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Envidia literaria

La llave que Cristina Cerrada encontró en el 'Quijote'

La escritora Cristina Cerrada.

Cuando Cristina Cerrada (Madrid, 1970) señala que la novela que querría haber escrito, de no haber estado ya escrita, es el Quijote, no es la primera en decirlo. No es de extrañar que elija la obra maestra de Cervantes como protagonista de su participación en esta sección, en la que autoras y autores cuentan qué obra literaria querrían que llevara su firma. La historia de Alonso Quijano es, para la escritora, simplemente "la mejor novela de todos los tiempos". Y enumera a los profesionales a quienes ha enseñado "a fijar las gramáticas y poéticas de sus campos de acción": "novelistas, dramaturgos, humoristas, cineastas, feministas, críticos literarios, escritores de autoayuda y a hasta a publicistas". Ahí está también ella. 

 

Tampoco es raro, como la propia Cerrada dice, que el Quijote se convirtiera en un libro especial para ella: "La pregunta es más bien si es posible que un libro como el Quijote no llegue de manera especial. Es un libro excepcional, tan intrínsecamente humilde, humano, construido de una forma tan eficaz en su sencillez que pasma. Lo que encierra es grandeza. Y ni si quiera hoy la grandeza pasa inadvertida". Hoy, cuatro siglos después de que se imprimiera la primera parte de El ingenioso hidalgo, en Madrid y por Juan de la Cuesta. El juego que Miguel de Cervantes hacía —como todos los lectores habrán aprendido en el colegio— con las novelas de caballería no apeló solo a las gentes de su tiempo. Llega hasta hoy, más allá de la escuela, cuando pocos han leído Amadís de Gaula u Orlando furioso, las obras que se apoyaba el de Alcalá de Henares.

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En la escritura de Cristina Cerrada no se identifica de manera evidente la huella de Quijano. No es fácil leerla en Europa (Seix Barral, 2017), la historia de Heda, que abandona su país huyendo de la guerra para dar con sus huesos en un hostal europeo, un refugio precario convertido en cárcel; o en Hindenburg, un thriller ambientado en el conflicto de Ucrania. Quizás porque la influencia cervantina no haya que buscarla ahí exactamente, o no de manera explícita. 

Así que si la novelista trata de explicar cómo el Quijote ha tocado su propia escritura, va por otros derroteros. "Hay un mundo, el del imaginario, que permanece en un plano muy, muy, muy secundario cuando uno se cría en una familia de clase trabajadora y es mujer", dice. En ese contexto, asegura, los libros son "objetos suntuarios", pero también un santo y seña. "Si tienes la gran fortuna de llegar a uno que te gane, son la llave con que se abre la puerta de ese imaginario, dando acceso a lo que hay dentro, dignificándolo, legitimándolo, llenándolo de sentido y dotándolo de verosimilitud", continúa. "Haciéndolo real. Por encima incluso del conflicto. Con lo uno y con lo diverso". De ese imaginario, de su materialización creativa, salen luego los Europas, los Hindenburgs. También los Quijotes. Seguro que Cervantes encontró su llave. 

 

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