De Ribera a Calviño y Guindos, los españoles que mueven los hilos en los organismos internacionales

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El mundo está en un momento de convulsión, se juegan enormes partidas en la geopolítica internacional. Más allá del ombliguismo del que peca muchas veces la política patria, España y su propio futuro dependen cada día más de lo que pase en las instituciones y organismos internacionales. Un dato que es un espejo de la realidad: el 53,6% de las leyes aprobadas por las Cortes Generales entre 2019 y 2024 deriva de directrices y decisiones europeas.

Y es vital el peso de los países y sus representantes a la hora de pilotar los grandes organismos. Teresa Ribera acaba de tomar posesión como vicepresidenta ejecutiva de la Comisión Europea para una Transición Limpia, Justa y Competitiva, aupándose de facto como la número dos de Ursula Von der Leyen y como gran referente progresista dentro de un colegio de comisarios volcado hacia la derecha. 

Ribera se convierte en pieza clave en el engranaje europeo en un momento en el que España debe esforzarse para hacer valer su peso con la mirada puesta en que el socialdemócrata Olaf Scholz puede perder el Gobierno alemán en las próximas elecciones con los sondeos a favor de la CDU. La exvicepresidenta de Pedro Sánchez se convierte en el gran poder español internacional, en un escenario en el que también juega un papel de primer nivel Nadia Calviño al frente del Banco Europeo de Inversiones (BEI).

Una de las obsesiones de Sánchez desde que llegó a La Moncloa fue ampliar la presencia de españoles en los organismos internacionales después de una época en la que el país había peleado por debajo de su peso. Tras las elecciones europeas de 2019 logró colocar a Josep Borrell al frente de la diplomacia europea como Alto Representante, puesto que acaba de abandonar por la formación de la nueva Comisión.

Los tentáculos europeos

Sánchez puso en la carrera desde la primavera para la nueva Comisión a Teresa Ribera, que encabezó la papeleta socialista para el 9J. Todo fue como se había diseñado hasta el susto de última hora cuando el PP español logró convencer al líder de los populares en el Parlamento Europeo, Manfred Weber, para tratar de tumbar a la española. Finalmente el presidente español logró imponer su nombre gracias a la complicidad con la presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen.

Ahora la influencia española en Bruselas se desarrolla a través del triunvirato Sánchez-Ribera-Calviño. Los tres han sido precisamente elegidos por el reconocido medio Político como parte de la lista de las 28 personas más influyentes en el continente. Al presidente se le incluye dentro de la categoría de “soñadores” y se hace el símil  "con el héroe de una serie de aventuras de la vieja escuela” porque “cada semana, en Madrid, se encuentra atado a las vías del tren, atrapado en un coche que se dirige a toda velocidad hacia un barranco pero, de alguna manera, se las arregla para salir airoso". A la vicepresidenta europea se la encuadra como una “fuerza disruptiva”, a la vez que subraya que es una de las comisarias con mayor poder de la historia (al tener la cartera de Competencia). Y sobre la presidenta del BEI destaca el medio: "En un momento en el que pocos están dispuestos a abrir sus arcas, se puede contar con Calviño para asignar el dinero necesario para evitar que se derrumbe el techo de la UE".

Ribera es la que más expectación genera en estos momentos. Ubicada ya en la planta doce del Berlaymont, un piso debajo de Von der Leyen, quiere llevar un “aire fresco”, como dicen en su entorno, a la Comisión. Fuentes próximas destacan que su intención “es no quedarse pisando moqueta, sino viajar a los distintos Estados miembros para tener conexión real con el sentir de los europeos y conocer los retos de primera mano”. Además, ya está comunicándose con líderes internacionales y ha recibido ya más de cien peticiones de entrevistas por parte de los medios. Además, los principales CEOs del mundo están llamando a su puerta para conocerla, ya que entre sus manos tiene algunos de los dosieres más importantes que afectan a ayudas de Estado y grandes compañías internacionales.

El poder económico

En el panorama europeo también juega un papel clave el exministro Luis de Guindos, que saltó a la Vicepresidencia del Banco Central Europeo en junio de 2018 en sustitución del portugués Vítor Constancio. Su mandato se extiende hasta 2026 con una institución marcada por sus decisiones sobre los tipos de interés y con la gran incertidumbre, como ha confesado en varias ocasiones el español, sobre la guerra comercial que puede desatar la llegada de Donald Trump y su afectación al crecimiento de las propias economías europeas. Un panorama en el que el BCE tiene un papel activo clave: el pasado jueves recortó 25 puntos básicos los tipos y empeoró sus previsiones para la zona euro ante la situación de Francia y Alemania.

Otro de los nombres propios españoles con fuerza en el continente es José Manuel Campa al frente de la Autoridad Bancaria Europea. El que fuera secretario de Estado de Economía en la época de José Luis Rodríguez Zapatero fue elegido en 2019 por un periodo de cinco años, logrando renovar su cargo en febrero de este año hasta 2029 (aprobando el examen por unanimidad para su reelección). 

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Uno de los mensajes que estás intentando hacer calar Campa en esta nueva etapa es que se debe aprovechar la situación para crear un marco regulatorio “robusto” para que el sector financiero avance hacia la unificación del mercado. Otro de sus principales empeños es la pronta aplicación en las entidades de la normativa de Basilea III, ya que el periodo de transición se ha fijado por parte de la UE hasta 2033.

El enganche multilateral

La influencia española a escala internacional también incluye a Miguel Ángel Moratinos, que ocupa un puesto relevante en Naciones Unidas como alto representante para la Alianza de Civilizaciones. Su discurso en estos momentos en favor del multilateralismo supone un contrapeso al avance en muchos países de los discursos contra los organismos internacionales. En el escenario internacional emergen con fuerza los ataques por parte de Donald Trump contra los acuerdos para frenar el cambio climático o las críticas de Israel sobre la labor de la propia ONU.

Y en esta labor allende las fronteras se acaba también de incorporar la ministra de Sanidad, Mónica García, al aprobar el pasado mes de octubre la Organización Mundial de la Salud (OMS) su incorporación al Consejo Ejecutivo en representación de Europa. Este puesto lo ocupará durante los próximos tres años y pretende impulsar a nivel global la atención primaria como corazón de los sistemas de salud, cuidar a los profesionales, señalar la importancia del cambio climático para la salud, promover la equidad de género en salud y trabajar contra la obesidad infantil a través del deporte, la alimentación saludable y los determinantes sociales de la salud, como ha explicado ella misma.

El mundo está en un momento de convulsión, se juegan enormes partidas en la geopolítica internacional. Más allá del ombliguismo del que peca muchas veces la política patria, España y su propio futuro dependen cada día más de lo que pase en las instituciones y organismos internacionales. Un dato que es un espejo de la realidad: el 53,6% de las leyes aprobadas por las Cortes Generales entre 2019 y 2024 deriva de directrices y decisiones europeas.

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