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Martín Caparrós: "Espero estar vacunado contra la certeza"
Random House vuelve a publicar toda la obra de este escritor bonaerense polifacético, analítico y divertido. Él opina que ese conjunto de libros supone “una reunión aterradora”. Ultima “un libro gordo, 600 páginas”, que saldrá en septiembre y en el que revisa los viejos clichés sobre América Latina. Se llamará Ñamérica, con ñ, y le tiene “bastante entusiasmado”.
¿Que le reediten es como volver a nacer?
No, no es tan grave. Nacer debe de ser muy doloroso y traumático. Y esto no es ni doloroso ni traumático. Es, si acaso, levemente melancólico. Volver a mirar un camino que has recorrido durante los últimos casi 40 años, cuando publiqué mi primer libro.
Si no es volver a nacer, será vivir de las rentas.
[Ríe ] No, tampoco, porque sigo escribiendo como un perro. Es tener que constatar que buena parte de mi camino ya ha sido recorrido. Pero qué bueno que queden mojones en ese camino que pueda volver a mirar.
Es un látigo constante contra el primer mundo, Estados Unidos y Europa, frente a África y Sudamérica, por los problemas globales que van desde el hambre a las vacunas, por la concentración de la riqueza. ¿Tenemos remedio? ¿A quién hay que pedirle cuentas?
Podemos pedirle cuentas a muchísimos estamentos y personas, pero creo que antes de nada tenemos que pedirnos cuentas a nosotros mismos, a cada uno de nosotros, para ver qué hemos hecho o qué no hemos hecho. Hoy justamente estaba pensando en eso, en lo fácil que es creer que la culpa siempre es de otros, lo fácil que resulta encontrar responsables de todo lo que nos pasa y lo difícil que es pensar que, en última instancia, si todo no es mejor es porque nosotros no sabemos hacerlo. El problema, como siempre, es quiénes somos nosotros.
¿Y quiénes somos nosotros?
Nosotros es algo que se arma y se desarma y se rearma y se constituye y se destruye. Hay épocas que tienen un nosotros muy fuerte y otras que tienen un nosotros disgregado. Esta parece ser de las últimas.
Entre sus obras reeditadas está ‘El Hambre’, un ensayo sobre los mecanismos que hacen que casi 1.000 millones de personas no coman lo que necesitan. ¿Esto es una vergüenza? ¿Un fracaso? ¿La cara dura de los países ricos?‘El Hambre’
Todo eso y un par de cosas más. La mayor vergüenza de nuestra civilización es que siendo capaces a niveles técnicos de alimentar a todos los hombres y mujeres no lo hagamos. No tenemos excusa, porque la Tierra puede, desde hace unas cuántas décadas, producir alimentos suficientes para todos. El problema es que el sistema mundial de producción y comercialización de alimentos no está pensado para dar de comer a todos, sino para que sus dueños ganen más dinero. En ese sentido, supone un fracaso de casi todos y un éxito de unos pocos.
En ‘Un día en la vida de Dios’, novela que califica de histórica-pop, sostiene que Dios es mujer. Igual hay muchos que se lo temían y otros que lo sospechaban. ¿Usted está seguro?
No, por supuesto que no. Si estuviera seguro de algo, rápidamente me iría a hacer ver. Si hay algo que detesto es a la gente que está segura de cualquier cosa que sea. Creo seguramente en la duda y después dudo de si creo en la duda. Pero me gustaba la idea de la vida de esta Dios. Y me gustaba más que nada, te confieso, por una razón sonora. Porque empezar una novela diciendo “Dios estaba aburrida” ya me parecía que valía la pena.
Decía que el problema es quiénes somos nosotros. ¿Qué es la identidad? ¿Existe, por ejemplo, una identidad porteña?
Pueden existir rasgos. Estoy muy cabreado con la palabra identidad, porque me parece una manera de renunciar a la construcción. Yo entiendo la identidad como un avance para deshacer esa idea de identidad y construirse. Pero últimamente hay muchas distancias y la identidad se entiende como un fin en sí mismo. Como somos esto vamos a persistir en ese error o en esa condición interminablemente y vamos a hacer que esa condición sea lo más importante que me sucede, lo más importante de nosotros mismos. Y ya me parece que eso es un renuncio fuerte frente a aquella idea de que a partir de lo que éramos, teníamos que conseguir ser otra cosa.
¿Tener un psicoanalista de cabecera es parte de la identidad argentina?
Yo nunca tuve un psicoanalista ni de cabecera ni de ninguna otra cosa, aparte de mis padres, tíos y tías. Pero jamás me acosté en un diván. Nunca me analicé. Por supuesto, cualquiera te diría que por eso, porque mi madre, mi padre, tíos y tías eran psicoanalistas.
Y eso marca mucho.
Bueno, a ellos sí.
¿El papa, Messi y Martín Caparrós son lo más de Argentina?
No, ciertamente no [ríe]. El papa Francisco y Messi se reúnen en esta idea de que la Argentina es muy exitosa como país de la Edad Media. Tenemos un gran bufón, tenemos un gran cura, incluso tenemos una reina, la reina Máxima.
¿Se deja al escritor: Martín Caparrós?
Bueno, en la Edad Media no había escritores.
Dicen que el tango favorito del papa es ‘Cambalache’. ¿Él sí que sabe?
El mundo fue y será una porquería, ya lo sé… Es curioso que alguien que debería convencernos de que el mundo es espléndido, porque es la creación de un ser todopoderoso, al cual supuestamente él representa, diga que el mundo es una porquería. Siempre pensé que si yo creyera en Dios me pasaría la vida negando su existencia, porque si dices que existe le estás atribuyendo este desastre de mundo, que, efectivamente, como dice Cambalache, fue y será una porquería. El papa se supone que nos está diciendo todo el tiempo que ese Dios existe, y no puede decir después que su creación es tan imperfecta. ¿Cómo vamos a creer que un ser, del que él dice que es la perfección pura, tenga una obra tan desastrosa?
Para perfecto, ¿Messi?
Bueno, no. El problema de Messi es que fue demasiado cercano a la perfección. Esa era su desventaja con Maradona. Maradona siempre era gloriosamente imperfecto y conseguía cosas dramáticamente, cuando parecía que no las iba a poder conseguir. Siempre caminó por el borde. Messi parecía tan casi perfecto que impresionaba mucho menos, porque hacía todo como si fuera muy fácil. Yo creo que eso lo perjudicó mucho.
¿Y usted se acerca a la perfección?
Pero ni de lejos, ni de lejos, afortunadamente. ¿Cómo sería cuando alguien es perfecto? ¿Qué haría? No necesitaría hacer nada. ¿Para qué hacer algo, si ya es perfecto?
“El que no llora no mama, y el que no afana es un gil”, sigue ‘Cambalache’. Como la vida misma.
Sí, eso sí que está muy escrito en los rasgos argentinos, rasgos, digo, para no hablar de identidad. Todo el tiempo los argentinos se creen muy poderosos porque se la pasan llorando a ver si maman y protestando por todo. Y llega un momento en que la protesta deja de ser poder para ser pura queja. En Argentina se pasa mucho ese límite.
Mamar, quiere mamar todo el mundo. En España, también. Y de afanar, ni hablemos.
En todos lados se afana bastante. El problema es convencerse de que si no lo haces eres un gil. Pero el tema del afanar, del robar, me parece un poco menor, porque lo que roba el más corrupto de todos los corruptos no se acerca ni de lejos a lo que roba cualquier gran capitalista, como Bezos, Ortega o Gates. Pero se indignan y nos hacen indignar con lo que roba un corrupto, que es feo y desagradable, para que luego digamos: “No, pero los grandes empresarios sí que son decentes”.
Tiene un rincón virtual llamado ‘Cháchara’, donde trata lo divino y lo humano. ¿Se dirige a sí mismo para desahogarse o quiere contarnos de qué va el mundo? ‘Cháchara’
Sigo haciendo lo que vengo haciendo desde hace muchísimos años, que es escribir las cosas que pienso. Lo curioso es que, durante muchos, muchos años, me justificaba por el hecho de que me pagaban por ello. Te sientes socorrido, no solo es útil, pero sobre todo facilita mucho las cosas, te permite hacerlas sin pensar por qué las haces: bueno, lo hago porque yo vivo de esto. En Cháchara empecé a hacerlo sin que me pagaran y era sorprendente decidir que iba a hacerlo sin tener la excusa del dinero, simplemente porque me parecía que valía la pena. Esto te enfrenta a la razón o sinrazón de lo que haces, te obliga a estar convencido de que lo quieres hacer. Y lo hice por armar un espacio donde escribir ciertas cosas y poder escribirlas sin que nadie me jodiera.
“¿Están todes loques? ¿O solo algunes?”, leo en su rincón virtual. ¿El lenguaje inclusivo se soluciona de esta guisa?
Cualquier idioma es un conjunto de costumbres adquiridas. Uno se acostumbra a que cuando dice los sonidos “perro” piensa en un animal. Yo no estoy acostumbrado a la terminación en e, me suena fea. Pero me parece bien que haya un intento de desmachizar el lenguaje. Me parece perfecto. Yo estaría más a favor de poder usar el plural genérico en masculino o femenino indistintamente. O sea, que si tú y yo estamos hablando, yo pueda decir: nosotras estamos hablando.
Como Unidas Podemos.
Como Unidas Podemos, sí. A mí me gusta más esa solución, porque mantiene esa costumbre que es el lenguaje. Los plurales se hacen en o y en a. El asunto es que no haya una preeminencia del plural hecho en aparente masculino.
¿Unidas Podemos le gusta por algo más que eso?
Me gustaba mucho al principio el intento de cambiar las formas de hacer política, la horizontalidad, el Estado asambleario, todo eso. Yo sé que es muy difícil de mantener, pero me da mucha pena la intensidad y la profundidad con la que no lo mantuvieron. Me parece que es otra oportunidad perdida. Veremos a la próxima.
Escribió en ‘El País’ que actualmente ser positivo es lo peor. Se refería al covid. ¿Pero no es un poco el mundo al revés?
Sí, es parte de este mundo al revés en el que estamos viviendo. Creo que nunca nos había pasado vivir algo tan imprevisible como lo que nos ha sucedido en el último año. Me tiene muy impresionado. Todo lo que nos ha pasado en nuestras vidas entraba dentro de lo posible, de lo previsible. Pero un año encerrados, enmascarados, aterrados, en el que todo se ha detenido, es algo que nunca imaginamos. Y resulta muy raro que a una generación entera, al mundo entero, le suceda algo que no hubiera imaginado antes.
¿Contra qué está vacunado, covid aparte?
Espero estar vacunado contra la certeza. Me encantaría estar vacunado contra la soberbia que se les atribuye a los argentinos, y me gustaría estar vacunado contra el cliché, contra el lugar común. Eso es más difícil. No sé si todavía me dieron la segunda dosis.
Dice que vuelven los chinos, a través de las mascarillas. ¿A usted le dan miedo? Los chinos, digo.
No, miedo no. Creo que tuvimos la suerte de vivir en uno de los escasos periodos en que China no fue el país más poderoso del mundo. Pero va a volver a serlo. Y es una lástima, porque es una cultura con la que no tenemos ningún feeling, ninguna relación. Quizá dentro de 100 años su poder haga que ya mucha gente tenga una relación fuerte con esa cultura. Pero lo raro es que la hegemonía, el poder económico y político chino, por ahora no se ha manifestado en ninguna forma visible cultural. Los chinos han conseguido todo este poder con formas occidentales, creando máquinas, culturas, costumbres y espacios occidentales. Creo que ahora llega el momento en que eso va a empezar a torcerse, a chinizarse o sinizarse, como se diga, y por suerte no lo vamos a ver nosotros, pero dentro de 50 o 100 años el mundo va a ser mucho más chino.
¿Tiene miedo de algo?
¿Miedo? Sí, de pasarla mal, de sufrir, básicamente. No sé si de mucho más. Yo decía con esto de los chinos que no es que les tenga miedo, me resultan muy ajenos. Qué curioso que después de pasarnos una vida despotricando contra el imperialismo cultural yanqui, en algún momento empecemos a extrañarlo, y digamos ¡pucha! Finalmente nos parecíamos mucho más a los norteamericanos que a los chinos. Pero no me dan miedo. Me resultan muy ajenos. Me parece que va a ser un fenómeno curioso que, de todas maneras, yo no voy a ver.
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Antes decía que nunca tuvo terapeuta en una familia entera de psicoanalistas. ¿Se considera exótico por ello?
No. Estamos en tiempos de vacunas y supongo que eso me debe haber vacunado. Me dieron todas las dosis que había de todas las vacunas del mundo.
*Este artículo está publicado en el número de mayo de tintaLibre, a la venta en quioscos. Puedes consultar todos los contenidos de la revista haciendo clic aquíaquí