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'El juego del calamar 2': vuelve el bombazo de la ficción coreana sin el factor sorpresa, pero aún en forma

Fotograma de la segunda temporada de 'El juego del calamar'.

Hwang Dong-hyuk escribió su primera versión de El juego del calamar, entonces un proyecto de película, en 2008. Tardó más de una década en encontrar quien la produjera, hasta que se cruzó con una Netflix que quería expandirse internacionalmente, entre otros mercados en el de Corea del Sur.

El guionista y director, formado en California además de en su país natal, se involucró de una manera tan intensa en el desarrollo de la serie que ya es famosa su pérdida de seis dientes por el estrés. Ahora afirma que finalmente fueron aún más.

La paradoja de no lucrarse del propio éxito

Los problemas no cesaron tras el éxito brutal de la primera temporada en todo el mundo. Netflix había comprado la serie como lo que llaman en la plataforma un original. Es decir, se quedan con todos los derechos y pagan una cantidad fija a los creadores. Se convirtió en este caso en dueña única de la serie más vista en su historia.

Nada de porcentajes sobre los visionados, nada de compartir el éxito si ocurre. Como los participantes en el macabro juego protagonista en la serie, Hwang Dong-hyuk acumulaba deudas y esa primera venta a Netflix no le dejó apenas dinero.

Un cineasta sólido

El coreano ya había sido autor de varias películas de éxito, con la particularidad de que ha triunfado en géneros muy distintos entre si. Tras varios cortos debutó en el largometraje con el drama Mi padre. Triunfó en la cartelera de su país con una película que denunciaba abusos en un internado de personas con sordera, Silenced. Su comedia Miss Granny tuvo todavía más éxito. Y de ahí un nuevo salto, esta vez al género bélico histórico con La fortaleza.

A pesar de su brillante carrera, un proyecto al que dedicó un año y que no consiguió financiación le llevó a endeudarse a la vez que su madre y su abuela también se veían enredadas en préstamos que no podían devolver.

Inspirado en su propia situación económica

En sus épocas sin trabajo, Hwang pasaba el tiempo en cafés librerías en los que se familiarizó con historias de juegos de supervivencia y Battle Royale. Así se llama a la modalidad en la que se enfrentan muchos jugadores hasta que solo queda uno o una en pie.

Incapaz de imaginarse a si mismo portando armas como suele hacerse en esos cómics, le llegó la idea de los juegos infantiles, los únicos que conocía por experiencia. Con estos elementos creó El juego del calamar. Una lucha por la supervivencia combinada con un capitalismo feroz que va dejando un reguero de desesperados capaces de todo.

Crítica frontal al capitalismo descarnado

En declaraciones a The Guardian, Hwang afirmó en su día que “la serie está motivada por una idea sencilla, luchamos por nuestras vidas en unas circunstancias muy desiguales”. Su critica al capitalismo no es profunda, según afirma, sino muy básica.

Por supuesto, el capitalismo es el ganador de El juego del calamar. Netflix lo ha convertido en un concurso que emitió en su plataforma, en un videojuego y en una actividad en directo, El juego del calamar: The experience, que puede visitarse en Madrid, entre otras ciudades, pagando entre veinte y setenta euros.

Se están barajando ideas de secuelas

Y su creador lo está rentabilizando en dos nuevas temporadas, la que acaba de estrenarse en Netflix y la tercera y en principio última que estará disponible en 2025. No se descartan secuelas de la franquicia, aunque aún no están tampoco confirmadas.

Esta segunda temporada pierde mucho del factor sorpresa absoluta de la primera, aunque mantiene la fuerza icónica de la propuesta y profundiza en algunas emociones y en la presentación de personajes.

Lucha contra el sistema de los juegos

Pasamos de ser asombrados testigos de lo que ocurre a involucrarnos en la lucha contra la organización de los sádicos juegos. Se abre el abanico de los protagonistas y se repiten algunas claves de la primera temporada convertidas en fórmula, como que el protagonista, Gi-hun, encuentre un viejo amigo o que un organizador se infiltre entre los concursantes.

Se introduce una novedad en la mecánica de los juegos, se puede votar si pararlos o seguir y se respetará lo que diga la mayoría. Hwang Dong-hyuk añade a su crítica al capitalismo la de la creciente polarización con esta votación. Según afirma “estamos en la era del nosotros contra ellos”.

Visión más pesimista que en la primera temporada

Su visión del mundo se ha oscurecido respecto a la que tenía cuando creo la serie. En su opinión, los conflictos binarios se multiplican. Cada grupo tiene que estar en contra de los diferentes. Hay una absurda y constante demanda de elegir bando en cualquier asunto.

El punto de partida de esta temporada es la fugaz escena en la que se vio al jefe de los malos en la entrega anterior. Era hermano de un policía que es de los pocos personajes que sobrevivieron a la primera entrega y repiten ahora. A partir de ahí, el personaje interpretado por Lee Byung-hun se convierte en protagonista junto a Lee Jung-jae, hilo conductor y alma de la serie. Ambos son grandes estrellas en Corea.

Costumbrismo desquiciado capitalista

Entre los secundarios se recoge un costumbrismo desquiciado capitalista. Aparece la trabajadora precaria con duras condiciones en un parque de atracciones, el ludópata como adicto estrella del sistema, o los jóvenes que invierten en criptomonedas sin conocimientos financieros.

Por su parte, Hwang, ha regresado, como el protagonista de su historia, al lugar del crimen. Al que le costó media dentadura. Ha vuelto a dirigir y producir las temporadas dos y tres. Las ha escrito prácticamente solo pese a contar con más medios y un equipo de guion en las primeras fases de documentación y organización.

Volver al lugar del crimen

Se percibe cierto placer en su agobio en las declaraciones presentando esta tanda de episodios. Explica que se ha apoyado en la enorme anticipación y las expectativas puestas sobre la continuidad de la serie. Le ha motivado desafiar a quienes decían que ya no podría hacer una entrega a la altura de la primera.

A BBC le confirmó claramente que ha hecho esta segunda temporada por dinero. No ha trascendido la cantidad que cobró entonces, pero ahora se ha asegurado una tajada mayor en un título que se calcula que ha dado a Netflix unos 783 millones de euros.

La fuerza de la ficción coreana

En una de sus entrevistas promocionales, para Entertaiment tonight, Hwang, explica el éxito de los llamados kdramas (dramas provenientes de Corea) por ser capaces de concentrar todas las emociones humanas.

“Creo que el triunfo de las historias de mi país es que buscan que la audiencia ría, llore y se enfade, todo al mismo tiempo”, señala. Él mismo recrea esa receta en esta temporada, acentuando el humor, la desesperación y la injusticia en sus tramas.

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Netflix ha apostado por Corea del Sur, y ha dedicado millones a producir ficción en el país asiático. Sin embargo, según BBC, los creadores se sienten utilizados y la relación con la plataforma se ha convertido en amor-odio. Acusan a la plataforma de forzarles a vender sus derechos y por tanto les incapacitan para obtener beneficios cuando se logra un éxito.

Precariedad tras la euforia de las plataformas

Se trata de un problema mundial. Las plataformas han acabado con los porcentajes de beneficios para los autores. Los surcoreanos afirman que su anticuada ley de derechos de autor no les protege. Se han organizado en un colectivo tanto actores, como guionistas, directores y productores.

El boom de la ficción en las plataformas esconde mucha precariedad y problemas en el sector de la producción. Lo que a veces vemos como grandes éxitos son miniseries de cuatro, seis u ocho episodios que no permiten tener equipos de trabajo con continuidad.

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