Héroes
Cristina Gómez, derribar barreras y prejuicios en fútbol americano a golpe de 'touchdown'
Se les reconoce fácilmente. Un colorido mural que representa a Cristina Gómez y al expatinador y medallista olímpico Javier Fernández preside el patio del Colegio Clara Campoamor de Fuenlabrada. En él ambos deportistas están caracterizados con todo detalle como si fuesen muñecos Playmobil para que los niños no olviden en el recreo que ningún deporte tiene género. Ninguno. Ni el patinaje ni el fútbol americano.
Eso Cristina Gómez (Fuenlabrada, 2002) siempre lo tuvo muy claro. Por eso hoy es una de las mejores jugadoras de nuestro país. Aunque para ella, quitándose méritos, el fútbol americano es simplemente su “burbujita”. Está a punto de irse a Suecia para competir en su liga este verano, pero antes, derribamos con ella a golpe de ‘touchdown’ los prejuicios y las barreras que rodean al deporte estadounidense por excelencia.
“Es cosa de chicos”
Sí, Cristina fue demasiadas veces la única chica del equipo, pero eso no le impidió avanzar y luchar por lo que quería. Eso sí, con más esfuerzo. “Tienes que ser mucho más lista que ellos porque aunque queramos ser iguales, no lo somos a nivel físico. Si yo peso 60 kilos y viene, de repente, un chico que pesa 110 kilos, tengo que ser más lista porque si no va a poder conmigo, pero vamos, cien por cien”, explica desde las gradas del campo de fútbol americano de El Cantizal, en Las Rozas.
Este es su hogar, su “segunda casa”, el lugar en el que entrena cinco días a la semana. “La verdad es que le dedico más tiempo al fútbol que a los estudios, no voy a mentir a nadie, es así”, comenta riendo. Esta fuenlabreña estudia primero de Fisioterapia, juega como ‘linebacker’ en el LG OLED Black Demons —han sido campeonas de España este año— y también en la selección nacional. Además es la primera mujer elegida por los Europe Warriors, un equipo que reúne a los mejores jugadores de fútbol americano del continente.
“Es un deporte violento”
La primera vez que quiso apuntarse a fútbol americano a su padre, recuerda, no le hizo mucha gracia. Hoy, sin embargo, es su mayor fan y está orgullosísimo de ella. “Puede que pensase que era un deporte muy violento. Eso se escucha mucho, hasta que entras en el mundillo y te das cuenta de cómo es. El problema es que al ser un deporte tan visual solo se ve el impacto, el contacto, el golpe… No se ve todo el proceso que hay detrás”.
Aunque los rasguños y los raspones compiten por ganar terreno a los innumerables tatuajes de su piel, el fútbol americano, defiende, es sobre todo técnica y buen rollo. “Es un deporte en el que el ambiente es muy bueno, te llevas bien con todo el mundo. Sales del partido y te quedas tomando algo, hablando con los del otro equipo… Somos una familia entre todos, estamos muy unidos porque tenemos que ayudarnos para crecer”.
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“¿Fútbol americano? ¿En España?”
Durante años ni siquiera el círculo más cercano, los amigos del barrio, sabían muy bien lo que hacía. “Muchas veces lo ocultas, no lo exteriorizas, no cuentas ni lo que haces, ni las competiciones que ganas. Hasta que no empezó a salir alguna noticia nadie sabía hasta qué punto yo dedicaba mi tiempo a este deporte”.
Lo cierto es que la realidad del fútbol americano en España está creciendo cada vez más, pero todavía es un deporte modesto. Muchas veces las jugadoras se tienen que costear parte de los viajes y las concentraciones cuando salen a jugar fuera: “Falta muchísima visibilidad, pero como estás acostumbrado a que no te paguen no lo ves tan raro, te parece normal. A mí España me gusta mucho, pero es verdad que si quiero más nivel, tengo que irme fuera. Seguiré jugando, donde sea”.