Gonzalo Torné (Barcelona, 1976) construye en sus novelas narraciones incisivas y muy socarronas dirigidas a determinados estamentos o instituciones. En El corazón de la fiesta (Anagrama, 2020), su último libro, el foco está puesto de manera especial, que no exclusiva, en la gran burguesía catalana. Torné traza unos paralelismos nada ocultos entre algunos de sus protagonistas y la todopoderosa familia Pujol. Otorga a dos mujeres el papel de narradoras, observadoras y directas implicadas de unos hechos que en ocasiones remiten a las tertulias políticas de la mañana, y en otras a los programas del corazón de la sobremesa. El otro título que barajó para la novela, muy apropiado ante la actualidad monárquica de estos días, lo dice todo: El bastardo del rey.
Por suerte, la ironía de la que presume la obra de Torné permite disfrutar todavía más de su estilo y sus historias, gracias a ella evita situarse por encima de sus personajes. Antes que regañar o sentenciarles, el autor catalán prefiere juguetear con ellos. Asistir a dicho juego no puede ser más disfrutable.
Sus respuestas a las preguntas que prosiguen son en cambio transparentes y directas. El escritor aparca la ironía característica de su cuarta novela (antes vinieron Hilos de sangre, Divorcio en el aire y Años felices) para aportar su visión de lo acontecido durante estos insoportables meses. Un periodo en el que no ha parado de trabajar. A la trastocada promoción de El corazón de la fiesta y sus colaboraciones en prensa, hay que sumar su labor de edición en El mundo roto, donde reunirá "tres epistolarios románticos" (así reza el subtítulo del libro, que se publicará en septiembre) de Mary Shelley y Percy Shelley, Lord Byron y John Keats. Pese a ello, encuentra tiempo para contarnos qué ha sacado de todo esto.
Pregunta. ¿Cómo ha pasado profesional y creativamente el confinamiento?
Respuesta. Me pilló el confinamiento italiano en Roma, llegué a Barcelona en un vuelo improvisado, y en el aeropuerto me enteré que cancelaban los vuelos entre Italia y España, así que para mí la cosa empezó con un leve estado de euforia, como de secundario de una película de persecuciones. Después de entregar una novela me tomo unas vacaciones, y así me sorprendió el virus: descansando.
P. ¿Cree que lo vivido en estos meses le ha cambiado? ¿De qué manera?
R. No, no lo creo. Ha alterado algunas costumbres, claro, pero nada substancial.
P. En estas semanas de enclaustramiento y "nueva normalidad", que coincidían además con la publicación reciente de El corazón de la fiesta, ¿ha cambiado la relación con su propia imagen pública, y en particular con las redes sociales?El corazón de la fiesta
R. Bueno, en Twitter nos hemos hecho compañía. Lo que se ha visto muy alterada es la promoción, me tocaban varios desplazamientos, así que me he privado de conocer gente interesante y de buenas conversaciones. Si te soy sincero soy incapaz de calibrar el estado de mi imagen pública.
P. ¿Y cree que el mundo a su alrededor ha cambiado de una forma profunda, más allá de las alteraciones obvias?
R. Quizás hemos cobrado mayor conciencia de que en los países gobernados por el neoliberalismo psicópata como Estados Unidos o Brasil se vive en unas condiciones espantosas. Y también que es una suerte que a estructuras corruptas como el PP o los derivados de CIU en Cataluña les tocase esta vez estar lejos del poder de decisión.
P. El sector del libro, como otros muchos, se ha visto paralizado durante meses. ¿Cómo imagina su futuro a medio plazo?
R. No lo sé, dependerá de lo que dure, de los rebrotes... La reacción de los lectores ha sido casi emotiva, se han animado a comprar, y por lo visto han comprado muchísimo... Es gente que viene de una agresión contra la cadena del libro que se hubiese llevado por delante a editores, traductores, correctores... Y que fue un fracaso. Es un colectivo con pundonor.
P. ¿Se ha planteado en algún momento escribir algo relacionado con las experiencias de estos meses? ¿Cree que es demasiado pronto, o que la literatura tiene el deber, de alguna forma, de contar también esto? ¿Han cambiado al menos aspectos de su próxima novela, si es que ya está trabajando en ella?
R. Por deformación profesional no pude evitar explorar cómo encarar imaginativamente la situación si me hubiesen encargado un relato, tuve algunas ideas, pero no lo escribiré. Muchos de los ensayos que se anuncian parecen oportunistas, pero igual son buenísimos, la verdad es que no me interesan nada. La imaginación va a su ritmo, hay quien necesita madurarlo todo mucho, y hay quien todo lo contrario... En cuanto a mí, no puedo prever lo que terminará filtrándose en mi escritura, suelo elaborar mucho lo que entra, lo delibero mucho.
P. ¿Ha aprendido algo de la crisis sanitaria y de la cuarentena que no hubiera aprendido de otra forma?
R. Que la misma situación puede ser muy distinta según en qué condiciones la vivas. A medida que se prolongaba la situación se me volvía más y más complicado imaginar los problemas por los que estaban pasando las personas en situaciones difíciles.
P. Si tuviera que inclinarse por una opción, ¿saldremos mejores o peores de esta?
R. No creo que pueda decirse algo así de la humanidad, ni siquiera de una sociedad. No lo sé. En Occidente disfrutamos de vidas que nos gustan en un mundo que va hacia el colapso. Así que no lo sé. Tengo entendido que ahora mismo el principal empeño de los intelectuales no es la defensa de la sanidad, ni de la igualdad de acceso a la educación, ni trabajar a favor de una mejora en el reparto de los beneficios, ni mejorar la vida de los más desfavorecidos, sino pedir a los internautas que no se rían de ellos. Un tema urgentísimo, en el que nos va la vida. Así que, como grupo, me temo que no hemos salido del ensimismamiento papanatas.
R. ¿Tiene alguna certeza sobre qué será clave para superar la crisis? ¿Cuáles cree que deben ser nuestras prioridades o nuestros valores fundamentales en estos momentos?
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Los valores son importantes, pero sirven de muy poco, de lo que se trata aquí es de voluntad política. Los valores son como la sangre, si te caes en un pozo, sin sangre no mueves los brazos, pero lo que te saca del pozo son los brazos. Lo importante ahora es llegar a las instituciones y a los centros de decisión, sin complejos, y hacer políticas que favorezcan a los ciudadanos.
P. ¿De qué se ha valido, personalmente, para seguir a flote en los peores momentos del confinamiento y la crisis sanitaria?
R. Por decencia no puedo admitir los términos de la pregunta, aplicados a mí me suenan dramáticos. Lo he pasado en un piso que me gusta, editando libros y con mi persona favorita, que es mi mujer. Así que... la suerte, sí, diría que la suerte me ha hecho un buen servicio.
Gonzalo Torné (Barcelona, 1976) construye en sus novelas narraciones incisivas y muy socarronas dirigidas a determinados estamentos o instituciones. En El corazón de la fiesta (Anagrama, 2020), su último libro, el foco está puesto de manera especial, que no exclusiva, en la gran burguesía catalana. Torné traza unos paralelismos nada ocultos entre algunos de sus protagonistas y la todopoderosa familia Pujol. Otorga a dos mujeres el papel de narradoras, observadoras y directas implicadas de unos hechos que en ocasiones remiten a las tertulias políticas de la mañana, y en otras a los programas del corazón de la sobremesa. El otro título que barajó para la novela, muy apropiado ante la actualidad monárquica de estos días, lo dice todo: El bastardo del rey.