Delito de rebelión

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Hay vidas y vidas. Contarlas es oficio de biógrafos, participar de su rebeldía compromete también a cualquier lector. Vidas rebeldes, el número que ahora imprimimos, abraza distintas etapas históricas, concierne a mujeres y hombres, y declara fidelidad al principio de Albert Camus : “La historia del mundo es la historia de la libertad”.

El género biográfico y autobiográfico anda sembrado de puertos seguros y acogedores y también de refugios perpetuamente amenazados por la tormenta. Puede argumentarse que ni la borrachera de Charles Bukowski ni los horrendos crímenes de Charles Manson ni el machismo de Albert Einstein son ejemplos de virtud, mírese desde donde se mire, pero si nos atenemos al relato de sus vidas habrá que deducir que siempre latió en ellos una rebeldía patológica y, al mismo tiempo, creativa. Podría ser el caso de Rembrandt que, 350 años después de su muerte en la ruina, sigue alumbrando un prodigioso retrato de la humanidad, tanto de las gentes que habitaban el Ámsterdam del siglo XVII como, sobre todo, su propia mueca ante el espejo de su paleta, que le sirvió para acuñar muchos selfis, dicho a la moda de nuestros días. De Francisco de Goya todavía conmueve una atormentada y negra sombra que convive con las luces del genio y hombre de éxito. Cuando bosquejamos su correspondencia, cuando entramos a hurgar en su intimidad, vemos a un hombre celoso del dinero, orgulloso de su condición de aragonés afincado en la Corte, enamorado y mucho de su amigo del alma Martín Zapater… Su cromatismo resume España: delicado con los tonos pastel, prodigioso con las pinturas negras.

Los caminos de la rebeldía son numerosos. A veces, la encontramos sin salir de casa, bajo la sombra materna. Amparándose en el refugio de la intimidad literaria se puede componer una obra que vale la pena redescubrir, como la de Víctor Català (pseudónimo de la escritora catalana Caterina Albert). Caso similar, aunque más atormentado, es el de la poeta uruguaya Idea Vilariño, una de las cimas más carnales de la poesía moderna en español. Otras veces hay que subirse encima de una mesa y pedir el fin de la injusticia y de la desigualdad como hizo Betsabé EspinalBetsabé Espinal en Medellín, en una huelga que paralizó la industria textil colombiana en 1920.

Salomé a solas

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Sin épica, fumando un interminable cigarro, mirando la especie humana como un álbum de hormigas, el peruano Julio Ramón Ribeyro plasmó también un estilo rebelde que no le valió las mieles del boom latinoamericano, pero que perdura y se rearma con el paso del tiempo. Pero si hay alguien que personifica al perdedor de las letras en España, al anarquista bohemio y sentimental, ese es Alejandro Sawa, un espectro que recorrió aquel Madrid del cambio de siglo XIX que se miraba con complejo de inferioridad en el espejo de París. Una inferioridad que nunca sintió Ricardo Mella, discípulo de Bakunin, que dio ejemplo revolucionario en sus escritos libertarios y todavía le sobró tiempo para regalarle a Vigo una red de tranvías que el tardofranquismo ajustició igual que a su obra.

 

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