“Quería ser científico, pero era demasiado inteligente para eso y tuve que ser poeta. La poesía es la que, en última instancia, cambia el sentido de las cosas”. La frase anterior la pronunció, ya hace mucho tiempo, Benjamín Prado (Madrid, 1961) y podemos decirle, sin temor a equivocarnos, que no se confundió al elegir profesión. El escritor se ha convertido en uno de los grandes poetas de nuestro país, publicando innumerables obras tanto en forma de novela, ensayo o poesía como por ejemplo Ya no es tarde, Raro o su última obra, Los dos reyes. También le ha dado tiempo a escribir en distintos medios, entre ellos infoLibre, con su columna semanal Qué ven mis ojos. Con respecto a la segunda parte de la citada frase, la poesía ya ha demostrado que puede transformar a un olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido en la esperanza de un imposible. Ahora, en este mundo de oscuridad, la poesía también nos puede devolver la confianza para que nuestro corazón vuelva a esperar otro milagro de la primavera.
“La esperanza puede ser lo último que se pierde, pero también un buen punto de partida para mirar al futuro de forma más positiva”, nos dice el poeta. Es consciente que tenemos “malos tiempos" por delante "pero también que la forma de salir de ellos es con mucho trabajo, mucho optimismo -que no es lo contrario del sentido de la realidad- y un grado de unión que será lo más difícil de lograr”. Esa última parte la ve especialmente complicada por el altísimo grado de polarización de nuestra sociedad, la cual ha asumido como mantra el constante fanatismo. Para Prado, debemos cambiar la polarización por su antónimo, la politización, que escapa de la confrontación para refugiarse en la reflexión y el entendimiento.
Justamente, ese debate público sano es el mejor antídoto que se le ocurre al poeta para las malas noticias. Admite que estas le “abruman, desesperan y rebelan”, pero justamente intenta participar en ese foro público para “tratar de contribuir", desde su "modesta posición, a serenarlo y a cambiar las descalificaciones por argumentos y las consignas por razones”.
La mejor noticia de este año, en opinión del escritor, es la caída de la pandemia, que “está ahí pero da la impresión de que está bastante controlada”. También destaca como algo muy positivo “el aumento del índice de lectura en España”, y por ello destaca que “las editoriales han abierto el champán”. Por contra, a Prado le preocupa especialmente “el estudio que dice que hasta hace veinticinco años el coeficiente intelectual subía en cada generación y desde entonces ha ido cayendo en picado”, algo que, admite, “se veía venir”.
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En verano, el escritor se refugia en un sitio que, nos cuenta, “ni está lejos ni es exótico", pues es "feliz en la playa de siempre”. También en estos meses estivales recurre a la desinformación: "intento desconectar, leer otras cosas, pensar en otras cosas”. Admite conseguirlo solo en parte, “pero esa pequeña parte es mucho para quien vive diez meses al año siguiéndole las huellas a la actualidad”.
Pese a esa desconexión momentánea de las noticias, Prado le da una importancia primordial a los medios de comunicación: “Si no fuera por los medios de comunicación, nunca nos habríamos enterado de los mil y un casos de corrupción que asolaron, asolan y me temo que asolarán nuestro país, porque esos sinvergüenzas envueltos en una bandera que nos roban a todos, no suelen delatarse entre ellos: hoy por ti, mañana por mi y la mitad del botín para cada uno”. Para el poeta, el papel de la prensa como un cuarto poder es clave en la sociedad y añade: “La democracia no es sólo votar, también es el derecho a saber”.
Así, con el optimismo, la politización y el debate público, podremos construir una sociedad mejor . Y sino siempre nos quedará la poesía.
“Quería ser científico, pero era demasiado inteligente para eso y tuve que ser poeta. La poesía es la que, en última instancia, cambia el sentido de las cosas”. La frase anterior la pronunció, ya hace mucho tiempo, Benjamín Prado (Madrid, 1961) y podemos decirle, sin temor a equivocarnos, que no se confundió al elegir profesión. El escritor se ha convertido en uno de los grandes poetas de nuestro país, publicando innumerables obras tanto en forma de novela, ensayo o poesía como por ejemplo Ya no es tarde, Raro o su última obra, Los dos reyes. También le ha dado tiempo a escribir en distintos medios, entre ellos infoLibre, con su columna semanal Qué ven mis ojos. Con respecto a la segunda parte de la citada frase, la poesía ya ha demostrado que puede transformar a un olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido en la esperanza de un imposible. Ahora, en este mundo de oscuridad, la poesía también nos puede devolver la confianza para que nuestro corazón vuelva a esperar otro milagro de la primavera.