El dilema de Von der Leyen: conseguir el apoyo de los ecologistas o jugárselo todo en una votación secreta
Úrsula Von der Leyen lo tiene crudo. La presidenta de la Comisión Europea, conservadora alemana, confía en ver cómo los líderes nacionales propongan la próxima semana, en otra cumbre europea, su nombre para presidir la Comisión Europea los próximos cinco años. Pero ese es ahora mismo el paso más fácil. El calvario le llegará después. Si los nombramientos salen adelante la próxima semana Von der Leyen tendrá apenas dos semanas, hasta el 15 de julio, para convencer a 361 eurodiputados. Es la mayoría absoluta de la Eurocámara, necesaria para ratificar su nombramiento. Pero no tiene tantos apoyos y la situación se le va complicando por los juegos entre los partidos.
ANO, el partido del ex primer ministro eslovaco Andrej Babis, abandonó este viernes el grupo liberal Renew. Babis, populista de derechas, cree que los liberales no son lo suficientemente duros en asuntos como migraciones y rechaza las políticas contra la crisis climática. Probablemente se vayan a ECR, el grupo de los de Giorgia Meloni o VOX. Siete escaños menos. ‘Les Engagés’, el partido de centro-derecha de la Bélgica francófona, abandonó ayer el Partido Popular Europeo para irse a los liberales, pero sólo tiene un escaño. Los movimientos llevan a que ahora mismo el Partido Popular Europeo tenga 188 eurodiputados, los socialistas 136 y los liberales 74, una suma de 398, sólo 37 por encima de la mayoría absoluta.
Von der Leyen sólo podría perder 37, pero de los anuncios de los diferentes partidos de esas tres formaciones se puede deducir que perderá más. Hasta 50 socialistas han amagado con no votar por ella. Estos no tienen, como sí tienen los españoles, la presión de sus líderes nacionales, pues están en la oposición. Incluso podría perder votos entre su familia, pues los siete eurodiputados de 'Les Républicains’, la derecha tradicional francesa, ya anunciaron su voto contrario. Tanto ella en su primera elección en 2019 como Jean-Claude Juncker en 2014 perdieron el 13% de los votos de los grupos que en principio los apoyaban. Si pierde ese 13% perdería 51 escaños y se quedaría en 347, a 14 de la mayoría absoluta.
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La solución numéricamente más atractiva es buscar los votos de ECR, el grupo (creciente, ya supera los 80 escaños) en el que se sientan los eurodiputados de Giorgia Meloni, de VOX o del PiS polaco. Pero eso haría que perdiera prácticamente a todos los socialistas e incluso grupos importantes de los populares, como 20 polacos de centro derecha. Esa puerta está cerrada. Así que Von der Leyen tiene dos opciones.
La primera es buscar el voto de los ecologistas, que son poco más de 50 escaños. Sería una paradoja que en un Parlamento Europeo más escorado a la derecha, la mayoría que apoyara a la Comisión Europea fuera más de izquierdas. Para conseguir el voto de los ecologistas, Von der Leyen necesitaría prometerles que no habría frenazo ni mucho menos marcha atrás en las políticas contra la crisis climática, a pesar de que el Partido Popular Europeo quiere por ejemplo retrasar la fecha de entrada en vigor de la prohibición de vender en Europa coches con motores de combustión, ahora mismo fijada en 2035. Todos tendrían que ceder, también los ecologistas, pero estos temen ser los pagafantas de la votación, aceptar a Von der Leyen y después ser traicionados durante la legislatura y que Von der Leyen busque a la extrema derecha para dar marcha atrás a la lucha contra la crisis climática. Los ecologistas se enfrentan además al dilema de decidir si su prioridad es defender sus ideas verdes o evitar a toda costa que la extrema derecha influya en la elección. Fuentes del grupo creen que el partido se dividiría y que los escandinavos, que han crecido tras estas elecciones, votarían que no.
La otra opción para Von der Leyen es jugar con el hecho de que el voto es secreto. La alemana podría perder votos entre los populares si pacta algo con los ecologistas y recuperarlos de la extrema derecha de ECR si llega a un acuerdo secreto con Meloni. En 2019 recibió votos que supuestamente no esperaba, como los del PiS polaco. Gracias a eso salió adelante su investidura. El problema de esa estrategia es que los socialistas sospechen y muchos de ellos voten en contra.