Seguramente el lector sabrá que el invierno pasado se celebró en Qatar el Mundial de Fútbol. Es difícil ignorarlo. El Mundial es un acontecimiento deportivo sin parangón. Pero en esta última edición, salvo en Argentina –donde recordarán el campeonato por su victoria y por Messi–, en el resto del mundo el fútbol puro y duro tendrá que rivalizar en el recuerdo con polémicas ajenas al deporte. Porque Qatar no es un país cualquiera.
Qatar es un pequeño e inmensamente rico emirato, cuyos resortes de poder están controlados por una familia, los Al Thani, y singularmente por una persona, el Emir. El país suele ser calificado como "autocrático" o "autoritario". "Qatar no puede, ni remotamente, presentarse como una democracia, ni resiste el contraste con test básicos de respeto y garantía de los derechos humanos", escribía en este artículo en infoLibre Javier de Lucas, catedrático de Filosofía del Derecho y Filosofía Política en el Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de València.
El último índice de democracia de The Economist, publicado en febrero y tomado como una referencia internacional, lo considera una un país "autoritario". Con todas las letras. Las acusaciones de vulneración de derechos humanos son frecuentes. Y por todo ello Amnistía Internacional y Human Rights Watch pusieron el grito en el cielo ante la elección de la sede del Mundial, por eso se armó una gran controversia en torno al uso –finalmente reprimido– del brazalete arcoíris contra la represión de la homosexualidad, por eso hubo actos de homenaje a los cuantiosos obreros muertos, víctimas de explotación, sobre cuyo sufrimiento se construyeron los estadios... Es posible que el lector recuerde todo aquello. Fue casi tan sonado como los goles de Messi.
De lo que seguramente haya poca memoria es de expresiones de disconformidad tan intensas ante un fenómeno mucho menos popular que un Mundial de fútbol, pero económicamente más relevante: la imparable penetración de capital qatarí en esos mismos países escandalizados por Qatar 2022. Incluida España. Y eso que se trata de una penetración de capital masiva y en sectores estratégicos. A diferencia del Mundial, esa entrada de dinero qatarí no ha terminado. Ni hay visos de que vaya a terminar. Al contrario, va a más, porque en las arcas del emirato no dejan de entrar fondos provenientes de la venta de petróleo y gas.
En España el dinero qatarí –dinero público, dinero soberano, aunque las fronteras entre la fortuna del Emir y del régimen no son fáciles de delimitar– es protagonista en dos empresas del IBEX 35, de las que el emirato es máximo accionista: Iberdrola, segunda compañía del indicador por capitalización, el gigante de las renovables; y Colonial, uno de los principales agentes del negocio del alquiler en España.
La posición en Iberdrola es especialmente lucrativa para Qatar. La empresa icónica del capitalismo verde batió en 2022 su récord de beneficios al alcanzar los 4.339 millones, casi un 12% más. Y la flecha en 2023 apunta aún más hacia arriba: 2.521 millones en el primer semestre, un 21,5% más que en el mismo periodo del año pasado. Así que se avecina nuevo récord. ¿El principal ganador de la partida? Qatar. O, más precisamente, los Al Thani.
Los beneficios disparados en Iberdrola constituyen un incentivo para que Qatar, la autocracia petrogasista señalada por vulneración de derechos humanos, profundice su apuesta –en apariencia paradójica– por la transición ecológica y las renovables, destino prioritario aunque no exclusivo de los más de 4.500 millones de euros comprometidos por el del Emir de Qatar, Tamim bin Hamad Al Thani, para invertir en España en colaboración con el Estado y la gran banca. Esta inversión aproxima los intereses del país del Golfo a los de Blackrock, el nuevo gallo en el corral del sector financiero español.
Un fondo controlado por notables del régimen
La principal herramienta de penetración empresarial es Qatar Investment Authority (QIA), un fondo soberano creado por el emirato en 2005 para "proteger y hacer crecer los recursos financieros" del Estado y "diversificar la economía" pensando en las "generaciones futuras". Se trata de ir preparando a Qatar para lo inevitable: el agotamiento, aún es pronto para saber cuándo, de sus recursos naturales, que además presentan una volatilidad de precios que aconsejan trazar un plan B. Qatar, país al que el dinero le ha facilitado el desarrollo de mentalidad estratégica, piensa a largo plazo. El uso del fondo tiene otra finalidad, no declarada oficialmente: mejorar a base de dinero su imagen internacional y ganar adeptos en su pugna permanente con Emiratos Árabes Unidos, su rival regional. Los especialistas coinciden en que se trata de una finalidad secundaria con respecto a la principal, la puramente económica, pero también relevante.
En coherencia con la altura de sus propósitos, la composición de la sala de mandos de QIA es un muestrario de notables del régimen. El presidente de la junta directiva es el jeque Bandar Bin Mohammed Bin Saoud Al Thani, gobernador del Banco Central. El resto de sus acompañantes son mandamases del emirato, como el también jeque Mohammed bin Hamad Bin Khalifa Al Thani, vicepresidente del fondo, al que el régimen atribuye el liderazgo la apuesta por acoger el Mundial de Fútbol de 2022, bajo investigación por haber sido supuestamente conseguido mediante sobornos.
El rostro más conocido en España de la dirección del fondo es Nasser Bin Ghanim Al Khelaifi, presidente del Paris Saint-Germain y de Bein Media Group, un grupo de entretenimiento en torno al deporte con presencia en más de 40 países. Este mismo mes de julio la policía francesa ha registrado la casa de Al Khelafi por un caso de posible secuestro de un lobista. Al Khelafi niega cualquier implicación y se presenta como víctima de un chantaje.
Los miembros de la dirección de QIA permiten observar la íntima conexión del fondo con las principales instituciones del régimen, desde la propia jefatura del Estado, encarnada el Emir, hasta el Banco Central, pasando por diversos ministerios. Son miembros del organismo los titulares de Economía, de Energía y de Comercio-Industria. En total, hay tres Al Thani en la junta del fondo. El director general desde 2018 es Mansoor Ebrahim Al-Mahmoud, que antes había desempeñado altos cargos en la oficina del Primer Ministro y en el Ministerio de Asuntos Exteriores. En resumen: cuando hablamos de QIA, hablamos de un centro de poder del régimen de los Al Thani.
Inversiones de impacto
El fondo no detalla el valor total de sus activos en el mundo. Circulan estimaciones, no desmentidas por QAI, que sitúan la cifra por encima de los 400.000 millones de euros. "Con certeza no se sabe, podría ser más", afirma un profesional del sector financiero, que destaca la menor transparencia de QIA con respecto a Norges, el fondo soberano de Noruega, otro país agraciado con gas y petróleo. Las principales áreas de inversión de QIA son tecnología, medios, ladrillo, infraestructuras, banca, industria, entretenimiento, deporte... Mucha variedad. No en vano, la gran bandera del fondo es la "diversificación". Y en ese camino QIA ha mezclado su nombre, y el de Qatar, con no pocas empresas emblemáticas y símbolos del capitalismo occidental.
Qatar acumula –sobre todo pero no sólo a través de QIA– un largo historial de inversiones de enorme impacto, como las realizadas en los almacenes londinenses Harrods, la productora cinematográfica Miramax, los bancos Deutsche Bank (Alemania), Credit Suisse (Suiza) y Barclays (Reino Unido), el fabricante alemán de coches Volgswagen, el Empire State Building de Nueva York o el aeropuerto londinense de Heathrow. Y ello sin citar el campo deportivo, una línea de inversión estratégica para Qatar que abarca fútbol, hípica y NBA.
Iberdrola y Colonial
¿Y en España? Las dos posiciones más relevantes de Qatar Investment Authority son en la energética Iberdrola, líder del sector energético español, y la socimi Colonial, ambas en el IBEX 35. En las dos firmas el fondo soberano es máximo accionista. En Iberdrola, presidida por Ignacio Sánchez-Galán, el fondo qatarí posee un 8,69% de las acciones y de los derechos de voto. QIA no articula su inversión directamente, sino a través de dos sociedades dependientes. Este 8,69% sitúa a Qatar en Iberdrola por delante de otros dos gigantes de la inversión, Blackrock y Norges, que son segundo y tercero en el accionariado, respectivamente. Son los tres únicos accionistas significativos de Iberdrola, la segunda empresa del IBEX por capitalización, con 71.853,6 millones, sólo detrás de Inditex. QIA adquirió la condición de máximo accionista en 2011.
El fondo qatarí también está al frente de Colonial, inmobiliaria especializada en alquiler de oficinas, con una capitalización de 3.127,07 millones. Se trata de una socimi, es decir, una sociedad anónima de inversión en el mercado inmobiliario, fórmula cuestionada por su ventajoso régimen fiscal. El fondo qatarí acumula un 19,03% de sus acciones y derechos de voto, títulos que posee también a través de sociedades dependientes. Es el máximo accionista desde 2018.
QIA suma dos consejeros en Colonial. El principal es el jeque Ali Jassim M.J. Al Thani, que trabaja desde hace más de treinta años "en colaboración con el Gobierno de Qatar". Es el nombre de la familia real en el consejo, donde el otro nombre de QIA es el francomarroquí Adnane Mousannif, vinculado a importantes operaciones inmobiliarias en Europa y América, incluyendo la adquisición por QIA de edificios emblemáticos como el Virgin Megastore de los Campos Elíseos.
IAG, Qatar Airways y un consejero de Blackrock
Los tentáculos de Qatar se extienden hacia una tercera empresa del IBEX, International Airlines Group (IAG). Con oficinas centrales en Londres, una capitalización próxima a los 9.000 millones y plaza en el IBEX, el holding de British Airways e Iberia es uno de los grupos de líneas aéreas más grandes del mundo, con 464 aviones y 67 millones de pasajeros al año. Su máximo accionista vuelve a ser qatarí. ¿Cuál? Esta vez, Qatar Airways, aerolínea fundada en 1993 por la familia real del emirato, que posee un 25,14% de los títulos, cinco veces más que el segundo accionista.
La mano del todopoderoso fondo soberano llega hasta la aerolínea Qatar Airways. Una conexión elocuente: Mansoor Ebrahim Al-Mahmoud, director general de QIA, figura a su vez vicepresidente de Qatar Airways. Por cierto, que el presidente de IAG es Javier Ferrán, consejero externo de Blackrock. Los caminos de la megagestora estadounidense y del fondo qatarí se cruzan.
El Emir, el Estado español, los bancos españoles y Blackrock
La importancia de QIA en España se extiende más allá de Iberdrola y Colonial. Una exhibición de poderío del país se produjo hace poco más de un año, durante un viaje a España del Emir de Qatar, Tamim bin Hamad Al Thani, que fue recibido por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y por el rey, Felipe VI. Durante el brindis de la cena en su honor que ofreció Felipe VI, el Emir –que por la mañana había recibido las medallas del Congreso y el Senado–, tomó la palabra para hacer un anuncio de campanillas. "Hoy mismo –dijo– he dado instrucciones para incrementar las inversiones [de Qatar] en 5.000 millones de dólares", más de 4.500 millones de euros.
Como corresponde al máximo líder, el Emir no dio el menor detalle sobre cómo se concretarían las inversiones. Para eso hay que ir a la letra pequeña. Y en la letra pequeña aparece QIA. El anuncio se acabó concretando en la firma de un acuerdo entre el director general de fondo qatarí, Mansoor Ebrahim Al-Mahmoud, y el presidente Cofides, José Luis Curbelo, para "identificar" "oportunidades de negocio" y "coinversión". Así que encontramos beneficiarios colaterales del acuerdo en el accionariado de Cofides. ¿Qué es Cofides? Una entidad público-privada en cuya composición coinciden el Estado (53,68%) y los bancos Santander (20,17%), el BBVA (16,68%) y Sabadell (8,33%), tres entidades financieras cuyo principal accionista es Blackrock.
Las inversiones todavía no han comenzado, explica Cofides a infoLibre, dado que aún está pendiente de creación el instrumento de "coinversión" necesario. Lo seguro es que entre las prioridades estarán las "iniciativas de transición energética, incluyendo las energías renovables, el transporte limpio y la economía circular", según el propio memorando firmado por QIA y Cofides. Es la gran paradoja de QIA: un fondo de un país emblema de los hidrocarburos hace bandera de las renovables. No sólo liderando el accionariado de Iberdrola, sino aliándose con el Estado y la gran banca para ir más allá.
Renovables, diplomacia y propaganda
¿Por qué tanto interés en las renovables? En parte por la "diversificación" y la visión de futuro. Pero, además, las renovables son el sector óptimo para ofrecer una imagen de capitalista moderno, comprometido y hasta progresista. A Qatar, con una formidable producción de petróleo y gas, le gusta presentarse como una nación firmemente implicada en la promoción de energías renovables y en la generación de "conciencia medioambiental". Y en esa tarea encuentra la ayuda de Iberdrola, la empresa española más relevante de cuantas integran a Qatar Investment Authority en su accionariado.
La presencia del fondo soberano tiene ahí un alto valor no sólo cuantitativo, sino también cualitativo. Para la multinacional energética española, QIA no es sólo su máximo accionista, sino además un "socio estratégico", con el que su alianza es incondicional y al que se refiere en términos elogiosos en su comunicación corporativa. Iberdrola proporciona a Qatar que podríamos llamar un sello verde. Merece la pena rescatar un encuentro en 2021 entre el presidente de Iberdrola, Sánchez-Galán, y el director general de QIA, Mansoor Ebrahim Al-Mahmoud, tras el cual se difundió una fotografía de ambos, en actitud amistosa, con la mano del ejecutivo español sobre el hombro del qatarí. ¿Dónde fue la reunión? En Nueva York, en el marco de la Semana del Clima, organizada por el Climate Group en colaboración con la ONU.
Entonces, ¿cuánto hay de diplomacia y de blanqueamiento en las inversiones de Qatar? Las respuestas recabadas son diversas, pero se podrían resumir así: ese factor existe, aunque su importancia es menor que la del factor principal, es decir, la obtención de beneficio económico puro y duro. El analista sobre relaciones internacionales Diego Crescente, uno de los investigadores que más a fondo ha estudiado los intereses de los países árabes la UE, sintetiza con una palabra qué es lo que mueve a Qatar cuando entra en el capital de empresas europeas y españolas: "rentabilidad". "El criterio principal es ese, sin duda: rentabilidad para retornarla al pueblo qatarí. Y lo cierto es que hasta ahora los números les dan la razón", explica Crescente.
A juicio de Crescente, el resto de consideraciones sobre los porqués de las inversiones son dignas de ser tenidas en cuenta pero secundarias. "Es verdad que su gran negocio es el gasístico y en cambio apuesta por las renovables, concretamente en España con Iberdrola, pero ahí veo dudoso el interés geoestratégico más allá de que es un sector con futuro. Donde sí puedo ver más claro ese interés es en sus inversiones deportivas, por el deseo de entrar en un espacio fundamental en las sociedades occidentales", añade Crescente, coautor de La influencia de los países árabes en Europa (Comares, 2021).
Rubén Juste, autor de IBEX 35. Una historia herética del poder en España (Capitán Swing, 2017), sí cree que para Qatar el uso de la inversión como herramienta diplomática es de "gran importancia". El también autor de La nueva clase dominante (Arpa, 2020) afirma que, como país de pequeño tamaño, utiliza los beneficios de la venta de sus recursos nacionales para trabar aliados en su pugna con algunos de sus vecinos, como los Emiratos Árabes. Juste resume así la naturaleza de QIA: "Es igual que Norges, pero sin asomo del supuesto interés ético y con mucho más interés por el vínculo político que crea el dinero".
Un fondo para aquilatar el poder de la familia dominante
Sea cual sea el grado de importancia geoestratégica que tengan las inversiones qataríes, lo seguro es quiénes son sus beneficiarios principales: los Al Thani.
Ignacio Gutiérrez de Terán, profesor de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid, señala que Qatar es un país marcado por "el poder de una sola familia, y especialmente del Emir, que controla todos los resortes de poder". El apellido Al Thani se erige, señala Gutiérrez de Terán, en un marcador de poder y estatus reconocible en todo el mundo. En la empresa española lo llevan el consejero de Colonial Ali Jassim M. J. Al Thani, el también jeque Khalid Thani A. Al Thani, accionista del Grupo Prisa, y Hamad Bin Jassim Bin Jaber Al Thani, que en 2015 se convirtió en accionista de El Corte Inglés adquiriendo el 10% de la compañía.
"Es una sociedad marcada por el componente tribal. Hay unos pocos clanes principales, los más favorecidos, especialmente uno, y otros periféricos. Pero tengamos en cuenta que se trata de una sociedad que no llega a los 3 millones de habitantes, de los cuales apenas 300.000 son nacionales. La clave de la legitimidad de la familia real está en lograr un reparto más o menos equilibrado de los réditos de la producción", señala Gutiérrez de Terán, coautor de Qatar: la perla del Golfo (Península, 2022).
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A su juicio, es ahí, en la necesidad de réditos para mantener el orden interno, donde hay que entender la necesidad de Qatar acumulación de riqueza: cuanto más beneficio obtenga, más tendrá para repartir y más garantizada tendrá su legitimidad y sus continuidad la familia dominante. "Las inversiones tienen como fin principal garantizarse beneficios ahora y en en el futuro, porque los qataríes saben que el petróleo y el gas no sólo se agotarán algún día, sino que sus precios son volátiles", añade el profesor, que resalta también la utilización de las inversiones como herramienta de poder blando, aunque secundaria en importancia con respecto a la pura y dura obtención de beneficios.
Gutiérrez de Terán cree que Qatar es un régimen que puede ser considerado como "autoritario", pero recalca: "En contra de lo que muchos creen, no estamos ante un régimen sanguinario, policial, con muchos presos políticos. No es así". A su juicio, "hay críticas fundamentadas" a Qatar en tres ámbitos, la "explotación" de los trabajadores inmigrantes, los límites a la "libertad sexual" y los "derechos políticos". Pero, al mismo tiempo, cree que hay un punto de "hipocresía" en las críticas europeas a Qatar, más enfáticas que las que se dedican a otros países de la zona, "con problemas parecidos o más graves". "Ha habido claramente una exageración, una desmesura, que creo que ha sido alentada desde Francia y Reino Unido por la entrada de capital qatarí en sectores sensibles para la opinión pública como la hípica o el fútbol, y que por supuesto ha sido estimulada por el gran rival regional de Qatar, Emiratos Árabes". Eso, añade, sin perjuicio del fundamento al fondo de las críticas vertidas sobre el respeto a los derechos humanos.
Como es habitual con los nuevos amos de la inversión mundial, el silencio es la tónica dominante. Ni QIA, ni Qatar Airways respondieron a las preguntas de infoLibre. Tampoco la Embajada de Qatar ni las empresas Iberdrola, Colonial e International Airlines Group, que se remitió a Qatar Airways.