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Guiu Cortés (El niño de la hipoteca) prefiere el punk: “Dejad de darme la turra con el reguetón o el trap”

Guiu Cortés (El Niño de la Hipoteca)

Laura Prieto

Guiu Cortés (Barcelona, 1982) es cantautor y líder de "El Niño de la Hipoteca", un grupo de rock o "punk blando", que empezó como proyecto personal y ha ido creciendo poco a poco. Empezó tocando en el metro de su ciudad natal, tras varios años de conservatorio, luego participó en varios grupos y, en 2009, apareció por primera vez bajo el nombre de El Niño de la Hipoteca, con el sencillo Que te vaya bien. Con su primer disco pudo irse de gira por España y, a la vuelta, puso en marcha la 'Operación Guitarra', un proyecto con el que pretendía financiarse un nuevo instrumento a través de Youtube, la red social gracias a la cual le llegó la fama.

En 2020,durante la pandemia, decidió emprender una nueva gira en solitario, bajo su nombre real, ofreciendo conciertos con un número reducido de asistentes para cumplir con las restricciones sanitarias. Ese mismo año publicó el disco Tres hérores y un villano, con cuatro canciones inéditas, entre las que estaba Sombra gris, compuesta antes de que naciera su hija, y El Rey de la noche, dedicada a su padre.

Cortés se describe como “un gran amante del punk-pop rollo californiano”: “Sé que es todo muy repetitivo y bastante sencillo, por no hablar de las letras que prefiero no traducir, pero es un mundo que me da energía y me lleva a mi juventud”. Este es uno de los placeres culpables que ha confesado a infoLibre, porque él mismo asume que a mucha gente, especialmente dentro de su círculo profesional, le puede parecer “una mierda”. A ellos, les dice: “sí lo es, pero me gusta, y después de esto puedo seguir con mi vida”. 

Luego se ve tan cruzando canciones realmente vomitivas como “En el mercho escuchando fercho” (En el mercho, Giuliano Cobuzzi), a las que le acabamos cogiendo cariño.

Hablar sobre qué es buena o mala música siempre es complicado. Cortés asume que hasta a él se le cuelan algunas de esas letras repetitivas y comerciales que inundan nuestras radios, redes sociales y tiendas, que a muchos acaban gustando, pero a él no tanto. “Luego se te van cruzando canciones realmente vomitivas como “En el mercho escuchando fercho” (En el mercho, Giuliano Cobuzzi), a las que le acabamos cogiendo cariño. 

Sin duda es difícil imaginarse a un artista de su calaña con C. Tangana de fondo, pero, cuando se descuida, alguna se le mete en la cabeza. No es que le guste, sólo se la sabe y tiene muy claro que NO la recomendaría a absolutamente nadie, así, en mayúsculas y bien grande. Tampoco recomendaría a Green Day, Alkaline trio o Blink 182, porque, aunque a él le “flipan”, sabe que puede resultar “pobre” o “estridente”, especialmente para sus conocidos músicos. “Es una música muy sencilla que te llega o no”, añade. 

Con las series, el cine o los libros no le pasa tanto. Asegura que no acaba de caer en obras que no le aporten: “Puedo perder el tiempo con una canción mala, no pasa nada, son tres minutos, pero no me veo perdiendo las 10, 15, 20 horas que implica leer un libro de mierda. Si una lectura o una serie no me eleva un poco, prefiero no perder el tiempo”. 

La gran versatilidad del contenido auditivo da lugar a ser, quizá, o al menos esta es la opinión del cantautor, menos riguroso en la selección previa. Como todos, hay momentos en los que sólo busca tener un sonido agradable de fondo. “Igual también puedo ponerme un podcast más superficial para llenar las orejas si estoy haciendo algo que no requiere mucha concentración. Ahora, si lo que quiero es flipar en colores, necesito una buena inmersión en contenido que, para mí, es de calidad, o, mejor dicho, necesito que me metan el dedo por el culo. Es que ni siquiera me sirve aquello que se limita a tirarme de los pelillos de los huevos”. Más claro y gráfico no se puede ser. 

La gente no tiene tiempo para investigar o les cuesta encontrar esa inquietud, y por eso se quedan en lo superficial, en lo que te pone la radio o los anuncios de YouTube, en David Bustamante y Omar Montes

A Cortés, a riesgo de parecer muy "snob" o "sobrado", le gusta diferenciar entre entretenimiento y arte. Disfruta de ambas cosas, pero no las relaciona. Mención especial hace a la “cultura basura”. Para él no es lo mismo el entretenimiento, que puede hacer referencia a pequeños placeres culpables, como por ejemplo Soy rumbera, de Melody”, que lo que denomina “cultura basura”. “Esta canción no va a cambiar la vida de nadie, pero podemos hacer un poco el mono y reírnos, pero lo que se ha etiquetado malamente como música urbana puede hacer mucho daño al que lo escucha y se lo cree”.

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El cantautor considera que, de los Beatles en adelante, cuando la música empezó a reportar serias cantidades de dinero, la calidad ha tendido a ser cada vez más relativa. “En la actualidad, raramente la calidad de un producto es proporcional a su calidad, pero es comprensible porque la gran masa de público no está preparada para todo y no tiene la culpa de ello”, defiende. Es evidente que da un poco de rabia ver como se hacen muy famosas canciones de mierda y luego grandes discos pasan casi desapercibidos, pero hay que asumir que la gente ya tiene suficiente con ir tirando p'alante con sus vidas y no podemos exigir que todo el mundo sea sumiller. La gente no tiene tiempo para investigar o les cuesta encontrar esa inquietud, y por eso se quedan en lo superficial, en lo que te pone la radio o los anuncios de YouTube, en David Bustamante y Omar Montes”, continúa. 

A veces le sorprenden los gustos de algunas personas cercanas, especialmente cuando le intentan convencer, nos dice, de algo que no es cierto. “Esa es la peor versión de los placeres culpables: como tienen que ver con uno mismo, en lugar de decir ‘me gusta esto, aunque sé que es una mierda, y me da igual lo que pienses, intentamos convencer a los demás de que algo mola. Por favor, dejad de darme la turra con el reggaeton o el trap. Existen desde hace treinta años”, reivindica el cantautor que considera que son dos estilos “muy encorsetados”, donde “el orégano se come el plato principal”, e insiste en pedir que no le convenzan de que eso es arte, pudiendo escuchar un poco de System of a Down, Silvio Rodríguez, Haydn o Herbie Hancock.

Muchas veces nos cuesta hablar de nuestros placeres o gustos más ocultos, porque, como dice Cortés, no queremos admitir que hay canciones, series, películas… que no son buenas, pero son importantes para nosotros: “Si alguien nos toca los gustos nos lo tomamos a lo personal. Tienes un Email es una película de mierda, pero, joder, cuando la vi, lloré. También te digo que ese día me pilló tonto… Pues ya está, es una mierda, pero la amo, ¡dejadme en paz! jejeje. 

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