Lecturas infalibles
Sergio C. Fanjul pasea por 'La tierra baldía'
Nada de bestsellers, thrillers del año o novela ligera. Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) pone encima de la mesa La tierra baldía, el largo poema —más de 430 versos— del escritor estadounidense T. S. Eliot. "Tal vez no sea lo que se espera de una lectura de verano, algo fresco y fácil", admite el poeta y periodista, "pero hay quien dice que hay que hacer las cosas al revés: dejar las lecturas más livianas para cuando el trabajo nos pone contra la pared con las neuronas fritas y aprovechar la relajación de la playa y la montaña para acometer lecturas más complejas". Aprovechando, entonces, el tiempo libre que suele ofrecer el verano, recomienda acercarse a esta obra cumbre del modernismo, referencia constante de la poesía contemporánea. Y lo hace dentro de esta sección en la que distintos autores señalan un clásico al que regresar en las (ya cada vez más cortas) tardes estivales.
La tierra baldía (traducido también con el título de La tierra estéril en la edición de Jaime Tello en Visor, como apunta Fanjul) no es una lectura fácil, ni en el fondo ni en la forma. "Se trata de una poesía fragmentaria y extraña, a veces enigmática o desconcertante", dice el escritor, más cercano sin embargo en su escritura al verso afilado y directo, cargado de ironía, que exhibe en títulos como Pertinaz freelance (Visor, 2016). Hay una razón tras el puzle de Eliot: la necesidad de contar "el mundo en descomposición, la falta de referentes, la tierra baldía que quedó después de la Primera Guerra Mundial".
Eliot publicó La tierra baldía en el primer número de la revista The Criterion, que él mismo editaba, en 1922. Un año más tarde, se editaba en forma de libro tanto en Estados Unidos como en Reino Unido —allí residía el poeta, que adoptaría la nacionalidad británica en 1927—, donde caería en el sello Hogarth Press de Virginia y Leonard Woolf. Dividido en cinco secciones, el poema comienza con el famoso "Abril es el mes más cruel" ("April is the cruellest month") que ha poblado luego tanto la literatura como la cultura popular, y contiene otros de los versos más conocidos de la poesía contemporánea, como "Te mostraré el miedo en un puñado de polvo" ("I will show you fear in a handful of dust") o el cierre que alude al mantra en sánscrito "Shantih shantih shantih".
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"Yo compré La tierra baldía cuando era un joven poeta wannabe que quería empaparse de los clásicos", dice Fanjul, con su habitual sorna. Pero cuando dice que la de Eliot no es una lectura sencilla, lo dice por experiencia propia. "Lo empecé varias veces y lo volví a dejar en la estantería, porque me resultaba muy hermético. A base de intentos hubo una vez que por fin llegué a conectar con su poética (todo tiene su momento) y ya me puse a leerlo con la atención debida", cuenta. Y tanto: no se contentó con las notas al pie, exigidas ya por los primeros editores, preocupados tanto por lo críptico de la obra como por su corta extensión —según contaba el propio Eliot—, que no justificaba su publicación en un volumen independiente. Fanjul acudió a Internet, buscando análisis e interpretaciones de los versos, en esa búsqueda del tesoro que es a veces la lectura de poesía. "Me reventó la cabeza, como dicen los angloparlantes".
Otra cosa es que haya quedado algo de Eliot en su escritura. "Durante un tiempo traté de imitar a Eliot, por experimentar, sin mucho éxito", confiesa. Más allá de aquel intento, ¿cómo ha influido en su escritura? "Supongo que algún detalle se queda", dice, "quizás el gusto por la ensaladilla cultural". Se refiere, hay que explicarlo, al gusto por las referencias que manejan ambos autores y que él ha exhibido en títulos como el libro de relatos Genio de extrarradio (2012) o los poemarios La crisis (2013) e Inventario de invertebrados (2015, Premio de Poesía Joven Pablo García Baena). Si Eliot habla de Queen Victoria Street e incluye referencias a Dante, a Fanjul le toca glosar los supermercados 24 horas, el IVA... y, por qué no, a Dante.
Hay otras cosas que le acercan, a él pero también al lector, a La tierra baldía. Sí, Eliot habla de la Europa que queda tras la Primera Guerra Mundial. Pero, apunta Fanjul, ese relato "podría encajar en nuestro mundo postcrisis (o en crisis perenne) en continua descomposición". El poeta modernista pudo creer, como sus contemporáneos, que aquel horror era el último, el final de una civilización. No sabían lo que llegaría en unas décadas: "Después de La tierra baldía todavía estaba por venir otra guerra mundial, todavía más terrible", recuerda Fanjul. "Veremos qué nos viene a nosotros encima ahora".