Andreas Prittwitz: "No hace falta ser rico para hacer lo que quieras en la vida"
Andreas Prittwitz (Múnich, 1960) es el ejemplo perfecto de que no solo se puede, sino que se debe mirar hacia atrás sin ira. No en vano, ese es el leitmotiv de su vida, siempre fusionando pasado y presente con el retrovisor puesto hacia el futuro. Su proyecto Looking Back es su vehículo para viajar en el tiempo y fusionar la música del Renacimiento, el Barroco o Chopin con el jazz más actual. "La improvisación es un campo infinito", plantea en entrevista con infoLibre.
"Yo empecé con la música clásica, en la que estaba muy especializado y llegué relativamente lejos", rememora el músico alemán afincado en España desde hace más de cuarenta años, intérprete de saxofón, clarinete y flauta de pico, a quien nuestro país le cambió la ruta de su brújula: "Al llegar aquí empecé a meterme en el mundo de la música moderna, en los clubs de jazz, y luego pasé a tocar con todos los grandes cantautores".
La lista es interminable, pero Prittwitz se refiere a Luis Eduardo Aute, Miguel Ríos, Joaquín Sabina, Víctor Manuel, Ana Belén, Joan Manuel Serrat, Manolo Tena o Javier Krahe (a cuyo lado estuvo más de treinta años hasta su muerte en 2015). Así las cosas, vivió los ochenta y los noventa en una gira interminable, al tiempo que se adentraba en la producción musical de grupos como Los Toreros Muertos, 091, Los Elegantes. Con el cambio de siglo, aún se mantuvo como colaborador habitual de Ismael Serrano, Javier Ruibal y, por supuesto, Javier Krahe.
Pero hace una década se detuvo en el enésimo cruce de caminos, miró a su alrededor y decidió cambiar de dirección. "Nunca había abandonado la música barroca, pero es difícil poner en marcha proyectos propios cuando estás siempre con otras cosas", señala. Y así arrancó Looking Back, para transitar nuevas sendas y unir mundos aparentemente imposibles. Pritwitz y Looking back fueron los encargados de poner música a los primeros Premios infoLibre con versiones de canciones barrocas.
"Musicalmente, con música antigua e instrumentos antiguos e improvisaciones de hoy que pueden ser jazzísticas o poperas. Y también incorporando en la puesta en escena de la música clásica, que habitualmente es un poco rígida y fría en su relación con el público, todo lo que he aprendido de los grandes escenarios y los grandes artistas, que llevan siempre todas las cosas muy bien preparadas y estudiadas teatralmente", explica sobre el proyecto.
En movimiento vitalicio, Prittwitz está ahora metido con la época clasicista, Mozart y Beethoven, porque, como él mismo afirma, Looking Back "no tiene fin". Así, recuerda que en directo también han hecho espectáculos sobre Debussy u otros compositores contemporáneos, e incluso una Zambra Barroca, que une el Barroco con el flamenco "y de repente es un proyecto que emociona mucho a la gente".
Lanza en este punto una serie de reflexiones que resumen todo lo anterior y su forma de entender la vida: "En la música es fundamental reinventarse siempre. Mi éxito es poder vivir haciendo exactamente lo que quiero, porque ahora mismo nadie me condiciona nada. No tengo un éxito masivo, desde luego, pero eso no importa, porque no hace falta ser rico para hacer lo que quieras en la vida. Yo me siento muy joven cuando toco, con el mismo entusiasmo, los mismos ideales y utopías de llegar lejos, de hacer cosas nuevas y de emocionar al público. Eso es lo que realmente me hace feliz y espero que sea así hasta el último día".
Prittwitz compagina su faceta compositiva e interpretativa con la docente, lo cual le da una visión aún más amplia sobre cuestiones como puede ser la afición de las nuevas generaciones por instrumentos que no están precisamente de moda actualmente. "No me parece que en los conservatorios o las escuelas de música haya menos gente apuntándose a aprender instrumentos convencionales", asegura, al tiempo que destaca que hay muchos niños y gente joven tocando "el saxo, la trompeta o la tuba".
No resta valor a las nuevas tecnologías que "todos utilizamos", como es natural, pero sí que defiende que "un ordenador nunca va a llegar a tener la capacidad expresiva de un instrumento hecho a mano, soplado con tu aire o tocado con tus dedos". "Yo creo que, aparte de los movimientos de masas, que nunca se pondrían a estudiar violín porque solo van al fútbol, siempre hay una capa de la sociedad interesada en otras cosas. Y no creo que eso cambie mucho", remarca.
Fiel a su actitud de mirar atrás desde el hoy, retrocede de nuevo Andreas Prittwitz a su llegada a Madrid cuando era "muy rubio y joven y debe ser que no había demasiados saxofonistas". "Todo el mundo me reconoció rápidamente y toqué con absolutamente todos. Eso sí, yo era completamente inconsciente porque llegaba y decía voy a tocar con Joaquín Sabina en el Teatro Alcalá y luego veía que era famosísimo. Yo llegaba como si nada y me lo pasaba pipa", comenta divertido.
Aunque la lista de colaboraciones es interminable, hay alguien que ocupa un lugar especial en el corazón de Prittwitz: Javier Krahe. Y es que estuvo a su lado durante más de treinta años. "Fue de los primeros que conocí, aunque luego me fui con Miguel Ríos y le abandoné con otros, algo que no le gustó mucho", relata, para luego aclarar que, en cualquier caso, siempre volvió a su lado y allí se quedó durante los últimos diez años hasta su muerte.
Javier Krahe fue padre, amigo, hombre increíble, ídolo absoluto y fuera de serie en sentido humano y artístico
Ambos mantuvieron una relación "más allá de la amistad". Por eso, se refiere a él como "padre, amigo, hombre increíble, ídolo absoluto y fuera de serie en sentido humano y artístico", al tiempo que rememora el ambiente en aquellos primeros viajes en los que aprendió que "en la vida hay que tomarse prácticamente todo con mucho sentido del humor". "Ya podía haberte dejado la novia, que todo el mundo se reía de ti con un humor muy refinado e inteligente. Esa forma de ver la vida me ha acompañado siempre", resalta.
Y desvela en este punto que tiene muchas ganas de hacer algo con Looking Back relacionado con Krahe quien, por cierto, fue quien puso nombre al proyecto. Con esta precisión recuerda aquel momento: "Estábamos en Santander cenando al lado de una playa antes de tocar y le dije que quería hacer un grupo que uniera música antigua con improvisaciones y que quería ponerle un nombre internacional para salir fuera de España. Se levantó de la mesa, se fue y a los quince minutos volvió y dijo: Looking Back"
En ese instante, Andreas supo que era el nombre perfecto. Y ahora, más de una década después, está tramando la cuadratura del círculo de esta historia. "Me gustaría homenajearle personalmente con un Looking Back over Javier Krahe. Además, Krahe tiene muchas canciones que suenan casi a música antigua o tienen letras relacionadas con la época del Barroco o el Renacimiento. Hay mucho material ahí. Pero no te quiero contar nada más hasta que salga. Cuando salga te atacaré", adelanta entre risas.
Antes de ese proyecto, los planes inmediatos pasan por un Concierto de Navidad en el Salón de Lectura de la Biblioteca Nacional, con un repertorio musical adaptado a una exposición sobre pintores españoles e italianos del siglo XVI. Al mismo tiempo, siguen los conciertos familiares y didácticos con orquesta sinfónica (algunos han sido retransmitidos y pueden verse en RTVE) que combinan la mitología griega con la música.
No puede parar Andreas Prittwitz de construir futuro a través de la música, mirando atrás desde la amplia perspectiva del presente. "Ojalá fuera un divulgador, me gusta", responde ante la pregunta de si ve así su función artística. Y remata: "Yo divulgo lo que puedo. Divulgar es una de nuestras obligaciones como músicos".