Visita al planetario
Cuando gobernaba el viejo Lara y la vida era una tómbola de luz y de color las cosas empezaban así:
-Soy de Las Provincias ¿y tú?.
-Yo de Por Favor.
-Creo que este año se lo dan a Semprún.
-Eso dicen.
- ¿Vienes por Semprún?
-Vengo de Por Favor.
O también así.
-Castillo, ¿recuerdas el año en que dejaron de poner René Barbier y confit de pato?
Castillo se limpia los lentes.
-Eso era todavía en el viejo Princesa Sofía, pero puedes preguntarle a
Lorenci, Lorenci lleva cuarenta años viniendo sin faltar.
Pregunto a Lorenci, Colpisa de toda la vida.
-Creo que en tiempos del jinete polaco todavía servían René Barbier.
-Hostia, ese año inolvidable para la literatura
- ¿Lo dices por Muñoz Molina?
-Qué va, es que me tomé una cerveza con Popescu, el defensa rumano del Barcelona, en el bar del hotel.
En una redacción de Madrid. Tiempos del Puente Aéreo. Finales de los
ochenta.
(Ida).
- ¿Qué regalan este año, Reboiras?
-El mueble con los premios desde 1955.
-Pues te quedas el mueble, tronco, creí que aflojaban una Parker.
-Eso fue el año de Vázquez Montalbán.
-Año de maleta entonces.
-Cada cinco años regalan una maleta así que puede ser.
-Ya te digo. Una vez llegué a la habitación al hotel del Festival de San
Sebastián y me habían subido la samsonite del crítico de cine de El Norte de Castilla.
(Vuelta).
-Te he traído este libro de cocina de Néstor Luján.
-Dáselo al motorista de mi parte, ¿qué tal el ambiente?
-Prada, ya sabes, la nueva narrativa.
-Joder, no se lo van a volver a dar a Gironella, aunque ese Prada es más antiguo que los bolardos.
-Me tocó al lado de Ricardo Bofill Jr. y de una chica muy mona de La Opinión de Salamanca.
-¿Qué quieres decir, Reboiras, ligaste?
-Le sangraba la nariz.
-¿A quién le sangraba la nariz?
-A Ricardito.
-¿Sigue con la mexicana?
-Puede.
-¿Y no puedes inventarte algo?
-Lo intento.
-Tipo la generación farlopa llega al premio Planeta.
-Dirás la generación nocilla.
También estaba el rito de vísperas.
-¿Con cuánto se queda Hacienda, Suárez?
-Dicen que con el cuarenta.
-Da para piso en el barrio de Salamanca.
-Creo que este año le toca a Rosa Montero.
-Lo llevan diciendo treinta años. Y la tienen frita.
Y las quedadas del lobbie.
- ¿Qué tal por Pamplona?
-No tan bien como vosotros.
Además, el Planeta siempre fue un buen momento para ver a la bona gent de Barcelona: Pilar Rahola (indepe y proisraelí de toda la vida), Sánchez Llibre (Espanyol de Barcelona), Teresa Gimpera (me entero que ha fallecido), Gaspart (embajador de las Maldivas) o aquel artista antes llamado Jaume Sisa (passeu, passeu). También para subirse a la Torre Altamar y comerse una gilda de berberechos o comprarse un foulard en Furest o catar la mandanga de Luz de Gas donde a lo mejor se dejaban caer el Bigas o el Mariscal… La barra del Botafumeiro está por las nubes con tanto Laporta y el Boadas ya no sirve el mismo gimlet que a Manolo le hacía sentir como Raymond Chandler. El Camp Nou (yo soy más del Barça que de la Sagrada Familia) estaba en obras este año, una pena. Me asomo un rato, pero no veo ninguna pelea entre obreros inmigrantes y regreso a la base.
-Fanjul, ¿no crees que Posteguillo se ha equivocado de traje, colega?.
-Los historiadores son muy poco estilosos.
-Sí, pero ese marengo, bro, ya era viejo en tiempos de Tiberio.
-Fíjate en la Mary Beard, es que parecen sacados de un outlet de Galerías Preciados.
-Pues ya les vale, con la pasta gansa que se llevan.
-Tampoco veo a Posteguillo de Dolce Gabbana.
Rewind.
Carmen Posadas con voz trémula y menos emoción que Florentino Pérez cuando fichó a Kaká anuncia el nombre del ganador.
Pere Gimferrer se zampa un trozo de tarta al whisky del vecino de al lado.
Rosa Regàs luce la bandera republicana en el ojal de un blazer terciopelo de color berenjena.
A Blecua se le imprime el mapa de la Rioja en la cara.
-Es psoriasis, tronco.
-Serán los focos.
-Calero, ¿quién lee los originales del Premio?.
-A mí desde luego no me lo han ofrecido.
-Tengo que preguntarle a Vila-San Juan, parece muy en la pomada…
-Mejor, porque Eslava Galán no sé si tendrá tiempo entre tanto cartaginés.
-Es muy de la casa, Eslava, pero no creo que te lo cuente… Tienen juramento.
Bueno, al turrón. Recibo el comunicado de que los Reyes van al 75 aniversario y me pregunto qué coño lee la reina Letizia y si mando a planchar el traje. Dicen que es muy leída y muy de Zara lo que quiere decir que solo lee los planetas y, por descontado, a Murakami. El año pasado salió a promocionar el libro de Sonsoles Ónega que Jordi Gracia, condottiero de TintaLibre, destripó como un bambi en El País. El Planeta siempre gira alrededor de sí mismo: esa es la poderosa razón por la que sigue luciendo un aparato inmunológico envidiable a estas alturas del milenio. Sonsoles fue récord de ventas (uno de los más venidos en sus 73 ediciones, dicen, porque el primado lo sigue ostentado No digas que fue un sueño del gran Terenci) y la Reina leyó (no sabemos hasta qué punto) ese cuento de la criada versión chimenea gallega—licor café que veo en las manos de todas las lectoras de cierta edad que van en el AVE (¡y yo con las memorias de Martín Caparrós dando el cante!).
El premio superdotado (¡unos cuantos barbos más que el Nobel!) pide ventas superdotadas. Y las del 75 aniversario serán de aúpa. En la lista que adjunta Planeta jugamos a los seudónimos y hacemos apuestas. Niño raro en la pampa húmeda, suena argentino, pero vete a saber… El amargo sabor de las crisálidas, de Pasifae, apunta como segundo premio porque las crisálidas dan mucho juego. Metamorfosis femenina, de Jon Mur, pone la nota violeta, faltaría, más; Buenas noches y buena suerte, de Anna Ajmátova, descarga tema mitteleuropeo con nazis y apunta alto en blanco y negro; El hombre de la plaza Garibaldi es el típico noir que puede sentarle guapo al galardón y Anda suelto Satanás parece homenaje a Aute y a Madrid y al underground… Llevo años haciendo la quiniela y siempre me equivoco. En los setenta mi padre ya me avisó ante el dilema quinielístico Las Palmas—Pontevedra: no hay que apostar por el caballo más bonito sino por el caballo ganador… Ganó Las Palmas.
Lara, como todos los maridos de la posguerra, dispuso el premio cada año por la onomástica de su mujer, el día 15 de octubre que es Santa Teresa (la de Ávila, no la de Calcuta). Lara montó una Academia para estudiantes y él daba Matemáticas y Teresa, Literatura, hacían buena pareja, uno bordaba los albaranes y Teresa leía a Carmen Laforet y a Somerset Maugham. Antes del Planeta fundó otra editorial que se llamaba Tartessos, la cosa ya apuntaba a folletón. Sigo. Después del desfile militar del día 12 en Madrid me siento como un soldado de infantería. El lunes 14 de octubre a las ocho de la mañana estoy en la estación de Atocha. Del oasis de Marrakech al palmeral de Atocha, del Formentor al Planeta, de la creme brulée al cocktail de gambas en salsa rosa. Me gusta ver quiénes van o comprobar cuántos repetimos. Es como ir todos los años a los Goya y encontrarse a Resines otra vez en los lavabos. Ya en Barcelona, en el autobús del grupo que nos lleva a la Llotja para la rueda de prensa de vísperas tengo una alucinación transitoria: ¿Y si María de la Pau Janer y Luz Gabás y Sonsoles son las verdaderas representantes de la literatura popular y yo un insoportable elitista pijoprogre? ¿Oye, y además no se lo han dado también a Vázquez Montalbán, a Muñoz Molina, a Millás, a Cercas, a la Matute y a Soledad Puértolas? En los noventa, el debate era tan agrio como un yogur caducado: las fronteras entre la literatura de autor y el género popular conseguían en un segundo saber si de paso estabas en contra del régimen castrista, a favor de la marihuana o debías condenar el consumo de carne animal.
El Planeta (y los planetas) han conseguido acolchar el debate: ya nadie alza la voz contra el establishment porque hay que vender caiga quien caiga, ya nadie tuerce el gesto cuando el runrún (a veces inocente, otras malpensante) llega a deslizar el nombre de Pablo Motos para seguir con esa larga lista de presentadores de televisión que han sido agraciados con el gordo (veo a Matías Prats entrar en el autobús en otro momento de conciencia alterada). Todo para llegar a esta desasosegante conclusión borgiana: “Como escritor es muy buen presentador de televisión”. Soy un gafapasta de mierda que acaba de conseguir que le regalen un altavoz de última generación para el dormitorio. Que Metallica me perdone.
Se acerca a la mesa (seguimos en vísperas) José Crehueras (el rey le llama Pepe y yo le llamaré Pepe) y dice que en esta edición no le consta tener claro el ganador. Esbozamos la sonrisa típica de Anonymous. Creemos en los Reyes Magos y en el cava catalán, por ese orden. En la Llotja, Juan Eslava Galán desgrana las novelas finalistas y llega a hablar incluso de feminismo y de gore y de jóvenes que consumen novelas románticas mientras vapean ¡él que nunca ha salido de Tartessos! Uno tiene la sensación (avalada por los datos) de que la pandemia ha sido una bendición para el sector editorial y 2024 lo va a petar. No valen teorías conspiranoicas, Planeta no tiene nada que ver con Miguel Bosé. En el encierro se pudo leer tanto Terra alta, de Cercas, como la Autobiografía de Federico Sánchez, de Semprún. Cuando Eslava resume los argumentos de las obras finalistas parece que estamos en un concurso de enseñanza media: los chavales y chavalas escriben de secuestros, de violaciones, de malos tratos, de nazis, de pampas autobiográficas, de mujeres en busca de su centro de gravedad permanente… Mucha sangre en la arena. Me da TOC. Algo me dice que debo ponerme en contacto urgente con los dos finalistas a cara descubierta como si estuviera a punto de quedarme sin blanca en el Bellagio: Lluvia de cristal de Dolors Fernández Guerrero y Lo que está escrito de Elizabeth P. Vaquero son los troyanos. La peña sigue presentándose a cara descubierta tal vez para decir algún día: “Fui finalista el año de Sánchez Dragó y no me dieron el premio porque era Dragó”. Alguien de la división editorial suelta eso de que la “inteligencia artificial nunca sustituirá el talento de los autores” e incluso se tiende la mano a los bosques sostenibles como pidiendo disculpas por los (son números oficiales) 45 millones de copias que Planeta ha impreso de los premios y los más de 28.000 manuscritos recibidos a lo largo de su historia con el consiguiente gasto de tóner (en la pantalla se muestran como auto de fe los originales finalistas con el sello de entrada y encuadernados con canutillo en la papelería del barrio). Pepe sostiene que un premio Planeta vende entre 300 y 350 mil copias de media y todo el mundo se enternece cuando recuerda que todo empezó con un libro, Mientras la ciudad duerme, de Frank Yerby. Estoy absolutamente convencido que la pulp fiction de 1949 era bastante mejor que la de ahora, aunque no pienso decírselo ni muerto a Eva Sáinz de Urturi.
Los jurados del Planeta pueden llegar a ser una institución tan longeva como la Corte Suprema americana. Este año la cosa no está para bromas: han fallecido Rosa Regàs y Fernando Delgado y Pere Gimferrer no atraviesa su mejor momento. A los dos primeros los sustituyen Luz Gabás (literatura nacional-popular) y Eva Giner (rectora de la Universidad Internacional de Valencia, que hoy aquí, a esta hora, suena a Stanford). Si uno se queda residiendo en la burbuja del Premio Planeta un par de días acaba creyendo que La mujer de otro de Torcuato Luca de Tena es la Madame Bovary de la literatura española contemporánea.
Me levanto con la sensación de sufrir un síndrome de Estocolmo a lo Patty Hearst en mi segundo día de estancia en el Planeta-Planeta. Todo el mundo sonríe por los pasillos. Todo el mundo es periodista de cultura de algún medio que parece que exista sólo este día de octubre y luego se esfuma. Acentos canarios, gallegos, vascos, andaluces, la cofradía que espera el santo advenimiento. No sé ya si son periodistas humanos o sintéticos. El colega del Diario Vasco está preocupado por la noticia de si Amaia Montero vuelve a ser la voz de La Oreja de Van Gogh, primera plana en Donostia. El avance de las tropas israelíes se atenúa pensado de nuevo en Pablo Motos, en Bárbara Rey, en Raffaella Carrà, en la dinastía borbónica…. Rumore, rumore… Presiento que Jordi Gracia estará hablando con Steven Pinker en algún lugar de la ciudad a esta hora… En mi cápsula del tiempo reconozco que el murmullo del mundo se atenúa y en la moqueta del hotel solo se escucha: ¿Sabemos algo? Me gustaría encontrarme a Pedro J. Ramírez en albornoz, o reconocer a algún tertuliano de repente en los pasillos de este hotel que parece a esta hora el de Barton Fink.
Entonces llega la gran noche. Me siento como el Cholo Simeone con el traje negro. Enseño mi código QR de invitado rumbo a la mesa 41. Hay un tipo detrás de mi que tiene la cabeza tatuada como un maorí y pienso que me toca un artista plástico. Pero mi vecina es Nieves Herrero. Visitar el Planetario siempre tiene esas cosas entrañablemente españolas. Nos pasamos el rato hablando de Mayra Gómez Kemp que murió solita, de un hombre que la saludó en Huelva (los Cabify ya no la reconocen tanto como antes), que iba en bicicleta y acababa de ganar el sueldazo de la ONCE y (no me pregunten por qué, quizás el rollo Casino) de Elvis Presley, mucho de Elvis. El escenario del MNAC parece un velatorio (más velas que un concierto de Coldplay). El ambiente es cumpleañero. Y llega el Rey y le noto desmejorado porque imagino sus preocupaciones de padre y señor mío con toda la que está cayendo. Comedias bárbaras. Los republicanos no nos sumamos a la cerrada ovación que recibe con el público puesto en pie. Gallardón, Fanjul y un servidor no nos levantamos y veo que Basteiro tampoco lo hace en la mesa de al lado. Me siento tan orgulloso como Gabriel Rufián. Pepe se marca un Steve Jobs en el escenario. Agradece al primer president de la Generalitat que hace acto de presencia tras unos años, Salvador Illa, Salvador. Bromea con Isak Andik, de Mango, debe ser por el traje cruzado. Cuenta que el año 2000 la mitad de la facturación del grupo venía de las enciclopedias. Tres años más tarde no se vendía ni una. Cambió la decoración de las casas españolas y Planeta De Agostini dejó de llamar a las puertas como si fuera un Testigo de Jehová. Fundaron otra congregación de fieles cibernautas.
Lo peor llega después. Sale el sol por la Barceloneta y veo que los pronósticos no encajan en absoluto con mi carta astral cultureta. A mediodía se saben ya los nombres (y seudónimos) de las dos ganadoras. Manuel Vilas me confirma que los secuestran en el Majestic y suben a la montaña de Montjuic por el fast track. Lo lamento, lectores de TintaLibre, pero, así como me había leído un libro muy hermoso de la última Nobel surcoreana, no conocía nada de las dos ganadoras made in Spain que tras una larga serie de deliberaciones ficticias (dice la presentadora “el jurado se encuentra deliberando en la sala contigua”) y de votaciones como en el bingo del Canoe, resultan ser Paloma Sánchez-Garnica por Victoria y Beatriz Serrano por Fuego en la garganta. Por lo que dice la primera (que se permitió el lujazo de ponerse de seudónimo Anna Ajmátova, la poeta favorita de Viggo Mortensen) es novela de historias de hermanas y de guerras, con nazis, y bien entretenida (todo el mundo en el Planeta tiene la obligación de decir que su novela es bien entretenida) y respecto de la chica pelopaja, por decirlo a lo Foster Wallace, cita de repente a Palahnuik, a Joy Division y a Charles Manson por lo que entiendo que la cosa va de rollete dark aunque transcurra en Valencia (antes del Diluvio). En el autobús que nos sube a la montaña mágica de Montjuïc hablo con Guillermo Altares sobre este punto y llegamos a una desasosegante conclusión: los raritos somos nosotros. Un apocalipsis de cava catalán y trajes oscuros nos espera a la entrada del MNAC.
Resumen de la jugada: Victoria gana, Garganta es finalista. La melancolía se acrecienta. La última vez que pasé por este mismo escenario lo ganó Cercas y el finalista fue Vilas. Planeta parece optar esta vez por varios principios sostenibles: la ganadora es de la casa y garantiza la tirada; la finalista tiene un pódcast y puede incorporar nuevos lectores jóvenes de esos que leen gore y anime… La ganadora habla de nazis y se lo dedica a su marido (con emoción) y la finalista de inadaptados (tiene pódcast, solo jodería). No sé ya si es otra edición más o la misma edición de siempre. Conduzco a Nieves Herrero del brazo hacia la salida y me siento como el pijoaparte de Marsé. Barcelona luce a los pies de la montaña y pienso en lo difícil que resulta caminar con tacones de aguja. Pedro J. pasa hablando por el pasillo del bus del gran Edward Murrow como si fuera un amigo de toda la vida. Buenas noches y buena suerte.
Ramón Reboiras es jefe de redacción de ‘Tinta Libre’, su último libro publicado es ‘El Chevrolet de Pessoa’ (La Umbría y la Solana, 2024).