El futuro de la izquierda
IU cumple 30 años enfrascada en el debate sobre su futuro
27 de abril de 1986. Representantes de formaciones como el PCE, el Partido de Acción Socialista (Pasoc), el PSUC o Izquierda Republicana (IR) se reúnen en el despacho de la abogada Cristina Almeida en la calle del Españoleto de Madrid para ratificar ocho compromisos para la creación de una "fuerza política alternativa". Acababa de nacer Izquierda Unida, una organización que este miércoles cumple treinta años y que en julio se enfrentará a una decisión que podría implicar su superación para construir una nueva formación que la suceda.
En 2011, cuando se cumplían 25 años de la fundación de IU, la federación programó una fiesta para celebrar la efeméride. Cinco años después, no está previsto ningún fasto similar, ya que IU se encuentra a las puertas de dos frentes: la probable repetición de las elecciones generales y la preparación de una Asamblea Federal que –si no hay cambio de fechas– se celebrará en junio y que definirá el futuro de una organización que nació en 1986 para hacer frente al "desvanecimiento del proyecto de cambio" que achacaba a la "actitud centrista" del PSOE a nivel económico y a su "derechización" en la política exterior.
Fueron representantes de hasta nueve partidos los que se reunieron aquel 27 de abril de 1986 en el despacho de Cristina Almeida. El PCE era la formación más potente de las presentes, pero allí también hicieron acto de presencia los mencionados Pasoc –la formación liderada por Nicolás Sartorius–, PSUC e IR, así como la Federación Progresista –el partido de Ramón Tamames–, el Partido Humanista, el Partido Carlista, el Partido Socialista de los Trabajadores y Unificación Comunista. Las dos últimas fuerzas rechazaron entrar en la confluencia y los carlistas y humanistas la abandonaron a los pocos meses, pero el resto sí que se avinieron a firmar el compromiso que les coaligaba para las elecciones generales que se celebraron ese año. Acababa de nacer IU.
Tal y como recoge una carta del entonces líder de IR, Isabelo Herreros, al excoordinador federal de IU, Julio Anguita, nombres como los de Enrique Curiel, Gerardo Iglesias, Nicolás Sartorius, Ramón Tamames, Gregorio López Raimundo, Alonso Puerta o el del propio Herreros estuvieron presentes en aquella reunión, a la que también asistieron personas sin adscripción partidaria en ese momento, como Humberto Da Cruz, José Luis Balbín, Juanjo Rodríguez Ugarte, Jaime Miralles y Antonio Elorza, así como la propia Cristina Almeida, anfitriona del acto.
"Restos del naufragio"
"Aquella del 27 de abril sólo fue la última reunión, pero habíamos tenido conversaciones antes". Así lo explica Herreros, que representaba al partido sucesor del que fundó durante la II República Manuel Azaña. Y es que la organización –que en principio actuó como coalición bajo el nombre "Plataforma de la Izquierda Unida"– fue creada a raíz de las movilizaciones que exigían un referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN, que finalmente se celebró y en el que venció la opción de permanecer en la alianza.
Fue en esas movilizaciones, sostiene Herreros, donde se creó el caldo de cultivo para la confluencia de las fuerzas a la izquierda del PSOE en una única estructura. "En 1983 iniciamos las primeras conversaciones con otras organizaciones para pedir un referéndum sobre la OTAN, y en 1984 teníamos una plataforma más o menos estable en la que estaba incluso gente del CDS", el partido del expresidente del Gobierno Adolfo Suárez, afirma el dirigente, que señala que las reuniones de aquella organización –que operaba bajo el nombre de Mesa por el Referéndum– se realizaban en el despacho de Ramón Tamames.
La idea de trascender esta organización y coaligar fuerzas de cara a las generales de 1986 comenzó a tomar forma en 1985, asegura por su parte Cristina Almeida, que señala que fue en ese año en el que recibió la llamada de Gerardo Iglesias, por entonces secretario general del PCE. "Después de haber sido expulsada por Santiago Carrillo del PCE en 1981, me llamó Gerardo para crear una fuerza unitaria y sin sectarismos, que buscaba la unidad de la izquierda", explica Almeida, que señala que la voz cantante en las negociaciones la llevaban el PCE, el Pasoc, los independientes de CCOO y algunos de los expulsados del PCE presentes.
Los comunistas, explica por su parte Gaspar Llamazares, excoordinador de IU y antiguo militante del PCE, vieron su inclusión en una organización más grande "como un paso natural, como una necesidad pero también valorando la potencialidad" de esa confluencia. Llamazares explica que en las conversaciones se intentó integrar a la Mesa para la Unidad de los Comunistas, la organización creada por Carrillo tras su abandono del PCE, pero señala que el "padrinazgo" que el dirigente pretendía ejercer sobre la nueva coalición imposibilitó su entrada.
También se negoció sin éxito con la Liga Comunista Revolucionaria, apunta a este respecto Herreros, que explica que en la reunión del 27 de abril de 1986 se consiguió vencer la resistencia del Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE), el antiguo sector prosoviético del PCE que se había escindido de éste y que acabó integrándose en la nueva coalición. El nombre de la organización también fue un elemento de debate en el encuentro: Izquierda Unida podría haberse llamado Mesa de la Unidad de la Izquierda, explica el dirigente de IR.
"La verdad es que entonces nadie daba un duro por aquello", recuerda el dirigente de IR, que admite que quienes se reunían bajo las nuevas siglas eran "restos del naufragio" sufrido por el PCE, en un momento en el que el comunismo en Europa pasaba por una fuerte crisis derivada de las dificultades a las que se enfrentaba la URSS y en el que el partido que había sido la punta de lanza de la lucha contra el franquismo había obtenido en 1982 cuatro exiguos diputados frente a un PSOE con una aplastante mayoría de 202 escaños. Tanto él como Almeida reconocen que, entre algunos sectores, existía el miedo de que IU únicamente fuese un intento de los comunistas por esconder su marca y hacerse con el control de la nueva organización.
Pero en cualquier caso, ese día se firmó un documento de bases con ocho acuerdos fundamentales, el primero de ellos el de "concurrir conjuntamente" a las generales de junio de ese año. Entre los compromisos programáticos conjuntos, las fuerzas firmantes planteaban la salida de España de la OTAN, un plan de estímulo económico basado en la inversión pública, la amnistía para los militares condenados por su pertenencia a la Unión Militar Democrática (UMD) o la reforma electoral, y también se comprometían a formar un grupo parlamentario común.
A partir de ahí, la alianza no se rompió. Del logotipo con forma de "caja de herramientas" –como lo define Llamazares– en el que estaban presentes los emblemas del PCE, el Pasoc, el PCPE y la Federación Progresista, se pasó en 1988 a una imagen propia que eliminaba la simbología comunista. En 1989, quien había sido su primer coordinador general, Gerardo Iglesias, dimite y es sustituido por el que un año antes le había sucedido al frente del PCE: Julio Anguita.
Anguita, la etapa del establecimiento
Es con el icónico dirigente izquierdista, cuyo ejercicio de la Alcaldía de Córdoba entre 1979 y 1986 le valió el sobrenombre de Califa Rojo, con quien IU ha tenido sus mejores resultados a nivel electoral. De los siete diputados obtenidos por IU en 1986 –tres más de los que había conseguido el PCE en solitario en 1982–, Anguita pasó a 17 escaños y un 9% de los votos en 1989, convirtiendo a IU en tercera fuerza política.
"La presencia de Julio supuso un cambio importante en IU, porque vino de un ayuntamiento importante y le tocó gestionar un ciclo de ilusión en la organización", explica Llamazares, que afirma que la de Anguita fue la etapa del "establecimiento" de IU en el panorama política. Este tiempo estuvo, no obstante, repleto de retos a nivel interno, ya que se puso en marcha la polémica estrategia de las "dos orillas" y también fue entonces cuando el PCE se avino a ceder estatutariamente sus competencias electorales a IU, si bien se resistió a su disolución, como pretendía el sector que en 1996 acabó configurando dentro de IU el partido Nueva Izquierda, pilotado, entre otros, por Almeida.
Con la estrategia de las dos orillas, la intención de Anguita era situar al PSOE y al PP en el mismo plano y colocar a IU como la única organización garante de los derechos de los trabajadores. De ahí que la formación se opusiera fuertemente a los pactos con los socialistas y ejerciera una oposición muy crítica con el PSOE, una oposición que algunos medios calificaron de "pinza" por su coincidencia con la del PP y que generó discrepancias dentro de IU.
Fue a Manolo Monereo, histórico dirigente de IU, a quien se le ocurrió la idea del sorpasso al PSOE, asegura Herreros, que afirma que en un momento de crecimiento de la organización Anguita cometió el error de ponerse públicamente al Grupo Prisa en contra. Y es que el líder izquierdista aseguró tras una comida con periodistas de El País que había sufrido "brutales presiones" para pactar con los socialistas por parte del medio.
Pero las discrepancias con respecto a la postura de Anguita se manifestaban también dentro de la propia IU. "Anguita actuó más como representante del PCE que como representante de IU", sostiene Almeida, que entonces era una de las diputadas críticas con la estrategia del coordinador y que sostiene que tanto ella como el resto de sus compañeros de Nueva Izquierda interpretaron que la estrategia de las dos orillas suponía la "destrucción de la unidad de la izquierda".
Las discrepancias políticas llegaron a su culmen durante la votación de la reforma laboral de 1997, cuando los tres diputados de Nueva Izquierda presentes en el grupo de 21 que tenía IU –el mejor resultado histórico de la formación– se negaron a votar contra la reforma laboral acordada entre patronal y sindicatos, tal y como había decidido la federación. Tras esta negativa, Nueva Izquierda fue expulsada de los órganos de IU en junio de 1997 y de toda la federación en septiembre de ese mismo año.
El problema generó mucho revuelo alrededor de la formación, aunque según Almeida las diferencias trascendían las meras cuestiones políticas y estaban inscritas en una discrepancia mayor sobre el modelo de partido que debía tener IU. "El debate siempre fue el mismo: la incapacidad del PCE para disolverse, abandonar su protagonismo dentro de IU y acometer la unidad", sostiene la exdiputada, que asegura que su corriente defendía una disolución de las siglas dentro de la federación que nunca se produjo.
En cualquier caso, la teoría del sorpasso al PSOE caló dentro de IU, asegura por su parte Llamazares, que plantea que también se interpretó esta posición dentro de IU como una manera de plantarse ante un PSOE que buscaba implantar un "modelo británico" de bipartidismo más acentuado en España absorbiendo a la masa de votantes de la federación. "Pero es verdad que esa estrategia provocó tensiones, que a nivel interno se resolvieron con la salida de Nueva Izquierda y a nivel externo nos generaron problemas, porque la antropología social no considera que el PSOE no esté en la misma orilla que nosotros".
Batacazo electoral de Frutos y llegada de Llamazares
Esos problemas externos a los que se refiere Llamazares tuvieron una traducción numérica en las siguientes elecciones generales del año 2000, cuando IU pasó de sus 21 diputados a tan sólo 8. El candidato, sin embargo, no fue Anguita, que tuvo que renunciar a ello por sus problemas cardiovasculares y que fue sustituido por el entonces secretario general del PCE, Francisco Frutos, que en la Asamblea Federal que celebró IU en el año 2000 para elegir a su nuevo coordinador perdió por un estrecho margen frente a Gaspar Llamazares, que se convirtió en el nuevo líder federal.
Pese a que los discursos de Llamazares y Frutos el mismo día de la elección tuvieron ánimo integrador, lo cierto es que durante los ocho años de liderazgo del ahora diputado asturiano los enfrentamientos internos no hicieron más que recrudecerse, especialmente con el aparato del PCE. El propio Llamazares –que por entonces aún era militante comunista– asegura que "la idea que tenía el partido para suceder a Julio provocó una asamblea conflictiva, y se tomaron los resultados como si el partido hubiera perdido, aunque yo fuera tan del PCE como Frutos".
"La mar de fondo de los problemas internos de aquella etapa viene de ahí, y es cierto que los resultados electorales no acompañaron", admite Llamazares. Bajo su mandato, IU obtuvo cinco diputados en 2004 y únicamente dos –uno de ellos, de ICV– en 2008. Tiempos duros para una federación que se vio entonces acosada por sus deudas económicas y por las luchas internas entre el sector de Llamazares y aquellos que lo acusaban de comportarse como un mero apéndice del PSOE, entre quienes se encontraba Frutos, que no obstante para las elecciones del año 2000 había firmado un acuerdo preelectoral entre PSOE e IU.
Llamazares, no obstante, defiende su gestión durante aquellos años. "El partido [comunista] pensaba que yo era una especie de advenedizo provinciano", protesta el excoordinador, que no obstante asegura que IU fue "clave" en actuaciones como las movilizaciones contra la Guerra de Irak, que tuvieron lugar en 2003. "Ahí fuimos un movimiento político y social tanto o más que en las movilizaciones contra la OTAN, estábamos en la calle más que en las instituciones", sostiene Llamazares, en un momento en el que precisamente el sector del actual líder parlamentario de IU, Alberto Garzón, ha puesto en duda la implicación de IU con los movimientos sociales.
"También impulsamos la Ley de Dependencia o la sanidad pública, y conseguimos aprobar propuestas que no estaban en el programa del PSOE", asegura Llamazares en referencia a la primera legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero. "Pero no fuimos capaces de capitalizarlo", lamenta el excoordinador, que fundamentalmente achaca a las "luchas internas" este fracaso.
Isabelo Herreros abunda en esta idea, aunque critica que Llamazares quisiera, a su juicio, gobernar IU con unos apoyos muy escasos. "Gaspar fue un gran parlamentario, pero yo creo que fue un mal coordinador", asegura Herreros, que sostiene que "no se puede dirigir con el 50,1%". "No supo tener una buena relación con el aparato del PCE, aunque es verdad que no le dieron cuartel... y al cabo de los años, te preguntas cuáles eran las diferencias políticas, y llegas a la conclusión de que lo que había realmente eran luchas de poder", lamenta el dirigente de IR.
Con Cayo Lara se pacificaron algunos conflictos
El fracaso electoral de 2008 llevó a la renovación de la dirección, que recayó en Cayo Lara. El actual coordinador, que abandonará su cargo en junio –cuando se celebre la XI Asamblea Federal de IU–, es reconocido fundamentalmente por haber cerrado buena parte de los conflictos internos que existían en IU cuado Llamazares pasó el testigo. "La labor de Cayo ha sido muy callada, interna, de tejer alianzas, y para esta etapa ha sido un buen coordinador", sostiene Herreros, que pone como ejemplo la crisis que sufrió IU Asturias en 2007, cuando la dirección de la federación en Oviedo, enfrentada a la autonómica, decidió presentarse por separado al consistorio bajo las siglas de Asamblea de Ciudadanos por la Izquierda, obteniendo un edil.
No ha sido el único problema interno solventado bajo la dirección de Lara. En 2015, IU federal decidía desvincularse oficialmente de IU-Comunidad de Madrid, su hasta entonces referente en la región, sacudido por una fortísima división interna que terminó convirtiéndose en un enfrentamiento con la dirección federal a cuenta, entre otros motivos, del rechazo de IU-CM a la confluencia con Podemos. Los problemas, no obstante, venían de atrás, ya que algunos sectores acusaban a parte de la dirección autonómica de connivencia en el caso Bankia.
En cuanto a los resultados electorales, las generales de 2011 supusieron una fuerte recuperación de IU, que pasó de 2 a 11 diputados dentro de la coalición La Izquierda Plural. La subida en las encuestas, que llegaron a situar a IU en el entorno del 13% de intención de voto, se vio sin embargo frenada de golpe por el torbellino que supuso la irrupción de Podemos. Desde entonces, el debate fundamental en IU ha estado situado en torno a la necesidad de confluir o no con el partido morado.
Después de que IU-Unidad Popular obtuviera dos diputados en las elecciones de diciembre de 2015, los esfuerzos de la federación se dividen ahora mismo en dos frentes: su Asamblea Federal de junio y la probable repetición electoral, donde existen posibilidades de que IU constituya una única candidatura con Podemos. La posición del favorito para hacerse con el timón de IU, Alberto Garzón, es proclive a un pacto con el partido morado, aunque sin que la federación diluya sus siglas.
Garzón, convencido de que IU apoyará la confluencia con Podemos si es reconocida
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En cualquier caso, el debate sobre la confluencia se enmarca dentro de uno mayor: hacia dónde debe caminar IU en el futuro. Hace unas semanas, el PCE decidió retirar las competencias electorales de la federación –a quien se las había cedido hace años–, en un movimiento que ha levantado suspicacias entre los sectores críticos. En cualquier caso, el propósito de Garzón es reformar IU a nivel interno para agilizar sus órganos y potenciar su cercanía a los movimientos sociales, si bien corrientes críticas como la de Llamazares aseguran desconocer a qué se refiere el diputado cuando hablar de volver a ser un movimiento político y social.
“El debate no es 'IU sí' o 'IU no', sino ruptura o reforma”, aseguró Garzón en una entrevista en infoLibre a principios de abril. Llamazares, por el contrario, asegura que la "tensión" interna se produce entre quienes buscan "cambiar el espacio político" en el que se mueve la federación y los que son contrarios a ello. "La transmigración de IU a Podemos supondría la pérdida de una cultura política, y puede hacer que no podamos volver atrás y recuperar nuestra identidad", alerta el excoordinador.
La discusión se encuentra abierta. Junio será la fecha clave para dilucidar si la organización está en peligro, como afirman los sectores críticos, o si por el contrario su permanencia está garantizada, como defiende Garzón. Por de pronto, el próximo 27 de abril no están previstos fastos por los 30 años de IU, pero el aniversario coincidirá con una reunión de la Presidencia Federal de la formación –su órgano de dirección intermedio– para analizar la prácticamente inevitable convocatoria de elecciones. La organización entrará en su tercera década como nació: en torno a una mesa.