Joyas del interior

En busca de los orígenes de la Casa de Alba, toros de piedra y... patatas revolconas

Iglesia de Santa María la Mayor, en Piedrahíta (Ávila).

Dejando atrás las murallas y tomando la N-110, la carretera de Plasencia, uno de los letreros más recurrentes con el que se encuentran los conductores es el que informa de la distancia a la que están de Piedrahíta, la localidad abulense a la que nos acercamos este domingo en la sección veraniega ‘Joyas del interior’. Unos sesenta kilómetros con largas rectas y un paisaje que llega a hacerse monótono hasta que empieza la subida al Puerto de Villatoro (1.386 metros). Ya queda menos. Para los pueblos pequeños de la zona –algunos no superan el centenar de habitantes– Piedrahíta (1.822 habitantes en 2019) ejerce las veces de una pequeña gran ciudad. Supermercados, bancos, cajeros automáticos, farmacia, restaurantes… El sitio al que recurrir cuando hay una urgencia. O el sitio al que escaparse cuando uno se cansa del silencio de los municipios de alrededor, sobre todo en invierno. Porque todo cansa. Para los amantes del aperitivo es un imán. Pero eso lo abordaremos más tarde.

Por muy moderno que pueda parecer el pueblo a quienes acceden por la carretera que parte de Ávila y ven algunos edificios y casas unifamiliares, basta caminar escasos metros para mudarse de siglo. Vayamos a su corazón, la Plaza de España. Sigue siendo el centro de la vida de esta villa nacida en el siglo XII. Reúne las características de las típicas plazas castellanas, con soportales en todo su perímetro. E integra el Ayuntamiento y la iglesia de Santa María la Mayor, construida en el siglo XIII. El gran pilón central, del año 1727, es una de las ubicaciones más fotografiadas.

Los niños de este pueblo pueden presumir de estudiar bajo los muros de un palacio por el que se paseó Francisco de Goya. Es el Palacio de los Duques de Alba. Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, el gran duque de Alba, nació en 1507 en Piedrahíta. Y en el siglo XVIII, otro duque de Alba, Fernando de Silva y Álvarez de Toledo, mandó construir este palacio de estilo francés fuera del perímetro de la antigua muralla que se convertiría en residencia veraniega de la Casa. A su muerte, heredó el ducado su nieta María del Pilar Teresa Cayetana. Ella sería quien invitó al pintor aragonés a pasar el verano de 1876 a Piedrahíta. Seguro que te suena el retrato que Goya hizo de esta duquesa: pelo negro rizado tocado por una flor roja, vestido blanco con lazo rojo y acompañada de un perrito, también blanco, en la parte inferior derecha de la pintura. Lo guardan en el Palacio de Liria.

Para quienes hayan seguido esta pequeña guía y no se hayan quedado en una de las terrazas de la plaza desde el principio, llega el momento de disfrutar de la gastronomía. Los más valientes pueden empezar tomando el aperitivo y sentarse después a la mesa a degustar asados o ternera avileña.

Para el aperitivo nunca defraudan unas patatas revolconas —también conocidas como meneás o machaconas—.  Suelen coronarse con unos torreznos. Pero el acompañante más demandado en la Plaza Mayor de Piedrahíta es el huevo cocido cubierto de bechamel, rebozado y frito después. Una especie de croqueta gigante que a más de uno le deja con pocas ganas de sentarse después a la mesa. 

La tarde la puedes completar perdiéndote en sus calles para dar con el convento e iglesia de las Carmelitas Descalzas, las ruinas del convento de Santo Domingo, la Ermita de la Virgen de la Vega o su plaza de toros, inaugurada en agosto de 1951. 

El expresidente del Gobierno Mariano Rajoy podría haber nacido en Piedrahíta en lugar de en Santiago de Compostela. Porque su padre era juez en este pueblo. Su madre, Olga, optó por trasladarse a Galicia para dar a luz.

Plaza de Villanueva del Campillo (Ávila).

De vuelta a Ávila por la N-110, puedes parar en Villanueva del Campillo. Su plaza acoge a uno de los verracos de piedra más grandes de su género. En sus orígenes la escultura podría pesar 24 toneladas.

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