LA PORTADA DE MAÑANA
Ver
El Gobierno recompone las alianzas con sus socios: salva el paquete fiscal y allana el camino de los presupuestos

Comunidad de Madrid

Personal en la retaguardia de los hospitales y empleados de subcontratas se 'cuelan' por los agujeros del plan de vacunación de Madrid

Una enfermera prepara una dosis de la vacuna contra el covid-19.

Cuando no ha pasado todavía ni un mes desde que España comenzase a ver la luz al final del túnel pandémico a través del brazo de Araceli Hidalgo, el proceso de vacunación se ha convertido en un auténtico quebradero de cabeza para las administraciones públicas. Por varios motivos. Primero, por el limitado número de dosis recibidas semanalmente en nuestro país, que para más inri se ha visto reducido por las modificaciones en las cadenas de producción anunciadas por los principales gigantes de la industria farmacéutica. Y, segundo, por las continuas irregularidades detectadas alrededor del proceso, que ha terminado por empañar la estrategia seguida en las distintas comunidades autónomas y ha destapado las brechas de los protocolos diseñados por las autoridades sanitarias. Una picaresca que, en suelo madrileño, tiene como epicentro a algunos hospitales de la región, donde el Ejecutivo regional ha permitido que se suministrasen dosis a personal de grupos a los que no les correspondía, de momento, la primera inyección. Hay centros en los que se ha vacunado ya a trabajadores de las áreas de gestión y recursos humanos, a empleados de subcontratas dedicadas a otros menesteres no sanitarios e, incluso, a profesionales sanitarios ya jubilados. Mientras, algunas residencias siguen a la espera.

Las primeras dosis de la vacuna de Pfizer-BioNTech comenzaron a suministrarse en suelo madrileño a comienzos de enero. En concreto, el día 9, cuando ni siquiera se había cubierto todavía a un porcentaje lo suficientemente alto de residentes y personal de los centros sociosanitarios de la región –una semana más tarde se hablaba todavía del 50% de población diana con la primera dosis–, el grupo más castigado durante la pandemia y, por ello, con prioridad absoluta en la estrategia de inmunización. Quiso –o no– la casualidad que la apertura de esta nueva vía llegase justo tras conocerse que la Comunidad de Madrid se encontraba a la cola de España en suministro de dosis sobre el total de las recibidas: un 14,3% en aquellos momentos. Desde entonces, las inyecciones se han disparado. Ahora, según los últimos datos del Ministerio de Sanidad, está en un 97,3%. Una cifra que trabajadores de algunos hospitales madrileños vinculan la puesta de inyecciones a mansalva en algunos centros de la región. En algunos casos, saltándose la priorización que se establecía en la Estrategia de Vacunación del Covid presentada por el Ministerio de Sanidad poco antes de que diera comienzo la campaña más esperada del último siglo en España.

El protocolo que puso sobre la mesa y presentó en rueda de prensa el ministro Salvador Illa establecía claramente el orden de suministro de las dosis entre la población. "Las primeras disponibles se utilizarán para vacunar al grupo 1 y 2 en ese orden y, tras completar estos grupos y en la medida que haya más disponibilidad de dosis, se vacunará a los grupos 3 y 4", recogía el protocolo. Es la información que el primer lunes de enero trasladó también la Gerencia Asistencial de Atención Primaria de la Consejería de Sanidad a los centros a través de una nota informativa: prioridad absoluta para los residentes y trabajadores de los geriátricos, seguidos por el personal sanitario de primera línea, el resto de personal sanitario y sociosanitario y las personas con discapacidad que requieren intensas medidas de apoyo. Sin embargo, ese orden ha terminado saltando por los aires. Principalmente, porque mientras quedan todavía ancianos y médicas y enfermeros en el frente sin recibir su primera inyección, se han suministrado ya dosis a profesionales de la salud de segunda línea, sanitarios jubilados o empleados de subcontratas mucho menos expuestos a la enfermedad.

"La orden que se dio primero era que las vacunas iban dirigidas al personal que trabaja en sala de reanimación (REA), en urgencias, en las UVI o en las plantas covid, es decir todos aquellos que tienen contacto directo con los pacientes positivos. Pero al final, se ha terminado vacunando a todo el mundo", señala en conversación un trabajador del Hospital Universitario de Móstoles. En conversación con este diario, explica que con el paso de los días ha terminado por dejarse de seguir la priorización establecida en los protocolos, lo que ha terminado provocando que personal sanitario con mayor exposición al coronavirus haya terminado quedándose "sin cubrir" con las primeras remesas. Un "descontrol" del que acusa a la administración autonómica: "A la hora de suministrar las dosis, debería haber una estimación de cuántos profesionales de primera línea hay para mandar esa cantidad. Es evidente que algo ha fallado, lo que ha provocado que termine instalándose esa sensación de sálvese quien pueda para ponerse la vacuna en los centros".

Personal de baja y trabajadores de una obra

En este centro de la segunda ciudad más importante de la Comunidad de Madrid, donde la tasa de incidencia acumulada se encuentra en los 868 casos por cada 100.000 habitantes en las últimas dos semanas, fuentes sindicales explican que la primera dosis ha sido suministrada, por ejemplo, a "personal de mantenimiento" e, incluso, a empleados ajenos al sector sanitario que se encuentran de baja. "Una pinche de la cocina, por ejemplo", apuntan. No es, sin embargo, un hecho aislado. Una estrategia de vacunación masiva se ha seguido, del mismo modo, en el Hospital Gregorio Marañón. "Se ha vacunado a todos los trabajadores que han querido. Si un día se citaba a un centenar y no todos iban, para no tirar dosis, se llamaba a otros trabajadores del centro. Y no solo sanitarios. También se han administrado dosis a empleados de administración o de la cocina", cuenta un administrativo y representante de UGT en el hospital madrileño, quien hace algunos días recibió la primera inyección.

Una imagen similar a la que se ha registrado también en el Hospital Infanta Leonor de Vallecas. En este caso, fuentes sindicales también hacen mención a trabajadores que se encuentran en la retaguardia. "Se ha vacunado a personal de recursos humanos o de las áreas de gestión y servicios", cuentan al otro lado del teléfono. Sin embargo, estas mismas fuentes quieren hacer una distinción entre esos casos y los de otros trabajadores que hayan podido recibir la primera dosis y, aunque no sean sanitarios, también estén expuestos a la enfermedad. En relación, por ejemplo, con los administrativos, considera importante recordar que si bien no pertenecen al sector de la salud, tienen contacto estrecho con los pacientes en tanto que es el primer filtro que suelen superar cuando acuden a un hospital. "Más que por categoría, en este grupo queda incluido todo aquello que englobe la atención directa del paciente", apunta. Es decir, que la primera línea sanitaria no son solo médicos o facultativos. Es todo aquel que desempeña su labor de cara al enfermo.

Por esta razón, en el Hospital Doce de Octubre no se dudó ni un segundo en suministrar la inyección a trabajadores de algunas subcontratas, como por ejemplo los de la limpieza, la seguridad o el suministro de oxígeno. Sin embargo, las dosis fueron un paso más allá en algunos casos. "También se nos dijo que teníamos que suministrar la vacuna, por ejemplo, a los trabajadores que se están encargando de hacer obras de reforma, desde los albañiles a los electricistas. No lo entendí, la verdad, porque no estamos hablando de personal que pueda tener contacto directo con los pacientes a diario. Imagino que se tomó esta decisión con el objetivo de evitar que se pueda producir cualquier foco de contagio en el hospital", explica una empleada del centro que se ha encargado de controlar la logística alrededor del proceso. De todos modos, calcula que ese grupo no supuso muchas dosis: "Serían unos treinta o cuarenta".

Jubilados

Igual de llamativo, cuenta, es que se les diera la opción de vacunarse a "personas que trabajaron en el Doce de Octubre y que se jubilaron en el último trimestre o semestre". Algunos, explica, se presentaron para recibir la primera dosis. En total, a ojo, calcula unas cincuenta. Sin embargo, quiere dejar claro que fueron muchos los que renunciaron a ella. "Se presentaban en el centro y te decían que ellos no estaban ya en primera línea y que preferían que esas vacunas se las quedasen los compañeros que las necesitaran más. Ni siquiera aquellos que habían sido jefes de servicio o supervisores", cuenta la también delegada sindical de UGT. Por eso, dice, "hay personas y personas". "Pero igual que te digo eso, te digo también que en la cola para vacunarse tenías que estar muy pendiente de que todos llevasen su tarjeta acreditativa, porque te encuentras también a gente ajena al centro que se pone a hacer la fila para intentar que le den la primera dosis a pesar de que no le corresponde", cuenta. 

De hecho, el agujero de los jubilados ha terminado por poner en un aprieto al Hospital Clínico después de que la Cadena Ser desvelase que cientos de ellos se pusieron la vacuna saltándose el protocolo establecido. El llamamiento masivo a estos trabajadores empezó a circular por sus teléfonos móviles porque sobraban dosis de la vacuna ya descongeladas que tenían que ser administradas en un plazo de unas horas para evitar que se perdiesen. Cuando se conoció la noticia, la dirección del centro aseguró que se les estaba vacunando porque todos ellos prestaban un servicio "a pacientes como voluntarios", uno de los escenarios incluidos dentro del personal de primera línea, algo que la propia emisora de radio desmintió con testimonios de algunos de esos vacunados. Al final, este fin de semana, el Clínico puso sobre la mesa cifras. En total, el centro reconoció haber vacunado a seis centenares de sus jubilados, de los que 120 ni siquiera tenían un perfil sanitario.

Madrid mantiene cerradas las 37 urgencias de atención primaria 327 días después de reubicar a sus sanitarios por la pandemia

Madrid mantiene cerradas las 37 urgencias de atención primaria 327 días después de reubicar a sus sanitarios por la pandemia

Residencias y ningún político (de momento)

En el último Pleno de la Asamblea de Madrid, dedicado de forma monográfica a la situación de la pandemia en la región y al proceso de vacunación, la portavoz de Más Madrid, Mónica García, preguntó al consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, por el número de dosis suministradas de forma irregular en la comunidad. "¿Cuántas personas han vacunado que no sean del Grupo 1 ni del Grupo 2?", preguntó la diputada durante la sesión, en la que el dirigente conservador anunció un frenazo a la vacunación del personal sanitario de primera línea por falta de dosis. De momento, se desconoce la cifra. A preguntas de este diario, la consejería del ramo tampoco ofrece respuestas. Pero lo que está claro es que en la región se han suministrado dosis a quienes no les correspondía en base a los protocolos.

Porque además de en los hospitales, también se han detectado agujeros en alguna residencia. Es el caso de Casablanca Valdesur, en Valdemoro, donde se puso la inyección, además de a residentes, a sacerdotes e, incluso, familiares de trabajadores. Sin embargo, por el momento el escándalo de las vacunas no ha salpicado todavía a ningún político de la región. Algo que contrasta con lo que sí ha sucedido en otras comunidades. Destaca el caso de Murcia, donde Manuel Villegas tuvo que dimitir como consejero de Sanidad después de que se conociera que tanto él como su mujer y otros altos cargos de su departamento ya habían recibido la primera dosis. Quien no ha dejado todavía el puesto es el titular de la misma cartera en Ceuta, Javier Guerrero, quien se agarra al sillón con el argumento de que se vacunó obligado. Tampoco renuncian al cargo de alcaldes de El Verger y Els Poblets los socialistas –ya suspendidos de militancia– Carolina Vives y Ximo Coll, también pillados.

Más sobre este tema
stats