El 9 de junio de 2024 marcó un punto de inflexión en la Europa moderna. Después de unas elecciones europeas que, según todos los medios y analistas, decidirían el futuro del Viejo Continente, una ola conservadora y de derecha radical asoló toda la Unión Europea (UE) sin que prácticamente ningún país pudiera detenerla. La extrema derecha logró la ganar los comicios en algunos de los países más importantes de Europa como Francia, Italia, Austria y la República Checa, a la vez que obtenían grandes resultados y crecimiento en otros lugares como Alemania, España o Países Bajos. De hecho, tan solo 3 Estados miembros (Irlanda, Malta y Eslovenia) pudieron resistir el empuje de los ultras, siendo los únicos en los que no lograron ningún tipo de representación.
Esos resultados del 9J tienen como consecuencia el Parlamento Europeo más a la derecha de la historia. Si sumamos los eurodiputados de los 3 grupos más extremistas de la Eurocámara (Patriotas por Europa, Grupo de los Conservadores y Reformistas y Europa de las Naciones Soberanas), nos da como resultado 187 diputados, casi tantos como la fuerza mayoritaria en el Partido Popular Europeo (PPE), que cuenta con 188. Pero más allá, si juntamos a todos los grupos a la derecha, la suma es de 375 asientos, en cambio, si hacemos el mismo ejercicio con los grupos de izquierdas (Alianza de los Socialdemócratas Europeos y The Left) y añadimos a Los Verdes, el resultado es de 235 escaños . El Parlamento Europeo pivota claramente a la derecha.
“Es verdad que las elecciones europeas no se pueden extrapolar perfectamente, ya que suele haber un mayor peso de la abstención y del voto protesta, pero todo hace indicar que sí, que estamos ante el momento de mayor hegemonía de la derecha en Europa”, afirma Pablo Simón, politólogo y profesor en la Universidad Carlos III de Madrid. Un diagnóstico con el que está de acuerdo Guillermo Fernández Vázquez, profesor de Ciencia Política en la misma universidad y autor del libro Qué hacer con la extrema derecha en Europa: “Yo diría que estamos en el momento donde Europa es más de derechas desde la Segunda Guerra Mundial. Es verdad que ha habido otros donde ha habido una hegemonía de la derecha democristiana, pero la diferencia con ahora es que las extremas derechas nunca habían estado tan fuertes ni habían superado en muchos países a la derecha clásica”.
Meloni: el punto de inflexión
Este es el caso de muchos de los principales países y motores de toda la Unión Europea, donde los ultras ya no solo consiguen más votos que las derechas más moderada, sino que, en muchos casos, los han sustituido completamente como partido de principal en la derecha. Quizás el caso más evidente de esta asimilación es Italia, donde la primera ministra, Giorgia Meloni, y su partido Fratelli d’Italia, se ha hecho completamente con la hegemonía en ese espectro ideológico, galvanizando a Forza Italia, el partido de la derecha tradicional fundado por Silvio Berlusconi y que marcó la política del país durante las primeras dos décadas del siglo.
Ese puesto de preponderancia lo ha alcanzado gracias a una mezcla de olfato político y comunicación, sabiéndose presentar como una suerte de gobernante aceptable y desligándose de su pasado vinculado a partidos neofascistas. Una estrategia que le ha funcionado no solo a nivel de Italia sino también en clave de Unión Europea. “El punto de inflexión en cuanto al peso de la derecha radical en la UE lo marcó antes de las elecciones europeas Ursula von der Leyen cuando presentó a Meloni como esa extrema derecha pragmática, aceptable y moderada. Y cuando se la presentamos así, comprobamos hasta que punto estamos viendo la normalización por parte del PPE de estos partidos”, recuerda Anna López Ortega, politóloga experta en extrema derecha y profesora de la Universidad Internacional de Valencia.
La experta recuerda como los postulados de la italiana sobre inmigración han permeado los ideales últimos de la Unión Europea. Del famoso refugees welcome de Angela Merkel, los Veintisiete han pasado a la idea de la “Europa fortaleza” con la aprobación, este mismo año, del Pacto Migratorio, un acuerdo fuertemente influenciado por las ideas de los extremistas. Pero la pujanza de Meloni va aún más allá del Pacto Migratorio. Su modelo de centros de deportación en terceros países como Albania, ha sido estudiado por la propia Von der Leyen para gestionar la migración en la UE y el discurso duro contra esta de Meloni ha sido adoptado por otros líderes de todo el Viejo Continente. Incluso, el canciller alemán, el socialdemócrata Olaf Scholz habló de la necesidad de “deportar más” en una polémica entrevista en Der Spiegel, a la vez que establecía el pasado septiembre mayores controles migratorios, poniendo en peligro el espacio Schengen.
Caso similar al de Italia es Francia, donde el Rassemblement National (RN) de Marine Le Pen también ha sustituido a la derecha tradicional de Los Republicanos (LR). De hecho, durante la última campaña a las legislativas, el entonces líder de LR, Éric Ciotti buscó un pacto con los extremistas para ir juntamente a los comicios. Fue entonces cuando el partido se dividió en dos, entre los partidarios de un acuerdo y los que no, quedando aún más débil y dando alas a los de Le Pen. “Están logrando influir decisivamente en la derecha tradicional, pero no solo en aquellos países donde les superan electoralmente, como puede pasar en Francia, también en aquellos donde son minoritarios. Este último caso se ve muy bien en España, donde, pese a que Vox está muy lejos del PP, logran ser decisivos e influir en sus ideas. Quien necesita un salvavidas ahora mismo son las personas más liberales y democráticas dentro de los partidos conservadores, que se están viendo arrastradas por esta deriva a los extremos”, explica Fernández Vázquez.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Pero para entender este auge hay que remontarse unos cuantos años en el tiempo. “No es algo que haya pasado ahora, ha sido gradual, llevamos desde el periodo comprendido entre 2012 y 2018 con la derecha radical subiendo poco a poco”, afirma Simón. Un punto en el que está de acuerdo Ortega, la cual se remonta aún más, a principios del siglo, para ver cuando este tipo de movimientos comenzaron a crecer. “Con cada crisis política, social, de migración, la extrema derecha crece, y eso ha ido pasado hasta que han tenido la fuerza que tienen ahora”, explica Ortega.
Y es de ese descontento de las crisis es del que se han alimentado los partidos de derecha radical para crecer. Además, Simón da dos explicaciones para entender este auge. Por una parte, hay unas razones de tipo económico, centradas en la desigualdad creciente que existe en los países de Europa y, sobre todo, de aquellas clases blancas y trabajadoras tradicionales que se han visto marginadas poco a poco y no se ven representadas por los partidos. Y por otra, hay otras centradas en aspectos culturales, las cuales atienden a una reacción de determinado tipo de población ante avances en los derechos LGTBI, el feminismo o la migración, que canalizan este tipo de formaciones. Ortega, además trae a colación una tercera, que es la progresiva ruptura de los cordones sanitarios impuestos a estas fuerzas extremistas por parte de la derecha tradicional, lo cual las normaliza a ojos de los votantes.
¿Dónde está la socialdemocracia?
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Si las encuestas no se equivocan y Scholz pierde la cancillería, en poco más de 2 meses Pedro Sánchez será el único gobernante socialdemócrata dentro de los grandes países de la UE. Más aún, de toda la UE sólo Dinamarca y Malta también estarán regidos por partidos de izquierdas, una fuerza minúscula para poder influir en la deriva de Europa. Sin embargo, y pese al descalabro, todos los expertos están de acuerdo en afirmar que la responsabilidad del auge de la derecha no es de las izquierdas. Más bien al contrario, la atribuyen más a una derecha moderada que progresivamente ha comprado muchos de los mensajes a los ultras.
Aún así, hay varios puntos donde la socialdemocracia puede mejorar su discurso para hacer frente a este auge de la extrema derecha. Simón enumera cuatro puntos donde la izquierda debería hacerse fuerte para crecer. En primer lugar, cree que es importante poner énfasis en que la igualdad genera crecimiento económico: “Lo que defienden los socialdemócratas no es tanto que la igualdad tiene que ser un fin último, sino que esta es un medio para llegar al crecimiento”, explica. En segundo lugar, atacar las nuevas formas de pobreza y precariedad, como pueden ser los trabajadores riders, ampliando así su electorado. Y por último, dos temas clave: la vivienda y la migración, este último un debate en el que la izquierda nunca ha terminado de entrar. “En política no existe el vacío, y si tú no hablas sobre un tema se lo llevan otros”, describe Simón sobre la casi inexistente posición de la izquierda sobre la migración.
Unas recetas que no está siguiendo el que es, probablemente, el líder socialdemócrata con más poder de Europa, el primer ministro británico, Keir Starmer. Sus medidas de recorte a pensionistas en los primeros compases de la legislatura pusieron en rebelión a buena parte de su partido, y pese a que los presupuestos han venido acompañadas de subidas de impuestos a rentas altas, una parte de la ciudadanía continúa decepcionada con la deriva de los laboristas. La ilusión en la histórica noche electoral contrasta con la aparente subida de Reform UK, la extrema derecha liderada por Nigel Farage, en las encuestas. Algunas incluso les han colocado con una mayor intención de voto que los propios laboristas. “En los 90, Tony Blair y Bill Clinton abrazaron los consensos neoliberales, lo que hizo que muchos votantes no diferenciaran entre las opciones políticas. Esto creó un espacio para que las fuerzas más radicales se mostraran como la alternativa real, algo que, en cierta manera, también estamos viendo ahora en Reino Unido”, zanja Ortega.
El 9 de junio de 2024 marcó un punto de inflexión en la Europa moderna. Después de unas elecciones europeas que, según todos los medios y analistas, decidirían el futuro del Viejo Continente, una ola conservadora y de derecha radical asoló toda la Unión Europea (UE) sin que prácticamente ningún país pudiera detenerla. La extrema derecha logró la ganar los comicios en algunos de los países más importantes de Europa como Francia, Italia, Austria y la República Checa, a la vez que obtenían grandes resultados y crecimiento en otros lugares como Alemania, España o Países Bajos. De hecho, tan solo 3 Estados miembros (Irlanda, Malta y Eslovenia) pudieron resistir el empuje de los ultras, siendo los únicos en los que no lograron ningún tipo de representación.