planeta", critica Carme Adán, catedrática de Filosofía en el IES Politécnico de Vigo y exmiembro del BNG en Pontevedra. Adán echa de menos aprovechar el evidente éxito del público exterior para "acompañarles con una oferta cultural que haga país, que muestre la música o la artesanía gallega, que ponga en valor nuestra lengua". “Una vez que la gente llega y logra estacionar su automóvil, ve las luces y ¿qué más? No hay nada más, come y compra. No hay actividades para niños, no se aprovecha desde el punto de vista educativo ni cultural. No hay referencias inclusivas porque no hay nada ni remotamente reivindicativo. Lo que tenemos ahora es otro espectáculo del capitalismo. No me parece que el ocio sea hacia lo que tenemos que caminar como sociedad”, añade.
El editor y profesor Manuel Bragado, presidente de la asociación Premios da Crítica de Galicia, recuerda que en el siglo XX, debido a la influencia de Estados Unidos, la Navidad se convirtió en una celebración cada vez más ligada al consumo. “Las sociedades cada vez más opulentas crean estos fenómenos como la Navidad en Nueva York, basada en la decoración de la ciudad, o la Navidad en Alemania, muy centrada en los mercadillos. En cada sociedad se adopta una expresión y aquí Caballero ha hecho como un museo de esas expresiones. Realizar un montaje que al final sea un pastiche. Sintetiza aquí los elementos de la Navidad y pretende buscar una identidad terciaria para la ciudad porque los grandes intereses de la Navidad en Vigo están en una parte de la hostelería, en quienes gestionan las atracciones o en la empresa que coloca las luces", argumenta.
El presupuesto del Ayuntamiento de Vigo para Navidad supera al de las otras seis ciudades gallegas juntas. El contrato de cuatro años firmado con la empresa Ximénez asciende a 9,44 millones de euros. Este año corresponden 2,36 millones de euros en iluminación y un millón más para otras decoraciones vinculadas a la celebración de la Navidad. "Es el doble de lo que se gasta en bibliotecas y el equivalente a lo que se gasta en museos", apunta Manuel Bragado, cronista de la ciudad a través de sus artículos semanales, algunos de ellos recogidos en los libros Vigo, puro milagro y Vigo, abella da ribeira, ambos editados por Xerais.
“Partiendo de que la programación navideña está concebida básicamente como una fiesta de consumo, en la que queremos destacar las múltiples atracciones, tómbolas, noria, carrusel, pista de hielo, etc. y la abundancia de puestos gastronómicos, creo que queda poco espacio para la cultura”, asevera la historiadora del arte Mercedes Bangueses.
Bangueses destaca dos ejemplos que resisten en la Navidad viguesa: "Los conciertos organizados bajo el bonito título Un mar de corales con la música como protagonista y el tradicional Belén Napolitano expuesto en la Casa das Artes, que merece la pena ver con calma y sobre todo leyendo el carteles en los que se explican las escenas bíblicas representadas y en los que también se hace referencia a la propia historia de la ciudad, como la importancia de la cerámica de Castro (representada en pequeñas vasijas de barro), la réplica de la Fuente de Neptuno, que desapareció de la Porta do Sol a finales del siglo XIX, aras romanas colocadas entre los soldados, como guiño al pasado romano de la ciudad, etc".
Para Manuel Bragado, existen posibles iconos alternativos para la Navidad en Vigo, como las rondallas metropolitanas y la celebración de los Manueles en la Asociación Cultural Casco Vello, o las piezas del gaiteiro en la portada del retablo de la iglesia de Santa María de Vigo que desde el siglo XVII relacionan la Navidad con aquel gaiteiro que expresa el inicio de la fiesta. "Dentro de esa tradición, para mí es más alternativo para Navidad el concierto que Carlos Núñez hace desde hace veinte años por estas fechas o el que hará Abraham Cupeiro este año presentando el proyecto Mythos", afirma. Xoán Carlos Abad recuerda los ranchos de Nadal y Reis, que involucraban también a todo el barrio de las afueras de Vigo, y que los más jóvenes apenas conocen.
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El historiador valora que “normalmente el turismo suele llegar cuando una ciudad tiene algo que disfrutan sus ciudadanos y que se puede exportar, pero en el caso de las Navidades en Vigo no existió este proceso, se hizo una inversión no para los vecinos, sino para atraer gente de fuera, por eso se le llama parque temático”.
Xoán Carlos Abad admite que el éxito turístico es "inmenso", pero observa con preocupación que puede estar "superando las capacidades reales de la ciudad". “Los que vivimos en Vigo difícilmente podemos disfrutar de la Navidad en el centro. Por un lado, está el problema de la gente que vive en el centro, pero no es fácil para los que todavía decimos que 'bajamos al centro' desde nuestros barrios porque no podemos bajar, está todo lleno. No resulta atractivo para los propios ciudadanos, sin embargo, se ve que la gente de fuera lo disfruta. Creo que deberían hacer un reequilibrio entre la oferta exterior e interior”, razona Abad.
En ese balance, también se pueden analizar cuestiones como el impacto que produce toda esta acción festiva cuando el camino supuestamente es el de la descarbonización, o valorar la contaminación lumínica a la que está expuesta la zona de Vigo durante estas semanas. "Sería bueno que hubiera una propuesta cultural potente y una alternativa al consumo, pero no sólo para Navidad", resume Abad, quien apunta que la pedagogía se puede hacer "con prácticamente todo" si hay voluntad.