Europa acepta la tregua de Trump pero guarda sus armas en una guerra de aranceles que se prevé larga

La Unión Europea frena durante 90 días los primeros aranceles aprobados contra la política comercial de Donald Trump, una tregua aceptada después de que el estadounidense diese marcha atrás en las tasas anunciadas en el denominado por él mismo Liberation Day. Los gravámenes de 21.000 millones de euros que debían entrar en vigor a partir del 15 de abril entran en la nevera para permitir las negociaciones.
El mandatario de la Casa Blanca pausó los aranceles impuestos bajo la denominación de tarifas recíprocas a más de 75 países que, según él, habían contactado con representantes de los Estados Unidos, desde el Departamento de Comercio al del Tesoro, y que todavía no habían decretado represalias comerciales. La UE sí lo hizo y debían ser efectivas en breve, por lo que no está claro si queda a salvo tras la decisión de Trump. De hecho, en Bruselas analizan su anuncio, pero aun así la Comisión Europea aceptó lo que considera una tregua negociadora. Lo explicó su presidenta, Úrsula von der Leyen, con un escueto “tomamos nota del anuncio del Presidente Trump. Queremos dar una oportunidad a las negociaciones, mientras finalizamos la adopción de las contramedidas de la UE que han recibido un fuerte apoyo de nuestros Estados Miembros, vamos a ponerlas en pausa durante 90 días”.
Los mercados financieros, la presión indirecta de China a la deuda estadounidense al empezar con discretas ventas de esos bonos y el paquete de 21.000 millones de euros en aranceles contra todo tipo de productos cárnicos, agrícolas, textiles o industriales han torcido la mano del mandatario estadounidense, aunque él en su red social Truth lo haya vendido como una decisión magnánima.
“La situación actual no es sólo caótica, es una locura”, asegura Carsten Brzeski, jefe global de Macroeconomía del gigante bancario ING en una nota informativa, apuntando esa impresión de que el norteamericano se ha visto presionado para tomar su decisión porque “aparentemente, este cambio no fue por la carnicería en los mercados financieros que hemos visto, pero Trump declaró victoria”. Curiosamente, ahora sabemos que el martes, a menos de 24 horas de que los países de la UE aprobasen los aranceles contra productos estadounidenses, el comisario de Comercio, Maros Sefcovic, volvió a mantener una conversación con su homólogo estadounidense, Howard Lutnick, en la que le informó sobre la postura comunitaria.
Sin embargo, “si las negociaciones no son satisfactorias, activaremos nuestras contramedidas”, advirtió este jueves la presidenta Von der Leyen, al tiempo que confirmaba que “los trabajos preparatorios continúan sobre nuevas” represalias porque “todas las opciones están encima de la mesa”.
La Unión Europea no frenará los trabajos de diseño de sus siguientes contramedidas al unilateralismo comercial de la Administración Trump, porque estos primeros aranceles sólo eran la respuesta a la tasa del 25% impuesto al acero y el aluminio europeos. Bruselas y los 27 siguen preparando más represalias por el arancel del 25% decretado contra los coches y los componentes automovilísticos europeos y también por la tarifa recíproca del 10%, la nueva tasa que en principio sufrirán sus productos.
Dentro de la Comisión insisten en que “los acontecimientos se están moviendo rápido pero entendemos que los aranceles a los automóviles siguen puestos, así que estamos pausando nuestra primera oleada de contramedidas” y mantienen la amenaza no velada de la presidenta Von der Leyen ya que “los contactos con los Estados Miembros y la industria continúan, nuestro enfoque no ha cambiado y seguimos preparándonos para todos los escenarios con todos los instrumentos encima de la mesa”.
Europa también teme el impacto de la guerra comercial
Aunque Trump ha dado el primer paso atrás en la guerra comercial, en la Comisión acogen con alivio su decisión pese a la cautela que se autoimponen. Las previsiones económicas que empezaban a salir, y las que ya se publicaban, tampoco eran halagüeñas para una UE que exporta, según los datos oficiales, algo más de 600.000 millones de euros anuales. Estos bienes de todo tipo, agrícolas, industriales o textiles, se iban a encarecer un 20% tras su paso por las aduanas norteamericanas.
En Alemania advertían de que una guerra arancelaria provocaría “un daño masivo en la economía” del país, según el Instituto IFO, con unos primeros cálculos en los que reducían en tres décimas el crecimiento del PIB germano este mismo año, llevándolo de nuevo a la recesión. Si la locomotora alemana gripaba, el tren de la zona euro no iba a circular correctamente.
El Banco de España ya trabaja en una revisión a la baja de las previsiones de crecimiento del país por la guerra de aranceles y la incertidumbre económica que está provocando. José Luis Escrivá, el gobernador de la institución, reconoció hace unos días que la elaboración de estas cuentas “estará sometida a unos elementos de incertidumbre muy grandes” dentro una coyuntura de "extraordinaria complejidad desde el punto de vista económico y geopolítico".
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La tesis de Escrivá es la misma que se extiende por el continente. La Banque de France pronostica que como mínimo la eurozona sufrirá un recorte de 0,25 puntos en sus previsiones de crecimiento este año, aunque la inflación mantenga su trayectoria a la baja. Por eso, su gobernador, Francois Villeroy de Galhau, apuesta por una rebaja de tipos de interés en la próxima reunión del BCE, una perspectiva que no estaba entre las recetas hace tan solo un mes. “Los cambios que se han producido desde el 2 de abril abogan, en efecto, por recortar pronto”, dice Villeroy de Galhau, explicando que “todavía hay margen para bajar los tipos” y que el Banco Central Europeo debe “actuar con pragmatismo ágil”.
A este toque de atención también se sumó otro jefe de un banco nacional, el de Grecia. Yannis Stournaras, antiguo ministro de Finanzas, fue más allá y no descartó que las tarifas anunciadas por el presidente Trump lleguen a restar entre un 0,5 y un punto porcentual del crecimiento de la zona euro. Ahora, la tregua en la guerra comercial puede amortiguar este impacto, pero la incertidumbre es máxima.
“No olvidemos”, escribe Brzeski desde ING, “que ya hemos estado antes en esta situación con anuncios y luego pausas, sólo para que la tarifa anunciada originalmente fuese reintroducida de nuevo. La cautela se impone y recordemos que el Presidente Trump sí necesita esos ingresos para financiar sus prometidas bajadas de impuestos”. Ni políticos del más alto nivel ni economistas se fían del norteamericano en el viejo continente, la tregua está lejos de ser pax romana.