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El inagotable eco del Watergate

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Javier Márquez Sánchez

“Cinco hombres, uno de los cuales afirma ser un antiguo empleado de la CIA, fueron detenidos ayer sábado, a las 2.30 horas de la madrugada cuando intentaban llevar a cabo lo que las autoridades han descrito como un plan elaborado para espiar las oficinas del Comité Nacional del Partido Demócrata en Washington”. Pocos lectores prestaron atención a esta breve nota publicada el 18 de junio de 1972 en el diario The Washington Post. Hay que reconocer que parecía el comienzo de una gran historia. Y, de hecho, lo fue: el arranque de un proceso de encubrimientos, presiones y detenciones que concluyó, dos años después, con la dimisión del presidente de Estados Unidos, Richard Nixon.

El calado de aquel suceso en la cultura popular procede ya de la propia inmediatez con la que quedó inmortalizado por dos de los protagonistas indirectos del escándalo, sus investigadores y casi –según Hollywood– justicieros: los periodistas del Post Bob Woodward y Carl Bernstein. En junio del 74, dos años después del incidente, se publicaba el libro Todos los hombres del presidente, donde la pareja de periodistas narraba todo el proceso de investigación; dos meses más tarde, Nixon dimitía después de que el Gran Jurado federal lo considerara copartícipe, sin cargos formales, en una conspiración para obstruir la acción de la justicia. Y en 1976, al mismo tiempo que se estrenaba la versión cinematográfica del libro citado, llegaba a las librerías, firmado también por ambos periodistas, Los días finales, obra que relataba las agónicas últimas semanas de Nixon en la Casa Blanca. 

La esencia del atractivo de este caso es bastante sencilla: la lucha de David contra Goliat, de la prensa contra los políticos, del pueblo contra el poder. La dimisión de Richard Nixon como consecuencia directa de las acciones legales desatadas por las investigaciones de los periodistas (Woodward y Bernstein al principio, pero no solo ellos), demostraba por primera vez que nadie era intocable, que el hombre más poderoso de la nación más influyente en aquel momento podía ser obligado a rendir cuentas, y que la prensa tenía la capacidad de conseguir algo así. Si sumamos a todo eso el hecho que, en aquellos días, con sus salvajes bombardeos en Vietnam y Camboya, Nixon se había convertido en algo así como un archivillano a lo 007, es fácil comprender cómo su caída fue vista por parte de la población como una gran victoria popular.

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Fontaneros del partido en el Gobierno espiando al partido contrario, un agente de la CIA entre ellos, grabaciones secretas del presidente, los trapos sucios de "todos sus hombres", periodistas con fuentes misteriosas de alto nivel, un director comprometido, una editora amenazada, teléfonos sonando, humo de cigarrillos, tecleos de Olivetti… Si el caso Watergate lo hubiesen creado en Hollywood hubiese arrasado con todos los premios al guion original, pero lo mejor es que todo fue real y con tanta información y enfoques posibles que, medio siglo después de los hechos, sigue sorprendiéndonos de vez en cuando alguna nueva aproximación cinematográfica o literaria a lo sucedido.

El título por excelencia, naturalmente, es Todos los hombres del presidente, adaptación dirigida por Alan J. Pakula del citado libro de Woodward y Bernstein, que para la memoria popular pasarían a encarnar los rostros de Robert Redford y Dustin Hoffman. La película funciona tanto a nivel de relato político como de crónica de ambiente periodístico, y sigue con bastante fidelidad los hechos a pesar de algunas licencias dramáticas, como la misteriosa presentación de Garganta Profunda, en realidad Mark Felt, director asociado del FBI y viejo conocido de Woodward, que contactó con él de una manera mucho más natural.

Precisamente con Garganta Profunda como protagonista se estrenó en 2017 Mark Felt. El informante, adaptación de Peter Landesman del libro del propio Felt The man who brought down The White House. Unos años antes, Bob Woodward ya le había dedicado otro libro: El hombre secreto, la verdadera historia de "Garganta Profunda" (Inédita, 2005). También en 2017, HBO estrenó el documental de John Maggio Ben Bradlee, el hombre del Washington Post, sobre otro de los personajes clave de este episodio histórico, en este caso el director del periódico que empujó a Nixon hacia su debacle

En sus memorias Vida de un periodista (Aguilar, 1996), Bradlee dedica bastante paginación a repasar lo ocurrido durante aquel periodo y ofrece algunas lecturas interesantes tanto sobre la retorcida personalidad de Nixon como del valor de la editora del Washington Post, Katherine Graham. Steven Spielberg tomaría esa férrea relación entre director y editora como hilo conductor de su película Los papeles del Pentágono (2017), que aborda la lucha del Post y otros diarios por publicar una documentación que ponía en evidencia los esfuerzos de la administración Nixon por salvar su imagen en Vietnam por encima de salvar la vida de miles de estadounidenses. Esta película puede verse como precuela de la cinta de 1976 hasta el extremo de que, como un guiño evidente, acaba justo donde arranca el clásico de Pakula.

Aunque esa es sin duda la mejor aproximación cinematográfica a los hechos, no hay que desdeñar, pese a haber quedado en el olvido, la producción televisiva de 1989 Watergate: el escándalo, dirigida por Richard Pearce, que tomaba como base el segundo libro de Woodward y Bernstein para narrar las luces y sombras del Nixon político y el ser humano en los últimos meses al frente del país. Y es que, más allá de las intrigas periodísticas, no cabe duda de que es Richard Nixon el gran protagonista de un proceso de corrupción política que, analizado al detalle, resulta difícil de entender que realmente pudiera ocurrir. 

Tal vez por ello han sido aún más las películas que, en lugar de centrarse en el propio escándalo, han optado por abordarlo desde la perspectiva del entonces presidente, para tratar de comprender cómo pudo llegar a actuar como lo hizo. Es el caso de la tortuosa Nixon (1995), de Oliver Stone, con Anthony Hopkins en la piel de protagonista; El desafío: Nixon contra Frost (2018), con Frank Langella como el presidente, o la inquietante e injustamente olvidada Secret honor (1984), adaptación de una obra teatral a cargo de Robert Altman en la que Philip Baker Hall, único actor de la cinta, interpreta a un Richard Nixon en el ocaso de sus días que reflexiona sobre su vida y su carrera política con altas dosis de autocrítica y humor negro. Por cierto, humor tampoco ha faltado a la hora de abordar el Watergate, aunque con resultados bastantes prescindibles, como Aventuras en la Casa Blanca (1999), perpetrada por Andrew Fleming.

Entre las últimas novedades llegadas a la pantalla cabe destacar la miniserie documental para History Channel Watergate. Dirigida por Charles Ferguson, con algo menos de brillantez que su mítico Inside job, tal vez debido a un exceso de metraje, supone con todo la incursión más completa y exhaustiva hecha hasta la fecha sobre lo ocurrido en la política estadounidense en aquellos turbulentos años. Por otro lado, desde el pasado 24 de abril está disponible en la plataforma de streaming Starz Play la miniserie Gaslit, en la que Julia Roberts interpreta a Martha Mitchell, esposa del fiscal general y amigo personal del presidente, John Mitchell (Sean Penn), quien llegó a ser secuestrada en un hotel por su propio marido para evitar que contara que ella conocía a los detenidos en el Watergate.

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Más allá de esta anecdótica producción, es probable que la lectura complementaria perfecta para la miniserie de Charles Ferguson sea Watergate. A novel (2013) de Thomas Mallon. A imagen de lo que hizo Don DeLillo en Libra con la historia de Lee Harvey Oswald y el asesinato de Kennedy, Mallon lleva a cabo una novelización exquisita de la época, los distintos ambientes y los hechos previos y posteriores al asalto con rigurosidad periodística y un nervio narrativo fascinante.

Este libro, que sigue inédito en castellano, es una buena prueba de que el legado cinematográfico del Watergate ha gozado siempre en España de mejor trato que el literario, y para muestra, el hecho de que no se haya reeditado nunca Retratos de Watergate, publicado aquí por Anagrama. El libro reúne nueve reportajes de la periodista Mary McCarthy, escritos entre junio de 1973 y septiembre de 1974, que ofrecen una interesante aproximación a los hechos, aportando en ellos una extraordinaria galería de retratos y un análisis psicológico sobre la sociedad estadounidense del momento que ayuda a comprender la relevancia adquirida por lo sucedido a partir de aquel 17 de junio del 72. 

Para los que prefieran novedades, el aniversario de este año ha hecho llegar a las librerías nuevos trabajos con títulos prometedores pero, en realidad, escasas revelaciones, tales como Watergate: a new history (Simon & Schuster), de Garrett M. Graff, o The White House plumbers: The seven weeks that led to Watergate and doomed Nixon’s presidency (Griffin), de Egil Krogh.

“Cinco hombres, uno de los cuales afirma ser un antiguo empleado de la CIA, fueron detenidos ayer sábado, a las 2.30 horas de la madrugada cuando intentaban llevar a cabo lo que las autoridades han descrito como un plan elaborado para espiar las oficinas del Comité Nacional del Partido Demócrata en Washington”. Pocos lectores prestaron atención a esta breve nota publicada el 18 de junio de 1972 en el diario The Washington Post. Hay que reconocer que parecía el comienzo de una gran historia. Y, de hecho, lo fue: el arranque de un proceso de encubrimientos, presiones y detenciones que concluyó, dos años después, con la dimisión del presidente de Estados Unidos, Richard Nixon.

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