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Qatargate, una vergüenza europea

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Eva Kaili, siendo vicepresidenta del Parlamento europeo, no trabajaba en realidad por los ciudadanos allí representados, ni tampoco por las ideas socialdemócratas de su grupo político, ni siquiera por su país de origen, Grecia, no poco necesitado de atención. Al menos, no eran esas sus prioridades. Su empeño central fue la defensa a machamartillo de los intereses de un rico y lejano régimen autoritario que basa su creciente poder en la venta masiva de combustible fósiles y cuya ambición geopolítica no conoce límites.

Sí, aquella prometedora vicepresidenta que había hecho una meteórica carrera política partiendo del estrellato televisivo en Grecia trabajaba para Qatar, por el interés de Qatar, a sueldo –generoso sueldo, según la investigación en curso en Bélgica– de Qatar, un régimen controlado por la familia Al Thani, con el Emir en la cúspide, y puesto en el punto de mira de los grupos de defensa de los derechos humanos por la violencia laboral contra la población inmigrante –la mayoría del país– y la discriminación de las mujeres.

Hablamos del caso Qatargate, del que infoLibre publica estos días en exclusiva en España una investigación que desvela cómo la socialdemócrata Eva Kaili (Salónica, 1978) ejecutó una febril campaña de influencia a favor del régimen de los Al Thani siguiendo instrucciones de su pareja, el italiano Francesco Giorgi, y del exeurodiputado –también italiano– Antonio Panzeri. Aquí puedes leer una reconstrucción milimétrica de las múltiples gestiones de Kaili a favor de Qatar, también de las múltiples exigencias de Qatar a Kaili y sus compinches. Una eurovergüenza.

No ha sido un trabajo periodístico fácil. Detrás hay meses de minucioso empeño a cargo de toda una red profesionales de los medios integrados en la alianza European Investigative Collaborations (EIC), a la que pertenece infoLibre. El resultado, un riguroso relato de los desafueros de una figura en las altas esferas de la UE, vuelve a servir como prueba de la capacidad del periodismo de investigación de brindar a los lectores información exclusiva y de máxima relevancia sobre asuntos que nos afectan a todos. Las revelaciones del Qatargate, un grave caso de corrupción en el corazón de la UE, son dignas de un escándalo que, si no provoca repercusiones políticas mayores, es por ese punto de lejanía con el que, a pesar de su crucial importancia, son seguidas las noticias de escala europea. Bruselas sigue quedando lejos, cuando no debería. No ocurre sólo en España, pero eso no es consuelo. Así que hay que subrayarlo: estar al tanto de lo que se cuece UE, tanto de su acción de gobierno y de su producción normativa como en este caso de sus vergüenzas y miserias, es condición imprescindible para entender nuestra política y nuestra sociedad.

En la crónica de las tareas de lobby de Eva Kaili aparecen nombres como el de Roberta Metsola, presidenta de la Eurocámara, a la que la vicepresidenta trató de camelarse para su causa catarí, llegando a organizarle personalmente unas vacaciones en Grecia. “¿Tú, tu marido y cuatro chicos? ¿O más? Las entradas y un guía os esperan a las 18.00 en el Museo de la Acrópolis”, escribe Kaili a Metsola (y uno se pregunta si no daba el cante aquella vicepresidenta de la Eurocámara dedicada a tan nimios menesteres). También serpentea por esta historia –¡cómo iba a faltar!– Gianni Infantino, presidente de la FIFA y organizador de la Copa del Mundo de Fútbol de 2022, un torneo cuya adjudicación a Qatar fue todo un monumento a la compra de favores. Y el antiguo comisario europeos de Migraciones Dimitris Avramopoulos, del que serían deseables explicaciones más precisas sobre sus tratos con Qatar.

'¿Tú, tu marido y cuatro chicos? ¿O más? Las entradas y un guía os esperan a las 18.00 en el Museo de la Acrópolis', escribe Kaili a Metsola (y uno se pregunta si no daba el cante aquella vicepresidenta de la Eurocámara dedicada a tan nimios menesteres)

Hay nombres especialmente familiares, concretamente los de la agenda española de Kaili, en la que sobresalen Josep Borrell y cinco eurodiputados. Aquí puedes ver uno a uno quiénes son y cuáles son sus explicaciones –en los casos en que las dan, claro– sobre sus interacciones con la desatada vicepresidenta. Versiones que, en todo caso, coinciden en que Kaili no les influyó a favor de su propósito principal: conseguir que los cataríes no necesitaran visado de entrada en la UE, un asunto de honor para Qatar, que quiere gozar del mismo derecho que ya tiene Emiratos Árabes Unidos, uno de sus enemigos íntimos.

Por supuesto, sería un error de interpretación y una grave injusticia meter en el mismo saco al tridente Kaili/Giorgi/Panzeri y a aquellos políticos y asesores de múltiples países y todos los grupos ante los que fueron ejercidas las tareas de lobby, más aún cuando en no pocas ocasiones las mismas resultaron infructuosas. Pero, al mismo tiempo, sorprende que la variedad, intensidad y descaro de las gestiones a favor de un régimen inmensamente rico y empeñado en lavar su imagen y ganar respetabilidad en Occidente no hicieran saltar ninguna alarma. Ese es quizás el ángulo más preocupante que abren las revelaciones del Qatargate: el que permite comprobar el fracaso de los mecanismos de detección en el seno de las propias instituciones europeas. En cuanto a la reacción posterior, lo más amable que puede decirse es que se ha quedado corta. El órgano de vigilancia ética para toda la UE presentado en junio no tendrá facultades de investigación ni de sanción. Su cometido será pasar la pelota a cada institución comunitaria para que compruebe el cumplimiento de las normas y fije las sanciones ante cada caso. Poca contundencia es esa.

Sorprende que la variedad, intensidad y descaro de las gestiones a favor de un régimen inmensamente rico y empeñado en lavar su imagen y ganar respetabilidad en Occidente no hicieran saltar ninguna alarma

Hoy Kaili es una política caída en desgracia. Hace un año fue detenida en la operación contra la red de sobornos en el Europarlamento que dio origen al Qatargate. Los agentes que arrestaron a la vice –que fue destituida casi ipso facto– se incautaron de cerca de 900.000 euros en metálico, a pesar de los intentos que Kaili y su pareja habían hecho de ocultar el dinero una vez notaron en la nuca el aliento de la policía belga. Atención a esto: la vicepresidenta había metido 720.000 euros en billetes de 50 euros en una maleta, junto a los pañales y el biberón, y se la había entregado a su padre, que estaba de visita en Bruselas para ver a su hija y a su nieta de 21 meses.

Tras pasar cuatro meses en prisión preventiva acusada de corrupción, blanqueo de capitales y pertenencia a una organización criminal, la exvicepresidenta sigue proclamando a los cuatro vientos su inocencia en la cuenta atrás hacia un juicio que expondrá a la UE a una posible crisis de reputación. Distinta línea de defensa sigue su pareja, Francesco Giorgi, que ha confesado haberse puesto al servicio no sólo de Qatar, sino también de Marruecos –ojo al interés del reino alauí por influir por debajo de la mesa– y de Mauritania. Aunque sus estrategias ante la justicia son distintas, las noticias publicadas en la serie Qatargate vinculan estrechamente las andanzas de la una y el otro. Sabemos, por ejemplo, que Giorgi usaba los contactos de Kaili para hacer negocios en Mauritania, Grecia y Kuwait. El que fuera asistente parlamentario de Antonio Panzieri blanqueó dinero sucio mediante la entrega de al menos 100.000 euros en efectivo para la compra de un dúplex en Bruselas“Eva es una persona políticamente expuesta. No podemos meter la pata”, le escribió Giorgi a la dueña del apartamento mientras preparaban la entrega del dinero en metálico. Y algo más, especialmente grave: Kaili y Giorgi, ampliando ya el radio de acción de sus desmanes, ayudaron a un armadores a sortear las sanciones de la UE a Rusia.

Tras pasar cuatro meses en prisión preventiva, la exvicepresidenta sigue proclamando a los cuatro vientos su inocencia en la cuenta atrás hacia un juicio que expondrá a la UE a una posible crisis de reputación

A estas alturas estábamos ya más o menos hechos a una certeza: una legión de conseguidores pululan por los pasillos de las instituciones, sea en Madrid o en Bruselas, al servicio de clientes que les pagan por abrirles puertas, cerrarles acuerdos y, en suma, convencer a gobernantes y diputados de aprobar medidas a su favor o frenar medidas en su contra. Lo que no teníamos medios para saber, pero ahora sí sabemos gracias a esta investigación, es que toda una vicepresidenta de la UE se había convertido en lobista de un pequeño reino oriental que nada en petróleo y flota sobre gas. Un régimen cuyos estándares democráticos y de derechos humanos no puede en absoluto da por suficientes la Unión Europea.

El Qatargate demuestra que no parece haber nada que las inconmensurables fortunas de las monarquías autoritarias del Golfo –Qatar, pero también Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos– sean incapaces de comprar en su búsqueda de respetabilidad e influencia: empresas estratégicas de países occidentales, espectáculos y estrellas deportivas, silencios cómplices, lavados de imagen... Y en este caso, que es caso aparte, también altas voluntades institucionales.

Eva Kaili, siendo vicepresidenta del Parlamento europeo, no trabajaba en realidad por los ciudadanos allí representados, ni tampoco por las ideas socialdemócratas de su grupo político, ni siquiera por su país de origen, Grecia, no poco necesitado de atención. Al menos, no eran esas sus prioridades. Su empeño central fue la defensa a machamartillo de los intereses de un rico y lejano régimen autoritario que basa su creciente poder en la venta masiva de combustible fósiles y cuya ambición geopolítica no conoce límites.

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