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Zoido, el juez católico discípulo de Arenas

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Juan Ignacio Zoido (Montellano, Sevilla, 1957), discípulo político de Javier Arenas y actualmente próximo a María Dolores de Cospedal, revive políticamente con su nombramiento como ministro del Interior, cargo en el que sucede a Jorge Fernández Díaz. Ambos –ministro y ex ministro– tienen en común un profundo catolicismo que no dejan en la esfera íntima, sino que exhiben como referente de su acción política. Zoido, juez en excedencia, acumula más experiencia en la moqueta política que con el mazo y la toga. Aunque, invocando su seguridad profesional como magistrado, suele decir que no necesita lo política y que cuando sobre se va, ahí sigue. Y ahora en el primerísimo primer plano, asumiendo una cartera con la credibilidad lastrada por la gestión de su antecesor, que incluyó charlas en su despacho con Rodrigo Rato y operaciones para utilizar los recursos del Estado con el objetivo de debilitar a sus rivales políticos. En España se ha vuelto a hablar de las "cloacas del Estado". Con eso le toca lidiar al ex alcalde de Sevilla, que en su etapa como juez trató directamente con la juez Mercedes Alaya, bestia negra del PSOE andaluz.

En su toma de posesión como regidor en 2011, Zoido citó expresamente como guías, y al mismo nivel, la Constitución y la Biblia. Lo cierto es que en 2011 se podía permitir cualquier cosa porque había acumulado un capital político impresionante al lograr 20 concejales de 33 en Sevilla, antaño Sevilla la roja, donde ganó incluso en los barrios de izquierdas de toda la vida. Así fue: un juez tradicionalista y de derechas arrasaba en la cuna de Felipe González y Alfonso Guerra. Zoido había logrado hacerse con la alcaldía con mucha calle, con su apelación a la pequeña política. El hombre salía frecuentemente en las fotos de prensa señalando un baldosín en mal estado, o la hojarasca sin barrer, lo cual llevaba a la caricatura de sus detractores, que lo veían incapaz de armar un discurso global como líder de la ciudad.

No le hizo falta para ganar. Entre sus éxitos estuvo un hábil desmarque de la estética tradicional, algo señoritinga, de la derecha sevillana. Zoido no se mostraba así. A la calle salía sin traje. Solía usar una ropa informal, una sonrisa relajada y una tendencia a arremangarse que llevaron a que alguno le dijera: "No parece usted del PP". Y eso en Sevilla, donde la derecha jamás había ganado, se parecía bastante a un piropo.

Campechano, de trato fácil, nada estirado, Zoido llegó a alcalde sin hablar demasiado de política, eludiendo las cuestiones ideológicas. En 2011 el PP lo señaló como emblema de su poder local convirtiéndolo en presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP). Tras su victoria parecía estar en racha. En los actos religiosos de Sevilla lo vitoreaban, como en un corpus en el que una señora le gritó que estaba "que se sale, como Rafael Gordillo", el ídolo del beticismo –aunque Zoido es sevillista–. En la prensa local se hablaba entonces de "zoidomanía". Era 2011. Desde esa altura Zoido se despeñó hasta caer al duro suelo cuatro años después, cuando perdió ocho concejales y dejó la alcaldía en bandeja al PSOE, apoyado en su investidura por IU y Participa Sevilla.

Zoido no encontró a lo largo de su mandato un proyecto de referencia, ni un adversario al que demonizar –como lo había sido el comunista Antonio Rodrigo Torrijos durante sus años de oposición–, ni un discurso identificable. Perdió carisma. No logró asentarse como sus compañeros antes en Málaga, Granada, Cádiz o Huelva, con regidores del PP de larguísimos mandatos. Zoido reivindicaba la limpieza de su gobierno –no arrastra ningún caso de corrupción, en contraste con el escándalo de Mercasevilla en la etapa anterior– y su labor de hormiguita para recuperar las maltrechas cuentas públicas, que le impedían grandes alegrías. Se presentaba siempre como antítesis de su predecesor, Alfredo Sánchez Monteseirín (PSOE), que sí había impulsado grandes y caras intervenciones urbanas. Intentó, como han hecho con éxito los alcaldes de Málaga o Granada, vivir contra la Junta. Pero el discurso del agravio en la capital no funcionó. El mensaje de que la Junta está contra Sevilla es difícil de colar.

De Pilar Bardem a Nuestra Señora de las Mercedes

En 2015 se llevó el bofetón en las urnas. Sus adversarios atribuyen su retroceso electoral a un gobierno muy centrado en la Sevilla conservadora, que desveló al verdadero hombre de derechas oculto tras la campechanía de sus años de paciente líder de la oposición. Gestos de cierto sectarismo, como quitarle una calle a Pilar Bardem para llamarla Nuestra Señora de las Mercedes, desmentían aquel discurso del alcalde "con propuestas que no son ni de izquierdas ni de derechas, sino buenas para Sevilla", como solía decir. En el PP se cita como causa de su retroceso el castigo en 2015 al Gobierno por su gestión de la crisis. Zoido afirma que gobernó bien y que el tiempo se lo reconocerá.

Desde su caída en 2015 Zoido no ha encontrado un sitio cómodo en el proyecto de Juan Manuel Moreno Bonilla, líder del PP andaluz, que poco a poco intenta afianzarse y ahuyentar las sombras alargadas del arenismo. Nunca se ha dado por sentado que fuera a repetir como candidato en 2019, ni tampoco lo contrario. Él parecía desearlo. No es probable que Moreno Bonilla llore amargamente el cambio de aires de Zoido. Con su incorporación al Ejecutivo de Mariano Rajoy –con el que se le veía siempre buena sintonía en las visitas del presidente a Sevilla–, se abre paso la idea de que habrá renovación. Está por ver cómo. El PP de Sevilla vive una abierta crisis interna.

Líder regional por accidente

En 2012, cuando Javier Arenas logró su amarga victoria quedándose a las puertas de San Telmo, el ahora ministro del Interior se convirtió casi por accidente en presidente regional del PP, cargo al que llegó avalado por la secretaria general, María Dolores de Cospedal, dirigente enfrentada a Arenas. Cosas de la política, donde uno más uno no siempre son dos. Ahora Zoido ya no es tan próximo a Arenas, su mentor.

Aunque al principio amagó con renunciar a su condición de solución de emergencia y acomodarse en el cargo, pronto empezó él mismo a declarar que su proyecto era Sevilla, que no estaba cómodo ni como presidente del PP ni como portavoz del partido en el Parlamento, donde solía perder en sus cara a cara con José Antonio Griñán, primero, y Susana Díaz, después. En efecto, acabó dejando los trastos a Juan Manuel Moreno Bonilla, un líder que no contaba con la confianza de Cospedal.

Zoido cobró sobresueldos del PP entre 2006 y 2011, aunque el partido sostiene que los declaró a Hacienda y que eran gastos de representación. Estos hechos provocaron una controversia en 2013, siendo Zoido alcalde de Sevilla.

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Aunque nacido en Montellano (Sevilla), se crió en Fregenal de la Sierra (Badajoz), donde su padre tenía una pastelería. Era el mayor de cinco hermanos en una familia donde el padre falleció pronto, teniendo Juan Ignacio 12 años. Licenciado en Derecho en Sevilla, con 25 años ya era juez, estrenándose en Lanzarote. Está casado y tiene tres hijos. Uno de ellos fue el que subió al escenario durante un mitin del PP, inspirando a Rajoy para soltar aquel comentario tan famoso: "¡Zapatero va a subir el IVA de los chuches!". Juan Ignacio Zoido sufrió en 2003 la pérdida de un hijo, de 17 años, en accidente de tráfico.

Magistrado desde 1987, en 1992 fue designado juez decano de Sevilla y formó parte de la Sala de Gobierno del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA). Alfonso Guerra llegó a decir en 2011 que Zoido y la juez Mercedes Alaya tuvieron "una relación personal fuerte", en un comentario destinado a sembrar dudas sobre la instrucción del caso ERE. Zoido cerró su etapa como juez y dio el salto a la política con José María Aznar. Ahí fue director general de Relaciones con la Administración de Justicia, cargo en el que se bregó en el trato con la Audiencia Nacional, el Tribunal Supremo y la Fiscalía General, con Margarita Mariscal de Gante como ministra. Más tarde fue delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha y Andalucía, lo que le da experiencia en la cuestión policial. A lo largo de los años Zoido ha interiorizado la idea de que la política se hace en equipo. Aunque con chapa de hombre antiguo, da responsabilidad a la gente joven y fue de los primeros en el PP andaluz en apostar fuerte por campañas de imagen en internet.

Zoido suele evitar las polémicas. Si ha tenido roces con sus compañeros del PP de Huelva fue por una alusión mal medida al origen sevillano, no onubense, de la conquista de América. Pidió perdón. "No volveré a gastar una broma así", dijo. Discreto orador, juega más a no equivocarse que a hacer o decir grandes originalidades.

Juan Ignacio Zoido (Montellano, Sevilla, 1957), discípulo político de Javier Arenas y actualmente próximo a María Dolores de Cospedal, revive políticamente con su nombramiento como ministro del Interior, cargo en el que sucede a Jorge Fernández Díaz. Ambos –ministro y ex ministro– tienen en común un profundo catolicismo que no dejan en la esfera íntima, sino que exhiben como referente de su acción política. Zoido, juez en excedencia, acumula más experiencia en la moqueta política que con el mazo y la toga. Aunque, invocando su seguridad profesional como magistrado, suele decir que no necesita lo política y que cuando sobre se va, ahí sigue. Y ahora en el primerísimo primer plano, asumiendo una cartera con la credibilidad lastrada por la gestión de su antecesor, que incluyó charlas en su despacho con Rodrigo Rato y operaciones para utilizar los recursos del Estado con el objetivo de debilitar a sus rivales políticos. En España se ha vuelto a hablar de las "cloacas del Estado". Con eso le toca lidiar al ex alcalde de Sevilla, que en su etapa como juez trató directamente con la juez Mercedes Alaya, bestia negra del PSOE andaluz.

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