José Miguel Contreras: “No somos conscientes de hasta qué punto nuestra sociedad va a cambiar en los próximos cinco años”
El catedrático de comunicación de la URJC José Miguel Contreras intenta aproximarse a la vida política desde el punto de vista de su especialidad académica. Suele afirmar que “hablar de comunicación política es hoy en día una reiteración, ya que ambos conceptos están tan conectados que son ya inseparables, son ya el mismo fenómeno”. Insiste de forma reiterada en “la poca atención que estamos prestando a los cambios trascendentales que va a vivir España, Europa y el mundo en los próximos cinco años”. Considera que el debate político en nuestro país “se centra absurdamente más en lo que ocurrió el día anterior que en los impresionantes cambios que nos esperan, derivados de la disrupción tecnológica, la lucha por la sostenibilidad del planeta, el cambio de los modelos económicos y la transformación de los roles sociales tradicionales”.
Un momento trascendental
Este final del curso político coincide con la extensión de la vacunación que altera por completo la lucha contra la pandemia. En este punto estamos justamente entre un antes y un después. Después del cansancio, del agotamiento que hemos vivido tras la pandemia, se abre a partir de ahora un período que aún no sabemos medir en su descomunal importancia. Todavía no somos capaces de entender hasta qué punto nuestra sociedad va a cambiar en los próximos cuatro o cinco años como consecuencia del esfuerzo económico que va a hacer Europa en una etapa de transformación a todos los niveles: políticos, sociales, económicos, sanitarios, medioambientales. Me sorprende que esta cuestión no sea el debate político dominante. La confrontación política, además de estéril, acaba por ser absolutamente cazurra. Al final, monopoliza un espacio de discusión que impide dirigir nuestra atención a lo realmente trascendente.
Balance del Gobierno
Este curso político para el Gobierno, creo que ha terminado mucho mejor de lo que nunca hubieran podido esperar. La sucesión de situaciones que se han ido encadenando ha llegado a convertirse casi en una tormenta perfecta. La pandemia, los efectos económicos que ha producido, el desgaste político tras Murcia y las elecciones en Madrid y, por último, la concesión de los indultos podían haber llevado a este Ejecutivo a acabar el curso político en una situación muy preocupante. Sin embargo, al final se ha conseguido recuperar. El proceso de vacunación ha tenido un enorme efecto balsámico con respecto a los efectos de la pandemia. La situación económica parece que empieza a apuntar a una recuperación. Y finalmente, la política ha entrado en un paréntesis de cierta tranquilidad que ha culminado con la creciente aceptación de la concesión de los indultos. Por último, la remodelación del Gobierno parece que ha sido bien recibida por el electorado de izquierdas.
La deriva del PP
Respecto al Partido Popular, hay una extendida opinión de que vive en una indefinición de cuál es su posicionamiento político. Se ha repetido en innumerables ocasiones que el PP vive atrapado entre la tendencia al centro, que ahora se ve favorecida por la autoaniquilación de Ciudadanos, y su competencia permanente con Vox. Si el Partido Popular mantiene una batalla encendida con Vox, perderá una y otra vez porque siempre la ultraderecha será, sin complejo alguno, mucho más extrema. El PP no parece entender que es el principal responsable de que una agrupación como Vox haya tenido esa pujanza en España en estos últimos años. Su mejor estrategia, si quiere aspirar a gobernar de nuevo, sería la de enfriar la tensión política que ellos mismos han desencadenado. En ese momento es cuando se verá que una posición extrema y radical elevada a la temperatura del infierno, en la que Vox vive placenteramente, dejaría de tener sentido.
El bloqueo institucional
La opción del Partido Popular que le queda por explorar, y a lo mejor no estaría mal que alguna vez lo experimentara, sería la de intentar trabajar y comportarse como un partido de Estado. Justamente como no ha hecho hasta ahora. Cabría la posibilidad de que el PP mantuviera su papel de dura oposición frente a las posiciones de la izquierda, faltaría más, pero participando en los grandes acuerdos de Estado. A lo mejor conseguía dos efectos a la vez. Uno, es recuperar voto de centro. Pero además, al hacer una política más abierta, más sosegada, dejaría seguramente sin sentido posiciones radicales como las que Vox representa. Posiblemente, el PP, si trabajara en políticas de Estado, como un partido alternativo al Gobierno actual, podría conseguir muchos mejores resultados de los que va a obtener dedicándose únicamente a la confrontación, a la destrucción, justificando y amplificando el papel de Vox.
La reinvención de UP
Unidas Podemos tiene un debate ante sí. La salida de Pablo Iglesias ha marcado un antes y un después en este movimiento político que ahora tiene que decidir hacia qué camino va. Uno, es el colocarse en posiciones más o menos cerradas, que electoralmente parece recordar lo que de alguna forma representó Izquierda Unida hace un par de décadas. La otra alternativa, que parece que Yolanda Díaz quiere promover, es la de volver a intentar una reunificación de todo lo existente a la izquierda del PSOE. El problema es si esto es posible o no y resulta difícil llegar a definirlo hoy en día. Ha habido tantas batallas internas, tantas discusiones, tantas separaciones, que cuesta trabajo creer que de aquí a las próximas elecciones, de aquí a un par de años, pueda ser posible esa reunificación que le volviera a dar la vitalidad y la fuerza que años atrás ha llegado a tener.
Activismo e instituciones
Una de las cuestiones que queda en el aire, después de estos años del fenómeno que ha significado Unidas Podemos, es la de saber si es posible o no conciliar en un mismo colectivo lo que son movimientos de agitación y de activismo social con formar parte de la política convencional y, mucho más, dentro de las instituciones. La tarea del activismo es la denuncia de situaciones de injusticia, de proclamación de derechos no reconocidos. El activismo no tiene que pactar. Su papel es la exigencia y la presión. Esto a veces concilia mal con las tareas de Gobierno, en las que inevitablemente te enfrentas al realismo de ver las cuentas, de ver las posibilidades parlamentarias que tienes de sacar adelante una determinada ley. Este va a ser un debate permanente que va a tener siempre la izquierda a la izquierda del Partido Socialista, que es definir bien hasta dónde puede llegar el trabajo de activismo social, tan necesario en una sociedad para que avance, con el indispensable trabajo institucional dentro de la vida política convencional.
Vox y sus dependencias
La ultraderecha en España ha vivido favorecida por dos fenómenos. Uno, la situación de crisis generalizada social de descontento entre el electorado más conservador con la llegada de un Gobierno de coalición de izquierdas. A este escenario de frustración política que vive un sector de la población, se ha unido la posición del PP, que desde la moción que derribó al Gobierno de Mariano Rajoy, ha ejercido una oposición durísima y destructiva, basada en crear un ambiente social de permanente confrontación, intentando imponer un escenario de cataclismo social irrespirable. Más que beneficiar al PP, lo que ha hecho es facilitar el crecimiento y el auge de Vox. El futuro de Vox va a depender más de causas ajenas que de propias. Necesitan que la situación del país viva en un clima crítico y tenebroso, lo que concilia mal con el futuro que se abre ahora de recuperación económica y de fin de la pandemia. También necesita un PP que ayude a extender ese clima de descontento generalizado que tanto le beneficia.
La crisis de los medios
Los medios de comunicación en España y en el mundo viven un momento de absoluta encrucijada. En un corto espacio de tiempo, el actual mapa de la comunicación en España va a vivir transformaciones muy importantes. La pandemia y sus efectos económicos han ocultado otro problema que se mantenía por debajo. La salida del fin de la pandemia va a reabrir y va a descubrir la auténtica realidad de nuestro modelo de comunicación. Los medios de comunicación en España no están mal solamente por culpa de la pandemia. La pandemia ha agudizado una crisis existencial que ya tenían en la que la mayor parte de los grupos y la mayor parte de los medios andaban con serias dificultades de supervivencia, sobre todo, ante el reto de definir cuál era su modelo de contenidos y de negocio de cara al futuro.
El impacto digital
La digitalización lo que ha hecho es hacer estallar el modelo tradicional de los medios de comunicación. El gran cambio se fundamenta en que, antes, los medios de comunicación se dedicaban a hacer un contenido concreto dirigido al mayor número posible de receptores. Ahora los medios tienen que evolucionar hacia localizar una comunidad, establecer un vínculo afectivo con ella y, una vez establecida esa relación, intentar a través de todos los soportes y ventanas que puedan llegar a existir en el futuro, facilitar a sus miembros todo tipo de servicios que promuevan diferentes vinculaciones de comercio que permitan su subsistencia. Con la digitalización desaparecen las masas anónimas y el auditorio se transforma en una sociedad fragmentada, no de forma aleatoria, sino en comunidades definidas por unos rasgos identitarios que les permiten congeniar y que estrecha su interconexión.
La competencia global
Antes, los grupos de comunicación en España competían entre ellos en cada sector. Ahora, resulta que los rivales a los que se deben enfrentar se llaman Google, Apple, Facebook o Amazon. ¿Qué se puede hacer en esta batalla? Este fenómeno está aquí para quedarse. Estos grandes grupos necesitan extenderse y, de hecho, también ayudan a desarrollar las industrias locales. Una compañía como Netflix es un gran motor de nuestra industria audiovisual. Ahora mismo produce un número similar de series españolas al de todas las cadenas españolas juntas. Además, las exhiben después en todo el mundo. Pero no podemos conformarnos con eso. Lo lógico y normal es que también haya una alternativa nacional que conviva con los grandes medios globales. El hueco evidente es atender la vinculación más cercana a través de los asuntos locales. Las empresas españolas necesitan reconfigurarse e intentar buscar su espacio de subsistencia compatible con esa nueva comunicación global que es una realidad imparable.
La comunicación multisoporte
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Uno de los grandes cambios que tiene la nueva comunicación basada en dirigirse a comunidades determinadas, con toda una serie de elementos comunes que los convierten casi en un grupo identitario, es que los medios de comunicación ya no deben dirigirse única y exclusivamente a través de una vía. Esas comunidades no utilizan una única ventana de comunicación. Por el contrario, utilizan todas las fórmulas tanto para interactuar entre ellos, como para recibir información del exterior. Por tanto, todo aquel medio que quiera tener actividad en el mundo de la comunicación, debe hacer el ejercicio de convertirse en una plataforma generadora de contenidos. Se trata de decidir qué es lo que quiere contar, a quién quiere dirigirse, y luego difundir sus contenidos a través de todos los medios posibles. El futuro es el multiformato, es el multisoporte.
La pandemia
Realmente nos falta perspectiva para entender todavía, a día de hoy, lo que ha significado la pandemia. Dicho de otra manera, bastante hemos tenido con poder sobrevivir y resistir junto a familiares y amigos para hacer frente a una tragedia como la que hemos tenido que soportar. En este momento, hay motivos objetivos para pensar que la pandemia ha evolucionado hacia un escenario radicalmente diferente. Tenemos que empezar a imaginarnos una sociedad que en el futuro no va a dejar atrás la pandemia, sino que tendremos que empezar a entender que va a seguir con nosotros, que va a convivir con nosotros. Tan equivocado será mantener la misma angustia y tensión emocional vital con respecto a la pandemia como el pensar que ya no existe, que no hay ya peligro absolutamente de nada. Estamos en otra fase de la pandemia, pero ahora el objetivo es aprender a convivir con ella.