Periódicos para envolver el chóped Joaquín Jesús Sánchez
Casado está desnudo
La derecha gobernará en Castilla y León. Así ocurre desde 1987 y así ocurrirá tras las elecciones de este domingo. Se esfuma la posibilidad surgida de las urnas en 2019 y que Ciudadanos decidió utilizar para apuntalar aquí también al PP al tiempo que ponía otro clavo en su propio ataúd político.
El PP seguirá gobernando en Castilla y León. Eso no cambia, pero casi todo lo demás, sí. Aquí algunas conclusiones:
El PP fracasa en sus objetivos. Recordemos cuáles eran: la mayoría absoluta (la que tienen Feijóo, Vara y Page) o, al menos, gobernar con cierta tranquilidad al tener, sin pactos, más escaños que partidos que le son hostiles (lo que tiene Ayuso). Ni una cosa, ni otra. Porque gobernar ya gobernaba. Ese no era el objetivo (era el del PSOE) y si ahora los argumentarios del PP nos intentan convencer de otra cosa es, precisamente, para maquillar ese fracaso.
Las elecciones en Castilla y León no refuerzan al PP. Lo debilitan (de hecho pierde más de 54.000 votos) y lo dejan a merced de Vox, que obtiene un resultado notable. Alfonso Fernández Mañueco seguramente se fue a la cama este domingo pensando en cómo se le va a complicar la vida. Vox está crecido (tanto que pasa de 1 a 13) y no quiere ser un mero espectador. Como escribió Jesús Maraña antes del cierre de campaña, cambiar a un vicepresidente de Ciudadanos por uno de Vox es "un pan como unas hostias" en toda regla.
De ser el principio del ciclo electoral al ¿fin? de una pésima estrategia. ¿Dimitirá alguien en Génova? ¿Cesará Casado a García Egea, ya muy cuestionado dentro del PP? La concatenación de fiascos es notable. Génova decidió hacer campaña contra los fondos europeos y acabó provocando una cascada de respaldos de primer nivel al Gobierno desde Bruselas. Su grupo parlamentario pensó que le iba a asestar el golpe de gracia a Sánchez con la reforma laboral y el error de Alberto Casero (revestido de conspiración de Estado) frustró la operación y dejó en evidencia las malas artes de la peor derecha.
¿Y la campaña? Enero comenzó con las macrogranjas y Casado llegó a descalificar al PSOE y a Sánchez por “no pisar el estiércol”. Su campaña acabó siendo un meme, una sucesión de ocurrencias (“Muchas veces no había agua y teníais que beber vino”, el Congreso es “un parlamento serio, con dos esculturas de los Reyes Católicos”) en las que no faltó sugerir que ERC o ETA se presentaban a las elecciones.
Pero no nos equivoquemos, Casado ha hecho la campaña que ha querido. La que le ha pedido el cuerpo. Y no lo ve, pero está desnudo y a merced de Vox. Seguramente en Sevilla Juanma Moreno Bonilla tomará nota antes de aceptar alegremente ser una pieza más en el ciclo del que presumen en Génova.
El PP quería o la mayoría absoluta o un escenario como el de Ayuso. Ni una cosa ni la otra. Y Vox cree que ya está en disposición de comerse al PP
Vox cree que ya está en disposición de comerse al PP. Pedir una vicepresidencia no es un capricho sino una jugada estratégica muy pensada. Santiago Abascal está tratando de superar la adolescencia política de la ultraderecha en España para dar el salto a la gestión institucional. Hasta ahora la había rechazado en otras autonomías y en ayuntamientos, más centrado en llamar la atención y arañar al PP. Para lograr esa pátina de respetabilidad, necesita dejar de dar miedo a parte de la derecha mostrando que puede gobernar sin sobresaltos. Que no se acaba el mundo. Que son como el PP, pero mejores. Es exactamente el camino inverso al del PP, que lleva tiempo confiando en que si imita a Vox, taponará la fuga de votos. Que tiene que utilizar el mismo tono y, a veces, las mismas palabras, para que votar a Abascal no tenga sentido. He ahí las verdaderas primarias de la derecha, en las que Castilla y León es sólo una etapa más. Están muy lejos de estar resueltas.
Un muy mal resultado para la izquierda. El PSOE se deja más de 117.000 votos de los 479.000 que obtuvo hace dos años y el espacio de Unidas Podemos, cerca de 40.000 de los en torno a 100.000 que sumaron entonces Podemos e IU. Las elecciones les pillaron a contrapié, pero no es excusa. Tampoco la irrupción de partidos de la llamada España Vaciada, cuyo avance en modo alguno compensa el retroceso de los dos partidos de ámbito español. El propio Tudanca, en un discurso ejemplar, sugirió algo parecido a un paso atrás, asumiendo en primera persona los resultados pese a la victoria socialista en cuatro provincias. Unidas Podemos confirma su debilidad tras una campaña sin apenas presencia de su principal activo, Yolanda Díaz, volcada en el Ministerio. El resultado es un severo toque de atención a los dos partidos y también a los socios en el Congreso. O le sacan más partido al Gobierno de coalición y evitan el ruido de sables, o acabarán en la oposición. Y Vox, en el Gobierno.
Demasiado tarde para Ciudadanos, demasiado pronto para la España Vaciada. El mal resultado de los naranjas es consecuencia de una deriva de difícil arreglo. Soria ¡Ya! emula con un espectacular resultado a Teruel Existe y abre camino para la España Vaciada pero, descontado Unión del Pueblo Leonés (que responde a otras dinámicas y tiene mucha más trayectoria), confirma que al movimiento en sí, y ya no digamos a su articulación, le falta un incierto camino por recorrer.
¿Cordón sanitario a regañadientes o un truco que dejar en evidencia? Mañueco ha pedido al PSOE que le permita ser presidente para que su investidura no dependa de Vox. Es una oferta envenenada, casi retórica, que parte del cálculo de que será rechazada. El PP parece muy cómodo muy a menudo con Vox y muy temeroso de que la ultraderecha los considere progres. Algo similar, pero al revés, ocurre en un PSOE al que dirigentes de Unidas Podemos caracterizan todos los días como de derechas. Hay una cierta izquierda que encuentra seguridad, que prefiere odiar a gusto al PP por pactar con Vox que dejar fuera de juego a la ultraderecha a cambio de concesiones concretas y tangibles.
Ferraz y Tudanca tienen sobre la mesa la posibilidad de responder al PP exigiendo un compromiso claro y constatable de inversión pública en sanidad y educación, el blindaje de políticas de Igualdad y sociales (por ejemplo, para proteger a personas migrantes) o una ruptura con Vox igualmente patente allí donde el PP tenga algo que perder al hacerlo. Y si la mano tendida de Mañueco es para la galería, en cuanto se traten contenidos concretos caerán las caretas. Cuando hablamos de cordones sanitarios en otros países conviene no olvidar que no sólo es necesario que la derecha ponga pie en pared (incluso aunque no se lo pida el cuerpo) sino que pueda hacerlo porque tiene alternativa. Si todo es un truco, insisto, caerá por su propio peso sin más damnificado que el PP por ir de farol.
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