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Vida y opiniones de Frank Bascombe

Richard Ford (Jackson, Mississippi, 1944) es autor de cinco novelas con su inseparable personaje Frank Bascombe.

Ramón Reboiras

Pitidos en el teléfono.

Una voz clara, al otro lado, me sorprende.

-Soy Frank Bascombe.

No parece la voz de un hombre de 74 años.

-Mr. Bascombe.

Digo aturdido.

-Soy el periodista de 'TintaLibre' que quedó en llamarle, no sé si recuerda…

No resulta fácil hablar al teléfono con un personaje imaginario.

-TintaLibre, he ojeado el par de ejemplares que me mandó, sé muy poco español, lo suficiente para pedir unos tacos en Scottsdale cuando bajo al Sur, pero por lo visto siguen quedando revistas de izquierdas por el mundo, me alegra saberlo, y, por favor, llámeme Frank…

-Muy amable de su parte, ¿dónde está por cierto en este momento?

-Donde siempre últimamente, me pasé la vida viajando, soy de una generación nómada en América, y he venido a parar a Haddam, New Jersey, un buen lugar para ver el crepúsculo de la vida.

-Creía que Haddam era un lugar inventado…

-Cosas de Richard, los escritores siempre andan con esas milongas del territorio, recuerde Yoknapatawpha de Faulkner. Hay un Haddam en Connecticut, y nuestro Haddam es calcado a las urbanizaciones que hay por toda la Jersey Shore… Richard es muy meticuloso en eso, se apunta las matrículas de los coches que salen en sus libros, se lee hasta el prospecto de las drogas que toman sus personajes, conoce su número del seguro médico, y con la Historia es particularmente pesado, o sea que si hay un lugar inventado que se parezca a la realidad es este Haddam desde donde le hablo.

- ¿Sigue vendiendo casas, Frank?

-En cierto modo. A mi edad solo sirvo para informar a mi jefe laosiano, que fue mi empleado y es budista, pero muy republicano (lo que resulta muy contradictorio), de posibles clientes, hago como de agente del FBI, confronto expedientes, veo si son clientes aptos para residir en estos suburbios donde todo el mundo quiere conservar el anonimato… Mi empresa se llama House Whisperers, entienda pues que soy un susurrador de casas, prefiero llamarlo así a soplón, el cliente ha cambiado últimamente, ya sabe, algún acaudalado saudita o hija de acaudalado saudita o ruso que ha huido de Putin, o venezolano, gente que prefiere gozar de un cierto anonimato y que tiene mucha pasta, el Garden State por lo demás es un refugio tranquilo con Manhattan a tiro de piedra…

-Para ser solo un agente inmobiliario es usted un personaje muy famoso…

-Bueno, eso es literatura, yo sólo me dedico al negocio de los bienes raíces y a tratar de que mi vida sea lo más feliz posible en lo que me quede.

-La felicidad parece ser lo que más le preocupa últimamente.

-Es el gran tema. Y la gran pregunta también. Mi madre desde la cama del hospital cuando ya le quedaban solo un par de días me miró y me dijo: “¿Eres feliz, Frank?”. Yo diría que he sido feliz, lo bastante feliz al menos para ser Frank Bascombe, no sé si me entiende. Al poeta Philippe Larkin, que era un cascarrabias de campeonato, le preguntaron una vez, “¿Cree que podría haber sido más feliz en la vida?” A lo que él respondió. “No, no sin ser otra persona”. A mí me ocurre lo mismo.

-Uno de los lugares que mejor conoce, por lo que he leído, es la Clínica Mayo, en Rochester, Minnesota, no sé si tiene que ver esto con la felicidad precisamente.

-Le voy a contar. La Mayo es una especie de templo americano. Una ciudadela encantada. Conozco demasiado bien la Mayo por un problema de próstata mío ya superado (o eso parece, aunque me paso la noche yendo al baño con más frecuencia últimamente) y porque acompañé a mi hijo Paul allí en todo su tratamiento por el ELA… La Mayo es un lugar especial: una fortaleza donde entran todos los días miles de personas confiadas en que es el único lugar del mundo donde encontrarán la cura a sus males, algo de verdad transformador.

-Lamento mucho la pérdida de su hijo, por cierto.

-Creo que esos días en los que acompañé a Paul en la Mayo y que visitamos el Monte Rushmore en Dakota, con aquella reliquia de furgoneta Dodge matrícula de Florida en la que viajamos, fueron de los más felices de mi vida, al menos de los más reveladores.

-En España en vez de al Rushmore hacemos el Camino de Santiago, también van los enfermos de ELA…

-Creo que se liga mucho, tengo entendido. Y qué mierda, cada pueblo elige a sus santos y su manera de peregrinar.

-¿Y el amor, Frank? Leo que incluso se ha enamorado de una masajista vietnamita que conoció en Rochester y que al parecer le puso las vértebras en su sitio…

-[Bascombe suelta una gran carcajada, es de esos momentos que me arrepiento de no haberle propuesto un Zoom, tarda en volver a la conversación]. A medida que envejezco, cada vez menos cosas me parecen incoherentes, la verdad… Y la masajista, por cierto, es más americana que el cornhole

- ¿El ‘cornhole’?

-A Paul le apasionaba, es un juego muy americano… Unos saquitos de maíz (o de judías) que se lanzan a un hoyo sobre una tabla inclinada, si tienes un salón grande se puede jugar en el salón, es más de Minnesota que los concursos de polca.

-También el fútbol americano le interesa mucho.

-Cierto. El soccer por aquí es cosa de latinos. No nos perdíamos casi ningún partido por la televisión … Los Jets, los Chargers, hasta los pobres Vikings… Lo peor fue aguantar el dominio de los Patriots tantos años seguidos, los putos Patriots, parece que el agua vuelve al molino con el triunfo de los Chiefs de Kansas, siempre me gustaron los Chiefs, mi hijo Paul en sus últimos días nunca se quitaba su parka de los Chiefs.

-Por cierto, a los 38 años era usted un famoso periodista deportivo, su vida ha cambiado mucho desde entonces…

-Tenía 38 años, un divorcio a cuestas, y a Ronald Reagan de presidente, una ecuación muy peligrosa, puede imaginar… Fue por entonces cuando conocí a Richard, un tipo de Jackson, Mississippi, de mi quinta, que quería ser el mejor novelista americano…. Por entonces todavía seguían vivos Cheever, Bellow, Updike o el plasta de Philip Roth, pero él insistía en que iba a ser el mejor novelista americano de todos los tiempos… Ese es Richard; Dios no le dio cuerpo para el touchdown, pero sus novelas son un alarde de músculos en movimiento, un Mustang embalado por la autopista.

-Lo dice, Frank, con ironía.

-Richard y yo llevamos hablando desde entonces y nunca nos cansamos de ponernos a parir y de reírnos… Me da mucha vida el cabroncete, creo que no puedo hablar de mi vida sin hablar por él, una especie de arte de ventrílocuo… Por cierto, nació muy cerca del degenerado de Faulkner, que vivió en Oxford, el Oxford de Mississippi, casi toda su vida. A mí me gusta decir siempre eso de “No hay fue. Sólo existe el es”, le viene muy bien a mi vida actual… No me gusta mirar atrás, cada vez menos. “Es, es, es”, repito, así entre comillas, la vida tiene que llevar muchas comillas.

-Son cuarenta años juntos…

-Es un matrimonio de conveniencia, los Rolling Stones llevan más tiempo y siguen subiendo al escenario… Y Chomsky sigue vivo, el otro día por cierto vi su foto con aspecto de náufrago polinésico en una clínica de Brasil y me pregunté, ¿cuántas veces hemos enterrado ya a Chomsky?

-Las últimas noticias son que Ford ha publicado un libro, ‘Sé mía’, y se despide de usted, o eso dicen los editores…

-Él sabrá, ahora que se ha hecho famoso y rico tiene derecho a descansar. Yo solo soy un invitado, y cuando se acaba la fiesta hay que saber despedirse como un special guest. Nuestro lema fue siempre: “Seamos serios, vamos a divertirnos”.

-Han soportado juntos a unos cuantos presidentes, y no precisamente divertidos…

-Desde Reagan, unos cuantos, sí.

-Ahora con Trump parecen culminadas todas las expectativas…

-Yo, pese a todo, sigo subido al burro demócrata, si es lo que quiere saber… Dicen que el burro es un animal muy terco.

-No quiere hablar de Trump, observo…

-Con ese payaso no tendría ni una conversación sobre propiedades, y ese gesto que hace de labios protuberantes y brazos cruzados yo creo que lo ha sacado de Mussolini.

-En el fondo, los dos son agentes inmobiliarios.

-La diferencia está en que yo vendo propiedades y él estafa a todo quisque… No quiero recordar lo del Casino de Atlantic City, ni en las peores películas de la Mafia se ha visto nada parecido. Pero ahí sigue con la gorra puesta, perdone, pero los MAGA de los cojones me hacen beber demasiado últimamente, cuando veo una bandera clavada a la entrada de una de las propiedades escupo al suelo del prado y cuando voy por la autopista y veo una pegatina en un coche adelanto como en Indianapolis… Toda esta mierda empezó con The Apprentice, ese reality que me tocaba mucho los cojones, pero no quiero seguir hablando de Trump.

-Tampoco lo de Stormy Daniels resulta muy edificante.

-Hay que ser tonto del culo para querer taparle la boca a una actriz porno.

-Capto la ironía. Volviendo al señor Ford, con él emprende uno de los viajes más largos de la historia de la literatura, empezaron por las catedrales del béisbol, las del basket y del fútbol americano en ‘El periodista deportivo’…

-Perdone la interrupción, usted está en Madrid y yo en Nueva Jersey, huelga decirle que en los Estados Unidos no tuvimos ni románico, ni gótico, ni barroco y nuestras catedrales se parecen más al Madison Square Garden o al Sea Stadium… Nuestras catedrales son estadios.

-Está claro, Frank, pero a lo que iba, la sociedad Ford/Bascombe empezó por ahí, siguió con el ‘Día de la Independencia’, se fue a por ‘Acción de Gracias’ y en su última travesía nos lleva al monte Rushmore, más americana la singladura imposible.

-Cuando conocí a Richard tenía ya ese gran proyecto en mente, es muy ambicioso el cabrón, muy histórico, en un país sin mucha historia si exceptuamos la Independencia y la Guerra de Secesión, y me pidió permiso para poder ser su personaje y acompañarle en la Odisea, lo dijo así en plan Homero… Yo siempre le dije que era el tercer Ford en la cadena, después de Henry que hacía coches y de John que hacía westerns, creo que dio resultado, sus libros son, como los coches o el cine, pura epopeya americana, epopeya en movimiento.

-Supongo que hablaron también de derechos de autor…

-Ya le dije, Mr. Revoir [lo pronuncia a la francesa], que me gano la vida de forma holgada vendiendo propiedades, pero debo decir que siempre que pasa por Manhattan no escatima una buena cena e incluso uno de esos vinos que tanto le gustaban a Benjamin Franklin, un buen burdeos, Cheval Blanc de Saint Émilion por ejemplo… Echamos a los franceses, pero los americanos seguimos embelesados con su cultura, con su gastronomía, incluso con sus mujeres, bueno, esto último no está bien decirlo, se tarda mucho en ser correcto y menos de lo que canta un gallo en ser incorrecto… Ah, los franceses, el otro día me puse a ver el Napoleón de Ridley Scott y rápidamente me di cuenta de que el bueno de verdad era el de Abel Gance que debe tener como un siglo, esos son los franceses, los putos franceses.

-Hablando del asunto, Frank, el ‘casting’ ideal americano tiene a Jefferson, Adams, Washington y sobre todo a Lincoln…

-Este país sin cine es inexplicable y sin los Padres Fundadores mucho menos. Hubo un buen Lincoln de Daniel Day Lewis, incluso Giamatti haciendo de John Addams estaba bien, pero el otro día vi a Michael Douglas tratando de cargar a sus espaldas a Franklin cuando fue a pedir ayuda a los franceses a París y me dio un ataque de risa… Ustedes, por cierto, no dejan de hacer películas sobre la Guerra Civil, cada vez que veo una película española es sobre la maldita guerra…

[Entiendo que corregirle este punto a un personaje como Bascombe al teléfono nos llevaría a la celebración de un congreso en la Universidad de New Haven].

-No dudo de la generosidad del señor Ford, al fin y al cabo, comparten los dos un gran cartel literario. Por cierto, ¿cree que alguna vez le darán el Nobel?

-A Dylan se lo dieron.

-¡Y no acudió a la ceremonia!

-Tiene un problema con su personaje, por decirlo de alguna manera. Dylan, otro de Minnesota, gente muy testaruda, no lo dude, será la nieve. Aunque, ya que me lo pregunta, dudo mucho que se lo den a un escritor blanco-norteamericano-heterosexual tal y como está el mundo ahora mismo, los suecos están más cerca de Ucrania que de Haddam…

-En España le concedieron en 2016 el Princesa de Asturias de las Letras, podría tratarse de una antesala…

-Recuerdo que Richard me contó que le recibieron con unas gaitas y yo pensé cómo sería vivir en un país que tiene princesas y gaitas…

-Muchos españoles no vemos con buenos ojos la monarquía, ni tampoco a las princesas …

-Hacen mal, mire los Estados Unidos.

-Usted odiaba a los Bush.

-Con toda mi alma, más al hijo que al padre, a Gore sí que le robaron las elecciones…

-Luego vinieron Clinton y Obama.

-Soy más fan de Barak que del de Arkansas, y no sea mal pensado.

-Y luego llegó Trump.

-Ahí empecé seriamente a plantearme que algún día debía ir en peregrinación al monte Rushmore.

-¿Ve factible una secuela de Richard Ford en la Trump Tower?

-No me gustan un pelo las distopías, ahora tan de moda, enciendes la televisión y está la repelente criada esa o el puto Oppenheimer, creo que a Richard tampoco, afortunadamente.

-Después del debate de ayer noche, no sé muy bien qué pensar.

[La conversación tuvo lugar unos días después del desastroso primer debate televisado entre Joe Biden y Donald Trump]

-Puse una película de James Cagney.

-Dijo usted en cierta ocasión: “No hay escape de la vida, hay que afrontarla en su totalidad”.

-Sigo pensando lo mismo, y metamos a la política y a sus guiñoles ancianitos en el mismo paquete…. No hay escape, ya sea el Covid, Trump, la muerte de un hijo, el Muro de la frontera, Taylor Swift, los Boston Celtics o un amor imprevisto, hay que afrontarlo todo en su totalidad.

-¿Lo afirma un agente inmobiliario de Haddam, New Jersey, o un personaje literario?

-Lo dicen ambos y añado: la vida nunca tiene un final convincente y natural, excepto uno…

-Un poco taciturno, de repente, Frank.

-Me viene ahora a la cabeza una chica que, cuando estábamos llegando al Rushmore, nos miró a mi hijo y a mí (él iba en silla de ruedas) y nos dijo: “Recuerden, cuando lleguen a los monumentos esas caras de ahí arriba les parecerán pequeñas cuando las vean por primera vez. Pero se acostumbrarán. O ya se acostumbrarán ellos”. Lo considero mi última lección de filosofía.

-Ahora que habla de filosofía, para mí uno de sus mejores momentos o papeles es ‘Francamente, Frank’. Ahí parece que Ford le deja campar a sus anchas, es como si dijera, mi personaje se merece una cerrada ovación por su lealtad durante estos años, dejémosle tocar un largo solo de guitarra…

-Con eso tengo la sensación de que es como si Bruce Springsteen, otro de New Jersey, pensara que sin la E Street Band no sería nada y les dejara a ellos cobrar todo el protagonismo, sé que The Boss lo hace a menudo. Sí, Francamente, Frank son cuatro bonus tracks en los que me reconozco tanto en lo incorrecto como en lo correcto, hice un poco lo que me vino en gana…

-¿Hay algún momento que recuerde especialmente?

-Déjeme buscar un momento, tengo los Ford anotados y en desorden, no son muchos, pero a veces me cuesta encontrar lo que busco…

[Pasan dos minutos y miro la grabadora con esa sospecha de que todo es el sueño de una noche de verano y que Frank Bascombe no existe en realidad]

-Tómese su tiempo…

-Hay uno que me gusta mucho, el Stoli también ayuda, un vodka helado y el atardecer de Haddam, en fin, no me enrollo, leo: “Lástima que no estemos expuestos a más momentos inesperados. La vida podría resultar menos insustancial, dar más sensación de que vale la pena preservarla”.

-Una última curiosidad, sigue llevando un libro de Heidegger para dormirse…

-A los cinco minutos me quedo roque, Ser y tiempo, piense lo difícil que es conciliar el sueño en un desangelado motel de Mitchell o de Rapid City con un hijo en una silla de ruedas, pero con Heidegger nunca falla.

-Espero volver a encontrarle pronto, señor Bascombe.

-En Haddam tiene su casa, Revoir. Podemos jugar al cornhole en el salón y tomarnos un par de Coors viendo a los Chiefs...

-No sé qué pensará Richard Ford de todo esto…

-A mí particularmente me la bufa.

Posdata

Llamo a Frank tras el advenimiento de Kamala Harris. Dejo varios mensajes en el contestador sin éxito. Finalmente, a primeros de septiembre devuelve la llamada.

-Imagino que quiere hablar de Kamala.

-Si no tiene inconveniente.

-Estuve de vacaciones en las islas griegas, una vieja promesa que tenía conmigo mismo.

-¿Y cómo le fue?

-Demasiados incendios y turistas, no sé bien lo que es peor, pero uno pone el pie en el aeropuerto y se encuentra ya en el infierno. Y la vieja Europa ya no es lo que era. Mikonos está lleno de parejas gays de Manhattan y a Lesbos no se puede ni ir con tantos refugiados, ni hablemos del Partenón, que es como Disneyland… En fin, ya estoy de vuelta en Haddam que es lo mejor que podía pasarme.

-Hablemos de Kamala…

-Kamala es californiana.

-Lo dice con resabio.

-Lo digo porque conozco a este país y una californiana no sé bien cómo convencerá a la gente de Ohio y de Georgia para que le voten…

-Cree entonces…

-Creo que está teniendo muchas aportaciones a la campaña y como decimos por aquí money talks

- O sea que puede ser que gane.

-Puede que sea la primera mujer en la Casa Blanca como Obama fue el primer afroamericano, siempre hay una primera vez y luego las cosas no son tan distintas como pensábamos.

-A lo mejor con esa sonrisa y la ayuda de Taylor Swift…

-Obama tenía la mejor voz después de Frank Sinatra y Kamala una risa contagiosa, un poco de humor nos vendrá bien, pero no creo que Taylor Swift ayude mucho en el cinturón bíblico de América… Además, por lo que veo tiene más fans en Madrid que en Michigan.

-Trump sigue vendiendo corbatas y biblias…

-Hace tiempo que vendió también su alma al diablo.

-Gracias, Frank, por atenderme y buena suerte… Por cierto, no sé si ha hablado ya con Richard de lo nuestro…

-Richard está de gira mundial como Taylor Swift, supongo que después de noviembre hablaremos.

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-A lo mejor con una presidenta nueva…

-A lo mejor.

Ramón Reboiras es jefe de redacción de ‘Tinta Libre’, su último libro publicado es ‘El Chevrolet de Pessoa’ (La Umbría y la Solana, 2024).

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